Revista de Historia, N° 19, Diciembre 2018, pp.109-131 Departamento de Historia, Facultad de Humanidades,
Universidad Nacional del Comahue.
ISSN-e 2591-3190
http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/historia/index
Particularidades del golpe de Estado de 1930. El comienzo de la inestabilidad política nacional
Particularities of the coup d'état of 1930. The beginning of the national political instability
*Diego Abel Sánchez profesordehistoria@hotmail.com.ar
* Licenciado en Gestión Educativa y Magister en Historia (UNTREF). Docente de nivel medio y superior.
Resumen
El golpe de Estado de 1930 ha sido por igual un acontecimiento relevante de la historia política nacional y un hecho algo descuidado por la historiografía reciente. El objetivo del presente artículo es volver a poner en discusión y debate temas que dieron forma y sentido al contexto de inestabilidad y confrontación que caracterizó la historia argentina de décadas pasadas. Se pretende realizar un aporte que permita una mejor comprensión de este acontecimiento, procurando determinar con mayor precisión cómo logró el general Uriburu llevar adelante con éxito el primer golpe de Estado que atentó contra la institucionalidad del país y contra los cimientos mismos de un gobierno legitimado desde las urnas. En éste artículo figura un breve detalle de los instantes previos a la movilización cívico-militar haciendo referencia a sus principales protagonistas, las pugnas ay diferencias presentes entre los mismos, las bases de apoyo y el rol asumido por parte de la prensa. Para su redacción se recurrió a fuentes directas existentes en el Fondo Documental del general José Felix Uriburu en el Archivo General de la Nación, a la Hemeroteca del Congreso de la Nación y de la Biblioteca Nacional Argentina.
Palabras clave: golpe de Estado, José Félix Uriburu, nacionalismo, La Vanguardia, Crítica.
Abstract
The coup d'état of 1930 has been equally an important event in national political history and a fact somewhat neglected by recent historiography. The objective of this article is to put into discussion and debate issues that gave shape and meaning to the context of instability and confrontation that characterized the Argentine history of past decades. It is intended to make a contribution that allows a better understanding of this event, trying to determine more precisely how General Uriburu managed to successfully carry out the first coup d'etat that attempted against the country's institutions and against the very foundations of a government legitimized since the polls. In this article there is a brief detail of the moments before the civic-military mobilization, referring to its main protagonists, the struggles and differences between them, the bases of support and the assumption made by the press. For its drafting, direct sources were used in the Documentary Fund of General José Felix Uriburu in the General Archive of the Nation, the Hemeroteca of the Congress of the Nation and the National Library of Argentina.
Keywords: coup d'état, José Félix Uriburu, nationalism, La Vanguardia, Crítica.
Particularidades del golpe de Estado de 1930. El comienzo de la inestabilidad política nacional Interpretaciones sobre el golpe de 1930
La profesionalización de las FF.AA que avanzó de manera firme desde fines del siglo XIX y comienzo del siglo XX con la creación del Colegio Militar de la Nación, de la Escuela Naval Militar, de la Escuela Superior de Guerra y con la sanción de la Ley de Servicio Militar Obligatorio no impidió la intervención progresiva de diferentes sectores del ejército en la política nacional. Esta cuestión adoptó características propias, como así también una forma más nítida y contundente en torno a la gestación y ejecución del primer golpe de Estado. Su análisis generó un tratamiento particular desde la historiografía, donde el énfasis estuvo puesto mayormente en las particularidades que revistió la formación militar de origen prusiano, en la incidencia latente del nacionalismo emergente de derecha, en el debilitamiento presente en el gobierno del viejo caudillo radical y en la formación de alianzas opositoras de carácter destituyente. Resulta necesario introducir nuevas variables analíticas que renueven los debates sobre este acontecimiento tan destacado y que dio inicio a un contexto de inestabilidad política en el país. Este artículo procura realizar un aporte diferenciado para enriquecer nuevas discusiones a partir del abordaje e inclusión de fuentes renovadas de origen militar como así también desde la prensa escrita. Se procura establecer que los factores de éxito del alzamiento septembrista se debieron a factores exógenos que anticiparon y contribuyeron luego a la caída del gobierno impuesto por el general Uriburu hasta 1932.
El movimiento septembrista de 1930 que derivó en la destitución de Hipólito Yrigoyen, se caracterizó por la convergencia de varios factores algunos de ellos externos, imbuidos en un contexto de carácter más global y complejo1. En él, confluían el impacto de la crisis de 1929, el temor a la expansión del socialismo2 y la influencia creciente de pensadores nacionalistas y conservadores católicos (algunos de ellos del siglo pasado y retomados en este nuevo escenario). Ante la amenaza socialista sentida como tal desde parte de las FF.AA, por agrupaciones nacionalistas y políticos conservadores, el general Uriburu afirmaba en su escrito titulado: Socialismo y defensa nacional, que el Ejército era la única institución capaz de oponerse eficazmente a las fuerzas organizadas de la sociedad que actúen desde un impulso revolucionario. Desde su propia lógica, se identificaba al socialismo como un peligroso enemigo que debía ser enfrentado exclusivamente por el accionar represivo, separando claramente la órbita civil y política de la estrictamente militar.
Entre las filas del ejército influían las concepciones de gran número de autores como por ejemplo, los escritos y reflexiones de Joseph De Maistre, Gustave de Bonald, Maurice Barrés, Juan Donoso Cortés, Marcelino Menendéz Pelayo o Charles Maurras3 -entre otros-. Sus reflexiones se reprodujeron en varios artículos de publicaciones nacionalistas argentinas a partir de los años 20, entre las que se destacan; La Nueva República, La Fronda (creada en 1919 por Francisco Uriburu, primo del general y admirador del régimen fascista italiano) o Cabildo publicada incluso durante la última dictadura cívico- militar4. El general Uriburu estaba suscripto tempranamente a La Fronda, en 1925 a La Voz Nacionalista y en 1927 a La Nueva República.5 En ésta última, es donde se contrastó al fascismo italiano el caos de la democracia nacional o donde el historiador revisionista Julio Irazusta publicó un artículo titulado “la Constitución no es democrática”6. El golpe de Estado de 1930 marcó así el inicio de una nueva etapa donde la noción de argentinidad estableció una poderosa relación con la adscripción al culto católico7.
Muchos de los nacionalistas del país que pertenecían a una misma extracción social se sumaron primero a la causa anti-yrigoyenista y luego al objetivo golpista, utilizando estas publicaciones para difundir sus ideales opositores y destituyentes. Resulta necesario destacar que esta acción la ejecutaban desde un mismo conglomerado de derecha pero con diferentes tendencias ideológicas. Un claro ejemplo de ello fue Francisco Uriburu, que a diferencia de su primo, nunca dejó de creer en el sistema de partidos políticos, logrando durante el gobierno de Justo (fraude imperante) una banca de diputado por el partido conservador bonaerense.8
De acuerdo con Fernando Devoto9, el yrigoyenismo ofrecía y contenía varios aspectos y particularidades dignas de ser criticables para el nuevo nacionalismo argentino, (como ser su populismo y demagogia clientelar). Pero no por ello se daban las condiciones para crear y unir en un frente social único y masivo bajo los parámetros ideológicos de los movimientos autoritarios y antiliberales europeos. El yrigoyenismo no apelaba desde un posicionamiento izquierdista a consignas internacionalistas, incluso reprimió duramente huelgas obreras y no predicaba la lucha de clases. Ante estas limitaciones, las críticas y propuestas emergerán desde un tono elitista, antidemocrático, o en algunos casos se mostrarán desde reminiscencias nostálgicas y conservadoras. En otros casos se recurrirá directamente con violencia y agresividad callejera, encarada desde organizaciones parapoliciales (toleradas desde el gobierno) como la Liga Patriótica Argentina, La Legión Cívica y otras.
