Región y Desarrollo

Sacar la vida adelante Experiencias de construcción colectiva, Patagonia Argentina

Get life ahead Collective construction experiences, Patagonia Argentina

Guissela Carreño
Universidad Nacional del Comahue, Argentina
Lorena Angélica Higuera
Universidad Nacional del Comahue, Argentina
Guillermina Rosa Muñoz Castillo
Universidad Nacional del Comahue, Argentina

Boletín Geográfico

Universidad Nacional del Comahue, Argentina

ISSN: 0326-1735

ISSN-e: 2313-903X

Periodicidad: Semestral

vol. 45, 2023

boletingeografico@gmail.com

Recepción: 22 Agosto 2023

Aprobación: 07 Diciembre 2023



Boletin Geografico.

Resumen: En las últimas décadas en Latinoamérica asistimos a un proceso de profundización del modelo de desarrollo con carácter extractivo de la naturaleza. Este régimen de despojo ha generado transformaciones en los territorios y en las estrategias de (re)existencia de quienes habitamos estos espacios. Este trabajo analítico se sitúa geo-políticamente en dos experiencias de construcción colectiva de mujeres con centro en la (re)producción y cuidado de la vida digna. Asimismo, mostramos cómo en el nivel extensivo de datos secundarios se configura el devenir de territorialidades disidentes y tramas comunitarias donde los dispositivos hegemónicos de construcción de subjetividad impuestos por los regímenes de despojo (expropiatorios, extractivistas, otros), de las dos últimas décadas, trazan estrechos márgenes de habitabilidad.

Nos centramos en experiencias colectivas con más de una década de organización, situadas en el norte de la Patagonia Argentina. Un colectivo de mujeres productoras y trabajadoras rurales de la localidad de Allen, tradicional región frutícola, hoy reordenado por la grilla del modelo hidrocarburífero no convencional y otro colectivo de mujeres tejedoras e hilanderas de la meseta de Somuncurá también reordenado por el desarrollo de proyectos mineros metalíferos y extractivos a gran escala. Consideramos estas experiencias como una de las principales formas de resistencia a la dinámica de mercantilización en un contexto de despojo y expansión del capital con una fuerte presión por los territorios.

Este artículo es parte de una investigación más amplia[1], donde buscamos caracterizar cómo la actividad extractiva impacta sobre nuestros cuerpos y territorios; cómo afecta de un modo específico a las mujeres y a sus tramas comunitarias y en qué sentido se traman las experiencias de (re)existencia a la mercantilización. En esta presentación, en particular, se exploran y analizan las territorialidades en el sentido de construcción y recuperación de saberes para visualizar las formas en que estas mujeres se proponen “sacar la vida adelante” desde sus complejos y diversos entramados comunitarios en espacios y tiempos no necesariamente monetarizados con un alcance productivo-territorial-simbólico-material.

Mediante un diseño cualitativo de características flexibles se selecciona, para esta instancia, entrevistas de bajo nivel de estructuración a mujeres referentes que participan en estos procesos colectivos organizativos. Del procesamiento de datos se escogen lineamientos de indagación vinculados a cómo se tejen los vínculos comunitarios y la identificación de rasgos de interdependencia, mutualidad y reciprocidad en las experiencias colectivas como procesos de creación a largo plazo.

Palabras clave: territorio, experiencias de (re)existencia, vida digna, trama comunitaria.

Abstract: In recent decades in Latin America, we have witnessed a process of deepening the development model with an extractive nature from nature. This regime of dispossession has generated transformations in the territories and in the (re)existence strategies of those of us who inhabit these spaces. This analytical work is geo-politically situated in two experiences of collective construction of women centered on the (re)production and care of a dignified life. Likewise, we show how at the extensive level of secondary data the future of dissident territorialities and community plots is configured where the hegemonic devices for the construction of subjectivity imposed by the regimes of dispossession (expropriation, extractivist, others), of the last two decades, trace narrow margins of habitability.

We focus on collective experiences with more than a decade of organization, located in the north of Argentine Patagonia. A group of women producers and rural workers from the town of Allen, a traditional fruit-growing region, today reorganized by the grid of the unconventional hydrocarbon model and another group of women weavers and spinners from the Somuncurá plateau also reorganized by the development of metal mining projects and large-scale extractives. We consider these experiences as one of the main forms of resistance to the dynamics of commodification in a context of dispossession and expansion of capital with strong pressure for territories.

This article is part of a broader investigation[2], where we seek to characterize how extractive activity impacts our bodies and territories; how it specifically affects women and their community plots and in what sense the experiences of (re)existence are linked to commodification. In this presentation, territorialities are explored and analyzed in the sense of construction and recovery of knowledge to visualize the ways in which these women intend to “get life ahead” from their complex and diverse community frameworks in spaces and times not necessarily monetized with a productive-territorial-symbolic-material scope.

Through a qualitative design with flexible characteristics, for this instance, low-level structuring interviews with leading women who participate in these collective organizational processes are selected. From data processing, lines of inquiry are chosen linked to how community ties are woven and the identification of features of interdependence, mutuality and reciprocity in collective experiences as long-term creation processes.

Keywords: territories, experiences of (re)existence, dignified life, community plot.

