Revista de Historia, N° 19, Diciembre 2018, pp.81-107 Departamento de Historia, Facultad de Humanidades,

Universidad Nacional del Comahue.

ISSN-e 2591-3190

http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/historia/index

*Norma Beatriz García normabeatrizgarcia2013@gmail.com

 

El Movimiento Popular Neuquino y la construcción de una identidad política populista: la neuquinidad. Aportes desde una lectura laclauniana (1963-1983)
The Neuquenian Popular Movement and the construction of a populist political identity: the neuquinidad. Contributions from a Laclaunian reading (1963-1983)
Resumen

En este artículo, se analizó el proceso histórico de estructuración del discurso identitario de la neuquinidad como pretensión de articulación política populista impulsado por el Movimiento Popular Neuquino, partido provincial que ha logrado mantenerse, ininterrumpidamente, en el poder desde 1963. Para tal efecto, atendimos las coyunturas electorales de 1963, 1973 y 1983, y las circunstancias de actualización y reactualización de identidades que, a través de un proceso de fronterización elástica de significaciones y, por ello, de una lógica de desplazamientos, resignifica todo el tiempo el lugar de la homogeneidad. Para tal propósito, se tomaron los aportes de Ernesto Laclau sobre el populismo como un modo especial y particular de articulación política y de construcción de lo político.

Palabras clave: Laclau, populismo, momento político, identidad política, neuquinidad.

 

Abstract

In this article, the historical process of structuring the identity discourse of neuquinidad was analyzed as a pretense of populist political articulation promoted by the Neuquenian Popular Movement, a provincial party that has managed to maintain itself, uninterruptedly, in power since 1963. For this purpose, we took care of the electoral conjunctures of 1963, 1973 and 1983, circumstances of updating and continual updating of identities that, through an elastic bordering process and, therefore, a logic of displacements, resignifies, all the time, the place of the homogeneity. For this purpose, the contributions of Ernesto Laclau on populism were taken as a special and particular way of political articulation and construction of the political.

Keywords Laclau, populism, political moment, political identity, neuquinidad

El Movimiento Popular Neuquino y la construcción de una identidad política populista: la neuquinidad. Aportes desde una lectura laclauniana (1963-1983)

Historizar los procesos de construcción identitaria en el campo político-partidario en Neuquén y la consecuente conformación de solidaridades políticas se constituye en el propósito central del siguiente trabajo. Partimos de la certeza que la sedimentación de una identidad, ligada a una imposible e improbable estabilidad, supone el despliegue de operaciones hegemónicas que le dan origen. Por lo que creemos que hay una permanente reformulación del campo de los adversarios ("ellos") y, en consecuencia, del propio campo en que se inscribe el "nosotros". De manera que la mutable y móvil determinación del antagonismo es lo que permite establecer los flujos que ordenan los procesos de constitución epooidentitaria en una sociedad dada y en coyunturas particulares. Estos presupuestos resultan, de alguna manera, fundamentales para explorar los modos en que, al mismo tiempo que una comunidad política se constituye como promesa y horizonte, redefine fronteras.1 Por lo tanto, en los apartados que siguen, nos proponemos explorar el proceso histórico de estructuración del discurso identitario de la neuquinidad como pretensión de articulación política populista impulsado por el Movimiento Popular Neuquino (MPN), partido provincial que ha logrado mantenerse en el poder, ininterrumpidamente, desde 1963.2 Para tal efecto, atenderemos las coyunturas electorales de 1963, 1973 y 19833 puesto que consideramos que, en tanto momentos políticos,4 son circunstancias particularmente evidentes de actualización y reactualización de identidades que, a través de un proceso de fronterización elástica de significaciones y, por ello, de una lógica de desplazamientos, resignifica todo el tiempo el lugar de la homogeneidad. Por este motivo, no es posible aislar una única circunstancia para explicar cuándo una identidad supuestamente se fragua o cristaliza. Los procesos de identificación son siempre eso: procesos5 que no operan nunca en el vacío ni sobre una materialidad que no haya sido trabajada por otras interpretaciones y nominaciones e identificaciones anteriores, sino que lo hace sobre los resultados de las operaciones que los precedieron. Por ello, en las oportunidades de activa manifestación de la politización de las relaciones sociales, las coyunturas electorales operan como condición histórica de posibilidad de producción de antagonismos socio-políticos. Esas coyunturas dan lugar a procesos abiertos de reacomodamientos que refuerzan las cadenas de equivalencias y de diferencias ante la indiscutible imposibilidad de la sedimentación de identidades plenas. Son procesos de antagonización que abren la oportunidad de un nuevo momento fundante y/o refundante de expansión del campo de lo posible con un trasfondo que opera como arena constitutiva, y permiten historizar los procesos de constitución identitaria.6

1 Algunas aclaraciones iniciales

Intentar explicar el proceso de constitución identitaria y, en particular, hacerlo desde una matriz populista de identidad política -enfoque que adoptamos- exige trascender, en palabras de Gerardo Aboy Carlés, las perspectivas perniciosas7 sobre el populismo. Estas perspectivas han pasado de un paulativo declive de las dimensiones económicas a una creciente centralidad de los aspectos estrictamente políticos. Van desde entender al populismo como una experiencia histórica situada correspondiente a una fase precisa de la acumulación capitalista y, por tanto, irrepetible;8 a presentarlo como una anomalía que sabotea las instituciones políticas democráticas o como forma antiinstitucional de la política, en la medida en que se privilegia la relación directa líder-masa en detrimento de las mediaciones institucionales.9 Son concepciones, en el primer caso, que remiten a una interpretación estructural-funcionalista anudada a una sociología económica del desarrollo y a una teoría de la modernización, que entienden al populismo como una temprana incorporación de las masas a la vida política, sobrepasando la capacidad de absorción de las instituciones existentes. Por ello, habilitaría la emergencia de un liderazgo discrecional y manipulatorio.10 O bien, remite a una interpretación que lo asocia a una voluntad colectiva de contradictoria articulación, estructurada a través de un conflicto entre tendencias a la ruptura y contratendencias a la integración11 que enaltece la semejanza sobre la diferencia y la unanimidad sobre el disenso.

Lo anterior da cuenta de un hecho más que incuestionable: el populismo admite un amplio abanico de interpretaciones que necesariamente reclama o invita a hacer precisiones. En nuestro caso, entenderemos al populismo suscribiendo a algunos aportes de Ernesto Laclau,12 como un modo especial y particular de articulación política y de construcción de lo político. No buscamos contrastar la teoría con la realidad o someterla a prueba sino recuperar la teoría política del populismo en su función analítica o sea, como herramienta analítica heurística sin pretensiones normativas empujados por aportar en función de tres preocupaciones centrales: cómo puede pensarse la constitución del orden social, cómo se concibe la dinámica de las luchas políticas en el campo democrático y cómo se constituyen las identidades políticas.