El contexto político y económico que rodeó el golpe de Estado adquirió así características particulares, no sólo derivadas de la creciente oposición política local contra el gobierno radical, sino en torno a la influencia de estas ideas anti-democráticas. Estas concepciones se mostraban para el sector uriburista, como posibles respuestas ante el nuevo escenario por venir. Pero para ejecutar el golpe figuraban diferentes cabecillas (ambiciosos líderes de proyectos antagónicos) como los generales Uriburu y Justo en el primer caso y el Vicepresidente Enrique Martínez aliado al Ministro del Interior Elpidio González, enfrentados al canciller Horacio Oyhanarte cercano al Ministro de Guerra, el general Luis Dellepiane.
A estas líneas conspirativas anti-Yrigoyenistas debe sumarse otra que plantea que una vez derribado el gobierno del viejo caudillo por el estallido golpista liderado por el general Uriburu, éste colocaría como presidente a Enrique Martínez. Esta hipótesis se sustenta en un despacho de la embajada estadounidense, donde el embajador Robert W. Bliss afirmaba tres días antes del golpe de Estado que el general Uriburu se encontraba un tanto exasperado por las demoras existentes en el partido gobernante para “deshacerse” del presidente, por lo que dicho militar actuaría al margen de dichas acciones y apoyos, con el objetivo de eliminar incluso al parlamento. Otras fuentes afirman que dejaría gobernar a Martínez, pero con un gabinete impuesto por él10. Este panorama de tensión creciente se vio claramente potenciado por el rol asumido desde gran parte de la prensa, colaborando con la conformación de un clima de agitación y desestabilización en aumento que tomó forma acabada en septiembre de 193011.
Retomando la opinión –por cierto parcializada e interesada- del embajador norteamericano Robert Woods Bliss expresada el 31 de julio de 1929, que resume desde su óptica particular las problemáticas que enfrentaba el gobierno, y anticipaba la posibilidad de un pronto levantamiento, al respecto afirmaba: “los problemas gubernamentales y económicos están acercándose a una situación de parálisis. No veo cómo puede seguir mucho más tiempo en el mismo estado sin que se produzca un estallido–violento o pasivo- […]. Un cambio de actitud de último momento podría salvar la posición del presidente Yrigoyen, pero creo que se trata de una concesión imposible en vistas de su edad y su deterioro mental, de modo que temo que este gobierno continuará su marcha hacia lo inevitable”12.
Avanzando hacia el objetivo golpista, se adoptaron medidas más extremas con un carácter netamente desestabilizante, confrontativo y violento. Hacia 1930. Juan Domingo Perón (quien formara parte de los oficiales convocados para el levantamiento) afirmó en un escrito de su autoría de 1931, que “el movimiento no se dirigía solamente contra los hombres que hoy usufructuaban las funciones directivas, sino también contra el régimen de gobierno y las leyes electorales que permitían llegar a tal estado de cosas y mantener el gobierno en condiciones tan anormales. Que era necesario en primer término una modificación de la Constitución Nacional, a fin de que gobiernos como el de entonces no volvieran a presentarse; que quería que los resultados de la revolución fueran trascendentales”13.
El golpe de Estado fue también el resultado de una serie conversaciones14 y esfuerzos organizativos de aproximadamente tres meses (este tema se abordará en detalle más adelante), que se tradujeron en una acción improvisada y de último momento. Los niveles de apoyo a la figura y gobierno de Yrigoyen comenzaron a declinar debido, en buena medida, a las presiones políticas que surgieron como consecuencia de la Gran Depresión. En este contexto, La Nueva República dejó de publicarse en razón de que Carulla y los demás miembros del grupo editor se concentraron en la organización de una fuerza paramilitar: La Liga Republicana. Esta organización llegó a contar con más de tres mil integrantes que se enfrentaban no sólo por el control de las calles con el Klan Radical -un grupo oficialista de similares características- sino que tenían por objetivo último actuar en pos de derrocar al gobierno. El general Alsogaray (alineado estrechamente a José F. Uriburu) alegó luego en sus escritos personales sobre estos encuentros que: “a partir del primero de julio las reuniones empezaron a hacerse más frecuentes […], nos reuníamos en locales previamente elegidos y con pretextos que pudieran servir de justificación […] a esas reuniones concurría el general Uriburu, entonces él ya había manifestado sus propósitos revolucionarios […]:“”Deseo hacer una revolución eminentemente militar. Si tenemos éxito, mi propósito es evitar al país la repetición de hechos como los que están pasando. Creo que lo único que puede conducir a ese resultado es la reforma de la Constitución […] me parece que la representación corporativa es lo más práctico […] no puede terminarse con la política […] pero es necesario terminar con los politiqueros””.
En estas reuniones conspirativas contra el gobierno radical, emergió una nítida desconfianza a los políticos y una clara tendencia dictatorial, que puso más adelante fin al orden legítimamente constituido. Estas expresiones no reflejaban solamente una visión particular de quien fuera el comandante en jefe del Estado Mayor que encabezaría el golpe de Estado en 1930. Representaban, además, el sentir y pensar de un sector, que siendo minoritario, no por ello dejaba de adherir con fanatismo y convicción a concepciones corporativistas y anti-democráticas.
El 26 de agosto de 1930 el general Uriburu mantuvo un encuentro con su amigo personal Lisandro dela Torre. El mismo se concretó en su domicilio particular y tuvo por objetivo procurar el acompañamiento del destacado político en el golpe de Estado cuya fecha original se programaba para los próximos días. Según relató Lisandro de la Torre, el militar le comentó su intención de derrocar a Yrigoyen, derogar la Ley Sáenz Peña, reformar la Constitución Nacional y reemplazar el Congreso por una entidad de carácter gremial, a esto la respuesta del político fue negativa. José F. Uriburu sin poder concretar los apoyos pretendidos, buscaba en esos días, refugio y seguridad ante la vigilancia y detenciones que se venían realizando desde el gobierno, por lo que se alojó en la casa del teniente coronel Emilio Kinkelín ubicada en la localidad de San Isidro.