Introducción

En las últimas décadas, asistimos a un proceso de aceleración y expansión del capital con carácter extractivo de la naturaleza que genera importantes transformaciones en los territorios y en las estrategias de (re)existencia de las poblaciones que los habitan. En este contexto, y como respuesta a la exclusión/expulsión de sus territorios y a la fragmentación social, se revalorizan y se fortalecen formas colectivas de lo común que desafían y fisuran las formas del capital (Gutiérrez, Navarro & Linsalata, 2017). En tal sentido, esta contribución presenta analíticamente dos experiencias de construcción colectiva de mujeres, ubicadas geográficamente en el norte de la Patagonia Argentina. en sus dimensiones de (re)existencia a la expulsión territorial y de organización/construcción de tramas comunitarias frente al avance extractivo del capital. Nos referimos a experiencias que se sostienen en el tiempo (o no), y que ponen en el centro la reproducción y cuidado de la vida reconociendo el estatuto epistémico de aquellas voces conocedoras del territorio y saberes que hacen posible la vida. Se trata de dos colectivos de mujeres que habitan territorios frutícolas reordenados por la grilla del modelo hidrocarburífero no convencional (Allen) y territorios dedicados a la ganadería ovina extensiva reordenados por el desarrollo de proyectos mineros metalíferos y extractivos a gran escala (meseta de Somuncurá) en la provincia de Río Negro.

La ocupación de la Patagonia por parte de la élite criolla, que comandó el proceso de construcción del Estado argentino a finales del siglo XIX, se hizo efectiva por medio de la avanzada militar sobre un espacio organizado por sociedades indígenas. Se trató de un proceso de desterritorialización y reterritorialización por el cual la progresiva “incorporación” del territorio patagónico a la “geografía nacional argentina” se realizó a costa del despojo y expulsión de sociedades indígenas preexistentes por medio de una política estatal que deliberadamente buscó el exterminio y desmembramiento de sus núcleos sociales más básicos, las familias (Cañuqueo & Elifonso, 2020), significando así la ruptura de lazos comunitarios. En este escenario, la desterritorialización y reterritorialización son definidas como un proceso de construcción territorial en el que se puede re-conocer y re-presentar la analítica del despojo en los territorios en el que entran en disputa/conflicto lógicas de dos o más grupos contrapuestos (Porto Goncalves, 2002, 2010). Donde el momento de trastocamiento de la sociedad es consecuencia de este doble proceso (desterritorialización/reterritorialización) marcado por la llamada “Conquista del Desierto” (1878-1885), proyecto que tuvo tal impacto que reestructuró a la sociedad bajo configuraciones sociales coloniales jerárquicas y racializadas (Delrio, Lenton, Musante, Nagy, Papazian & Pérez, 2010; Pérez, 2016).

Un proceso de dominación y control territorial no sólo de las dinámicas de acumulación dependiente, sino también un proceso que adquiere la forma de una empresa militar, exclusivamente protagonizada por hombres y para hombres. Fueron los varones los apropiadores y beneficiarios (materiales y simbólicos) de ese proceso de despojo como acto inaugural del capitalismo en ese espacio-tiempo expresado en la instauración de la propiedad privada de la tierra, la valorización de la tierra para la producción de mercancías y la expropiación o expulsión del trabajo libre/comunal.

Ese proceso de desposesión originaria se caracterizó por la incorporación de extensas superficies de tierras que pasaron a formar parte del patrimonio fiscal, y posteriormente fueron transferidas a particulares, con un claro predominio de grandes estancias, principalmente dedicadas a la ganadería ovina extensiva, ligadas a la venta de lana al exterior. La incorporación de la Patagonia al Estado-nación significó, como en otras áreas geográficas, la implantación de un régimen extractivista, entendido éste como la conformación de un patrón oligárquico de organización y regulación de la estructura socioterritorial, económica, ecológica y de poder de una cierta formación social, basado en la sobreexplotación de bienes comunes de la naturaleza del territorio local como apéndice proveedor de economías exógenas (Machado Aráoz & Merino Jorquera, 2016).

En particular, en la zona sur de la provincia de Río Negro se configura un proceso que consolidó la convivencia asimétrica entre organizaciones socio-productivas de grandes estancias con la persistencia de explotaciones de tipo familiar-comunal. Y en la zona de valles del río Negro se consolida una matriz productiva orientada principalmente hacia la fruticultura de peras y manzanas para el mercado internacional, sobre una estructura social agraria protagonizada por la producción familiar capitalizada (chacarera, tipo farmer) y sobre la base de pequeñas y medianas explotaciones adquiridas por migrantes europeos con la ayuda de créditos bancarios. A su vez, con obras de infraestructura financiadas por el Estado argentino que contribuirían a la valorización del capital inglés.

A este modelo productivo con anclaje en la ganadería ovina y la fruticultura en el norte de la Patagonia, en los últimos veinte años se incorpora la hidrofractura como modalidad de extracción de los hidrocarburos no convencionales de la mano de la profundización de políticas de carácter extractivo (minero) de los recursos que renuevan el ciclo de expropiación/mercantilización/depredación de bienes comunes de la naturaleza por parte del capital trasnacional. Donde las formas de competencia en un marco global e incierto como el que resulta de la reciente crisis mundial, y el nuevo auge de inversiones en hidrocarburos no convencionales, refuerza una estructura de capitales jerárquica y asimétrica en la que se afianza el predominio técnico, económico y financiero de las empresas transnacionales (Landriscini, Domeett & Rivero, 2014).