La especificidad del fenómeno populista se encontraría, para nosotros, en el plano del "discurso ideológico" y respondería a un particular modo de articulación que constituye a los individuos como sujetos desde formas de interpelación bajo las cuales los sectores dominados "no se identifican a sí mismos como clase, sino como lo otro, lo opuesto al bloque de poder dominante, como los de abajo”.13 De este modo, recuperamos, a la luz de la línea que seguimos, la noción gramsciana de hegemonía, ya que nos permite explicar cómo esta se logra no por simple dominación o imposición, sino por la representación de intereses de los de abajo. Razón por la cual nos lleva a pensar que toda formación social se estructura en torno a un centro hegemónico,14 en donde operan juntas la lógica de la equivalencia15 y la de la diferencia como forma de identificación.

Por lo antedicho, trabajaremos con la idea de populismo como un modo de identificación, como lógica de construcción de los sujetos políticos, como gramática de las identidades políticas, como apelación política que busca cambiar los términos del discurso político para articular nuevas relaciones sociales, redefinir fronteras políticas y constituir nuevas identidades,16 en el marco de un conjunto de descontentos que cristaliza en una nueva articulación populista.17 El populismo parte de concebir una pluralidad de situaciones de demandas insatisfechas, unidad mínima de análisis, que se constiuirán eh una lógica de articulación en las que esas demandas que son por definición heterogéneas ingresan en un terreno de equivalencias en tanto comparten el hecho de ser negadas por el sistema. La producción de un significante vacío, la neuquinidad en nuestro caso, las aglutinará.

A partir de estos presupuestos intentaremos aproximar un recorrido histórico de construcción de una identidad política como lo fue la neuquinidad.

2 De territorianos a peronistas neuquinos (1963)

El proceso de provincialización de los Territorios Nacionales que se inicia hacia mediados del siglo XX18 abre un espacio de representación a posibilidades que hasta ese momento no se percibían. Esta coyuntura se constituiría en una oportunidad para la dislocación de estructuras de sentido, para la revisión de las relaciones tradicionales de subordinación al estado nacional y para el establecimiento de nuevas formas de identificación que otorgarán sentido al nuevo orden político y al nuevo entramado institucional.

Desde entonces, Neuquén como provincia y en particular, sus habitantes, se encuentran, por un lado, con la facultad de intervenir directamente en la contingente e indefinida estructuración de la vida política y económica y, por otro lado, pasan a desempeñarse como sujetos con posibilidades de ejercer legítimamente y legalmente demandas como "iguales" en una comunidad nacional. Era un momento de definición de quiénes lo harían y cómo. En el marco de un escenario político nacional y del ahora escenario provincial del Neuquén caracterizado por la proscripción del peronismo, en febrero de 1958, se llevaron a cabo las elecciones en ambas jurisdicciones, consagrando a los candidatos radicales como autoridades máximas: Arturo Frondizi como presidente y Ángel Edelman como gobernador.19

Mientras tanto, en cumplimiento de los compromisos preelectorales, el Poder Ejecutivo enviaba al Congreso el proyecto de levantamiento de inhabilitaciones gremiales y el de amnistía, el cual se aprobó. A partir de ese momento, la actividad política de los peronistas que se venía desarrollando en forma clandestina comenzó a aflorar con fuerza inusitada. Neuquén no fue una excepción y se sumó a este proceso. Su primer dilema fue si se sostenía el voto en blanco o se iba a elecciones formando un partido provincial. Los peronistas de Neuquén, al menos una fracción mayoritaria, se decidieron por lo segundo.20

En el año 1961, un grupo de dirigentes justicialistas del interior de Neuquén convocaron a una asamblea provincial peronista en Zapala con la finalidad de mantener unidos a los adherentes y crear una expresión partidaria que legalizara su participación en las próximas elecciones.21 Así se fundaba el Movimiento Popular Neuquino (MPN) como partido provincial. Al momento de su creación, fue un reducto de insospechada raigambre peronista,22 ya que quienes intervinieron en su creación eran reconocidos dirigentes de esta tendencia que tenían actuación política y gremial desde tiempo atrás.23 En un acta secreta, que luego los peronistas ya devenidos en justicialistas24 daban a conocer en cada elección para interpelar al partido provincial, se establecía que se acordaba sustituir la denominación Partido Peronista por Movimiento Popular Neuquino con miras a mantener la unidad del movimiento sin apartarse de la estructuración y filosofía peronista. Por este motivo, se asumía el compromiso que, levantada la proscripción, el partido caducaría y se disolvería para plegarse al partido madre que obedecía y reconocía como único jefe a Juan Domingo Perón.25 Más allá de los pormenores de su constitución, en lo que sigue, nos interesa aproximarnos al proceso de configuración de la identidad política que despliega exitosamente este emergente partido provincial.

Desde su origen y, a pesar de su compromiso inaugural, el MPN aspiraría a constituirse en un partido político provincial independiente de los grandes partidos nacionales a los que se les atribuían acciones e intereses que respondían solo al desarrollo de la Pampa Húmeda. En tal sentido, durante la campaña de renovación del primer gobierno constitucional de Neuquén, al cumplirse el período 1958/1962, el candidato a gobernador, Felipe Sapag, asumía, como frontera del campo identitario en formación, que la actuación del MPN se circunscribía a los límites de Neuquén y enarbolaba las banderas de justicia social, independencia económica y soberanía política como objetivos superiores, llevando como "nervio motor un rico sentimiento neuquino".26

El MPN buscaba reafirmar la propia identidad en su conflicto con el viejo orden, expresando como consigna "Neuquén por Neuquén y para Neuquén". De este modo, se despersonalizaba el campo adversario, mientras que el MPN se ubicaba en la lucha contra un sistema y no contra hombres concretos. El efecto de frontera política se establecía entre una situación pasada pero aún amenazante que se consideraba oprobiosa y un futuro que aparecía como venturoso.

En el discurso del naciente partido provincial, "Neuquén", como significante vacío, se constituía como novedosa aspiración a ocupar el lugar de única totalidad legítima y a ser una fórmula de compromiso incluyente. Fue una fuente de sentido con efectos de frontera política al mismo tiempo que construía nuevos espacios para el antagonismo y la unidad. Las aspiraciones fundacionales del MPN se inscribían en el registro de un pasado transfigurado que continuaba habitando el presente como condición de imposibilidad pero también como condición de posibilidad:

Durante sesenta años, los neuquinos, extranjeros en la propia patria, sin derecho cívico ni representantes en el Congreso, quedamos postergados en el concierto nacional. La república está en deuda con nuestra provincia, que le ha suministrado por largos años, y sigue haciéndolo, ahorro en divisas por abastecimiento de petróleo, gas y materias primas exportables como lana, cueros, frutas y minerales. No ha recibido a cambio ninguna de las obras fundamentales para su desarrollo; sólo la herencia de vivir pobres en una tierra rica.27

Se trataba de un mensaje que, desde su inicio, sugería una falta en donde el daño al neuquino se constituía en un recurso de interpelación al orden establecido. El hecho de participar en la creación de la riqueza, a partir de la provincialización, en la concepción del MPN, le daba derechos legítimos a ser parte de su distribución en cuanto miembros del demos y como víctimas de un perjuicio que "desheredaba". Esto no hubiese sido posible sin el planteo del plano de igualdad que se vivenciaba vulnerado a partir de esta situación de provincialización. Las demandas en nombre del daño sufrido se planteaban en términos de justicia de igualación y como parte de la ampliación del espacio de inclusión. En este sentido, el daño neuquino o hacia los neuquinos tenía el doble carácter de negar y reconocer la vigencia de la igualdad y la diferencia a la vez. El neuquino presentaba una doble condición: ser parte de un todo y ser parte negada de ese todo. Se desplegaba ese juego inconmesurable entre la particularidad de la plebs y la universalidad del populus.28 Parafraseando a Aibar Gaete, en una primera aproximación, se puede decir que el daño era interpretado como una violación al principio general que supone la igualdad entre todos los seres.29