Para llevar adelante sus objetivos de manera exitosa, el general J. F. Uriburu debía contar primeramente con el apoyo extensivo de las fuerzas armadas (principalmente del Ejército) y en menor medida contar con un necesario acompañamiento de la prensa junto a cierto aval entre la población civil. Si bien su figura despertaba adhesiones en algunos círculos del conservadorismo15, su base de apoyo civil se limitaba en particular a sectores minoritarios representativos de la elite tradicional –como se verá más adelante-. El general Uriburu afirmaba en un discurso dado el 7 de julio de 1931, que la autodefinida Revolución, había sido inspirada y ejecutada por el ejército y la marina, negando o desestimando así cualquier participación civil destacada. Por ello, su compromiso era primeramente hacia las FF.AA y que había sido realizada contra un sistema y no sólo para derrocar un gobierno, sino para implantar un régimen orgánico que garantizara orden y equilibrio. Demostraba así, sus verdaderas intenciones y ambiciones, dejando en el olvido las promesas de legalidad, apertura política y respeto constitucional.
Una vez en el poder y como consecuencia del revés electoral sufrido el 5 de abril de 1931, Jose F. Uriburu se planteó la posibilidad de extender su gobierno de facto o entregar el poder ante la evidente falta de apoyo extensivo a su proyecto político. Según afirmaciones hechas por Juan Carulla16 y expresadas por el mismo Uriburu, ante el nuevo escenario político eran: Prolongar indefinidamente su permanencia en el poder, bajo una dictadura con el apoyo de las fuerzas armadas. La otra opción era, por el bien del país, convocar a elecciones dentro del plazo más breve posible. Se acercaba el final de su breve experiencia gubernamental y su alejamiento forzado de los vaivenes de la política nacional. Con cierto sabor amargo se despedía el enfermo general habiendo defraudado a muchos. En gran medida se desilusionó a los que creyeron en la aplicación de un proyecto corporativista nunca concretado, como así también a los que acompañaron convencidos el alzamiento golpista con la ilusión de una inmediata normalización institucional. Muchas de estas decepciones encontrarán en la figura del general Justo la posibilidad de revivir bajo la premisa de un modelo neoconservador y fraudulento en beneficio de unos pocos, dando inicio a una nueva etapa política en el país.
Golpe de Estado, Revolución o Chirinada
En el ante-proyecto del plan de acción del movimiento, el general J. F. Uriburu señala los que serían los principios que tendría el mismo, afirmando que “todas las revoluciones exitosas pasaron a la historia como necesarias. Las revoluciones impuestas por causas justas pero mal preparadas han fracasado y han sido juzgadas por la historia como “chirinadas”.17 Según Uriburu resultaba necesario poseer un alto grado de audacia y firme resolución para el éxito, siendo el secreto en la acción por encarar indispensable y fundamental. Afirmaba además que se debían anular las influencias perniciosas y explotar provechosamente los factores favorables. El plan se debía diferenciar, de otros movimientos del mundo, por la idiosincracia impresionable del pueblo, por la situación política, social económica de cada país y por nuestro sistema de gobierno”18. Según afirmaciones del teniente coronel Alsogaray en el contexto de una de las tantas reuniones conspirativas contra el gobierno radical, se intervino sobre el Dr. Alberto Uriburu (por la influencia que éste tenía sobre las decisiones de su padre). Ante las dudas manifiestas por el hijo del general sobre la falta de cohesión y unidad entre los militares presentes, se le expresó la garantía que a su padre no se lo llevaría a liderar una chirinada.19
Contrariamente a éstas afirmaciones, el joven oficial Juan Domingo Perón manifestaba que “si el general Uriburu se lanzaba a la calle con algún núcleo de fuerzas que difícilmente pudiera conseguir, y el pueblo simultáneamente no se largara a la calle, sería un espectáculo grotesco y el más aplastante fracaso, sería el fin de esta chirinada más propia de una republiqueta centroamericana”.20
El sentido masivo que se pretendía dar al golpe de Estado desde la prensa se reflejaba a través de grandes fotografías, las que mostraban al general Uriburu desde el balcón saludando a las personas presentes. Se veía a otros líderes del alzamiento entre la muchedumbre junto a imágenes de jóvenes militares sonrientes con fusiles alzados acompañados por civiles. Todas estas imágenes eran acompañadas de elocuentes titulares como los del diario Crítica del día 7 de septiembre: “El pueblo en las calles ha colaborado con el triunfo”, “Toda la población ha participado de la gran jornada”, los del día 8 de septiembre “Militares y civiles todos unidos”, o los del día 9 de setiembre “En El Palomar, los soldados y el pueblo”.21
Roberto Giusti, en un tono romántico y magnificado, como así también desde una visión sesgada en esta misma dirección expresaba que; “La revolución se respiraba en la atmósfera: era reclamada imperiosamente a grandes voces […] aceptada ya por todos como un remedio inevitable y necesario.[…] Un jefe, ya en situación de retiro, el general Uriburu, contando con la colaboración de otros altos jefes y con la confianza de la oficialidad, venía organizando en secreto el movimiento militar, paralelamente a la acción que las oposiciones políticas desenvolvían en público. Ambos esfuerzos no podían recíprocamente ignorarse; al contrario, convenía que coincidiesen. No estaba en manos de los partidos políticos de oposición, desconocer el movimiento armado, aunque él entrañase un peligro: la amenaza posible, en la actual atmósfera del mundo, de una dictadura militar, reclamada a la par por ideólogos voltarios y reaccionarios firmes, por escolásticos de la política y por periodistas snobs. Y así fue cómo el movimiento civil fue al encuentro del movimiento militar.”22
Resulta necesario establecer aquí algunas aclaraciones, retomando y adhiriendo a las interpretaciones adoptadas por Marianne González Alemán23, quien sobre esta cuestión sugiere que todos los observadores y protagonistas de este acontecimiento acuerdan en definirlo como revolución. La autora sostiene que esta visión se hace eco en gran medida de las representaciones y percepciones emanadas de los discursos políticos, declaraciones de la época, y de la prensa opositora que pretendía delinear una concepción única y unificadora en torno a la insurrección por venir. Pero esta cuestión merece un análisis más amplio, ya que las interpretaciones de este concepto difieren entre cada uno de sus actores. Para González Alemán, la revolución uriburista, terminó siendo un golpe puramente militar, entendido y llevado adelante como un medio necesario para hacerse del poder con el objetivo de terminar con el sistema democrático liberal. Por otro lado, -para la autora- la revolución civil fue entendida como un mito movilizador que poseía un carácter purificador orientado a legitimar la acción del pueblo contra la tiranía Yrigoyenista (visualizado como un dictador, anticonstitucional y responsable del caos que sufría el país). En ambos casos incidieron experiencias anteriores que sirvieron como sistemas de referencia cultural. Pero para 1930 la autodenominada revolución septembrista se instaurará además como un mecanismo de regulación impuesto ante la pérdida de confianza en instrumentos jurídicos y en el sistema electoral vigente.
