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¿ADICCIÓN O SUJETO? DEL APRENDIZAJE EXCLUIDO AL APRENDIZAJE COMO INSTANCIA DE POSIBILIDAD

ANAHÍ CUEVAS ENCINA

anahiencina@hotmail.com 1

Universidad Nacional del Comahue. Centro Universitario Regional Zona Atlántica

¿Adicción o Sujeto? Del Aprendizaje Excluido al Aprendizaje como Instancia de Posibilidad.

Resumen

Este escrito contempla parte de uno de los recorridos de investigación que se fueron desplegando en el marco del Proyecto de Investigación (PI) V074 (Dir. Ext.: Karothy, R. Co-Dir.: Dra. Weigandt, P.); y profundizado en el PI V094 (Dir.: Dra. Weigandt, P. Co-Dir.: Lic. y Prof. La Vecchia, M.) ambos de la UNCo –CURZA. Recorrido plasmado en la tesis de grado de la Lic. en Psicopedagogía titulada “El aprendizaje como espacio posibilitador de cura de las adicciones” (UNCo-CURZA), y dirigida por la Dra. Weigandt, P. Dicha tesis mantuvo como horizonte la lógica moebiana entre investigación y extensión (P.E. Nº 503 y P.E. Nº 614 UNCo-CURZA) propuesta y puesta a la producción desde los cuatro proyectos antes mencionados y sustentada en el marco teórico/metodológico psicoanalítico. El recorrido en el cual nos adentraremos y que hemos seleccionado ubica y despliega algunos de los efectos disciplinares y subjetivos que las conceptualizaciones y abordajes de las llamadas “adicciones” han arrojado y que consideramos necesario analizar para ubicar algunas de las vertientes de posibilidad que puede arrojar el aprendizaje, particularmente, en aquellos sujetos que han quedado relegados a la pegatina con el objeto tóxico y que sufren de la obturación del deseo.

Palabras clave: Investigación; psicoanálisis; adicciones; aprendizaje.

Reseña curricular

1 Licenciada y Profesora en Psicopedagogía (U.N.Co.-C.U.R.Z.A.). Diplomada en Orientación Psicopedagógica (U.N.Co.-C.U.R.Z.A.). Integrante de Proyecto de Investigación (P.I.) V074 – Proyecto de Extensión (P.E.) C.U.R.Z.A. 503 (U.N.Co.-C.U.R.Z.A.) – Período 2010-2013- y desde ese momento a la actualidad integrante del PI 094 y del PE 614 (U.N.Co.-C.U.R.Z.A.) Ayudante de Segunda con dedicación Simple Ad Honoren (2 AYD-3 a/h), asignatura Psicopatología de la Carrera Lic. en Psicopedagogía (U.N.Co.-C.U.R.Z.A.) – período 2008-2011. Operadora Socio-Comunitaria en Adicciones (Ministerio de Salud Provincia de Río Negro). Coordinadora barrial y Coordinadora Zona Atlántica Programa Provincial “Hueche” (Min. de desarrollo Social de Rio Negro- año 2014/2015). Auxiliar en Asesoría Pedagógica C.P.E.M. Nº 30- El Huecú. Consejo Provincial de Educación del Neuquén (Período: desde Marzo de 2016 continuando en la actualidad)

Addiction or subject? From excluded learning to learning as an instance of possibilitty.

Abstract

This paper takes part of one of the research routes that were deployed in the framework of Research Project V074 (Directed by Dr. R. Karothy and co- Directed by Dr. P. Weigandt) and deepened in Research Project V094 (Directed by Dr. P. Weigandt and Co- Directed by B.A. and Prof. M. La Vecchia) both from UNCo - CURZA. This course was reflected in the degree thesis of the B. A. Degree in Psychopedagogy entitled "Learning as an enabling space for the cure of addictions" (UNCo-CURZA). This thesis maintained as a horizon the moebian logic between research and extension (Extension project. Nº 503 and Extension project Nº 614 UNCo-CURZA) proposed and set up from the four projects above mentioned and supported on the psychoanalytic

theoretical and methodological framework. The route selected in which we will enter, locates and displays some of the disciplinary and subjective effects that the conceptualizations and approaches of the so-called "addictions" have thrown and that we consider necessary to analyze to locate some of the possibilities that can throw learning, particularly in those subjects who have been relegated and stuck with the toxic object suffering from an obturation of their desire.