El daño no tomaba a los sectores definibles exclusivamente en términos económicos puesto que se vivenciaba como lesión, vulneración, negación, amenaza, como lo que no permitía que se habitara el lugar al que se le atribuía oportunidades de plenitud. El daño se figuraba desde una dimensión moral y subjetiva que exigía un pacto de solidaridad colectiva para la conformación de una voluntad también colectiva unida sobre la base del descontento. De este modo, el discurso populista se volvía un mensaje redentor y no una simple reivindicación o representación de la demanda.30

Los neuquinos dañados se erigirían, para el MPN, en la constatación empírica de la no igualdad universal, lo que devendría en una cohesión a partir de la representación de la amenaza de no ser. Por lo tanto, el daño a los neuquinos construido como cadena equivalencial de demandas, remarcaba nombres, nominaciones y, con ello, constituía fronteras, antagonismos, recomposiciones comunitarias y, por ende, identidades políticas que supo capitalizar el MPN al autodeterminarse como representante del todo neuquino. Inclusive intentó hacer coincidir los límites de la formación discursiva con los de la comunidad misma. La construcción de una identidad política con pretensión hegemónica 31 por parte del naciente partido provincial, el MPN, aspiró a cubrir al conjunto comunitario o, al menos, a una porción lo más amplia posible planteando las demandas en términos universalistas. Asimilación y fronteras porosas, elásticas y extrañas a la rigidez segregativa se convertirían en características de la identidad populista emepenista y en estrategia para no cercenar posibilidades de desarrollar cadenas equivalenciales. Así, en este momento inaugurar de configuración del MPN, la neuquinidad expresaba, a la vez, lo universal igualador y lo diferencial vulnerado.

3 De peronistas neuquinos a neuquinos peronistas (1973)

A nivel nacional, el año 1973 marcaría el retorno al gobierno nacional del peronismo sin Perón después de más de quince años de proscripción. Lo hacía en el marco de una sociedad que se encontraba en un estado sumamente agitado y estremecido pese a los intentos de despolitización y desperonización.

Las modalidades extrainstitucionales de hacer política como campo principal de operaciones se habían constituido en el fruto germinal por el fracaso de las políticas que se llevaron a cabo con el objeto de desperonizar desde 1955. Era una época de progresivo radicalismo político (de carácter decididamente revolucionario), de radicalismo cultural (rebeldía), de disyuntivas tajantes y sensibilidad turbulenta, que trazaban una nueva perspectiva de futuro con novedosas escenas de batalla.

La provincia del Neuquén no estaba indiferente a este agitado escenario. Pero se añadía otro elemento que derivaría en una lucha por una configuración política hegemónica. En la coyuntura electoral de 1973, dos partidos que se atribuían la condición de ser peronistas, el MPN y el FreJuLi -frente electoral que eligió como candidatos a Héctor Cámpora, delegado personal de Perón, y de vice a Solano Lima-, desatarían un antagonismo electoral sustentado en la disputa por la definición acerca de quiénes eran los “verdaderos peronistas”. Concebir y legitimar la posición de “verdadero peronista” no solo se transformaba en una categoría política para referenciar a un grupo, sino en un problemático acto de institución, configuración y funcionamiento de una particular identidad política en el marco de un doble proceso de des-identificación y re-identificación. De modo que el momento de reactivación antagónica operó como un juego de disputa del espacio público simbólico sobre el significado de lo que debía ser la política, sus prácticas y sus fines. Para esto, se procuró resolver el dominio político de un partido (MPN) cuyos orígenes eran peronistas y que nunca se habían negado, frente a otro que también decía serlo (FreJuLi).

Así, el conflicto se convertía en una controversia intrapartidaria por la identidad y el poder, al tiempo que se creaban nuevas relaciones de representación a partir de la redefinición de las fronteras políticas que permiten explicar y comprender los modos discursivos con los que se constituyó la fijación/dislocación de un sistema diferencial, el cual marcó equivalencias y nuevos efectos de frontera por parte del partido provincial, el MPN. Para este, el peronismo neuquino, en esta coyuntura, debía ser purificado de facciones e intereses no neuquinos para

permitir la unión del pueblo. El lema "el Neuquén debe ser gobernado por neuquinos" se consolidó como base constitutiva de la territorialización del universo simbólico del principio identitario del MPN, a los efectos de inducir un ejercicio de sentimientos de pertenencia y de arraigo; además de tener por objeto la neutralización de las divisiones.

En el contexto de la campaña política electoral, la configuración del adversario en su carácter de peronista ilegítimo e irrepresentativo debido a que priorizaban los intereses nacionales por sobre los provinciales, se constituiría, para el MPN, en un eje configurador de la propia identidad, no solo partidaria sino suprasocial. Una de las referencias recurrentes al adversario adquiría la forma discursiva de “mariscales de la derrota”, “profetas del odio”, “reyes de la entrega divisionista”, “la orientación casi exclusivamente calumniosa del accionar de los paladinistas”, “gorilaje neuquino”, “espíritu minúsculo, lleno de resentimientos personales y de ambiciones sin grandeza”. Fundamentalmente, la frontera se trazaba en el registro moral, lo que hacía del adversario un enemigo de esta índole, más que político. El carácter ilegítimo e irrepresentativo del adversario pretendía la clausura de la validación de los “otros”. De esta manera, la construcción de universales morales se articulaba con significaciones políticas. En este sentido, afirmaba Felipe Sapag: “el 11 de marzo se nos presenta una opción entre los que, con vocación de servicio luchan por el progreso de Neuquén en paz y concordancia y entre los aventureros, cuyo único objetivo es el agravio personal (…) este es el dilema de la opción”.32

La pretensión de una representación comunitaria basada en la pureza peronista cubrió el discurso electoral, desplegando un doble proceso de des-identificación y re-identificación, en el que el MPN se ubicaba representando una línea ortodoxa. Desde el diario Sur Argentino, claramente oficialista y cuyos dueños eran los hermanos Elías y Felipe Sapag, se insistía en que

Cada día que pasa la verdadera ortodoxia se refugia en el MPN, ya que los paladinistas se han sacado la careta y no pueden sostener que (…) Perón es el único candidato (…), nosotros no tratamos con gorilas (…) nuestra canción es la Marcha de los Muchachos Peronistas y no la compartimos con la Marcha de la Libertad.33

En este sentido, se ratificaba que la “única doctrina que sostenemos es la Justicialista, que es incompatible con los incambiables dirigentes de los partidos gorilas, fusiladores y proimperialistas”. El mismo candidato del MPN expresaría, a través de las radios con mayor audiencia, LU5 y LU19, este particular carácter del peronismo neuquino: “como hombres del MPN, nos sentimos orgullosos de ser peronistas, porque el peronismo estuvo siempre junto a los humildes (…) pero nuestro peronismo tiene algo muy particular, no acepta órdenes de nadie ni la interferencia de burócratas de la capital federal”.34

