¿DONDE LOS GUANACOS SE PASEAN CRUDOS? IDEAS DE NATURALEZA EN PARQUES NACIONALES

Brenda Sofía Ponzi
Centro de Investigaciones y Transferencia de Santa Cruz (CIT Santa Cruz; CONICET-UNPA-UTN)., Argentina

Boletín Geográfico

Universidad Nacional del Comahue, Argentina

ISSN: 0326-1735

ISSN-e: 2313-903X

Periodicidad: Semestral

vol. 44, núm. 1, 2022

boletingeografico@gmail.com

Recepción: 27 Agosto 2021

Aprobación: 02 Junio 2022



Resumen: Un Parque Nacional es un espacio atravesado por diferentes corrientes de pensamiento que definen el significado de la naturaleza y su conservación. En relación a ello, el objetivo del artículo buscó identificar las diferentes ideas que influyen en la construcción y consolidación del conservacionismo asociado a este tipo de áreas protegidas, en periodos de intensa migración y de posterior avance neoliberal en América y Argentina. Particularmente, se profundizó en las dinámicas que construyeron los Parques Nacionales Los Glaciares y Perito Pascasio Francisco Moreno, en la Patagonia Argentina. Con este fin, se revisaron antecedentes y documentación concernientes a la temática, desde un estudio cualitativo e intrínseco de casos. A nivel teórico, la investigación se nutrió de aportes críticos al modo de producción dominante. Los resultados obtenidos permitieron reconocer la convergencia de corrientes ilustradas, románticas y nacionalistas en la construcción de estos espacios, que aún continúan manifestándose. Además, se detectó una intensificación del proceso de mercantilización de la naturaleza dentro de los Parques Nacionales, a través del incremento de su promoción turística.

Palabras clave: Migración, Romanticismo, Turismo, Ilustración, Nacionalismo.

Abstract: A National Park is a space permeated by different currents of thought that define the meaning of nature and its conservation. In relation to it, the aim of the article was to identify the different ideas that have an influence on the construction and strengthening of conservationism associated to this type of protected areas in periods of intense migration and later neoliberalism advancement in the Americas and Argentina. In particular, this was deepened in the dynamics that build up the National Parks Los Glaciares and Perito Pascasio Francisco Moreno, in the Argentinian Patagonia. To this aim, antecedents and documentation related to this issue were reviewed from a qualitative and intrinsic study case. In the theoretical level, the investigation was fostered with critical approaches towards the dominant way of production. The results obtained allowed to acknowledge the convergence of Enlighted, romantic and nationalistic currents in the construction of such areas, currently being manifest. Besides, an intensification of the commercialization processes of nature within the National Parks was observed through an increase in the touristic promotion.

Keywords: Migration, Romanticism, Tourism, Enlightenment, Nationalism.

Introducción

El desarrollo de diferentes corrientes de pensamiento y el contexto histórico geográfico de su desenvolvimiento, nos permiten comprender la forma en que se construye el conservacionismo asociado a los Parques Nacionales (PNs) a nivel continental y, particularmente, en la Patagonia Argentina. Por esta razón, el objetivo del presente artículo es identificar las ideas en torno a la naturaleza que reconfiguraron este tipo de áreas protegidas.

El trabajo se desenvuelve desde un marco teórico crítico, cuestionando el lugar ocupado por los PNs en diferentes periodos históricos. Mediante la revisión teórica y documental en repositorios electrónicos y en la sede de los PNs Los Glaciares y Perito Moreno -provincia de Santa Cruz, Argentina-, se analizan cualitativamente las dinámicas generadas en la producción de cada uno de ellos.

Con respecto a las secciones que estructuran el texto, éste consta de cuatro partes donde se exponen la metodología, la teoría, los resultados y las conclusiones. En un primer momento, en los resultados se reconocen las ideas que confluyeron en Estados Unidos para la creación de la primera área protegida de este tipo y, en un segundo momento, se profundiza en los PNs patagónicos. Este último se divide en tres apartados siguiendo la fase de intensa migración entre los siglos XIX y XX; la consolidación de una idea de naturaleza entre 1930 y 1970; y el período más reciente de mercantilización de las áreas.