Keywords Research; psychoanalysis; addictions; learning.

¿ADICCIÓN O SUJETO? DEL APRENDIZAJE EXCLUIDO AL APRENDIZAJE COMO INSTANCIA DE POSIBILIDAD

No me preocupa la droga, sino la dimensión del tóxico en la palabra”

(Sylvie Le Poulichet, 2005 p. 182)

En principio, y tomando como hilo conductor el interrogante con el que titulamos este escrito: ¿adicto o sujeto?, iremos tratando de situar algunas coordenadas de un modo posible de consideración del llamado “fenómeno de las adicciones”, en base a los aportes psicoanalíticos, que tienen la particularidad de brindarnos otra lectura posible y aportar herramientas para considerar al mismo desde una perspectiva que privilegia al sujeto, sujeto del inconsciente, de deseo, corriendo el foco del objeto tóxico. Esto es, de aquellas representaciones que desde determinadas disciplinas fueron circunscribiéndole al objeto la calidad de mortífero, la responsabilidad y la causa de lo que han dado en llamar “adicciones” (desde sus conceptualizaciones, sostenidas en concepciones acerca de lo humano determinadas); y que ubican en ese objeto “externo” la capacidad de insertarse al “interior” del individuo, situándola por derivación teórica en “adicto” o “toxicómano”.

Recorrido este que no es sin dificultades, ya que como bien nos ha planteado Le Poulichet (2005), hay algo que ha venido ocurriendo que ha hecho que las disciplinas que posan sus investigaciones sobre el objeto “toxicomanía” se han visto precipitados “a un saber y causa una prisa por concluir” (p.17) Pareciera “como si la singularidad y el carácter especular del

fenómeno provocaran una precipitación y unas evidencias para el pensamiento” (Le Poulichet, 2005 p.17)

También dicha autora asegura que esta noción “toxicomanía” ha venido provocando una encrucijada temática, que ha llevado a cierta indeterminación e indecibilidad al interior de las diferentes disciplinas que la autora registra como “faltas de rigor epistemológico, en un deslizamiento de los conceptos.” (Le Poulichet, 2005, p.18) Tal vez uno de los motivos que ha llevado a pretender fijar un objeto para todas las disciplinas, incluida la disciplina psicopedagógica. Consideramos necesario el pasaje por la consideración de esos discursos y de cómo sus representaciones operan tanto para las disciplinas, los nuevos investigadores, los encargados de la puesta en funcionamiento de los dispositivos a cargo de los abordajes y también, no podemos dejar de situar en el caso a caso, “la relación privilegiada que estos [sujetos] mantienen con su propio concepto médico-legal.” (ob. cit. p.19).

Tomando dichos planteos, no podemos desconocer lo que esto implica respecto a la consideración que se hace de los aprendizajes. Pudimos constatar y analizar en otros momentos de la investigación las palabras vertidas por los entrevistados (Coord. de Salud Mental Comunitaria (S.M.C.); Servicio de S.M.C. del Hospital A. Zatti; técnicos y operadores del Centro de Integración Socio Comunitaria) que al momento de preguntarles por el lugar de los aprendizajes en los abordajes que ponen en marcha, fueron respondiendo, desde una lógica que entiende a la “adicción como una enfermedad” y a la cura como “la abstinencia al objeto toxico” que se logra a partir de la toma de “conciencia respecto de la enfermedad” y del “aprendizaje de conductas correctas que reemplacen a las mal aprendidas”. En las entrevistas vemos cómo los lugares pensados para que la gente aprenda muchas veces aparecen como un tipo más de inclusión. En este caso, aparece tomando lugar en los talleres laborales o