El carácter particular del peronismo neuquino se probaba publicando en el diario Sur Argentino cartas y notas que recibían de una pluralidad de lectores, pertenecientes a distintos sectores sociales y profesionales:

Si para un peronista no hay nada mejor que otro peronista, en la provincia de Neuquén no hay nada mejor que un peronista del MPN que representa la paz, la concordancia, la educación, la tolerancia, la transigencia, disciplina de corazón, verdadero método peronista cuyo valor llevamos el gusto de exaltar, en la escala de los valores peronistas de Neuquén, primero está Neuquén, segundo la patria y tercero, los hombres. (…) el 11 de marzo su voto tiene que ser neuquino, pues de esta manera será positivo.35

Otro testimonio de esta redefinición del peronismo es el que hace, a través del mismo diario, la docente María Estela Gortán de Araque:

Como educadora, sé que es deseo de todo buen maestro el verse superado por sus discípulos (…) decididamente creo que los hombres y mujeres del MPN son los hijos “normales” del peronismo, los que han crecido, se han desarrollado y hoy, junto con la juventud maravillosa que lo acompaña, forma la familia adulta y madura del justicialismo (…) los hombres y mujeres del MPN fuimos a la escuela de la vida y tuvimos por gran maestro al creador del justicialismo. Pero también somos buenos alumnos y ya dejamos el jardín de infantes (…) me quedo con el MPN. Entre los peronistas que ya se pusieron los pantalones largos y por cierto que los llevan muy bien.36

El carácter del discurso emergente del MPN estuvo fuertemente marcado por los principios y las ideas peronistas, pero el tono moralizador y el carácter territorial adjudicado a la identidad política permitía que cualquier demanda concreta pudiera asumir, como lo hacía desde su origen, la forma de oposición generalizada a todo el marco de opresión nacional, dentro del cual se ubicaba el FreJuLi.

La neuquinidad y su defensa por los verdaderos peronistas, reactualizó un tipo de totalización basado en la lógica de la diferencia y de la equivalencia. Detrás de la neuquinidad se fortalecería la cadena equivalencial de demandas insatisfechas de la etapa inicial que atravesaba grupos sociales nuevos y heterogéneos, promoviendo la producción de una subjetividad no sólo político-partidaria, sino una articulación social amplia.

La neuquinidad funcionaba como un significante tendencialmente vacío además de actuar como una forma particular de articular diferencias. Al nombrar una plenitud indiferenciada, no tenía ningún contenido conceptual, no constituía un término en abstracto sino que, en sentido estricto, se emplazaba como una estrategia discursiva constructora de un significante flotante. Por lo tanto, la investidura radical de este principio articulador no presuponía conexiones lógico-conceptuales, sino atributivo-performativas.37 De esta manera, la neuquinidad, como significante privilegiado, estructuraba el conjunto de la formación discursiva aunque, en este contexto, se la cargaba con su condición peronista en tanto defensora de la justicia social, la independencia política y económica de y para los neuquinos. Una continuidad respecto de la etapa anterior fue la reivindicación de la diferencia. La neuquinidad como imperativo programático y principio formal de articulación y no como contenido particular, seguiría poniendo de relieve la existencia de una periferia interna en donde el sector de quienes no tenían parte se constituía como un sujeto de enunciación para disputar el estatuto de paria dentro de un orden existente. Se seguía invistiendo a la neuquinidad, y más específicamente al pueblo neuquino, como un objeto de encarnación de una intensa plenitud con el objeto de neutralizar las tendencias centrífugas. En consecuencia, la justicia funcionaba como una plenitud que estaba constitutivamente ausente.

Esto derivaría en un juego continuo entre el entusiasmo que generaba la promesa de algo por venir y las representaciones finitas que brindaban figuras normativas de ese por venir. En la región intermedia de movimiento entre el polo redentor y el polo pragmático, el MPN se colocaba a sí mismo integrado por los verdaderos peronistas, tal como se representaban, sin que ello significara un punto central en reposo. De esta manera, el énfasis en la renovación peronista como indicador de refundación de una neuquinidad oprimida.

La propuesta y el plan de construcción de una comunidad territorial con un sentimiento de identidad colectiva peronista por sus principios se manifestaba en consonancia con la aspiración al desarrollo del federalismo como derecho a la autodeterminación. De modo que la apelación al pueblo neuquino o a la defensa de la neuquinidad en contra de las estructuras de poder establecidas y a las prácticas políticas del estado nacional centralizador, colocaría al federalismo como una respuesta a las limitaciones. Neuquinidad y federalismo no dejaban de sobredeterminarse mutuamente y, como consecuencia, las fronteras conceptuales entre ellos se volvían algo inestables. Ambos expresaban un fuerte ethos antiestablishment. Sembraban una perturbación en la normalidad o en la dinámica de la institucionalidad vigente:

Los hombres y mujeres de Neuquén quieren luchar unidos por ese principio de dignidad provincial y personal, gobernándose según sus propias voluntades y manejando sus partidos políticos (…), no admitiendo imposiciones del gobierno nacional ni de las burocracias de delegados que digitan a los candidatos a funciones públicas a miles de kilómetros.38

La omnipresencia de esta identidad federalismo-neuquinidad-MPN se planteaba como un reclamo por superar

Un interior permanentemente soslayado y absorbido por un sistema colonialista centralista, que le impone ser solamente proveedor de materias primas y recursos naturales para el cinturón industrial del Gran Buenos Aires (…) y mantiene a las provincias en el subdesarrollo y en el atraso.39

En este sentido, se reconocía que “todos los intentos de desarrollar Neuquén de acuerdo con sus potencialidades, se estrellan en los abusos y arbitrariedades del poder central.”40 Ante la definición de esta realidad como situación opresora se reclamaba restablecer la soberanía provincial sobre el territorio neuquino y sobre todos los recursos naturales. Sin embargo, el acto de defensa y de reparación del binomio neuquinidad-federalismo sería concebido por la oposición partidaria, el Frejuli, como una forma de “encubrir una resistencia al cambio social y a la transformación de nuestras estructuras económicas, significando muchas veces la defensa de los intereses de oligarquías audaces con fachadas federalista”41, o como “una excusa para poder colaborar más libremente con el régimen”42. Ante lo cual, el senador por el MPN, Elías Sapag, alegaba que

Nosotros no estamos en disidencia con los principios del movimiento justicialista. Lo que estamos en sí en desacuerdo es con la idea de centralización de fondos en la metrópoli que pretenden algunos de sus dirigentes (…) apoyaremos todo lo que sea liberación y grandeza para nuestra patria, pero seremos severísimos fiscales en todo aquello que sea cumplir con lo prometido al pueblo.43

Por otra parte, con ello, cuanto más extenso se hacía el lazo equivalencial más se necesitaba la unificación simbólica del grupo en torno a una individualidad, a una singularidad, a un nombre. En este caso, sería la figura de Felipe Sapag, candidato a gobernador por el MPN, la que iba a devenir en una personalización de la opción electoral. Así, el pueblo ausente retornaba a través de un sustituto y se promovía la inmediatez entre pueblo y líder, quien, como dispositivo simbólico, se convertía en vehículo para la expresión de la voluntad popular, encarnando la presencia absoluta del pueblo.