La imposición de una lógica extractiva sobre cuerpos y territorios opera con una lógica de ordenamiento que legitiman formas hegemonizantes de organización de la vida vinculadas a la matriz productiva, el mercado de trabajo y modos de habitar los territorios. En los últimos años la mercantilización en el acceso a ciertos bienes comunes de la naturaleza (agua, tierra y vegetación) son parte de dicho esquema de reproducción de la vida, reconfigurando relaciones sociales y dinámicas históricas de intercambio que combinan elementos mercantilizados y no mercantilizados.

La profundización de dispositivos hegemónicos impuestos por los regímenes de despojo en las primeras décadas del S XXI no solo pone en crisis la reproducción de la vida digna, sino que principalmente trazan estrechos márgenes de habitabilidad para las tramas comunitarias. En este sentido, identificamos que el entramado hegemónico de mercantilización avanza por los aspectos vinculados a: monetización de las economías locales, erosión de los vínculos de reciprocidad, universo de los valores de uso y de los medios de vida en general.

En este contexto, entendemos la trama comunitaria como aquellos entramados que habilitan la indagación en saberes y capacidades vinculadas al respeto, colaboración, dignidad y reciprocidad orientadas a garantizar la reproducción de la vida (Gutiérrez et al., 2017) y las posibilidades de persistir como experiencias comunitarias que expresan dinámicas diferenciales de lucha y organización. Tramas comunitarias con tres rasgos distintivos: ampliación de la noción de los procesos de aprovisionamiento social, introducción de las relaciones de género como un elemento constitutivo de la vida, y amorosidad y convicción de que el conocimiento tradicional es siempre un proceso social.

Trabajar con experiencias de construcción colectiva en clave de prácticas de (re)existencia frente a los ordenamientos hegemónicos, es indagar en el cómo se tejen los vínculos comunitarios e identificar aquellos rasgos de interdependencia, mutualidad y reciprocidad como procesos colectivos de creación a largo plazo. Experiencias que son el principal obstáculo y la principal forma de resistencia a la dinámica de la mercantilización en un contexto de despojo y expansión del capital con una fuerte presión por los territorios. Espacios comunes feminizados, sensibles a las desigualdades con registro de experiencias laborales colectivas de mujeres como: grupos de compras colectivas, asambleas, merenderos, cooperativas de tejedoras e hilanderas, bibliotecas populares, entre otras, que expresan formas otras de gestionar la economía familiar a partir de nuevos lineamientos basados en producir abundancia sustentable y eliminar la escasez (Pérez Orozco, 2014).

En este trabajo recuperamos dos experiencias colectivas con centro en la (re)existencia de la vida (Álvaro, Vicens, Correa & Marré, 2018;Kreiter, Higuera & Steimbreger, 2019) de un grupo de mujeres trabajadoras y productoras rurales que residen en barrios aledaños a las torres de perforación (Allen) organizadas en el espacio de asamblea y otro grupo de mujeres tejedoras e hilanderas campesinas-indígenas de la Línea Sur (Río Negro, Argentina) organizadas en el espacio de Cooperativa. Se realizaron un total de 56 (cincuenta y seis) entrevistas semi estructuradas, en los años 2018 y 2022, con rasgos flexibles en su diseños y organización bajo modalidad de preguntas abiertas con un acercamiento de indagación en la trama de organización colectiva. Las entrevistas se realizaron en sus espacios de organización donde realizan sus reuniones, asambleas y labores. De esta manera, la combinación de tipos de preguntas dirigidas hacia la tarea de reconstruir esa esfera de organización colectiva donde se tensionan las dicotomías público-privado, esfera productiva-esfera reproductiva, trabajo remunerado- trabajo no remunerado; buscan relevar aquellas prácticas que hacen al sostenimiento y reproducción de la vida.

Buscamos, de esta manera, caracterizar cómo la actividad extractiva impacta sobre nuestros cuerpos y territorios en el norte de la Patagonia; cómo afecta de un modo específico las tramas comunitarias y en qué sentido éstas son modos de (re)existencia a la mercantilización. Posicionamos en el centro la noción de “un nosotras” desde las organizaciones colectivas, saberes y conocimientos tradicionales.

Territorialidades disidentes donde se teje la trama comunitaria.

Ya mencionamos que enfocaremos este trabajo en dos zonas específicas que se han configurado a la luz de cambios y transformaciones sustentadas principalmente en la valoración diferencial de la naturaleza. Por un lado, el Alto Valle del río Negro ubicado al noroeste de la región y, por el otro, en el extremo austral, la meseta de Somuncurá en la línea sur rionegrina. Ambos son territorios que presentan importantes reservas de hidrocarburos no convencionales y minerales y donde se configuran territorialidades disidentes que trastocan la trama impuesta por los dispositivos hegemónicos en clave extractivo, con estrechos márgenes de habitabilidad. Proponemos aplicar la dimensión de territorialidades disidentes para retomar aportes teóricos de una creciente corriente bibliografía sobre estudios campesinos en Latinoamérica en los que se recupera la lucha por la recuperación y defensa del territorio. Donde se hace posible la reproducción de la vida frente a la lógica expulsiva del modelo de desarrollo con carácter extractivo; territorios en clave de resistencia a la expulsión (Hocsman, 2006; Lopes Souza, 2009; Porto Goncalves, 2010). En otras palabras, reponemos el sentido territorialidades disidentes como aquellas configuraciones territoriales donde se teje una trama de alcance comunitario con centro en la reproducción de la vida y como estrategia de re-existencia a la expulsión.