A pesar de los esfuerzos por mostrar al golpe de 1930 como una contundente y necesaria revolución, sus debilidades y flaquezas quedaron de manifiesto al conformarse el gobierno provisional. El apoyo al proyecto del general Uriburu y a su gobierno provisional no resultaron a la luz de los hechos extendido y generalizado entre las FF.AA, ya que el 27 de diciembre de 1930 se abortaba una sublevación de 34 suboficiales en la provincia de Córdoba. Luego, el 20 de febrero de 1931 fue descubierta una acción contra- revolucionaria dirigida por el general Severo Toranzo, el 20 de julio se produjo un alzamiento radical en la provincia de Corrientes encabezado por el teniente coronel Gregorio Pomar24. Posteriormente, el 27 de agosto se descubrió un conato revolucionario en Tucumán y el 3 de Enero de 1932 se realiza un levantamiento cívico-militar en La Paz, provincia de Entre Ríos. Inaugurada una etapa caracterizada por elecciones fraudulentas, asumirá el 20 de febrero de 1932 la presidencia de la republica el general Justo con bases de apoyo más sólidas, confirmando así las ambiciones políticas de quienes idearon, propiciaron y encabezaron el golpe bicéfalo de 1930.
La movilización militar fallida
Para dimensionar claramente la inminencia del movimiento golpista, el nivel de tensión y el rol asumido por algunos de los líderes de este acontecimiento, se puede recurrir a los radiotelegramas fechados el día seis de septiembre. Paralelamente a los episodios antes mencionados el general Álvarez desde Campo de Mayo envió por Radio -Nro. 3.336 y 3.337- la orden a la guarnición de El Palomar y Colegio Militar para que alistaran sus efectivos ante una posible alteración del orden público.25
Al respecto se puede afirmar que desde Campo de Mayo el general Álvarez -a cargo de la 2da. División del ejército-, mantuvo una actitud legalista y anti-golpista26 desde un comienzo,27 enviando un radiotelegrama bajo la categoría urgente a las 7:22 -de aquel 6 de septiembre de 1930- y siendo recibido a las 7:30 por el Jefe de la Guarnición de El Palomar, se indicaba tener la tropa lista en caso de necesario replegarse sobre Campo de Mayo. El general Álvarez ordenaba además al Jefe de la Guarnición la exploración en avión del área comprendida entre las calles camino Bella Vista-Morón- Calle Rivadavia- San Martín- Billinghurst- Campo de Mayo e informar urgente al comando de Campo de Mayo su resultado. Siendo las 7:44 el oficial superior antes mencionado envió además otro radiotelegrama, de mismo emisor y destinatario, ordenando detener al avión militar Nro. 3 por tener o arrojar proclamas subversivas28 sobre Campo de Mayo.
El golpe estaba en marcha y se habían dispuesto anticipadamente diferentes puntos de encuentro29. Una columna principal partiría desde la Estación Belgrano “R” con la adhesión de civiles identificados con una insignia revolucionaria. El general Uriburu partió con una escolta de treinta automóviles aproximadamente y conformada mayormente por miembros de la Liga Republicana. La caravana llegó a la localidad de San Martín –ante la mirada alerta y la reacción sorprendida de muchos policías de la zona- para luego dirigirse al Colegio Militar. La marcha se había iniciado con cierto grado de desorganización y tensión entre sus protagonistas.
Desde el Colegio Militar, el general Uriburu envió a las 7:55 y fue recibido a las 8:05 en Campo de Mayo al general Álvarez, una invitación en nombre del Ejército y el pueblo para contribuir a reconstruir el país en peligro. Se aseguraba que las tropas recibirían su gesto de adhesión con un aplauso y en particular él mismo (Uriburu) le enviaba además un abrazo, llamándolo “camarada y amigo”, y aclarando –a modo de presión- que la guarnición de Capital Federal y el Colegio Militar estaban bajo su poder. Cansado de esperar, bajo las presiones del momento y necesitando confirmar el acompañamiento de las tropas de Campo de Mayo para iniciar el movimiento con mayores garantías de éxito, le envió a las 8:20 del 6 de septiembre, el siguiente texto, más resumido pero más contundente y menos amigable: Colegio Militar se encuentra en mi poder, espero su contestación en este punto, y luego siendo 8:25 sube la apuesta, “Colegio Militar, Palomar, Guarnición de Capital en mi poder, espero su respuesta. Afectuosamente general Uriburu”.
Desde los radiotelegramas se visualiza al general Uriburu presionando y amenazando para lograr la incorporación de las tropas de Campo de Mayo, el Ministerio de Guerra solicitando información insistentemente (a partir de las 9: 20 llegaban a Campo de Mayo por radio el pedido urgente sobre novedades, dirección de las tropas, etc.) y el general Álvarez procurando mantener el control de sus unidades y ganar tiempo. Siendo las 10:30 se decidió dar la orden de que se contestara al ministerio que él no se encontraba en la unidad.30 El general Álvarez (desde Campo de Mayo) respondió a las 10:39 al general Uriburu (en Colegio Militar), que por inconvenientes de comunicaciones le fue necesario demorar la partida, por tal motivo le solicitó una reunión personal en Campo de Mayo. A este mensaje el general Uriburu le contestó a las 11:50 que la actitud asumida por la Escuela de Infantería no podía ser obstáculo para la marcha del resto de las tropas y –en tono amenazante y persuasivo- expresó que consideraba peligrosa una acción de bombardeo de la aviación por no querer ser el primero en responder a sus propios camaradas. Lo intimaba además al general Álvarez a plegarse al movimiento31 y, de no hacerlo, se dejaría a las tropas de Campo de Mayo atrás, argumentando que no eran necesarias para llevar adelante la acción. Resulta descabellada y muy alejada de la realidad la parcializada y distorsionada visión del embajador estadounidense al respecto, quien afirmó que la negativa del general Álvarez se debía a que él mismo deseaba convertirse en Dictador y líder de la “revolución”, y aseguraba además que este fue hecho luego prisionero por sus propias tropas, garantizándose así la cooperación de Campo de Mayo al levantamiento.32
El general Uriburu desde San Martín, no logró con éxito incitar por radio al general Álvarez para que iniciara la marcha con sus tropas desde Campo de Mayo, por este motivo se comisionó al teniente coronel Alsogaray (amigo del anterior) a que se dirigiera a Campo de Mayo, con resultados negativos. Entre sus partícipes se afirmaba con pena que la revolución había terminado, ya que no sólo Campo de Mayo se manifestaba a favor del gobierno, sino que dos Regimientos en Capital se sumaron a la posición legalista. Esta situación demostró no sólo la verdadera ineptitud o falta de liderazgo real del general Uriburu (y de su estado mayor revolucionario) en importantes aspectos organizativos de la conjura, sino que también dejó en evidencia el escaso nivel de apoyo castrense que despertaba el levantamiento, cuestión que justificó la posterior necesaria inclusión de civiles armados al mismo.33
Es de destacar en relación a lo que se sostiene en este trabajo que el último radiotelegrama, Uriburu lo firma como comandante en Jefe de las Fuerzas y no como general, asumiendo plenamente su protagónico rol en el golpe de Estado y colocándose por encima del general Álvarez, presionándolo a plegarse por la fuerza o bien por simple obediencia a una superioridad, haciendo valer así la cadena de mando. Es de destacar que tanto en Campo de Mayo como en el Colegio Militar los oficiales que se opusieron al levantamiento fueron arrestados. Así lo relata el oficial Eduardo Ávalos: “vinieron a Campo de Mayo varios civiles para tratar de sublevar las unidades en contra de Hipólito Yrigoyen. Los detuve a todos. Después Crítica y otros diarios me condenaron por esa actitud y el gobierno de Uriburu me mandó a una guarnición en Córdoba. Pero no me arrepiento. Yo defendía un régimen legal.”34
En el documento titulado; cuestiones anteriores al movimiento cívico,35 se afirma coincidentemente que un grupo de civiles llegados en camiones, entre los que se encontraban legisladores opositores al gobierno, llegaron a los cuarteles de Campo de Mayo para arengar a la tropa36 y fueron recibidos por el mayor Ávalos con mucha dureza y conducidos detenidos al comando de la División. En un clima de creciente tensión y confrontación, la incertidumbre reinaba en las unidades militares. Este clima se vio reflejado en el contenido de la orden secreta correspondiente a la Guarnición Nro. 1 de Campo de Mayo que disponía para el día 6 de septiembre la conformación de puestos de observación, patrullaje y defensa con varios uniformados armados con ametralladoras y jinetes en los accesos del Arroyo Morón, Puente Centenario y Rio de las Conchas. El mayor Ávalos afirmaba además -en el documento antes citado-, que era el oficial de confianza y de mayor influencia sobre el coronel Sisterna, siendo este además el hombre que había tomado la iniciativa de la contra-revolución. Según las propias afirmaciones del teniente coronel Bautista Molina a pesar de la incertidumbre reinante por las resistencias encontradas en Campo de Mayo, se dispuso la marcha forzada -a propuesta del teniente coronel entes mencionado- y encabezada por el general Uriburu desde el Colegio Militar. Existía en el Hurlingham Club, un punto de concentración de fuerzas37, que luego se sumaría a las tropas en dirección a Capital Federal, agregando a su paso el apoyo civil y militar que fortalecería en parte al incierto movimiento.