Metodología

Para producir los datos de esta investigación se llevó a cabo un estudio intrínseco de casos (Stake, 1999), de acuerdo a las particularidades de cada caso en un contexto determinado. Para ello se consideraron diversos textos y datos elaborados a través de la revisión documental ejecutada entre los años 2017 y 2020 en el marco de la tesis doctoral en curso[2]. En cuanto a los materiales consultados, se accedió a normativas concernientes a la creación y gestión de los PNs (Administración de Parques Nacionales, 2016, 2019; Decreto n° 105.433, 1937; Ley n° 12.103, 1934; Decreto Ley n° 654, 1958), contratos y permisos de arrendamiento y ocupación, así como otras investigaciones pertinentes al caso. En su análisis se tuvieron en cuenta las corrientes de pensamiento a través de las prácticas y los discursos de los agentes involucrados en los PNs, identificando palabras claves de cada corriente, tales como nación, salvaje, orden, civilización, evolución, progreso, paraíso, entre otras.

Las corrientes ideológicas y la forma en que influyeron en la producción de los PNs resultan un tema de interés puesto que permiten explicar cómo fueron concebidos, para qué fin y para quiénes funcionan estos espacios de exclusión territorial (Haesbaert, 2014). Particularmente para el caso de los PNs patagónicos, nos permitió comprender la trama ideológica e histórica que tensionan estos espacios periféricos construidos como desiertos. A largo plazo, este tipo de abordajes tienden a visibilizar la manera en que se hace ciencia y política con la conservación.

El supuesto inicial sobre el cual gira el trabajo establece que la construcción de los PNs involucra una convergencia de ideas y de objetivos, muchas veces contradictorias y excluyentes, sobre espacios concebidos como desiertos en períodos de intensa migración y reconfiguración del modo de producción capitalista. Estas corrientes, aún continúan ejerciendo su influencia en la forma de producir los PNs y la naturaleza que en ellos se conserva.

Alguien que anda hablando por ahí[3]. Marco teórico y estado del arte.

El título[4] de este artículo busca problematizar la idea de naturaleza que se ha construido en torno a los PNs. Históricamente se basa en una corriente de pensamiento moderna y antropocéntrica que representa a la naturaleza como externa al ser humano según sus propias necesidades, construyendo a los PNs como reservorios de belleza y biodiversidad o espacios para la acumulación de capital. Partiendo de esta idea inicial, el estudio se fundamenta en teorías críticas considerando que los conceptos de naturaleza y espacio son producciones sociales e históricas. Tanto desde la geografía crítica como desde la ecología política se problematiza esta separación sociedad-naturaleza de origen moderna, se discute acerca de su utilitarismo bajo un específico modo de producción y se visibiliza la manera en que el poder atraviesa a las áreas protegidas.

Algunos de los principales autores que se utilizaron en la investigación fueron Haesbaert (2014), Smith (2020), Moore (2020), Harvey (1998, 2007) y O´Connor (2001). Además, este artículo se encuentra ligado a otros trabajos referidos a la construcción de los PNs Patagonia (Ponzi, 2020b), Tierra del Fuego (Ponzi, 2020a) y Perito Moreno (comunicación personal).

Entre los antecedentes más cercanos a este trabajo identificamos el abordaje de Diegues (2001) que analiza las bases ideológicas del conservacionismo, los pueblos originarios y la situación brasilera; de Fortunato (2005) que examina los valores fundacionales del concepto de PN en los casos de Nahuel Huapi e Iguazú; y, principalmente, la tesis de Arcos (2020) sobre los procesos históricos y las racionalidades que convergen en la producción social de la conservación mendocina. Además, resultan de gran importancia las investigaciones realizadas por Núñez y Núñez (2012) sobre la relación entre las teorías ecológicas y las políticas implementadas en el PN Nahuel Huapi; el artículo de Perla Zusman (2011) sobre la influencia de las ideas conservacionistas del presidente estadounidense Theodore Roosevelt en Francisco Moreno; la publicación de Caruso (2015) donde realiza una periodización del proceso de creación de áreas protegidas en Argentina siguiendo las corrientes teóricas en conservación; y el estudio de Lofthouse, Simmons y Yonk (2016) acerca de la fabricación del PN Yellowstone.

En el caso de los PNs trabajados, la mayoría de las investigaciones se centran en aspectos del tipo físico y una mínima parte corresponden a estudios sociales, principalmente desde el turismo. En el plan de gestión del PN Los Glaciares, APN identificó vacíos de información referidos al área y sobre ocupaciones históricas, caracterización de visitantes y calidad de la visita (Administración de Parques Nacionales, 2019), pero no se problematiza acerca de los paradigmas o las corrientes que fueron definiendo su propia visión de la naturaleza y/o el poder en la producción de los PNs. En el PN Perito Moreno ocurre una situación similar, predominando los estudios sobre biodiversidad y geología. Con respecto a los trabajos sociales, prevalecen los trabajos arqueológicos y turísticos. En su plan de gestión reconoció que existe un reducido número de investigaciones exclusivamente referidas al área protegida y al “(…) manejo y conservación de recursos naturales” (Administración de Parques Nacionales, 2016, p. 118). En ambos casos ello da cuenta de la escasa prioridad otorgada por el organismo a otro tipo conocimientos de carácter más político.