En el caso de la zona de Alto Valle del río Negro se ubica sobre los valles inferiores de los ríos Neuquén y Limay y el valle superior del río Negro y se caracteriza por vastas mesetas disectadas por esos cursos de agua permanentes. La agricultura se ha extendido sobre el Alto Valle comprendiendo una superficie aproximada de 100.000 has, de las cuales tres cuartas partes pertenecen a la provincia de Río Negro y el resto a la provincia del Neuquén. La provincia de Río Negro se caracteriza por una marcada especialización en el uso del suelo productivo, registrando para el Censo Nacional Agropecuario del año 2018, unas 107.952 has cultivadas, es decir el 53% de la superficie total de la provincia, concentrando en la zona de estudio una marcada especialización con un 70% de la superficie implantada con frutales de pepitas principalmente peras y manzanas (INDEC, 2021). Entre las localidades que lo conforman están Villa Regina, General Roca Fernández Oro, Allen, Contralmirante Cordero, Barda del Medio, Cinco Saltos, Cipolletti, por la provincia de Río Negro, y Neuquén, Centenario, Plottier, Senillosa, Vista Alegre y el Chañar por la provincia de Neuquén (ver Figura 1).

En esta región, durante gran parte del siglo XX se estructuró una economía de las prácticas de producción material y simbólicas (de intercambio y socialización) hegemónicas con centralidad en la forma de vida agraria, el núcleo doméstico y la figura masculina propietaria de la parcela como eje de la misma (Álvaro et al., 2018). El sujeto “hegemónico” que traza la centralidad de este régimen a partir del cual se organizan las ‘prácticas divisorias’ y la experiencia social es el cuerpo masculino, heterosexual, europeizado, de clase media, “padre” de familia campesina y chacarera. La contrafigura de este tipo social es el trabajador peón y el trabajador agrario temporario “migrante estacional” (familias de trabajadores rurales descendientes o migrantes chilenos y temporarios “norteños”) (Trpin, 2008) que se traslada en épocas de la tarea de cosecha, con un núcleo familiar de referencia, acompañante de la migración que, en muchos casos, se asentaron de forma definitiva en la zona sur de Río Negro en puestos y parajes; y en el Alto Valle, en zonas aledañas a las chacras, denominadas ‘calles ciegas’. En este esquema las mujeres han sido integradas como sector subalternizado, tanto en las unidades domésticas campesinas y chacareras, donde las interseccionalidades de clase, etnia y género las sitúan en lugares ‘otros’ del entramado territorial, de manera diferencial. El usufructo de su trabajo de cuidados, afectivo y productivo es apropiado al interior de los núcleos domésticos.

Ubicación del Alto valle del Río Negro en el norte de la Patagonia zoom del área considerada y ubicación en Argentina recuadro superior derecho.
Figura 1.
Ubicación del Alto valle del Río Negro en el norte de la Patagonia zoom del área considerada y ubicación en Argentina recuadro superior derecho.
Elaboración propia.

Entre los ‘80 y ‘90, ante la crisis y reestructuración económica mundial, en el complejo frutícola se fortalece la organización social de la actividad de tipo empresarial que redefinieron las posiciones productivas de trabajadora/es, chacarera/os y empresarios. Se consolida entonces el proceso de concentración y diversificación de la producción, la expansión territorial, la adopción de nuevas tecnologías y su combinación con las actividades productivas tradicionales, y la creciente transnacionalización. Como contrapartida, se profundiza el proceso de descapitalización y subordinación de la/os pequeña/os productora/es, quienes, hasta la actualidad, continúan enfrentándose con problemas tales como la falta de productividad, financiamiento y la pérdida de calidad de la fruta que, en algunos casos, conduce a su desaparición como actores agrarios (Steimbreger & Higuera, 2016).

En las primeras décadas del presente siglo, en esta región se fijan transformaciones territoriales vinculadas al desarrollo de estrategias de expansión y consolidación del ordenamiento extractivo impulsado por el Estado y presentado discursivamente como posibilidad “superadora” al perfil productivo agrario (Álvarez Mullaly, 2015), presionando sobre las mismas tierras que hasta hace poco estaban destinadas al cultivo de frutas de pepita. Así, en la periferia de la ciudad de Allen, parte de la región del Alto Valle, se expresa el avance de la frontera hidrocarburífera con presiones sobre el territorio frutihortícola. La reducción de las tierras productivas y la consolidación de tendencias rentistas por parte de los pequeños chacareros, son indicadores de los impactos indirectos que se registran. La mayor presencia de las petroleras para la explotación de tight gas desde el 2012 consolida un fenómeno social que profundiza el abandono de una forma de organización tradicional de la actividad productiva por parte de los pequeños y medianos productores inferiores a 25,0 has. y afectando mayormente a estratos que van de 5,0 a 10,0 has. Los productores se ven condicionados y tentados al alquiler o venta de sus chacras, acordando con la empresa petrolera YSUR-YPF una parte del área de sus tierras (entre 1,0 y 1,5 has) para destinarlas como locación a la explotación petrolera, a través de contratos anuales o bianuales (Acacio & Svampa, 2017).

La otra zona, se ubica en la línea sur rionegrina y ocupa el 60 % de superficie de la zona sur de la provincia y está integrada por cinco departamentos (Valcheta, 9 de Julio, 25 de mayo, Ñorquinco y Pilcaniyeu) (ver Figura 2).