decir, ligada a la “idea de la inclusión social”, enraizada en ideologías y disciplinas humanistas que han logrado que la inclusión sea un derecho para todos. Las leyes Provincial Nº2440 y Nacional Nº26657 por su parte han hecho lo suyo al respecto, lo cual consideramos no es poco. Aunque da la pauta de una concepción de aprendizaje más bien ligada a la posibilidad de adquirir un conocimiento, un medio de expresión o un modo de estar ocupado para no pensar en consumir, que los entrevistados entienden ayudaría aunque no específicamente para la cura.

Consideramos que es posible dar una vuelta más a la cuestión del aprendizaje, que no quede circunscripta a la adquisición de pautas de funcionamiento adecuadas, de adquisición de conocimientos o de una técnica. Que nos pueda llevar a ubicar concepciones de aprendizaje que arrojen al efecto sujeto. Concepciones que enlacen al sujeto y pueda reencontrarse desde la misma producción subjetiva.

Para ello resulta fundamental retomar algunos de los postulados freudianos y lacanianos que poseen un gran valor para pensar algo en referencia al posicionamiento adictivo y al aprendizaje: ¿Excluido? ¿Obturado? ¿En qué punto?:

En 1884 en “Sobre la cocaína” Freud, nos brinda uno de los grandes aportes para pensar esta cuestión que nos lleva a situarnos nuevamente en el pasaje que va de la adicción a la dimensión del sujeto. En este escrito es que deja plasmada una fuerte y profunda “temprana intuición” (Karothy, 2007 – Prólogo - López, 2007). Intuición clínica, que luego fue retomada y enérgicamente trabajada por varios autores contemporáneos, tales como: Sylvie Le Poulichet (2005), Rolando Karothy (2002), Héctor López (2007). Ésta estaba referida a la

acentúa en el efecto de “cancelación tóxica del dolor”. Al acentuar en este efecto o “mecanismo inconsciente de las adicciones” (ob. cit. p. 142) estaríamos bordeando la idea de la evitación del dolor por la vía tóxica y también la idea de que la droga estaría funcionando a la manera de una “barrera protectora” contra el dolor. Barrera ésta que “cancela el dolor” pero que deja clara evidencia de que no actúa contra su causa, no es esa la función.

Esto nos conduce a una cuestión fundamental que es pensar el concepto freudiano de dolor. Para ello retomaremos un recorrido realizado, en distintos momentos, por Le Poulichet (2005) y López (2007), de los siguientes escritos freudianos: “Manuscrito G: Melancolía” (1895), “Proyecto de psicología para neurólogos” (1895); “La represión” (1915); “Duelo y melancolía (1917) y “Más allá del principio de placer” (1920).

Retomando a Freud de 1920 Le Poulichet (2005) dice respecto del dolor:

[…] El dolor (Schmerz) no es el displacer (Unlust); él no se incluye en el marco de la bipolaridad placer-displacer. Implica primero la noción de efracción que la de un simple “aumento de la tensión” correlativo a la investidura de una huella mnémica o de una percepción, causas de displacer. (p. 62).

A esto agrega López (2007) que “el dolor surge como real ante la imposibilidad de ligar la energía pulsional a alguna representación ya sea placentera o displacentera.”(p.145). Le Poulichet (2005) del “Manuscrito G: melancolía” de Freud (1895) dice que éste “se asemeja a una suerte de “hemorragia interna” […] un tiempo de “desligazón”, es decir una desorganización del anclaje del sujeto a las cadenas significantes” (p.62).

rechaza toda ligadura, y en esto precisamente radica la imposibilidad del goce: el aparato psíquico no soporta una satisfacción por fuera de los límites del principio del placer- displacer, de allí su imposibilidad estructural, salvo como trauma. Por lo tanto esa cercanía del goce la dinámica de la tendencia pulsional, lejos de ser experimentada como placer, es por el contrario, traumática, y fuente de dolor.