La figura del líder funcionaba como un significante al cual se le podía atribuir una multiplicidad de sentidos. Se convertía en un enigma que prometía sentido. El líder ya no sería solo un portavoz sino que se convertía en un fideicomisario en el que se articulaba el “actuar por otros” con el “actuar en lugar de”.

La fantasía de la unidad sin fisuras y de la identificación imaginaria que suspendía la distancia entre pueblo y representantes estaba presente en la tentación populista de identificar o equiparar al peronismo y al gobierno de Neuquén con el Estado, con el líder y con la neuquinidad, situación que no se había dado en la etapa anterior. Un listado de eslóganes de la propaganda del MPN en su campaña ejemplifica esto:

    Sigamos construyendo juntos ¡el progreso de Neuquén no debe ser detenido por improvisación, resentimiento o intolerancia!… ¡piense, vote y gane con el MPN!

    Vote por Felipe Sapag, vote por sus principios peronistas. Recuerde: Evita-Sapag-Perón: un solo corazón. Vote por el Movimiento Popular Neuquino.

    Una patria justa, libre y soberana en la cual se aplique la auténtica doctrina peronista. La que enseñó Evita, la inolvidable abanderada de los humildes, la que siempre tenemos presente en los momentos difíciles. Vote por Evita. Vote por su intérprete en Neuquén, don Felipe Sapag.

    Sea leal con su conciencia y con Neuquén ¡Felipe Sapag debe seguir gobernando a Neuquén para que nuestra provincia no quede frenada ¡Felipe Sapag está en la búsqueda de la verdadera justicia social que comienza con obras, preparando la expansión económica. Vote por Felipe Sapag, vote por lo que quiso Evita.

    Felipe Sapag: el líder neuquino, abanderado y verdadero depositario de la doctrina peronista, el hombre que Neuquén quiere y la patria necesita. Vótelo.

La neuquinidad como referencia de una identidad partidaria con aspiraciones hegemónicas se constituyó en patrimonio ideológico del MPN desde 1973. Fue la base de la configuración de su identidad política y el fundamento del carácter contingente de las articulaciones políticas que supo tramar. Desde entonces, MPN-neuquinidad constituyó un binomio en apariencia indisoluble que, junto a la tendencia provincial-estatal, tendía a la desactivación de los antagonismos y a la activación de una orientación homogeneizadora.

Esta neuquinidad no constituyó ningún tipo de efecto supraestructural de una lógica infraestructural, sino que fue el terreno primordial en la construcción de una subjetividad política. Su configuración fue constitutiva, y no derivativa. Desde 1973, no solo expresaría

la unidad de la comunidad sino que se convertiría en su fundamento. Al mismo tiempo, supondría una forma particular y contingente de articular las demandas, y no un núcleo primordial a partir del cual podría explicarse la naturaleza de las demandas.

4 De neuquinos peronistas a neuquinos federales (1983)

En medio del fracaso de las políticas económicas, de las internas de las FF.AA., de la presión de los organismos de DD.HH., del reclamo del retorno del estado de derecho debido al fracaso en la guerra de Malvinas se terminó de descomponer el poder militar. La descomposición del poder castrense alentaría en los actores políticos la aspiración de lograr una refundación democrática que no implicara una mera reedición de anteriores transiciones y salidas, sino, como sostienen Novaro y Palermo, buscar un corte definitivo con las largas décadas de inestabilidad institucional y pretorianismo militar.44 La recomposición del espacio democrático se manifestaba como la tarea de la hora45 y en ese marco, la discusión en torno a qué nueva Argentina fundar resultó central.

A esta altura, con más o con menos apego, se había llegado a un acuerdo generalizado: las reglas de sucesión pacífica del poder, la competencia “pacífica” e institucional por el poder y la práctica institucionalizada de la democracia política constituían pilares básicos de un pacto para lo que se venía. El acuerdo básico era uno y excluyente: no había posibilidades de política sin partidos y sin ciudadanos. La política se convertía en la lucha por el poder en un marco institucional. La idea de “democracia”, pensada en clave liberal-representativa, pasaba a ordenar y a encuadrar toda discusión político-ideológica. Se recuperaba el valor de la institucionalidad democrática como vía para el cambio y se planteaba, en el caso de Neuquén, a qué relación provincia-nación se aspiraba para esta nueva etapa. Con este trasfondo pactado, se iniciaba el incierto y tenso proceso eleccionario en la provincia del Neuquén.

La contienda electoral en la provincia del Neuquén adquirió un tono virulento. La centralidad del MPN en el campo político impuso al federalismo como núcleo, eje y cimiento del antagonismo y oposición partidario electoral. Se constituyó en un foco referencial para los principales partidos a partir del cual construyeron su lugar y su visión acerca del sentido de la democracia. En este contexto, el federalismo ofreció directrices para la actuación en torno a asuntos públicos, y definió una agenda de discusión y de problemas.

Un amplio intercambio de opiniones y de acusaciones se desplegó alrededor de la posición que cada fuerza asumía respecto del federalismo. La UCR sostenía que el federalismo era su bandera desde sus orígenes puesto que “en nuestra plataforma se incluyó como principio el reconocimiento de que los recursos naturales, lo que está debajo y sobre el suelo, son de propiedad de las provincias”.46 Por ello, no acordaban con el hecho de que se les otorgue una regalía sino que indicaban que las provincias debían discutir con nación las condiciones de explotación y comercialización. En función de ello, proponían un federalismo concertado. Para el Justicialismo, hablar de federalismo significaba mirar al conjunto de la Nación y planteaba que no podía significar la antinomia entre nación y provincia. La unidad nacional era pensada no solo como integración territorial, sino también humana y de participación general de los sectores sociales: “para nosotros, federalismo significada un desarrollo equilibrado, armónico47 y sustentado en principios básicos de solidaridad y conciencia social”.48 La finalización de la dependencia del país era concebida como garantía segura para abrir camino al federalismo, puesto que iba a ser posible que los capitales extranjeros no codiciaran los recursos naturales provinciales. Reconocía que el único partido que lo podía garantizar era el justicialista, ratificando que en “Neuquén, el único partido peronista es el justicialista”.49 En consecuencia, acusaban al MPN de carecer de proyección histórica por ser un proyecto provincial y que solo se podía mantener tras la figura de un líder carismático como lo era Felipe Sapag.

El MPN interpretaba que había una antinomia entre nación y provincia, en tanto reconocía un centralismo por lo que, entonces, sostenían: “luchamos por defender nuestros recursos, que no nos roben, que no nos saqueen”.50 El federalismo se situaba como la única respuesta política válida a un complejo mecanismo de desigualdades económicas, sociales, jurídicas y culturales, “originadas en un siglo de dominación de los intereses antinacionales, que nos dieron un país agroexportador y sin industrias”.51 Esto lo diferenciaba del Partido Justicialista, puesto que anteponía los intereses provinciales a los nacionales o creía en la solución de los problemas nacionales remediando primero los provinciales, inversamente a los justicialistas, para quienes el nudo federalismo-neuquinidad (o mejor dicho: neuquinidad-federalismo) instalaba una controversia problemática.