Ubicación de la línea sur rionegrina zoom del área considerada y ubicación en Argentina recuadro superior derecho.
Figura 2.
Ubicación de la línea sur rionegrina zoom del área considerada y ubicación en Argentina recuadro superior derecho.
Elaboración propia en base a datos del Instituto Geográfico Nacional (se obtuvieron datos sobre líneas ferroviarias y la ruta Nacional N°23) https://www.ign.gob.ar/NuestrasActividades/InformacionGeoespacial/ServiciosOGC y de Infraestructura de Datos Espaciales de la República Argentina (IDE Río Negro) (se obtuvieron datos para la delimitación de los departamentos y las localidades) https://www.idera.gob.ar/portal/

El área en estudio abarca una extensa área de meseta y sierras, destinada a la producción ganadera extensiva ovina y en menor medida, caprina, con una organización social del trabajo predominantemente de base familiar. Escasamente poblada, que alcanza los 22.514 hab. según los resultados provisorios del CNPHV 2022, con población aglomerada en pueblos y parajes y población muy diseminada en el resto de la región vinculadas por las vías del ferrocarril y la ruta provincial Nº 23.

La base de la economía ha sido y continúa siendo la ganadería ovina de características muy extensivas con escasa demanda de mano de obra en la tarea de esquila, venta de lana, y en menor medida, de carne. Esta actividad favoreció una organización territorial diseminada con asentamientos de población en estancias y puestos ganaderos combinada con centros aglomerados vinculados con las áreas productivas. Se refuerza una organización productiva orientada casi exclusivamente a la producción ganadera ovina de tipo extensiva. La actividad se desarrolla en explotaciones de diversos tamaños, coexistiendo pequeñas explotaciones con una organización familiar que les ha permitido sobrevivir en el tiempo, junto a grandes productores ganaderos. En esta lógica interna de la pequeña producción familiar el punto de indagación es la presencia de organizaciones colectivas de mujeres que trabajan con sus manos y sus saberes la producción de tejidos e hilados de forma colectiva; un oficio ancestral como práctica de producción y resistencia a la expulsión y como modo de garantizar la (re) producción para la vida.

La extensa zona de sierras y mesetas conocida como línea sur rionegrina, transita en estas últimas décadas el avance del Proyecto minero Calcatreu, orientado a la extracción de oro y plata, ubicado a 80 km de Jacobacci (Figura 2) impulsado por el Estado provincial de Río Negro no sin resistencia de las organizaciones sociales ambientalistas. Las primeras actividades de exploración y propuestas de exploración por lixiviación con uso de cianuro se ubican en 1998, sin embargo, es recién en 2011 cuando se deroga la Ley N° 3981 (ley provincial anticianuro) que prohibía el uso de cianuro y/o mercurio en el proceso de extracción/explotación/industrialización de minerales. De este modo, se concede una demanda de las empresas mineras para la exploración y extracción de minerales, se presiona sobre las tierras productivas y se consolida el avance de la frontera extractiva minera. En 2017 aumentaron exponencialmente los permisos de cateo y se retoman las actividades de exploración y explotación de minerales. En una zona árida con un registro de 200 mm de precipitaciones anuales el uso del agua subterránea por parte de las comunidades es prioritario, en este contexto, adquieren protagonismos las organizaciones colectivas locales con los reclamos por el uso y acceso al agua y al suelo para la reproducción de la vida. El avance del capital estaría asociado no solamente con la apropiación y disponibilidad de recursos naturales para la ampliación de la producción tradicional (ganadería extensiva), sino también, orientado a la re-mercantilización de la vida dentro de un nuevo ciclo de acumulación por despojo, con la valorización y avance de los proyectos mineros metalíferos, impulsados por el Estado provincial y nacional.

Experiencias de (re)existencia para la vida

Las experiencias presentadas y analizadas en este apartado están transitando un proceso de construcción colectiva que muestran similares características en sus prácticas y procesos organizativos como en términos de resistencia y recreación de formas comunitarias de producción de la vida digna. La selección de las experiencias tiene un criterio intencional, y es que reflejan experiencias colectivas de mujeres en escenarios expropiatorios/extractivos con estrechos márgenes de habitabilidad donde se ponen en el centro las estrategias que se traman para “sacar la vida adelante”. Mujeres con una trayectoria de organización de más de una década, que tienen como base la búsqueda de asociarse o formar redes para fortalecer los espacios de organización colectiva. Para ello, trabajamos con un total de 56 (cincuenta y seis) entrevistas semi estructuradas, de los años 2018 y 2022, con rasgos flexibles en su diseños y organización bajo modalidad de preguntas abiertas (Cruz, Reyes & Cornejo, 2012).

En el caso particular de la línea sur de Río Negro trabajamos con la Cooperativa Gente de Somuncurá, integrada con más de 100 mujeres que trabajan de forma colectiva en las tareas de lavado de lana, hilado, tejidos con telar, confección de prendas y su comercialización. Se autoreconocen como hilanderas y tejedoras que recuperan una actividad ancestral como es el hilado y tejido mapuche. La experiencia de la cooperativa adquiere la forma de organización asociativa/comunitaria en 2001, en un escenario de crisis económica para la reproducción de la vida, se recuperan tradiciones como: hilado manual, técnicas de telar mapuche, tinturas con productos naturales de la zona, todas ellas como estrategias económicas para mejorar el ingreso familiar. En otras palabras, se buscan otros criterios de producción y distribución diferentes a la lógica capitalista y más ligados a lo que propone una economía social solidaria. Es una experiencia de autogestión, de acción solidaria y de cooperación con presencia de vínculos personales y/o asociativos, relaciones de reciprocidad, y de corresponsabilidad entre mujeres artesanas/hilanderas que permiten construir una territorialidad disidente. Esta trama comunitaria se construye en clave de práctica espacial en un contexto de expansión del capital en torno a proyectos minero-extractivos y de fuerte presión por la tierra.