Ante el dolor por excitación continua de la pulsión que amenaza la vigencia del principio de placer, es necesario recurrir a defensas perentorias que sirvan como refuerzos de los bordes de la vesícula e impidan su ruptura traumática.

El dolor es por lo tanto la forma en que experimenta la ruptura traumática de las defensas y la invasión de lo real del goce. (López, 2007, p. 145).

Es en este punto en el que aparece el objeto químico y en algunos modos de posicionamiento subjetivos particulares como defensa y urgencia por la amenaza de sentirse aniquilado. En este sentido la llamada “operación farmakon es lo que dispone las condiciones de la “desaparición” de un sujeto en la medida en que este último se debate con algo “intolerable” que lo deja librado al espanto.” (Le Poulichet, 2005, p.73)

Por supuesto esta “defensa” y esa urgencia, como dice Chassing (1998) “representa un cortocircuito en detrimento de los procesos simbólicos, de la actividad fantasmática y de los afectos”. Citado en López (2007, p.615). Aunque es claro que al ser necesariamente los efectos tóxicos dependientes del contexto discursivo, es eso mismo lo que asegura la permanencia, aunque cortocircuitada, de los procesos antes mencionados. La droga entonces

147).

Continuemos con otros aportes freudianos, en “Cartas a Fliess 79” (1987) hace un interesante enlace entre “sexualidad y adicciones” ubicando a la masturbación cómo el primero y único de los grandes hábitos, algo así como la “protomanía”, es decir, la primera adicción a la cual remiten todas las adicciones en tanto sustitutos y reemplazantes de esta. En "Tres ensayos para una teoría sexual” (1905) ubica que la satisfacción sexual autoerótica, propia de la fase oral, llevaría a los sujetos a sostener una inclinación a sustancias químicas. En 1912 en “Sobre una degradación general de la vida erótica” distingue una relación erótica con la sustancia elegida que hace mantener al sujeto ligado a una satisfacción, que llamaremos directa, ya que no es limitada por las normas de civilización. Freud asegura aquí, que es justamente esa no satisfacción directa la que hace al sujeto buscar otros modos enlazados a la cultura donde derivar sus pulsiones. Y es justamente la idea de satisfacción directa la que mantiene al sujeto preso de la relación de connotación “erótica” con el objeto mortífero.

Ya en 1929, en “El Malestar en la Cultura” Freud expone que al estar sujetos al sufrimiento, al malestar, a la insatisfacción y a la imposibilidad de lograr la pretendida felicidad, que todo humano insiste en lograr y que se presenta como imposible, la vida se hace difícil de soportar por lo que ubica tres modos posibles que darían cierto „soporte‟ y funcionarían como lenitivos ante este malestar estructural: “distracciones poderosas que nos hacen parecer pequeña nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas que la reducen; narcóticos que nos tornan insensibles a ella”. (p.3024) Y distingue dos modos de ubicación respecto de ello: “o desconoce el límite que el dolor impone a la felicidad (al goce) insistiendo en una ilusión vana de felicidad, o conformarse con algo más modesto: la defensa o cancelación del

sujeto poder transitar, hacer algo con ese malestar. Esta ubicación permite, no sin sufrimiento o dificultades claro está, poder mantenerse en lazo con los objetos de la cultura (el aprendizaje entre ellos) y en lazo con los otros, a diferencia de la otra ubicación, que Freud asegura mantiene un fin negativo debido a que anula la posibilidad de vérselas o encontrarse y hacer algo con el malestar para pasar a la ilusión de sustracción de la realidad a través del logro de fuertes sensaciones placenteras que pueden no dejar resto para „pasar a otra cosa‟. Es en esta última modalidad es que Freud ubica al uso de sustancias químicas, expresando que llevan a una satisfacción que se pretende „plena y directa‟ pero es justamente allí donde radica su peligro y nocividad.