Ante la consulta de si en el MPN se estaba produciendo una desperonización debido a esta posición, Sapag recordó que sus banderas primarias habían sido el justicialismo, a las que se agregó la del federalismo y principios de “ética y democracia, respeto por el disenso, por evitar el dirigismo, el centralismo, el matonismo”. Desde el carácter ético gerencial de la política, incitaba vivamente a partidos de otras provincias a seguir el ejemplo para lograr evitar el centralismo político.

El lugar ético y moral en el que se ubicaba el MPN lo acercaba al justicialismo pero no a sus formas. Instaba al partido provincial como el legítimo tutor del federalismo auténtico ya que era el “único partido que no se ha dejado dominar ni por la burocracia sindical ni los dirigentes de Buenos Aires”.52 Esto lo hacía el más legítimo y genuino defensor de los intereses de Neuquén y el más autorizado para apelar a su defensa: “defendamos a Neuquén. Mostremos desde aquí que el pueblo neuquino puede levantarse de lo más bajo hasta lo más alto si tiene fe y coraje”.53 Fe en el partido y su líder y coraje en votar contra los “falsos” peronistas y contra el “despojo y la enorme burla a los derechos”, será la premisa con la cual serán interpelados los neuquinos y con la cual se buscará poner el límite entre lo posible y lo realizable.

El MPN se seguía presentando como un partido que había sabido interpretar “el sentir y la desesperanza de un interior postergado y deprimido” y por ello, aseguraba que “ha enarbolado con pasión las justas reivindicaciones federalistas del pueblo neuquino”,54 lo que se planteaba como su orgullo, responsabilidad y compromiso para “enfrentar a dos grandes partidos centralistas”55 y para “beneficiar a todas las clases sociales” del Neuquén. Con esto último, el carácter interclasista y de transversalidad basado en una lógica incluyente, se ubicaba en un partido paraguas para hacer “del Neuquén la gran provincia” de y para todos.56 MPN, federalismo y grandeza neuquina se tornaba en un trípode o armazón diferenciador que prometía un futuro esperanzador, lo convertía en un reductor de los riesgos, nutriéndolo de una capacidad tranquilizadora y movilizante a la vez. El federalismo se politizaba al extremo de partidizarse en el marco de una circulación de sentidos en tensión. En la disputa política imponía límites y fronteras identitarias y se convertía en elemento constitutivo de la neuquinidad, desplazando o atenuando su ligazón con la referencialidad a la condición peronista. Esto la convertía en una identidad más incluyente y se instalaba como propuesta de un nuevo país.

5 Algunas consideraciones finales

Como estamos convencidos de 0que la politización no puede existir sin la producción de una representación conflictiva del mundo que incluya campos opuestos con los cuales se pueda construir identidad, tratamos de dar cuenta, con este trabajo, más que del consenso, del carácter conflictual y adversarial de la política. Hemos priorizado el supuesto de que el discurso político no ofrece solo políticas, sino también identidades que pueden ayudar a dar sentido a lo que se está experimentando y, a la vez, esperanza en el futuro.

En este marco, expusimos cómo la forma de identificación social, en este caso, la forjada desde el MPN, es siempre afirmada a través de un proceso de significación posibilitado por un determinado patrón de significados, y no un mero efecto de la posición que se ocupa en las relaciones sociales. Es el efecto de una particular articulación metanarrativa que construye significativamente un lugar, un quiénes somos, hacia dónde vamos, una pertenencia (la neuquinidad–objeto de identidad) que resulta identitariamente relevante. Nos hemos desplazado de la idea de la identidad como una propiedad (natural o social) que el lenguaje designa y transmite, a la de la identidad como una propiedad que se constituye por la capacidad productiva del propio discurso. Para ello, hemos priorizado coyunturas electorales, puesto que creemos que tienen el potencial para explicar los procesos fundantes y de articulación hegemónica.

Es decir, en las líneas anteriores, hemos procurado dar cuenta, en términos de configuración y reconfiguración, atendiendo coyunturas electorales, de los modos de gestión exitosa de una identidad política populista en la provincia del Neuquén, la neuquinidad, como comunidad de referencia. El trabajo pretendió remarcar algunas líneas para explorar los mecanismos identitarios y de identificación puestos en juego en la competencia, alrededor de los significantes vacíos y flotantes que operaron amalgamando la plenitud imposible de la comunidad.

A partir del camino recorrido, podríamos sostener que el MPN supo erguir representaciones comunitarias de una intensidad y vigor fundamentales. Lo que fue equivalencia o diferencia, en cada ocasión electoral, será en función de la determinación de un cierto límite solidario que por algún motivo es considerado decisivo en una situación dada, sea la proscripción del peronismo, sea la definición de los verdaderos peronistas, sea la definición de una nueva relación provincia-nación en el marco de la transición hacia la democracia. En todos los casos, la neuquinidad como hilo conductor, constituyó un antoganismo estructurador de campos solidarios. Por lo tanto, permitió construir, por un lado, el espacio interior de una solidaridad conformada y conformadora de una comunidad y, por otro lado, de una exclusión. El MPN, a través de la neuquinidad, supo montar la promesa de la universalidad, brindando homogeneidad equivalencial a una realidad altamente heterogénea y, de esa manera, logró la reproducción constante de una frontera, condición de su eficacia política. Esto le permitió definir el demos legítimo constituyente de la comunidad política. En consecuencia, supo simplificar lo social construyendo puntos nodales o significantes vacíos que fijaron el flujo de las diferencias y de los significados flotantes (fronterización elástica), teniendo como constante la estrategia discursiva del "daño", instituyéndose como irrupción radical de una respuesta a ese daño. En este terreno, procuraría la clausura de cualquier espacio de diferencia política al interior de la comunidad, dislocando identidades cerradas y creando mecanismos de identificación con un líder que cumpliría el rol de unificar simbólicamente a un grupo.

Para ello, desplegó una doble lógica o juego pendular, entre la agudización de la tendencia a la ruptura y la contratendencia a la integración. El MPN contenía en sí mismo la tendencia contradictoria de la dimensión de ruptura (no rupturista) desde una confrontación popular y provincial hacia otro amenazador, junto a la tendencia provincial-estatal de desactivación de los antagonismos y de orientación homogeneizadora. La presencia de una alteridad se

transformaba en la creación de un efecto de frontera, en el exterior constitutivo que permitía la conformación del interior solidario de la identidad bajo el principio articulador de la neuquinidad. Como ya se señaló, esta neuquinidad no constituyó ningún tipo de efecto supraestructural de una lógica infraestructural, sino que fue el terreno primordial de la construcción de una subjetividad política. Su configuración fue constitutiva y no derivativa. No solo expresaría la unidad de la comunidad sino que se convertiría en su fundamento. Además, supondrá una forma particular y contingente de articular las demandas, más que un núcleo primordial a partir del cual podría explicarse la naturaleza de las demandas.

La capacidad del MPN para la construcción de una identidad política exitosa y hegemónica dependió, en última instancia, de su capacidad para explicar la falta de plenitud de los neuquinos y su posibilidad de completitud. Además de activar la dimensión extremadamente visceral de la identidad al hacer referencia al sentimiento, la actitud y la lealtad.