En cuanto a Allen, traemos la voz de mujeres productoras familiares y trabajadoras rurales que habitan en zonas productivas de la localidad en pequeños barrios rurales como Costa Blanco y Calle Ciega al interior de las “chacras” conviviendo cotidianamente con la extracción de hidrocarburos no convencionales. También de mujeres referentes de distintos colectivos y organizaciones que se han entrelazado con aquellas y generado diversas formas de resistencia frente al saqueo del territorio y construcción de lo común como por ejemplo la organización de merenderos, espacios asamblearios de encuentro, acciones de reclamo y visibilización (cortes de caminos), entre otras.

En Línea Sur el trabajo de campo y realización de entrevistas se estructuró desde el 13 al 17 diciembre del 2022 en el área de la Meseta de Somuncurá, con dos modalidades de relevamiento: 2(dos) entrevistas en profundidad en la localidad de Sierra Colorada a informantes claves que integran la Cooperativa desde sus inicios y 29 (veintinueve) entrevistas grupales con bajo nivel de estructuración a tejedoras e hilanderas en Los Menucos, Paraje Comicó y Paraje Prahuaniyeu (Figura 2). En Allen, durante el año 2018 se realizaron 10 (diez) entrevistas semi estructuradas con rasgos flexibles en su diseño a mujeres referentes de la organizaciones y quince (15) entrevistas a mujeres trabajadoras rurales. Las entrevistas se realizaron en el lugar de trabajo o de vida de las mujeres y se utilizó la misma guía de entrevista para todas.

El instrumento metodológico contempló tres dimensiones de relevamiento: producción de saberes, entramados comunitarios y estrategias colectivas. La última dimensión (estrategias colectivas) contempla: condiciones de autoorganización y autoreconocimiento y transformaciones en las condiciones de vida impuestas por los regímenes de despojo extractivos que para desarrollarse privatizan bienes comunes naturales como la tierra, el agua y la vegetación.

Del análisis del instrumento, el caso de las hilanderas y tejedoras de la Cooperativa Gente de Somuncurá, se identifica un entramados comunitarios y estrategias colectivas que suelen permanecer ocultas e innominadas, que cuentan el modo en cómo se logra (o se intenta) sacar la vida adelante en un contexto de crisis socioeconómica y de avance del Proyecto minero Calcatreu con carácter extractivo. También distinguimos, el cómo estas mujeres recuperan sus saberes ancestrales (hilados, tintes naturales, tejidos a telar) como una iniciativa de sostén para sus hogares basado en una compleja y diversa estrategia de organización colectiva que se desarrollan en espacios y tiempos no necesariamente monetarizados (del Moral Espín, 2013). Se tejen formas alternativas de organizar de facto la reproducción social de la vida donde se vincula el saber hacer (tejer, hilar, coser) con la idea de obtener ingresos a partir de las tareas productivas cotidianas de las mujeres con rasgos campesinos que, de esta manera, se resisten a un modelo de desarrollo hegemónico:

“Me crie hilando de chica y usando el telar. Estoy hace más de 15 años en la cooperativa. Me gusta hilar y trabajar con las manos y la lana. Mi madre me enseñó a hacer ponchos y mantas. El saber hilar y tejer me sirvió para tener mi propio dinero y para poder darles algo a mis hijos. Ahora le enseño a mis hijos. Muchas de nosotras nos arreglamos solas. También trabajó en el campo, tengo 1 legua con 700 ovejas” (Hilandera 1, 2022).

El análisis del saber colectivo de estas mujeres está centrado en las estrategias que despliegan en la construcción y organización como sectores subalternos, ubicadas como sujetos de resistencia. La noción de ‘un nosotras’ pensándose desde sus costumbres, habilidades, conocimientos tradicionales, etc., cuya construcción no es posible comprender si no es reconociendo sus prácticas y saberes. Esto se resignifica cuando una hilandera señala que:

“antes era muy difícil aprender a esquilar, se decía que eso era solo cosa de varones” (Hilandera) otra manifiesta “el hilado se aprende mirando”.

Lo importante de la cooperativa para ellas es la revalorización de la mujer. Dos artesanas que participan de la cooperativa son hoy comisionadas en sus parajes. Son mujeres que nunca habían salido de sus parajes, pero la participación y organización en la cooperativa las fortalece, las empodera ellas resignifican la potencia de la trama comunitaria del espacio diciendo que:

“la cooperativa te exige juntarte, reunirte, confianza en el otro, es un lugar distinto”. (Hilandera 2, 2022).

En estas instancias de análisis de la organización de la Cooperativa recuperamos, en palabras de ellas, “saberes del lugar” y es en el espacio de las entrevistas grupales que accedimos a relatos de hilanderas, tejedoras y vecinas donde el aprender se logra mirando el trabajo artesanal y comunal de “nuestras madres y abuelas” y donde el mecanismo de enseñanza es entre ellas. En estas instancias experiencias de autogestión, de acción solidaria y de cooperación con presencia de vínculos personales y/o asociativos, relaciones de reciprocidad, y de corresponsabilidad entre mujeres artesanas/hilanderas/vecinas es que visualizamos una territorialidad disidente. Hablamos de acciones colectivas y creativas que expresan el encuentro y la organización comunitaria en tanto espacios para compartir sus vivencias y problematizar sus propias experiencias de (re)existencia con sus antagonismos en expresiones como la sequía, la falta agua y cuestionamientos sobre la existencia para poner en el centro del debate la vida de todas ellas.