Es claro que al sujeto algo le ocurre en relación a ese objeto mortífero, al que está ligado de manera particular, y que lo ha llevado a depender, en mucho y en muchas oportunidades, de un objeto que le trae alguna clase de satisfacción, y de hecho es preciso reiterarlo, se la trae. La diferencia es que no estamos hablando de una satisfacción en el orden del placer- displacer sino a satisfacciones que remiten a otro orden, ligadas a la pulsión de muerte.

Rabinovich (2007) retomando a Freud dice que “todos los placeres permitidos por el Principio del placer son satisfacciones parciales que aseguran siempre un resto sin alcanzar. Ese resto más allá del Principio del placer ciñe precisamente el campo central del goce.” (p.13)

Podemos ver en el posicionamiento adictivo a un goce operando con pretensiones de un goce todo, sin recortes, sin medida. Lacan (1986-1969) “El goce, definiéndose él mismo, como siendo todo lo que realiza de la distribución del placer en el cuerpo”, citado por

de otro orden, a la que un sujeto queda abonado o tomado. El sujeto interpone el objeto tóxico, ubicándolo en el lugar de la angustia, consiguiendo la cancelación de la operatoria del significante. Lo cual deja claro que no podemos hablar de síntoma ya que este, es una formación de lo inconsciente, ni tampoco es una estructura en tanto no es una posición que remita al lugar del sujeto respecto del deseo del Otro sino que como veníamos planteando es una posición respecto del Goce.

Como vimos Freud y otros autores han planteado diferentes cuestiones por las cuales un humano podría quedar arrojado al uso de sustancias químicas que remiten a modalidades de ubicación que requieren de la “cancelación del dolor”, mediante la operación farmakon, en el sentido que le da Freud (1929) de funcionar como remedio y veneno a la vez. También de “sustracción de la realidad” o de “satisfacción autoerótica”, cuestiones que nos hablan a las claras de cómo el sujeto puede mediante el trámite toxico quedar arrojado a la soledad, sin dejar lugar al Otro-otro.

Cuestiones que Lacan en 1975 retoma y hace un central aporte, en el que ubicó a la droga como aquel objeto que permite y genera una ruptura con el falo, ruptura con del goce acotado al pene. Goce que se encuentra “por fuera del registro de lo simbólico, en disonancia con el inconsciente que es lo que responde del síntoma. Carece por tanto de la posibilidad de anudamiento que permite la función del Padre.” (Gianzone, 2005, p.131).

Podemos ver cómo los autores antes citados ubican la peligrosidad de la intoxicación en la ruptura del lazo social, en el desenganche con el Otro: sexual, semejante, de la cultura.

Se trata de una ruptura con el llamado goce fálico, con un goce que se sirve de la palabra. En este punto es preciso que no perdamos de vista la importancia y gravedad de esto:

Freud (1920-1921) en “Psicología de las Masas y Análisis del Yo” postulará la relación intrínseca que sostiene el sujeto y la sociedad, lo que nos indica que no hay uno sin el Otro- otro, es decir, se deben mutuamente a esa relación. Lo que nos da la pauta del valor estructurante del Otro para la constitución subjetiva y para la vida en general. Cuestión importante a ubicar y a trabajar, por supuesto, siempre teniendo en cuenta esa relación estructurante entre el sujeto y lo social, y no solo en referencia al padecimiento adictivo, claro está, ya que como bien sabemos nuestra función es atender al sujeto, y el padecimiento y la cura se podrán ir inscribiendo en esa relación al lenguaje tan singular y en lazo transferencial con quien el sujeto pueda reestrablecer-se, escucha mediante, en tanto sujeto del inconsciente, de deseo. Pujó (2003) nos dice “en la misma operación de transferencia le ofrecemos [al sujeto] el sostén de un lazo social que si bien es reducido, se muestra consistente” (p.6). Oportunidad inigualable en el encuentro con el aprender, en tanto alguien se ofrezca y pueda romper el autoerotismo con su oferta.