El MPN logró hacer creíbles, legítimos y hegemónicos puntos nodales de fijación de sentido sobre los que estructuró esa cadena equivalencial de demandas insatisfechas. Logró la unificación de las diferentes demandas en un sistema estable de significación que supieron darle fortaleza e identidad a una solidaridad política, a un lazo político e hicieron posible reforzar un doble proceso de despolitización e hiperpolitización de las relaciones sociales, construyendo así una subjetividad popular.

Por último, si bien es cierto que los contornos conceptuales del término “populismo” permanecen borrosos y su estatuto teórico sigue siendo objeto de disputa, creemos que no podemos negar que “hay populismo si existe un conjunto de prácticas político-discursivas que construyen un sujeto popular”, 57 cuya precondición es la construcción de una frontera interna que divida al espacio social en dos campos y la formación de una cadena equivalencial que transforme las demandas en reivindicaciones populares. Aspiramos a que este trabajo haya podido demostrar la vigencia y la fortaleza que aún tiene este concepto.

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1 Julián Melo, J., “¿Dividir para gobernar? La política populista en perspectiva federal”, Revista SAAP, Nº 3, pp. 103.

2 No desconocemos otros intentos de análisis sobre la identidad neuquinidad. Estos abordan otros períodos y/o lo hacen atendiendo otros marcos teóricos; no obstante, no dejan de implicar aportes relevantes. Veáse, por ejemplo, los trabajos de Laura Mombello: “La mística neuquina. Marcas y disputas de provincianía y alteridad en una provincia joven” en Claudia Briones (comp.), Cartografías de alteridad, Buenos Aires, Antropofagia, 2005; “La figura del primer Obispo de Neuquén y la construcción de la identidad colectiva local (en colaboración con María Andrea Nicolletti)”, Revista de la Asociación de Cientistas Sociales de la Religión en el MERCOSUR, Año 7, Nº 7, sept. 2005; “Neuquén es memoria y memoria es Neuquén”, Revista de Historia, Universidad Nacional del Comahue, Nº, 9, Neuquén, nov. 2000-2001. También pueden ser considerados los de Fernando Lizárraga, “Sobisch, la neuquinidad y la construcción del enemigo absoluto”, en Favaro, O y Iurno, G. (ed.), El ‘arcón’ de la Historia Reciente en la Norpatagonia argentina: Articulaciones de poder, actores y espacios de conflicto, 1983-2003, Buenos Aires, Biblos, 2010; “La justicia social en el discurso fundacional del Movimiento Popular Neuquino”, Identidades, Dossier Primer Encuentro Patagónico de Teoría Política, 2013, pp. 75-82 y Laura Duimich y Fernando Lizárraga, “Una aproximación a los sentidos de la neuquinidad (1956- 2008)”, Identidades, Dossier 5, Año 7, abril 2017, pp. 33-43.

3 Se toman estas coyunturas electorales puesto que, luego de 1983, la amenazante heterogeneidad se aloja en el propio seno del Movimiento Popular Neuquino. Ello supone otros procesos de configuración de la identidad política cuya explicación supera los objetivos de este trabajo.

4 Apelamos a la idea de “momento político” de Jacques Rancière para quien “hablar de momentos políticos no implica la idea de que la política sólo existe en escasos momentos de insurrección arrancados al curso normal de las cosas (…) [sino que] ocurre cuando la temporalidad del consenso es interrumpida, cuando una fuerza es capaz de actualizar la imaginación de la comunidad que está comprometida allí y de oponerle otra configuración de la relación de cada uno con otras” en Jacques Ranciére, En los bordes de lo político, Buenos Aires, Ediciones La Cebra, 2010, p. 11.

5 En este sentido, los aportes de María Esperanza Casullo y Alejo Pasetto son relevantes. Ellos indagan los orígenes de la identidad neuquina en los primeros años de la provincialización. Procuran realizar una “genealogía de la neuquinidad”, presuponiendo desde un comienzo que la identidad neuquina no era, en los años de la provincialización, algo ya construido sino un horizonte abierto y aún maleable. Su preocupación por la neuquinidad gira en torno a concebirla una construcción identitaria de tipo populista subnacional, el Movimiento Popular Neuquino (MPN). No obstante, podría señalarse que el planteo no avanza en dar cuenta de los procesos de reconfiguración. Si bien no dan una visión del todo estática, queda planteado el tratamiento como un proceso que llega a un punto de “culminación” o “plenitud”. Ver María Esperanza Casullo y Alejo Pasetto, “La génesis de la ‘neuquinidad’ como construcción política”, (En)clave Comahue, Nº, 22, 2017, pp. 147-162.

6 La deshistorización de los procesos de constitución identitaria ha sido una de las críticas más fuerte que ha recibido la teoría de Ernesto Laclau. Para tal efecto, véase Gerardo Aboy Carles, “Las dos caras de Jano: acerca de la compleja relación entre populismo e instituciones políticas”, Pensamiento Plural, 21, 2010, pp. 21-40.

7 Gerardo Aboy Carlés, “Populismo y democracia en la Argentina contemporánea. Entre el hegemonismo y la refundación”, Estudios Sociales, Nº 28, 2004, p. 82.

8 Carlos Vilas, “El populismo latinoamericano: un enfoque estructural”, Desarrollo Económico, Nº 111, 1988, pp. 323-352. Carlos Vilas, “¿Populismo reciclado o Neoliberalismo a secas? El mito del neopopulismo latinoamericano”, Estudios Sociales, Nº 26, 2004, pp. 13-36.

9 Gino Germani, Política y sociedad en una época de transición, Buenos Aires, Paidós, 1962; Torcuato Di Tella, “Populismo y reformismo”, en Gino Germani, Torcuato di Tella y Octavio Ianni, Populismo y contradicciones de clase en Latinoamérica, México, Ediciones Era, 1973; Guillermo O`Donnell, Modernización y autoritarismo, Buenos Aires, Paidós, 1972; Ludolfo. Paramio, “Giro a la izquierda y regreso del populismo”, Nueva Sociedad, Nº 205, 2006, pp. 62 -74.

10 Gino Germani, “El surgimiento del peronismo, el rol de los obreros y los migrantes internos”, Desarrollo Económico, Nº 74, 1973, pp. 435-516; Torcuato Di Tella, “ Populism and Reform in Latin America”, en C. Veliz (Comp), Obstacles to Change in Latin America, Oxford, Oxford University Press, 1972, pp. 47-74.

11 Emilio De Ípola, y Juan Carlos. Portantiero, “Lo nacional-popular y los populismos realmente existentes” en Emilio de Ípola, Investigaciones Políticas, Buenos Aires, Nueva Visión,1989, pp. 7-18.

12 Ernesto Laclau, La razón populista, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008; Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, Buenos Aires,Fondo de Cultura Económica, 2010.

13 Ernesto Laclau, Política e ideología en la teoría marxista. Capitalismo, fascismo, populismo, México, Siglo XXI, 1980, p. 220. El resaltado nos pertenece

14 Ernesto Laclau, E. y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista …, p. 181.

15 Solidaridad entre varias demandas a partir de su común insatisfacción por la institucionalidad que no les hace lugar.

16 Francisco Panizza, El populismo como espejo de la democracia, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2009, p. 21.