De la misma manera, dentro de la apuesta por producir la trama comunitaria en procesos organizativos en contextos rurales y/o urbanos, donde la disputa por la vida digna frente al ordenamiento territorial del capital involucra y afecta los vínculos sociales que hacen posible la vida nos encontramos también con la experiencia de las mujeres en Allen. Recordemos que este lugar es en un caso resonante al ser históricamente reconocida por la producción de fruta de pepita para exportación, con preponderancia de la pera y ser en la actualidad una de las ciudades valletanas más expuestas a las transformaciones socioeconómicas del proceso de producción capitalista que reconfigura la zona productiva para la extracción de hidrocarburos no convencionales en la modalidad de fracking. Se trata de un proceso, que desde sus comienzos en el año 2012 ha generado fuertes impactos negativos para la población local en cuanto a salud, trabajo y (re) producción de la vida digna. Así lo expresan las mismas vecinas:

“cuando llegaron los pozos petroleros, bueno, la mayoría de la gente contentos porque dijimos se vienen empresas donde van a poder ingresar nuestros hijos, los maridos de los vecinos, y así…Pero cuando empezaron a golpear puertas no, nada, nada, nada, nada. No pasaba nada, al contrario, empezó el trabajo de camiones para allá y para acá” (Vecina, Costa Blanco, 2018).

Las familias asentadas previamente en zonas cercanas a la producción frutícola se ven directamente afectadas por la nueva dinámica productiva del fracking que, por medio del despojo y explotación, garantiza la acumulación del capital mientras arrasa con la actividad frutícola trastocando lo que hasta ese momento era el desarrollo de la vida cotidiana en los barrios. Son las mujeres las que al llevar adelante el trabajo reproductivo en el ámbito doméstico registran con mayor claridad las nuevas problemáticas que afectan su cotidianeidad y comienzan a generar los procesos de subjetivación en la construcción de la trama comunitaria (Gutiérrez, et al. 2017) a partir del despliegue estrategias de organización para reclamar o llevar adelante encuentros de vecina/os, cortes de caminos, difusión y visibilización en medios de comunicación de la zona, entre otras acciones. Así se expresó en las entrevistas:l

“Porque no teníamos movimiento de camiones, de nada, ni siquiera de un vehículo capaz… porque pasaba acá y era un vecino que iba a pasear, nada más. Y de golpe a ver maquinaria, ver camiones, ver camiones con cargas, sin carga, que entraban y salían durante día y noche. Porque no era que era de día nomás, y a la noche decías “bueno, vamos a dormir”. Era día y noche, pasaban camiones para allá, puesta de caños, ¿viste? Fue todo un cambio, pero… terrible. Terrible” (Vecina Calle Ciega 10, 2018).

De las voces de las mujeres se recupera con claridad cómo las actividades extractivas impregnan y precarizan los espacios de vida con contaminación sonora; presencia de ruidos constantes día y noche, movimientos de camiones de gran porte y apertura de nuevos caminos para su tránsito; tendencia creciente a la escasez de agua potable y vibraciones de sus viviendas. Emergen problemas de salud como dolores de estómago y problemas respiratorios. Entre las afectaciones de registros sensibles destacamos la sensación de miedo debido a la persistencia de ruidos por las noches, así como también dada la incertidumbre por imaginar un futuro posible para sus hijos/as y sus nietos/as, ya sea ante la falta de trabajo imperante y/o por las manifiestas consecuencias a la calidad de vida y al ambiente.

Las familias comienzan a enfrentar prácticas de la vida en común que antes no estaban del todo mercantilizadas como comprar agua y leña, elementos que antes obtenían en el mismo lugar donde residen o los dueños de las chacras les proveían de leña mediante la donación. Se ven expuestas así, a sufrimientos que antes de la llegada de las empresas no experimentaban:

“por ser mujer sufrimos todas lo mismo: el frío de buscar leña, de tener que hacer las compras, sufrir que a tus nietos no les falte leña. La mujer sufre acá en la zona rural sufre mucho” (Vecina Costa Blanco, 2018).

Antes estas situaciones en estos barrios, las mujeres muchas de ellas madres a cargo del hogar, se han organizado a partir de distintas modalidades de reclamo para visibilizar estas problemáticas y “decir basta”. Van desplegando estrategias de (re)existencias de construcción de lo común dando cuenta de la trama comunitaria cuando deciden sostener un merendero en el barrio diciendo “es una forma de ‘hacer algo’ comunitariamente. Son espacios comunes feminizados; en el sentido amplio de la responsabilidad misma de sostener la vida. Se construye la trama comunitaria vinculada con la creación de prácticas distintas a las habituales como una forma alternativa de organizarse desde el punto de vista simbólico, cultural y socioeconómico.

Vemos como en un contexto de incertidumbre y malestar se traman prácticas de ayuda y apoyo mutuo para enfrentar los procesos de profundización de desarrollo con carácter extractivo de la naturaleza que precarizan la vida. Por esto la resistencia consiste en reconectar lo más posible con nuestra condición por sostener una vida digna ante los efectos destructivos del extractivismo en los cuerpos y los territorios. Por esto, inmediatamente tienen lugar estrategias de (re)existencia que se (re) inventan como maneras de seguir viviendo bajo formas no mercantilizadas. Estas estrategias no son ajenas a la discusión y el debate con desacuerdos y divisiones entre vecinos y vecinas producto de los desiguales intereses y percepciones en juego, pero que en momentos claves encuentran lo común en el hacer dentro de la trama comunitaria, siendo las marchas y cortes de caminos a las distintas plantas de producción del 2018 en Allen otra forma de (re) existencia más frente a la imposición del ordenamiento territorial hegemónico.