Algunas reflexiones sobre el rol de la prensa escritaPara lograr el objetivo del alzamiento golpista resultaba necesario sumar la adhesión de la prensa escrita. Su misión sería colaborar en la conformación del clima propicio para garantizar el éxito del estallido y sumar así el apoyo cívico-militar necesario para alcanzarlo. Así lo expresaba quien sería el comandante en Jefe de dicho alzamiento, el general Uriburu, en las ideas que sustentaban la forma que tendría el movimiento agrega: “Necesito conocer para opinar […] estado actual y número de fuerzas disponibles (militares y civiles), estado actual de la opinión pública y oficiales, fuerzas navales con las que se pueda contar, opinión de oficiales de la marina, medidas de previsión tomadas por el gobierno, otros datos sobre la situación.”38 Agregaba además que para su ejecución se debían contemplar cuatro factores: propia fuerza y enemiga, lugar de ejecución y situación real.
El levantamiento estaba enmarcado y acompañado por una prensa agitadora de importante tirada y aceptación entre los sectores acomodados y de clase media de la Capital Federal. Estas publicaciones contaban con una presencia destacada en las principales ciudades del país (La Prensa, La Nación, Crítica, o la Vanguardia, entre otros). Titulaban sus noticias, magnificando los hechos con un tono alarmante, incitando a las FF.AA. a movilizarse y a la población a acompañar dicha acción orientada a derribar el gobierno radical encabezado por un Hipólito Yrigoyen licenciado por enfermedad.
Si bien es sabido que entre la prensa escrita de aquellos años los diarios La Prensa y La Nación ocupaban un lugar muy destacado, se incluyen en el presente artículo la visión de los periódicos Crítica39 y La Vanguardia, ya que no se pensaban ni se mostraban como diarios meramente informativos o divulgadores, sino como netos formadores de opinión. En el caso del primero de ellos, esta misión se magnificaba por la inauguración y puesta en funcionamiento de una estación radiotelefónica ocurrida el 31 de octubre de 1925, seguida de la instalación de una sirena. La misma fue utilizada el día del golpe de Estado como señal del inicio del levantamiento, que contó además con el acompañamiento del dueño del periódico, Natalio Botana. No sólo era una cuestión de convicción o acompañamiento personal de su propietario, sino que destinó al servicio de la causa golpista la redacción e instalaciones mismas de su diario, ubicados estratégicamente en la céntrica Av. de Mayo 1333. Las sedes de estos periódicos actuaron pues, como verdaderos focos de oposición.40
Resulta necesario aquí establecer algunas aclaraciones. En líneas generales la prensa acompañaba la conformación de un clima propicio para el alzamiento, a modo de ejemplo es digno de mencionarse que el día 5 de septiembre un pequeño recuadro central del diario Crítica41 incitaba a la población a adherir a la causa golpista. Se titulaba una pequeña nota del siguiente modo: Vigilante, no tire, y otra del mismo tenor y objetivo: Trabajador, no traicione al pueblo, dirigidas a la policía para evitar la represión y a los ferroviarios para que no trasladen elementos destinados a la destrucción del pueblo.
Los diarios Crítica y La Vanguardia, si bien reflejan claramente posturas opositoras al gobierno de Hipólito Yrigoyen, estas no deben ser entendidas como una acción derivada de una unidad de criterios planificada y definida anticipadamente por ambos matutinos con el objetivo de derribar al gobierno. Crítica era un diario con un único dueño sin obligaciones, ni compromisos partidarios pero manifestaba su apoyo a diferentes partidos en instancias electorales (como fue el caso del Partido Socialista Independiente o el Partido Demócrata Progresista) e incluso acompañó protagónicamente el alzamiento de Uriburu frente a los hechos ocurridos el 6 de septiembre de 1930. La Vanguardia, como órgano oficial del partido Socialista, apoyaba la causa obrera, por ejemplo en el acompañamiento a un boicot ocurrido en mayo de 1927 contra el diario Crítica realizado por la Federación Gráfica Bonaerense (por lo que fue bautizado por Botana como La Retaguardia, descalificando y desautorizando dicha intervención). Si bien existían diferencias notorias, conviene señalar que en algunos casos Crítica incluso dio su apoyo al Partido Socialista, nombrando a Juan B. Justo como el candidato del pueblo ante las elecciones legislativas del 23 marzo de 1924 (postura adoptada anteriormente ante las elecciones presidenciales de 1922 en favor de los partidos anti-yrigoyenistas). El diario Crítica, pretendía así mostrarse como un diario popular con un sesgo independiente, o bien como la voz del pueblo sin partido pero con la capacidad para definir una elección.42 El diario Crítica,43 comenzó su campaña agresiva a partir del 17 de septiembre de 1929 con la publicación de varias editoriales tituladas: “El país en la miseria”, luego agregaba 11 de octubre “Un año sin gobierno”, para continuar posteriormente con tono alarmante publicando el día 28/8/1930 “Teme un atentado el Sr. Irigoyen. Sensación de derrumbe en el gobierno actual”, el día 30/8 “Militares arrestados”. “Dispararon con winchesters facilitados por nuestra policía a las personas del Klan Radical”, el día 31/8 “El grito de ¡Viva Hipólito Irigoyen! Fue acallado por la silbatina de la multitud. Fleitas, representante del Poder Ejecutivo fue arrojado a empujones de la Rural”. A partir del mes de Setiembre se percibe una escalada opositora en los titulares, el día 2/9 se anunciaba “Renunció hoy el Ministro de Guerra. Culpa al Presidente de la situación actual. Se anuncia dimisión de otros Ministros”. El día 3/9 “Yrigoyen se negó a renunciar”. El día 4/9 “El Presidente continúa invisible”, el día 5/9 “Yrigoyen delegó hoy el mando. Se declaró el Estado de Sitio. La indignación pública contra el gobierno es ya insostenible. Lo de ayer fue un crimen del Gobierno”. El día 6/9 figuraba como titular destacado “Inmensa alegría invadió a todos ante la caída de la tiranía”.44 El diario La Vanguardia, adopta un rol menos virulento que el anterior, reflejadas en columnas y titulares como el efectuado el día 11 de agosto de 1930 con opiniones críticas al gobierno, bajo el título Más “ética” Irigoyenista (en alusión a la controvertida elección de diputados mendocinos), el día 23 de agosto se lee en un titular de primera plana: “La indiferencia del Poder Ejecutivo es la causa que más de tres mil trabajadores permanezcan en huelga”. A partir del mes de septiembre de 1930 el nivel de confrontación prensa- gobierno va en aumento, el día 3 se tituló: “Renunció ayer el Ministro de Guerra Dellepiane”, se incluía una columna central titulada “Los militares y la Política” con las expresiones y dichos del general Vacarezza sobre la posibilidad de un levantamiento militar en la provincia de Salta, el día 4 “Situación insostenible”, el 6 de septiembre “El Vicepresidente Martínez se hizo cargo del poder ejecutivo de la Nación”, y el 7/9 “El gobierno fue depuesto por una revolución”.45