17No desconocemos las críticas que suelen formularse, como abusivas y simplificadoras, a la equiparación entre identificación popular y articulación populista. Por lo que proponen distinguir entre los procesos de construcción de una identidad popular y los procesos de construcción de una identidad populista, no porque estos últimos sean forzosamente distintos de los primeros, sino porque son, respecto de los primeros, solo una forma peculiar (Eduardo Rinesi, “Nuevas inquisiciones sobre la construcción del pueblo” en Gerardo Aboy Carlés, Las brechas del pueblo. Reflexiones sobre identidades populares y populismo Los Polvorines, Universidad Nacional de Avellaneda, 2013, pp. 12-13). El populismo supone un devenir particular entre otros posibles procesos de articulación de identidades populares. Frente a quienes sostienen que el populismo es la identidad popular por excelencia o la única forma de constitución de un pueblo o de la política (Laclau), creemos que es una forma particular de negociar la inconmensurabilidad entre la representación de una parte y la representación del conjunto de la comunidad (Gerardo Aboy Carlés, Las brechas del pueblo …, p. 40). En este sentido, para aportar elementos de peso, son relevantes las distinciones que Gerardo Aboy Carlés realiza sobre las identidades políticas populares: identidades totales, identidades parciales e identidades con pretensión hegemónica. Véase Gerardo Aboy Carlés, Las brechas del pueblo …pp. 23-40.

18 Para profundizar en torno a este proceso, véase Aixa Bona y Juan Vilaboa (coords), Las formas de la política en la Patagonia. El primer peronismo en los territorios nacionales, Buenos Aires, Biblos, 2008; Mario Arias Bucciarelli, “El peronismo clásico y los excluidos de la Ley Sáenz Peña. Aportes para un debate desde los territorios nacionales”, Avances del Censor,Nº 6, 2008, pp. 27-41; Mario Arias Bucciarelli, “Tensiones en los debates parlamentarios en torno a la provincialización de los territorios nacionales durante el primer peronismo”, Revista Quinto Sol, Nº 14, 2010, pp. 103-124; Mario Arias Bucciarelli (Comp.) , Diez territorios y catorce provincias. Argentina, 1860/1950, Buenos Aires, Prometeo, 2012; Orietta Favaro. y Mario Arias Bucciarelli, Peronismo y Territorios Nacionales. Los derechos de los territorianos a tener derechos, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia; Lisandro Galucci, “La Constitución, el federalismo y las voces de la ley. Los territorios nacionales según los profesionales del derecho entre finales del siglo XIX y comienzos del

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19 En Neuquén las elecciones provinciales son ganadas por la UCRI logrando 7.523 sufragios contra 7.081 de la UCRP, el Partidos socialista alcanza los 3.416 votos, Los Demócratas, 2.177, los Demócratas Cristianas, 1.732; el Partido laborista, 1.689; Los Demócratas Progresistas, 828 y en Blanco, 10.698.

20 Véase Mario Arias Bucciarelli, “La peculiar institucionalización del peronismo en Neuquén: El Movimiento Popular Neuquino, 1961/1973” en Julio Melón Pirro y Nicolás Quiroga (comps.), El peronismo y sus partidos. Tradiciones y prácticas políticas entre 1946 y 1976, Rosario, Prohistoria, 2014.

21 Mario Arias Bucciarelli, “La peculiar institucionalización del peronismo en Neuquén …

22 Héctor Castillo, Neuquén. Crónica de una época … y la fundación del M.P.N, Neuquén, Artes Gráficas Limay, 2005, p. 239

23 Para conocer quién es quién, véase Héctor Castillo, Neuquén. Crónica de una época…: pp. 254-263).

24 El primer nombre del movimiento fue “Partido Laborista”. Con esa denominación Perón se postuló como candidato Presidencial en 1946. Una vez ganadas las elecciones, en 1947 el partido pasó a denominarse “Partido Peronista”. El nombre se mantuvo hasta el año 1971 cuando la ley 19.102 prohibió que los partidos políticos contuvieran en su denominación designaciones personales o sus derivados. Desde entonces el movimiento está representado en el “Partido Justicialista”

25 Héctor Castillo, Neuquén. Crónica de una época…: p. 269

26 Sapag, Felipe. El Desafío, Neuquén, FUNDANEU, 1989, p. 14

27 Mensaje de asunción como Gobernador en 1963.

28 Gerardo Aboy Carlés, Las brechas del pueblo ... p. 36.

29 Aibar Gaete, “La miopía del procedimentalismo y la presentación populista del daño”, en Vox Populi. Populismo y democracia en Latinoamérica, México, FLACSO, p. 31

30 Margaret Canovan, “Trust the People! Populism and the Two Faces of Democracy”, Political Studies, Vol. 47, No. 1, 1999, pp. 2-16

31 Gerardo Abey Carlés, Las brechas del pueblo…, p. 12.

32 Diario Sur Argentino, 22 de febrero de 1973. Archivo privado de la Familia Sapag.

33 La Marcha de la Libertad es la marcha cuya grabación original se hiciera en los sótanos de Nuestra Señora del Socorro, durante los días de la Revolución Libertadora por un coro de civiles revolucionarios, La glosa era de Arturo García Buhr.

34 Diario Sur Argentino, 10 de marzo de 1973.

35 Carta de lectores firmada por Jorge Forestier como egresado de la Escuela Superior Peronista, Diario Sur Argentino, 10 de marzo de 1973.

36 Diario Sur Argentino, 11 de marzo de 1973.

37 Ernesto Laclau, La razón populista, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, p. 126.

38 Diario Sur Argentino, 09 de marzo de 1973.

39 Discurso de Felipe Sapag al asumir como gobernador en 1973.

40 Palabras de Felipe Sapag en el diario Río Negro, 18 de febrero de 1973. Sistema Provincial de Archivo de Neuquén.

41 Diario Río Negro, 24 de febrero de 1973.

42 Diario Río Negro, 9 de enero de 1973).

43 Diario Sur Argentino, 20 de mayo de 1973.

44 Marcos Novaro y Vicente Palermo, La dictadura militar. Del golpe de estado a la restauración democrática, Buenos Aires, Paidós, 2003, p. 468.

45 Hugo Quiroga y César Tcach (Comps.), Argentina 1976-2006. Entre la sombra de la dictadura y el futuro de la democracia, Rosario, Homo Sapiens, 2006, p. 80.

46 Revista La Trastienda, Año 2, Nº 66, Neuquén, 17 de diciembre de 1982.

47 Acusaba al MPN de haber provocado un desarrollo macrocéfalo en desmedro de un interior olvidado y despoblado.

48 Diario Río Negro, 29 de septiembre de 1983.

49 Ibid.

50 Ibid. El resaltado nos pertenece

51 Diario Río Negro, 29 de septiembre de 1983.

52 Diario Río Negro, 29 de septiembre de 1983, 03 de octubre de 1983.

53 Ibíd.

54 Diario Río Negro, 23 de octubre de 1983.

55 Diario Río Negro, 26 de octubre de 1983.

56 Diario Río Negro, 25 de octubre de 1983.

57 Francisco Panizza, El populismo como espejo de la democracia …, p. 64