Identidades en conflicto

Evento académico en el Comahue

Durante los días 11, 12 y 13 de octubre de 2017 se realizó en el Salón Azul de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional del Comahue el VI ENCUENTRO INTERNACIONAL DE INVESTIGACIÓN EN HERMENÉUTICA, cuyo tema central fue identidades en conflicto. Organizado por el Centro de estudios en Filosofía de las ciencias y Hermenéutica filosófica del Comahue, reunió a investigadores del país y del extranjero. En el evento se compartieron con estudiantes de la Universidad y otros asistentes resultados sobre el tema central, a partir de lo cual realizamos un intenso debate. Cabe destacar que el VI ENCUENTRO contó con el aval del Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades y fue declarado de interés cultural por la Sub Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Neuquén y por la Universidad Nacional del Comahue. Durante el año 2018 se publicará un libro que compila artículos de los expositores y otros colegas invitados.

Como adelanto reproducimos a continuación los resúmenes de las presentaciones.

En “Justicia e identidad”, Raúl Alcalá Campos, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sostuvo: “el tema que nos convoca lleva como título ‘Identidades en conflicto’, el cual puede ser interpretado por lo menos en dos sentidos, por un lado, dos identidades que chocan entre ellas ya sea de manera individual o colectiva generando con ello un conflicto,  intercultural por ejemplo, o bien, por otro lado, una crisis interna, individual o colectiva cuyo conflicto se independiza de las posibles relaciones con otras culturas, otras formas de ver el mundo. Cualquiera de estas posibilidades merece una atención especial, sin embargo nosotros consideraremos principalmente la primera. Una de las cuestiones más interesantes en lo que respecta a las teorías de la justicia actuales es la de la poca atención que se presta a las identidades para la evaluación de las acciones como justas o no, y sin embargo identidades en conflicto pueden llevar a un conflicto en la impartición de justicia, sobre todo cuando el asunto en cuestión tiene que ver con las relaciones interculturales. En  este trabajo presentaremos primero, de manera bastante breve, algunos asuntos al respecto relacionados con teorías de la justicia, de ahí pasaremos a la evaluación de las acciones como justas o no en tanto comportamientos de los participantes, consideramos que tales comportamientos están ligados de manera directa con las identidades.

Por su parte, Maria Beatriz Gentile, de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo), propuso en “Patagonia: identidad desde las ausencias”: Desierto, frontera, progreso, desarrollo, son imágenes inconfundibles del paradigma de la Modernidad con que aquella Argentina del XIX creyó haber inventado la Patagonia. Pensar a la Patagonia desde la Nación fue pensarla a partir de la derrota militar de la sociedad indígena. Sobre ella se construyeron las condiciones para que estas tierras se convirtieran en una región incorporada al espacio y al tiempo histórico del conjunto nacional pensado como totalidad. Un antes y un después claramente definido, un acontecimiento a partir del cual se organiza la periodización del tiempo histórico y por lo tanto es el hecho que marca el comienzo del relato fundacional. A partir de aquí la historia de la región se elabora no a partir de su pasado, sino en contra de él. Sin pasado y sin tradiciones, la Patagonia fue una región definida por sus ausencias. 

A continuación, Elisabetta Di Castro, de la  UNAM, sostuvo en “Globalización, desigualdad y diversidad” que estamos en un proceso de transición entre la modernidad, caracterizada por un orden interestatal bajo la hegemonía de Occidente, y una modernidad que se podría caracterizar por un nuevo orden supranacional por construirse de manera multilateral. Esto lleva a cuestionar la concepción estándar de los procesos de universalización para podernos adecuar a un mundo de lo múltiple y de la diferencia. La globalización constituye uno de los fenómenos contemporáneos más controvertidos, entre otras cosas, es fuente de prosperidad para algunos y de grandes desigualdades para muchos. A esto se suma, dada la historia de los Estados-nación que se caracterizó por ocultar las identidades comunitarias, que los conflictos de redistribución estén frecuentemente ligados a los conflictos de reconocimiento y de participación. Ante las diferencias culturales que caracterizan la convivencia cotidiana en casi todos los rincones del planeta, autores como Giacomo Marramao han propuesto un cosmopolitismo de la diferencia.