Se identificaron así, dos concepciones claramente diferenciadas en la prensa escrita de 1930, una más moderada, que aceptó el sistema democrático liberal basado en el respeto a la participación ciudadana a través de partidos políticos. Esta entendía que la intervención de las FF.AA resultaba necesaria para poner fin a un gobierno que poco tenía de democrático y que su irrupción sería transitoria hasta un nuevo e inmediato llamamiento a elecciones (postura adoptada por los diarios La Nación y Crítica –entre otros-). La otra de carácter más extremista, (de raíz nacionalista) que despreciaba el régimen demo-liberal y propiciaba el quiebre democrático, apoyando a las FF.AA para crear un nuevo orden institucional con componentes de índole corporativo (presente por ejemplo en las publicaciones: Azul y Blanco, Crisol, La Nueva República, La Fronda).46Ambas perspectivas colaboraron, a su modo y desde su propia visión de los hechos, con el clima desestabilizante y reaccionario de la época.
Conclusiones y comentarios finalesLa planificación del golpe de Estado de 1930 estuvo envuelta en un marco de incertidumbre, dudas y diferencias que acompañaron siempre a sus promotores (desde sus comienzos y primeras reuniones conspirativas), pero estas nunca fueron interpretadas como un serio obstáculo lo suficientemente importante como para impedir su ejecución. Los documentos analizados demuestran que existieron siempre inquietudes entre sus líderes y máximos protagonistas acerca del nivel de acompañamiento y adhesión militar real que tendría el movimiento septembrista. Esta cuestión se verificó el mismo 6 de setiembre a partir de la formación de la débil columna que avanzó hacia la Casa de Gobierno. En las FF.AA la marina se mantuvo prácticamente ajena a dicho acontecimiento, la inmensa mayoría de los efectivos de Campo de Mayo se mantuvo leal al orden constitucional y al gobierno elegido por el pueblo y no salió de sus cuarteles. Por su parte la aviación acompañó tímidamente el levantamiento desde la Base Aérea de El Palomar y en menor medida desde la base con asiento en Paraná, movilizando 20 aeronaves aproximadamente.47
Por otro lado, emerge de manera irrefutable el claro y extensivo apoyo de parte de la prensa nacional como así también de población civil, activa aunque no masiva. Esta última acompañó a la columna militar, algunos como meros espectadores de lo que se creía un simple desfile,48 otros con cierto temor o dudas acerca de lo que estaba por venir, y otros con mayor nivel de compromiso y protagonismo. Muchos de estos civiles eran jóvenes estudiantes universitarios49 (mayormente pertenecientes a sectores acomodados y residentes en la Capital Federal), que ya habían protagonizado episodios de abierta oposición al gobierno. Otros eran miembros de la Liga Republicana (entre otras organizaciones) que se acercaron junto a legisladores a los cuarteles de Campo de Mayo y al Colegio Militar de la Nación, no sólo a presionar y arengar a la tropa, sino incluso a hacerse de armas para derribar a un gobierno democrático.
Resulta también innegable que consumado el golpe y conformado el gobierno provisional, parte de esa misma prensa reflejó en sus titulares abierta oposición ante el nuevo escenario político no deseado, ni pretendido. Esta situación determinó la censura y en algunos casos incluso el cierre forzado de diferentes matutinos hasta el arribo del gobierno de Justo en 1932. Tal fue el caso del diario Crítica, que en el mes de septiembre logró su mayor tiraje (10.603.269 ejemplares mensuales) y Natalio Botana recibió todo tipo de homenajes por su misión en la jornada histórica del 6 de septiembre. A pesar de ello el diario nunca abandonó su campaña orientada a procurar una pronta normalidad institucional, por lo que recibió primero un serio apercibimiento del ministro Sánchez Sorondo, y luego su clausura definitiva el 6 de mayo de 1931. Es de destacar que incluso fueron detenidos su director junto a su esposa, la escritora Salvadora Medina Onrubia y 33 integrantes de la redacción y administración del periódico ahora opositor.50
El 17 de octubre de 1930 el general José Félix Uriburu relató en una entrevista dada al diario La Nación de Santiago de Chile, los motivos que lo llevaron a encabezar el golpe de Estado contra el Gobierno de Yrigoyen. Al respecto alegaba “Causas morales, políticas, sociales, financieras y económicas […] determinaron una situación extrema. Nunca […] la sociedad argentina se ha encontrado en un estado de indecisión, de recelo, de desconfianza y de desorientación de sus propios destinos. […] Encontré en todo aquel a quien me dirigí, el mismo sentimiento y el mismo temor patriótico ante el porvenir. Todos comprendíamos que de seguir así llegaríamos a la revolución social”.51 En el manifiesto del alzamiento explicaba y justificaba a la “revolución” como un acto patriótico de las Fuerzas Armadas en respuesta al clamor del pueblo que había visto agotarse las esperanzas de una reacción salvadora que sacaría al país del desquicio de los últimos años. Así, la intervención militar se justificaba por sus fines, ya que se quería evitar el derrumbe definitivo de la nación y liberarla del régimen ominoso representado por el partido gobernante.