Es en la transversalidad de las experiencias analizadas donde logramos conocer cómo en las acciones micropolíticas se enfrenta a los modos de exclusión que se dan dentro de la lógica del capital, por medio de las imposiciones de los ordenamientos territoriales hegemónicos y nos muestra las diferentes formas en las que las redes colectivas de las mujeres sostienen la vida digna y persisten en su lugar frente a la creciente expulsión territorial en la región.

Conclusiones

A lo largo del escrito buscamos presentar y analizar cómo se produce la trama comunitaria en tanto instancia/espacio de decisiones y acciones colectivas con lógicas heterogéneas y multiformes de producción y actualización de lo común, no exentas de tensión/conflictos, a partir de dos experiencias de mujeres organizadas de la provincia de Río Negro al norte de la Patagonia. Nos interesó trabajar con mujeres porque son ellas como madres a cargo de hogares quienes ven de lleno el impacto de las políticas extractivas en su vida y costumbres cotidianas, en la falta de trabajo tradicional para su familia derivado en problemas socioeconómicos para la población rural, en los problemas de salud asociados a la escasez de agua potable, en la sensación de miedo que las aqueja día a día. Recuperamos así la voz de quienes resisten a las condiciones de vida impuestas por una geografía extractiva y a la consolidación de prácticas de despojo que se vuelven similares en estos territorios distantes. Allí donde, sin lugar a duda, los cuerpos expresan estrategias en clave de práctica espacial de construcción de lo común de un modo situado y con autonomía. Se entrelazan experiencias organizativas como formas alternativas de tejer la vida y en ese proceso ocurren las experiencias de (re)existencia colectiva singularizantes, dando lugar a significaciones de vida digna situadas. Se confirma, así, la necesidad de explorar en la configuración de territorialidades disidentes ya que visibiliza la trama comunitaria con centro en la reproducción de la vida y las estrategias de re-existencia a la expulsión como un conjunto de solidaridades, luchas y formas de organización asociativa/comunitaria.

Del análisis pormenorizado de las entrevistas realizadas durante el 2018 en Allen y durante el 2022 en la Meseta de Somuncurá identificamos indicadores de ambas experiencias colectivas de mujeres que se constituyen como marcas ante el proceso de aceleración y expansión del capital con carácter extractivo de la naturaleza cuyas consecuencias se expresan al nivel de lo social, lo económico, lo relacional. Entre ellos destacamos la demanda y generación de espacios de encuentro, de diálogos; la creación de talleres de aprendizaje colectivo y asambleas populares como formas de (auto) organización participativa; la recreación o fortalecimiento de tramas comunitarias que les permitan pensar estrategias de acción, organización y sustento entre otras y las iniciativas de construcción en red en los modos de tejer vínculos con otras experiencias colectivas disidentes.

Identificamos que estas experiencias colectivas son formas de (re)existencia en zonas donde producir y reproducir la vida se torna cada vez más difícil porque entendemos que otros sentidos circulan en las asambleas de vecinas autoconvocadas o en una reunión entre hilanderas. Son lugares politizados donde discuten las acciones políticas en respuesta a quiénes consideran son los responsables directos de la acumulación del capital y de la imposición del ordenamiento territorial hegemónico. Son también espacios de aprendizaje mutuo, compartido, de trasmisión de saberes, que recuperan enseñanzas ancestrales, tradicionales que de otra manera seguirían ocultas transformándose en aquello que les permite seguir persistiendo en los lugares donde históricamente han desarrollado su vida

Podemos concluir, a partir de los casos que trabajamos, que las estrategias por la lucha en defensa de la vida suceden en todos los ámbitos donde las mujeres se identifican y se organizan tejiendo la trama comunitaria mientras hilan, organizan un merendero, cortan la calle o charlan entre vecinas. Además, generan espacios donde articulan y gestionan alianzas políticas con quienes están atravesando las mismas problemáticas pensando modos de (auto) organización en el territorio. Sus puntos de vista situados desbordan las dicotomías público-privado, esfera productiva-esfera reproductiva, trabajo remunerado- trabajo no remunerado y (re)ponen discursivamente los efectos que imponen los ordenamientos extractivos en los cuerpos y territorios y la posibilidad de tramar y potenciar aquellas prácticas que hacen al sostenimiento y reproducción de la vida.

Agradecimientos

Agradecemos a aquellas mujeres de la Cooperativa Gente de la Meseta de Somuncurá y de los barrios Costa Blanco y Calle Ciega de Allen que, con sus cuerpos y saberes, en la configuración de una trama colectiva van imaginando y construyendo territorios que hacen posible la vida

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Notas

4 El presente artículo se inscribe en el marco del Proyecto de investigación Res. 175/20: Cartografías de la construcción de ‘lo común’: experiencias micropolíticas en territorios arrasados. Facultad de Ciencias Sociales y Derecho. Universidad Nacional del Comahue.
5 This article is part of the research project Res. 175/20: Cartographies of the construction of 'the common': micropolitical experiences in devastated territories. Faculty of Social Sciences and Law. National University of Comahue.
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