En “Sociodarwinismo, raza y etnicidad en la invención de una argentinidad ideada”, Martín E. Díaz, de la UNCo, propuso abordar el despliegue en la Argentina de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX de un conjunto de estrategias discursivas tendientes a modelar un cuerpo sano y civilizado de la nación. Esta labor será llevada a cabo por un conjunto de ‘hombres de ciencia’ integrantes de una intelligentzia científica local, la cual -nutrida del ‘arsenal discursivo’ proveniente de una matriz positivista de corte cientificista, de la recepción y traducción de Darwin en nuestro medio y de los postulados del degeneracionismo francés- se abocará al diagnóstico de la conformación de la población vernácula y su influencia para la modernización de un cuerpo de la población pensado como un organismo biológico expuesto a una serie de ‘males físicos’ y ‘morales’. En este marco, nos interesa problematizar la reproducción por parte de estos ‘hombres de ciencia’ locales de un conjunto de imaginarios eurocéntricos englobados en la superioridad biológica y moral atribuida a la raza blanca; imaginarios mediante los cuales se apuntará a cimentar una identidad homogénea de la nación concebida en términos de una argentinidad ideada. En tal sentido, la búsqueda por forjar esta argentinidad ideada, o bien el deseo por cimentar una idílica “raza argentina”, habrá de configurar en su reverso la denegación de aquellas vidas ubicadas por fuera del universo de la ciencia, la razón y el progreso. Hacia el cierre de su trabajo, puso sucintamente en tensión la resignificación que está produciéndose en nuestro presente de estas estrategias de denegación del Otro operantes en nuestro pasado. En esta clave, la inquietud filosófica que hace a este trabajo radica en llevar a cabo una lectura crítica de ciertas ‘verdades’ de nuestro pasado que dejan marcas en nuestro presente.

Erasmo Catrileo Salazar, de la UNCo, sostuvo en “De las “identidades en conflicto” al “conflicto de la identidad”: notas acerca de una lucha interior”, que hablar de identidades supone la utilización, y no podría ser de otra manera, de conceptos, los cuales permiten subsumir, en este caso particular, a individuos que se reconocen (o no)  bajo tal identificación, es decir, como pertenecientes a un colectivo social. Ahora bien, el conflicto de dichas, o algunas, identidades ha aparecido tras la cada vez más (y hace muchos años ya) cuestionada operación de homogeneización que históricamente ha incidido a muy distintos niveles de la vida: desde lo geopolítico, social,  cultural, individual –con todas las variantes imaginables–, entre muchos otros.  No obstante estas tensiones han enriquecido aquella pobreza ficticia inicial –la primacía de una identidad claramente forzada–, han contribuido en una cierta e importante medida a diluir lo individual tras esas identidades –que no han emergido, sino que han sido, en todo caso, explicitadas luego de una larga latencia–. Sin embargo, el diluir la individualidad bajo esta identificación colectiva supone un salto (aunque naturalmente legítimo) al vacío, una tranquila aventura hacia una convergencia por lo menos ilusoria en un importante sentido.  En efecto, con tantos haces de luz que penetran en una vida, ¿qué posibilidades existen -sino muy escasas- de poder encerrar en una definición esa opacidad constitutiva de la consciencia individual, de la cual emerge una identificación?¿Qué significaría sino un exceso el subsumir una individualidad bajo una identidad colectiva construida, cuando la constitución misma de la individualidad se haya atravesada por una variedad  importante de influencias  de diverso tipo (individuales, sociales, colectivas y un largo etc.)? La producción de “identidades” y que se manifiestan en conflicto, supone entonces un ejercicio de reconocimiento y reparación histórica, si se quiere –y en muchos casos–; pero constituye una no menos clara oclusión para el conocimiento de los individuos que se integran bajo dicha nominación; constituye un expresión en extremo simplificadora que sacrifica el individuo a manos de la especie: como operación política e ideológica sirve para, en última instancia, seguir negando la diferencia al extremo de subsumirla en categorías que delatan no simplemente aquella simplificación abusiva y no menos excesiva  ya referida, sino que exime de la compleja tarea de lidiar con las individualidades, de conocerlas. Independientemente de cualquier etiqueta colectiva, los individuos no dejan atraparse tan sencillamente bajo esas rúbricas, y éstas no debieran sino alentarnos al desafío de vérnosla con la complejidad; es decir, luchar contra la sencilla tarea que supone las etiquetas que nada dicen y muchas veces disimulan y  enmascaran una negligente, cuando no peligrosa, ignorancia.