[…] En lo humano, no disponemos más que de representaciones, el referente está perdido (Pasqualini, 2007) Estas representaciones no son ingenuas, implican una ética en juego. La lectura que hagamos de lo que en psicoanálisis denominamos el Otro, propio de nuestra época, es lo que hará que ese Otro consista, dado que no existe por sí. (Weigandt; Carro; Cutrona, 2013, pp. 2-3)

privilegien al sujeto y a su singularidad. Esto, dado la acuciante desintegración que vienen sufriendo los lazos sociales en la actualidad, por lo que consideramos trascendental y obligada la toma de posición respecto de ello, ya que constituye algo nodular para el sujeto y en base a lo cual se sustenta lo que pensamos como reposicionamiento subjetivo.

En relación a esto Lacan (1958) dice “Ello habla en el Otro, decimos, designando por el Otro el lugar mismo que evoca el recurso a la palabra en toda relación en la que interviene. (p. 669) Y Pasqualini (1990) asevera “Todo retrato que se pinta con sentimiento es un retrato del artista, no del modelo. El modelo es simplemente el accidente, la ocasión.” (p.27) Cuestión que da lugar a la posibilidad de apertura a un modo de intervención que busque amarrar, las condiciones estructurantes, para que den paso a las posibilidades del sujeto de poder-se situar en el campo de los aprendizajes. Esto es, de lograr implicarse con los objetos en la órbita constante del lazo, entre ellos el trasferencial, para que pueda descifrarse en y desde la articulación con ellos, es decir, con los objetos y los lazos. Lazos sociales desde los que se precipita el discurso y por ende el sujeto como efecto de discurso.

En consonancia con lo antes dicho, podemos decir que el aprendizaje es posible sólo en el circuito de demanda que se establece entre el sujeto y el Otro, por ello la circulación de la palabra y el lazo social a través de los aprendizajes pueden ir urdiendo otra posición respecto de la pregunta ¿qué me quiere el Otro? En ese sentido las experiencia de producción grupales (artística, académica, laboral, deportiva, entre otras muchas) pueden ser espacios de alojamiento subjetivo, que pongan en juego al aprendizaje y logren hacer marca en la singularidad de cada sujeto en tanto algo de la relación del mismo con el Otro-otro propicia el anudamiento. “El posicionamiento respecto del goce con otros es otro rebasando el pasaje de

2012, p.147).

En este punto es importante también plantear y diferenciar que hay goces coordinados por la medida fálica y otros modalidades de goces que se instalan más allá de esta medida, pero que no se plantean como obturadores del sujeto y sus posibilidades de aprender, como lo es en el caso del posicionamiento adictivo donde el sujeto en ese punto de posición, difícilmente pueda estructurar un saber para que produzca algo novedoso.

Un ejemplo de esto es el goce planteado por la sublimación. Nos tomaremos el atrevimiento de realizar un pequeño rodeo inspirados en la obra “Pariré Centauros. De la sublimación Freudiana al sinthome Lacaniano. Un punto de suspensión” escrita por la Dra. Patricia Weigandt (2012) trataremos de asir algo de la diferencia entre los goces a los que el sujeto se ve arrojado en el posicionamiento adictivo y en la sublimación:

Allí la autora plantea a la “sublimación como un punto de suspensión en la estructura” (Weigandt, 2007, p.19)

¿Podemos pensar el mismo planteo en relación al posicionamiento adictivo? ¿Esto es, “el posicionamiento adictivo se plantea como un punto de suspensión de la estructura”? entendemos que sí. Aunque lo que habría que poder deslindar allí serían las “similitudes” y “diferencias que estos posicionamientos respecto del goce plantean.