El éxito del movimiento no se debió a la efectividad y precisión de la estrategia desarrollada, a la contundencia de las acciones encaradas o al liderazgo que despertaron sus líderes entre las fuerzas movilizadas, sino más bien a una postura obstinada y de negación ante los sucesos presentes. Aspectos que no sólo existieron en las figuras de Yrigoyen y de su Vicepresidente, sino también en muchos colaboradores y funcionarios de su círculo inmediato a pesar de las señales de alerta y hechos concretos detectados fehacientemente con anterioridad. Es de destacar, por ejemplo, la falta de reacción temprana, temores, dudas, intereses o ambiciones personales, y hasta cierta apatía manifiesta del gobierno en manos del vicepresidente Martínez ante los acontecimientos sucedidos aquel 6 de setiembre de 1930. El ministro González firmó el decreto que reclamaba el Vicepresidente –siendo las 15:05 se decreta el Estado de Sitio y se suspenden paralelamente los comicios proyectados para las provincias de Mendoza y San Juan-. El general Mosconi llevaba además al doctor Martínez las instrucciones para hacerle saber que las fuerzas de Campo de Mayo, Liniers y del Arsenal de Capital Federal y demás divisiones del interior esperaban órdenes para actuar que nunca llegaron.
El doctor Martínez manifestó que su renuncia –efectuada alrededor de las 20 hs.- era espontánea y definitiva, y tenía por objetivo evitar el derramamiento de una sola gota sangre. Afirmaron los militares presentes que les pidió que se retirasen a sus hogares, argumentando que todo había terminado. Es evidente que por incapacidad, temor o complicidad el Vicepresidente no estuvo a la altura del cargo, negándose a adoptar las medidas más elementales y contundentes que las circunstancias obligaban. A las 20:30 se entregó el Arsenal y una horas más tarde se verificó radiotelegráficamente que las unidades militares del interior acataron la subordinación a la cúpula “revolucionaria”, difundiéndose las renuncias del Poder Ejecutivo. A las 22:00 de ese 6 de septiembre de 1930 una multitud descontrolada y eufórica asaltó la humilde residencia particular de Hipólito Yrigoyen, destruyendo su moblaje y dando una clara señal de los sentimientos que movilizaban a muchos de los civiles que acompañaron y festejaron ese brutal acontecimiento.
Todo había terminado, el complot militar se había impuesto a la conspiración política ante la mirada pasiva pero interesada de aquellos que colaboraron con el “triunfo” de la aventura golpista -a pesar de su intrínseca debilidad-. Una nueva etapa política en la
Argentina se había inaugurado y otros golpes de Estado se alternarán en el país, afectando la consolidación democrática nacional, extendiendo violencia, inestabilidad y confrontación durante las próximas décadas.
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1 Variedad de autores abordaron este tema con diferentes enfoques y perspectivas: Gustavo Dalmazzo, El primer dictador. Uriburu y su época, Buenos Aires, Vergara, 2010; Juan Orona, La revolución del 6 de septiembre, Buenos Aires, Ed. López, 1966; Federico Finchelstein, Fascismo, liturgia e imaginario: El mito del general Uriburu y la Argentina nacionalista, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002, entre otros posibles, algunos de ellos incluidos en el presente trabajo.2 En un escrito de su autoría, sin fecha a la vista, titulado: Socialismo y Defensa Nacional, manifiesta el general Uriburu que el militarismo representa un verdadero peligro cuando es bárbaro e ignorante como en México, pero nunca cuando es de carácter ilustrado, disciplinado y civilizador como en el caso de Alemania, a pesar de estas expresiones agrega que es ingenuo hablar de militarismo en la Argentina, donde el ejército nunca tuvo influencia decisiva en los destinos de la Nación. En Archivo General de la Nación/Archivo General Uriburu en adelante AGN/AGU Leg Nro. 2582/1
3 Charles Maurrás fue el líder de la Acción Francesa y fundador del nacionalismo integral. Describía a la democracia popular como la dictadura del vulgo, legitimaba el uso de la violencia y el terror, creía en un gobierno encabezado por una elite iluminada y entendía a la Iglesia como un arma del Estado. Haciéndose eco en sus concepciones, La Fronda publicaba que la democracia representaba el predominio de los mediocres. Para Marcelo Sánchez Sorondo (destacado referente del nacionalismo católico e hijo del Ministro del Interior del gobierno de Uriburu) Maurras fue una de las figuras más influyentes del nacionalismo argentino.
4David Rock, La Argentina autoritaria –Los nacionalistas, su historia y su influencia en la vida pública-, Buenos Aires, Ariel, 1993.
5 En el presente artículo se hará hincapié en el rol de la prensa escrita desde el enfoque y visión particular de los diarios Crítica y La Vanguardia, a diferencia del tratamiento dado por otros autores en éste sentido y que priorizaron publicaciones nacionalistas o bien matutinos de mayor tirada.
6 Tato, María Inés, Viento de Fronda, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004.
7Loris Zanatta, Del estado liberal a la nación católica: Iglesia y ejército en los orígenes del peronismo, 1930-1943, Bs. As., Universidad Nacional de Quilmes, 1996.
8 Para profundizar sobre el tema se puede recurrir a Sandra McGee Deutsch, Las Derechas: the extreme right in Argentina, Brazil, and Chile, 1890-1939, Stanford University Press, 1999
9 Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna: una historia. Vol. 1, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editora Iberoamericana, 2002.
10 Fernando García Molina y Mayo Carlos, Archivo del general Uriburu: autoritarismo y ejército. T.1, Buenos Aires, C.E.A.L, 1986
11 La conspiración que se tradujo con un carácter más contundente y definitiva contra el gobierno radical fue ejecutada por parte de un grupo de oficiales y civiles nacionalistas nucleados en torno al general Félix Uriburu, la misma había comenzado en 1928. Sin embargo, el propósito de derribar por medio de la fuerza al gobierno, no pertenecía exclusivamente a este grupo. A lo largo del año 1929, destacados dirigentes conservadores y anti-personalistas vinculados con altos oficiales reconocían además la influencia que poseía el general Augusto P. Justo y aunaban esfuerzos en pos del mismo objetivo
Robert Potash, El Ejército y la Política en la Argentina -1928/1945 de Yrigoyen a Perón-, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985, p. 68.
13 Tulio Halperín Donghi, La República imposible (1930-1945), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Documentos, Buenos Aires, Emecé, 2004
14 Recuerda Bautista Molina, que en relación a éstas reuniones, se habían concretado varias entrevistas en 1929 con el teniente coronel Alsogaray, que luego sumaron al general Uriburu. Muchas de ellas tuvieron lugar en la sede del jockey Club y la última se realizó en la casa del general Justo. En AGN/AGU Legajo Nro. 2594 Folios Nro. 47/48.
15 Natalio Botana, El orden conservador, Buenos Aires, Sudamericana, 1986.
16 Para Juan E. Carulla (persona cercana a Uriburu, a quien le entregó una copia de la Carta del Lavoro, además de ser un activo y entusiasta partícipe del golpe de 1930), Maurras fue uno de los más grandes filósofos y políticos de todos los tiempos
17En AGN/AGU Leg. Nro. 2582, Folio 44
18 .
Recurrir a AGN/AGU Leg Nro. 2582/Folio 45
19 En AGN/AGU Leg. Nro. 2594/Folio 23.
20 Véase AGN/AGU Leg. Nro. 2594/Folio 12
21 Ver diario Crítica, Rollo 114, Caja S/Nro., del 24/8/1930 al 21/9/1930, Biblioteca Nacional.
22 Roberto Giusti. “6 de setiembre”, en Nosotros, Nro. 256, Sept. de 1930. Citado por Tulio Halperín Donghi, La República imposible (1930-1945), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Documentos, Bs. As., Emecé, 2004.