En “La ‘post-verdad’, signo del presente. ¿Una nueva identidad epistémica?, Estela Ponisio, de la UNCo, propuso como objetivo comprender qué tipo de fenómenos pueden ser considerados dentro de la categoría de “post-verdad”, para analizar algunas de las consecuencias que la aceptación de esta conceptualización puede tener para las ciencias fácticas. Considerando que el concepto de “post-verdad” refiere a la prevalencia de los factores emocionales que sustentan nuestras creencias por sobre otras evidencias, se pone también en cuestión el estatuto que posee la realidad. La búsqueda se refiere a la necesidad de indagar acerca de los cambios que pueden sucederse en los ámbitos de las ciencias y las tecnologías si se adhiere a esta concepción. Esto supone alejarse de los criterios de racionalidad que vienen caracterizando a dichas disciplinas y que sentaron las bases de buena parte de la cultura de occidente. La “post-verdad” es un signo de nuestro tiempo e indagar acerca de sus características creemos que nos puede ayudar a evitar convertirnos en sujetos manipulables y con poca capacidad para pensar críticamente, en especial acerca de nuestras propias creencias.

        Por su parte, Irene Klein, de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en “Script y narratividad en la narración de ficción”, partió de las siguientes preguntas: ¿cuándo un relato no es una mera reproducción de hechos ya representados sino, en términos de Ricoeur, una innovación semántica o redescripción  del mundo? ¿Qué propiedades debe poseer un relato para ser considerado “creativo” u “original”? ¿Qué vuelve una narración más o menos narrativa? ¿Cómo es posible acrecentar  la narratividad de un relato ficcional? Desde el campo de la inteligencia artificial, la narratología postclásica describe las estructuras de conocimiento en términos de marco, esquema y script, es decir, como modelos de la memoria que usan los humanos para interpretar experiencias cotidianas. En  consonancia con lo que propone David  Herman, que  sugiere prestar mayor atención a las relaciones recíprocas  que existen entre los scripts y los textos literarios, reflexionó, desde una perspectiva cercana a la desarrollada por la narratología postclásica y por Paul Ricoeur en Tiempo y Narración, sobre el proceso por el que un relato de ficción, en la medida en que apela y trasgrede el script, gana en narratividad.

        A continuación, Martín Ariel Properzi, de la UNCo, indagó en “El lector nómade. Trazos hermenéuticos para pensar la identidad y la resistencia a través de los textos”,  en torno a la lectura y escritura en relación -y tensión- con algunas de las propuestas hermenéuticas de Gadamer y Ricoeur. Se trata de pensar la hermenéutica como una experiencia desestebalizadora y develadora de los discursos totalitarios o limitantes inscriptos en la superficie de los cuerpos. El acto de leer es insurgente en tanto que leer significa producirse como texto, narrarse como otro, interpretar e interpretarse. Conlleva una lectura disruptiva de (los) mundo(s) pero también una forma de resistencia, invención, sospecha, apropiación y creación. Tensión entre la novedad y lo sedimentado. Lectura que pide escritura, transgresión de una frontera, encuentro de otredades. Piden un lector nómade. Se trata, en el decir de Ángel Gabilondo, de reformular una filosofía de vida impregnada por el quehacer, a la par, del cuidado de sí y la constitución de sí. Leer se convierte en una experiencia constitutiva de sí, en un acto hermenéutico y a su vez en una irrupción  que puede desarmarnos.  Nos devela que existen experiencias (las nuestras) que piden ser llevadas al lenguaje.  Parafraseando a Ricoeur, es a través del conjunto de referencias abiertas por todo tipo de texto descriptivo o poético, que hemos leído, comprendido y amado, que vamos componiendo, una y otra vez, nuestro ser en el mundo. Para Ricoeur, nuestra identidad se compone narrativamente e interpretar es salir transformados.  En este sentido, la hermenéutica en tiempos actuales de adversidad, vértigo y novedad, significa pensarla como una tensión, una praxis de liberación.  Tensionar el texto no es hipostasiarlo, sino ver las urdimbres o referencias posibles que el mismo texto proyecta como un mundo. Entonces, devenir en lector nómade es transformar el texto en  un campo de resistencia y posibilidad hacia otros posibles, y no otredades anuladas, “altericidios”, diría Deleuze. El lector nómade pide escritura y encuentros de mundos y con otros, re-escritura de los cuerpos.