Una de las similitudes claro está es el goce, aunque los efectos producidos son de muy diferente impacto en el sujeto. Respecto de la estructura podemos decir que ambos pueden tomar lugar en cualquiera de las planteadas por Lacan (neurosis, psicosis, perversión), aunque

de la estructura: la suspensión.

En el posicionamiento adictivo, podemos ver, siguiendo los planteos vertidos por Rabinovich (2007) que lo que aparece es un predominio de lo pulsional, ya que el sujeto se encontraría renunciando a algo del orden de lo inconsciente refugiándose en la pulsión. El autor dice: “La pulsión atraviesa el cerco de lo posible y alcanza lo imposible, es decir, lo real.” (p. 41) y más avanzado en su escrito agrega que “por medio de la pulsión, el sujeto dice “No” a la demanda del Otro. No lo dice en palabras, lo lleva a cabo poniendo en acto su propia desaparición.”(Rabinovich, 2007, p. 60) Es decir que esto “Implica una salida subjetiva de la alienación. […] La respuesta pulsional equivale a una retirada del sujeto hacia el silencio y la soledad absoluta” (Ob. cit. p.61).

Podemos pensar entonces que el punto de suspensión de la estructura se plantea justamente en ese punto donde la estructura queda subordinada, mediante el trámite tóxico, que lleva al sujeto a que por medio de un objeto rechace lo inconsciente y su estructura de lenguaje anclado en lo simbólico. Rehusándose a la castración y al quehacer con ella. Es por ello que en el posicionamiento adictivo la estructura, podríamos decir, queda en un entre paréntesis, es decir, deja de operar, evidenciando lo más complejo de dicho posicionamiento, tanto del lado del sujeto, como del lado de quien se disponga a la escucha al desafío de la instalación del lazo transferencial, ya que ante la sustracción o desaparición sujeto, el desafío entonces es sostener allí más que nunca la ética psicoanalítica. Por otro lado esta suspensión, o entre paréntesis, da cuenta al mismo tiempo de que, aunque la estructura no esté operando, no se pierde planteando un horizonte posible de „poner en movimiento‟ para la dirección de la cura.

castración. (Weigandt, 2012) La sublimación es uno de los destinos pulsionales que indicó Freud (1915) en “pulsiones y sus destinos”. Esta pone en juego un quehacer con la pulsión que suspende la estructura en como modo de trasvasamiento o atravesamiento, de la misma, esto es, abriendo las distintas vías de posibilidad a poner a trabajar, en un más acá (lógica fálica) y más allá de la estructura, cualquiera de la que se trate. La estructura no deja de operar, y el sujeto le da lugar a un quehacer que desde lo simbólico le permite un encuentro al sujeto con lo real, “tramite doloroso” dice Freud (Weigandt, 2012), trámite que soporta el vacío, en y desde la producción. Posicionamiento que arroja a escrituras posibles, goce sublimatorio, que dignifica al sujeto y lo nombra:

[…] Quehacer pulsional que entra en juego, aterra, angustia, pero más allá del síntoma, más allá de la queja, la demanda, y de la impulsión de la actualidad, relanza el juego más allá del inconsciente encadenado y produce cultura. Trabajo entre otras obras, que reinventan sujeto. (Weigandt; Van Cauwenberghe, 2014)