23 Ver Marianne González Alemán, "El 6 de septiembre de 1930 en Argentina: un golpe de Estado invirtió revoluciones", Nuevo Mundo Mundos Nuevos [Online], Conferencias, publicada el 18 de mayo de 2007 y disponible en http://nuevomundo.revues.org/5385;DOI:10.4000/ nuevomundo.5385. [Consulta 21 de noviembre de 2015]
24 Fue esta sucesión de acontecimientos, iniciados con el fracaso en las elecciones de 1931, que ´precipitaron una crisis interna en el gabinete y la “rendición” a las pretensiones del general Justo. Ver Fernando García Molina y Carlos Mayo, Archivo del general Uriburu: autoritarismo y ejército. T. 1, Bs. As. C.E.A.L. 1986, pp. 34 y ss.
25 Ver Juan Orona, La logia militar que enfrentó a Hipólito Yrigoyen, Bs. As., Leonardo, 1965, p. 72.
26 Afirma Rouquié que “en la mañana del 6 de septiembre Campo de Mayo no quería moverse. El general Álvarez comandante de la guarnición, es legalista”. Ver Alain Rouquié, Poder militar y sociedad política en la Argentina -hasta 1943-, Bs. As, Emecé, 1985, p. 196.
27 Otros afirman que su actitud estuvo a favor de la causa Uriburista, pero que no salió con sus tropas para evitar un baño de sangre debido a que la Escuela de Infantería impedía la salida de uniformados desde Campo de Mayo. Ver Valentín Gutiérrez de Miguel, La Revolución Argentina. Relato de un testigo presencial, Buenos Aires, CIAP, 1930, pp. 184-185.
28 En una de estas proclamas firmada por el Jefe de la Base de Palomar, se expresaba: “Todo el Ejército está con nosotros”, finalizaba subrayado y mayúscula con un Viva la Patria. En Archivo General de la Nación/ Archivo General Uriburu AGN/AGU, Leg. Nro. 2594 F. 63 y Ss.
29 Existían otros puntos de concentración y encuentro como el Hurlingham Club, la plaza Devoto o el denominado monumento a los Españoles. Afirmaba el mayor Peluffo “en viaje a Palomar al entrar en la
localidad de Hurlingham, encontré a un grupo de automóviles y numerosos ciudadanos que parecían constituir el grueso de los revolucionarios civiles que habían penetrado en Campo de Mayo. Reconocí al Sr. Cáceres y al Sr. Campos y a un fotógrafo de Crítica al que di la noticia de nuestro pronunciamiento”. En AGN/AGU, Leg. Nro. 2598 Folio Nro. 4.
30 En Juan Orona, La logia…, pp. 72-73.Escuela de Infantería no podía ser obstáculo para la marcha del resto de las tropas y –en tono amenazante y persuasivo- expresó que consideraba peligrosa una acción de bombardeo de la aviación por no querer ser el primero en responder a sus propios camaradas. Lo intimaba además al general Álvarez a plegarse al movimiento
31 Así dados los acontecimientos, la presión existente se fundada en el hecho de la necesidad imperiosa de efectivos para llevar adelante el movimiento, según Rouquié “en la mañana del día D, se reveló que el plan de levantamiento militar era inaplicable por falta de combatientes. Sólo quedaba entonces intentar la aventura únicamente con el Colegio Militar, cuna del Ejército y la ayuda de civiles”. Véase Alain Rouquié, Poder militar…. p. 197.
32 EUA/NA/DS, 835.000 Revolutions/24, Bliss al Secretario de Estado, 26 de septiembre de 1930. Citado por Fernando García Molina y Carlos Mayo, El general Uriburu y el petróleo, Bs. As, C.E.A., 1985, p. 15.
33 Alberto Amaya, 6 de septiembre. Ensayo Histórico-Político-Jurídico, Buenos Aires, Jorge Baudino Edic., 1993, p. 163.
34 Extraído de Primera Plana, 29 de junio de 1965. Citado por Alicia García y Ricardo Rodríguez Molas, Textos y documentos. El autoritarismo y los argentinos. La hora de la espada (1924-1946), Bs. As., C.E.A.L, 1988, p. 56.
35 En AGN/AGU Leg. Nro. 2598/18 S/F.
36 Según relatos y afirmaciones de Bautista Molina un grupo de civiles organizados reunidos previamente en el atrio de la iglesia de flores, en el Jockey Club, y desde otros puntos de referencia se dirigieron a Campo de Mayo a caldear los ánimos de los oficiales y de la tropa de Campo de Mayo.
37 Afirmaba el mayor Peluffo que “en viaje a Palomar y al entrar en la localidad de Hurlingham, encontré a un grupo de automóviles y numerosos ciudadanos que parecían constituir el grueso de los revolucionarios. En AGN/AGU, Leg. 2598, Folio 4.
38 Véase AGN/AGU Leg. Nro. 2582, Folio 44.
39 El activo rol asumido por el diario Crítica en torno al golpe de Estado es asumido como un logro de carácter informativo y como la concreción de un verdadero deber patriótico. Ver Silvia Saítta, Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, p. 245
40 Para ampliar recurrir a Valentín Gutiérrez de Miguel, La Revolución Argentina...
41 Ver diario Crítica, Rollo 114, Caja S/Nro., del 24/8/1930 al 21/9/1930, Biblioteca Nacional.
42 Véase Silvia Saitta, S. Regueros…p. 221 y Ss.
43Ver diario Crítica del 24/8/1930 al 21/9/1930, Hemeroteca: Biblioteca Nacional en adelante H.B.N.
44 En el manifiesto revolucionario se expresaba “El gobierno provisional interpreta el sentimiento unánime de la masa de opinión que le acompaña, al agradecer en esta emergencia a la prensa seria del país el servicio que ha prestado a la causa de la República”. En Juan Orona, La revolución…, p. 209.
45 Ver diario La Vanguardia del 28/7/1930 al 30/2/1930, en H.B.N.
46 Para ampliar sobre el tema ver María Alejandra Vitale, "La dimensión argumentativa de las memorias discursivas. El caso de los discursos golpistas de la prensa escrita argentina (1930-1976)", Forma y Función, Vol. 22, N.1, 2009, pp. 125-144
47 Para el teniente coronel Rottjer la denominada revolución del 6 de septiembre atravesó un largo camino dificultoso y analizada desde un punto de vista estrictamente militar se debe aceptar que si bien el núcleo original de fuerzas movilizadas era reducido, existieron órdenes que indicaban que varias unidades debieron quedarse en sus cuarteles. Ver Revista Militar, Nro. 356, Septiembre 1930, Código Nro. 33780 en Círculo Militar
48 Esta impresión se vio alimentada por la orden (criticada por sus subalternos) dada por el coronel Reynolds para que los cadetes utilizaran la gorra blanca de gala durante el alzamiento
49 Como así también lo eran los cadetes del Colegio Militar de la Nación que contaban entre los 16 y 20 años de edad aproximadamente.
50 Ver Silvia Saítta, Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, pp. 248-249.
51 Citado por Alicia García y Ricardo Rodríguez Molas, Ibid, pp. 111-112