        A continuación, Marcelino Arias Sandí, de la Universidad Veracruzana, sostuvo en Contingencia y paradoja: pensar la pregunta por las identidades, que cuando se habla de conflicto de identidades pareciera que el acento del asunto recae en "el conflicto"; no obstante sugirió que es pertinente cambiar el enfoque hacia "las identidades". En tal sentido, lo primero que puede hacerse es preguntar ¿de qué hablamos cuando hablamos de identidades? Plantear esta pregunta requiere una orientación hacia la comprensión de la pregunta misma y de ahí partir hacia el camino abierto para elaborar la posible respuesta. Dado que la historia del concepto de identidad en la filosofía y otras disciplinas ha estado regido por el principio de no contradicción y el de identidad, es necesario intentar un acercamiento diferente desde la hermenéutica y haciendo uso de los conceptos de contingencia y paradoja para avanzar hacia una comprensión más adecuada a nuestro horizonte. Así, en su exposición desarrolló, desde un enfoque hermenéutico, la comprensión del horizonte de la pregunta, su sentido y los modos contingentes y paradójicos que este problema abre a la reflexión.

        Sigue Carlos Emilio Gende, de la UNCo, quien partió de la siguiente pregunta en Identidad personal e identificación: entre describir y prescribir, interpretar: ¿en qué consiste el reconocimiento de la identidad de la persona, de nosotros, cada uno de nosotros, en tanto personas identificables? Al respecto, sugirió que podría hablarse al respecto de una estructura del rebasamiento, es decir, de la constatación de nuestro estar ya identificados de un modo u otro por pertenecer a determinado mundo de la vida, más allá de nuestra vuelta sobre sí para tomar conciencia de ello. Sin embargo, la pregunta es sobre la índole de esa reflexión, sobre sus alcances y consecuencias. Más aún si nuestra situación contemporánea permeada por la cultura científica nos exige hacernos cargo también de “aquello mayor que lo cual nada puede pensarse”, por ejemplo, nuestro cerebro.

        En El ‘conflicto’ de la diversidad  de  ‘acepciones del mundo’ y la traducción como mediación para el diálogo intercultural, Cecilia Monteagudo, de la Pontificia Universidad Católica del Perú, se propuso, por una parte, mostrar la recepción crítica  que Hans-Georg Gadamer tiene de la concepción del lenguaje como ‘acepción del mundo’ (Weltansicht) acuñada por Wilhelm von Humboldt, y por otra, la manera como en su  hermenéutica dialógica se aborda la traducción como experiencia hermenéutica fundamental. Es decir, experiencia capaz de mostrar las potencialidades del lenguaje para ‘emigrar a la palabra del otro’, pero también su finitud y la incansable búsqueda de  la palabra pertinente que caracteriza a nuestra ‘vida en el lenguaje’. De lo que se puede seguir una comprensión de la traducción como importante mediación para el diálogo intercultural.