Entonces, y retornando el interrogante inicial ¿Adicción o Sujeto? diremos, que no podemos hablar de adicciones o de adicto justamente en el punto en el que cada sujeto se encuentra atravesado por historias, por su historia y eso es lo que oficia de talladura en cada uno de los sujetos (produciendo o no produciendo; posicionado adictivamente o en otras posiciones). No podemos hablar ni de “adictos”, ni de “adicciones”, porque para nosotros, el solo hecho de nombrarlo desde esas categorías nos llevaría a perder la posibilidad de intervenir, a no poder instalar un lazo, a instalar caso por caso, ósea desde la lógica que prioriza la singularidad. Lazo transferencial que nos permita intervenir. No podemos hablar de “adicción” o de “adicto” dado que ello nos llevaría a fijar una imagen para ese, imposibilitando una nueva escritura; y que eso,

quedó escrito para ese sujeto, pueda rectificarse en esa escritura, y eso no es por fuera del lazo, del lazo transferencial. Instalación que se propone como apuesta ética que nos permita operar desde otras ubicaciones posibles. En este sentido podemos decir que la psicopedagogía, en y desde los distintos ámbitos en los se despliega, puede ofrecer otros lazos, y permitir y posibilitar que otros ofrezcan un qué me quieres: docentes, coordinadores de grupos, operadores, talleristas, entre otros, pueden constituirse en prioritarios en lo que respecta a esta función, así como también ofrecer otros objetos que podrán, a partir del trabajo sostenido en el lazo transferencial, ir tornándose atractivos para el sujeto, tales como espacios destinados al aprendizaje. Para ello deberemos estar dispuestos a escuchar algo de lo que despliega el sujeto y su entorno, estar dispuestos a escuchar las diferencias que arroja la repetición, lo que marca la diferencia entre ofrecer un lugar desde la “adicción o adicto” y el darle un lugar al “sujeto del inconsciente”.

En este punto es que también la sublimación al abrir el campo del sujeto, a partir del quehacer con la pulsión arroja las posibilidades no sólo un reposicionamiento que rescate al sujeto del posicionamiento adictivo en el que perdió su condición de tal, sino que se abre como vía regia de la producción, de la obra, que incluye, desde un lugar de privilegio, al arte, en sus variadas presentaciones, al aprendizaje, también en sus diferentes versiones, al trabajo, entre otras tantas. Es justamente este enlace encuentro con la sublimación el que también irá haciendo-nos ir posicionando y re-posicionándonos ante el abordaje de las adicciones, dando lugar a la singularidad de la articulación entre el sujeto y ese objeto que se ha tornado mortífero, así como a la responsabilidad del mismo respecto de “su síntoma” (Pasqualini, 1998). Lo que desde el horizonte ético del sujeto, y la lógica del no-todo, irá habilitando

comunitario” (PI N V094 - UNCo-CURZA). Posicionamiento comunitario que habilita el trazado de cada vez más dispositivos-dispuestos a alojar representaciones que hagan consistir al lazo social, la transferencia, deseo, goce, en síntesis, que alojen al sujeto. Entendiendo esto como horizonte y no como “objeto/objetivo”, con la dificultad, malestar y el dolor que también para psicopedagogos, maestros, médicos, coordinadores de grupo puede traer el encuentro con lo abierto…

[…] Apuesta ética de suspensión y vaciamiento para poder generar de nuevo y allí, posicionamiento comunitario que va más allá (también en el sentido freudiano) y genera ese amor del que habla Galende que es en la polis. Con otros. Irrenunciable… allí se constituiría el lugar que promueve sujeto, más allá de la disciplina y que Margarette Little ubica como la respuesta total del analista a las necesidades del paciente y Lacan en el seminario de la angustia refiere como jugarse hasta la empuñadura (Hartmann, 1997). Compromiso con el sujeto desde el inconsciente (del analista). Estar disponible nuevamente, cosa que, im (posible), ocurre renovadamente (Jullien, 2013) tomando a los cuerpos con un goce menos obsceno.

Sostenemos al trabajo comunitario como un posicionamiento posible, trabajo que, entre otras obras, re-inventan sujeto, propicia situaciones de vida, atravesadas por un deseo, que posibilita lazos a lo social y a un futuro (por) venir. Sujeto y palabra reconocidos en su singularidad. Apuesta ética. Sublimatoria si las hay. (Weigandt; Van Cauwenberghe, 2014, pp.18-19)

Referencia:

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