        Por su parte, Susana B. Violante, de la Universidad Nacional de Mar del Plata, desarrolló en Epimeleia heautou o cura sui como ejercicio hermenéutico ante el desgarro ¿de qué identidad?, algunas cuestiones que nos convocan ante una crisis existencial y que abren al ejercicio filosófico del conocimiento de sí para la reversión del conflicto –pensado desde un análisis interdisciplinario–. Una de estas cuestiones es el infructuoso intento por dilucidar si hay o no “naturaleza” humana y en la posibilidad o imposibilidad del conocimiento de sí. Relacionó el tema convocante con las concepciones de identidad, verdad y consejo que aparecen utilizadas muchas veces en diferentes disciplinas sin haber sido analizadas en su diversidad significativa. Qué entendemos por identidad, su relación con teorías esencialistas, contingencialistas y con la teoría de los universales. Muy pocos son los filósofos que analizan el porqué de las elecciones y los cambios que le fueron confiriendo a su vida para lograr acercarse a una postura cercana a la autonomía. Como señala Ricoeur, es en el propio acto del lenguaje donde el sujeto toma conciencia de su libertad, porque el relato es un acto performativo –con un contenido que podríamos considerar jurídico– de testimonio verídico de lo que le está aconteciendo. Esta lucha por encontrar el propio «modo de ser en esta vida», parece adquirirse a través del sufrimiento, cuesta «creer» en alguien que no haya atravesado por lo mismo; en alguien que no haya cargado con la «más pesada de las cruces». El valor de una persona radicaría, entonces, en su capacidad de sufrimiento y en el uso que le damos a ese tipo de conceptos. Las actividades propuestas en el ámbito de la educación institucional, no suelen detenerse en este tipo de cuestiones ni colaboran con el ejercicio enriquecedor de buscarse a sí mismos, reconocerse fuera del señalamiento de los otros: padres, amigos, colegas… buscan formar en lugar de capacitar en la utilización del diálogo y la comunicación, siendo uno de los resultados de esta carencia personas dependientes y obedientes del mandato de los mayores y/o poderosos y no, por el contrario, personas pensantes y discutidoras. De este modo, se repiten esquemas que mantienen estructuras jerárquicas y condicionantes que encubren la superioridad de unos modelos de pensamiento sobre otros y, así, no hay comunicación, no hay diálogo sino repetición y aprovechamiento de la «supuesta» ignorancia de los «otros».

        En Dominación, paradigma cartesiano y la fenomenología de la corporalidad como hermenéutica, Elena Saleg, de la UNCo, sostiene que la comprensión de la presencia y persistencia del paradigma cartesiano puede aportar significados que hacen  al interés depositado en torno a los modos de dominación enraizados en nuestra  cultura. Desde una fenomenología de la corporalidad es posible proporcionar claves para entender el modo en que cobra vigor tal paradigma,  instituyendo en nosotros  la tendencia a pensarnos como mentes inmateriales, como cogitos separados de toda res extensa, propia o ajena. Drew Leder en su libro The body absent vuelca sus investigaciones fenomenológicas, en  línea con las de la última filosofía merleaupontyana y con ella la idea de que no es una invariante el mencionado  dualismo cartesiano  sino un vector interpretativo más. Desandar el recorrido puede  evitar reforzar la circularidad que las prácticas de dominación y el modo de pensarnos a nosotros mismos evocan.

        Para finalizar, Elizabeth Padilla, de la UNCo, sostiene en La cuestion de la identidad humana ante el desafío tecnocientífico que las posibilidades abiertas por  el avance tecno-científico a través del desarrollo de la conectividad digital han incidido –entre otros aspectos de la persona- en los modos de constitución de la subjetividad y por ende de la identidad personal. El yo deviene, vía esa exposición, en espectáculo a ser consumido por cualquiera con acceso a Internet.  Por otro lado, también es cierto que las redes hacen realidad el sueño imposible de ser otros, a través de la exposición de subjetividades inventadas a la carta en reemplazo de nuestras identidades rutinarias. Ante la disponibilidad de tales recursos de interacción que habilita la tecnología surge entonces la necesidad de indagar cuáles son los rasgos que asumen las nuevas configuraciones identitarias y si las mismas requieren para su explicitación de procedimientos narrativos específicos facilitados por las mismas plataformas.