De esta revisión se deriva la necesidad de investigar acerca de la manera en que las ideas y asociaciones de la conservación reconfiguran la producción espacial de los PNs y, de alguna manera, contribuir a la comprensión sociopolítica de dos PNs patagónicos.

El Parque Nacional: ¿un desierto para qué y para quiénes?

Un Parque Nacional es un tipo de área protegida gestionada por el Estado y diseñada siguiendo estándares internacionales (Ponzi, 2020b). Surge a partir de procesos de exclusión territorial (Haesbaert, 2014), involucrando el ejercicio de poder de diversos agentes que pretenden territorializar sus proyectos mediante la administración de un sistema de objetos, flujos y normas (Santos, 1999). Esta figura o forma espacial específica nace como estrategia de preservación de espacios prístinos hacia 1872 en Estados Unidos, se mundializa hacia mitad del siguiente siglo y se multiplica a partir de la década de 1970.

Partiendo de la idea que la naturaleza es un concepto producido e histórico, resulta necesaria su vinculación con las diferentes corrientes de pensamiento que emergieron luego del período renacentista. En relación a ello, en esta sección se abordan los fundamentos filosóficos que justifican las variadas visiones sobre ella y la conservación, así como la historia de la convergencia de estas ideas en la creación del primer parque estadounidense y su desarrollo en la Patagonia Argentina.

La convergencia ideológica en los PNs.

La división naturaleza y sociedad es ideológica y conlleva una serie de consecuencias políticas (Castree, 1995). Esta separación de espíritu renacentista[5], se profundizó con la filosofía ilustrada europea de mitad del siglo XVIII que dio inicio a la era moderna (Harvey, 1998). Cuatro pilares definieron el pensamiento moderno: el atomismo -el sistema es la suma de las partes-, el mecanicismo -la relación entre partes no cambia y se puede volver a un estado original mediante aplicación de energía-, el objetivismo -la realidad es independiente del sujeto- y el universalismo -existencia de verdades universales- (Greco & Crespo, 2015). Hacia el siglo XIX, Engels (2017) se encargó de criticar estas bases, a través de una serie de artículos que posteriormente constituirían su “Dialéctica de la Naturaleza” (2017).

El conjunto de ideas ilustradas promulgó la fe en una ciencia libre de valorizaciones, el progreso, la razón, el sentido de la vista, la libertad y la separación sujeto-objeto. Con el fin de ordenar y cosificar esta porción más física de la existencia, separó al ser humano de la naturaleza y empobreció el análisis multicausal de la compleja realidad. Espacialmente, esta corriente prefirió paisajes ordenados, limpios, seguros y tranquilizadores (Terán, 2015), teniendo grandes repercusiones en la forma de construir las áreas protegidas.

En el interior del grupo ilustrado y moderno, se halló la Fisiocracia, una teoría económica que marcó una gran diferencia entre ambas esferas. En relación a la naturaleza planteó que era preciso su observación “…como una realidad autónoma (autos nomos quiere decir precisamente “estar dotado de leyes propias, independientes”)” (Terán, 2015, p. 19).

Además de las ideas fisiocráticas, el romanticismo, el nacionalismo, el darwinismo social y las ideas higienistas resultaron claves en el proceso de concebir y crear PNs. Estas corrientes -algunas veces contradictorias- se asociaron históricamente con el discurso y la promoción de la actividad turística para conocer el patrimonio nacional y mejorar la salud. Un patrimonio que se fue construyendo durante y a posteriori de las grandes oleadas migratorias en toda América.

El romanticismo ha ejercido su influencia en la producción de los PNs, al retomar y enaltecer aquellos elementos que hacían única a una nación[6]. Este movimiento iniciado en Europa a finales del siglo XVIII reivindicaba una idea de naturaleza inconmensurable y salvaje, y promovía la contemplación del paisaje, la recuperación de las emociones y los sentimientos melancólicos que emergen tras la huida del ser humano del mundo natural. El romántico representará a la naturaleza de manera sublime, recogiendo aquello que genera temor y admiración al mismo tiempo, como un mar agitado (Terán, 2015, p. 54). Además, para Dachary y Arnaiz Burne:

Los románticos otorgan más autonomía al sujeto, reivindican la sensibilidad, la pasión y el amor por la naturaleza, cambian el gusto de la gente y las teorías estéticas de la creación; en síntesis, son una rebelión contra el absolutismo, se oponen a la separación entre sentimiento y razón: la naturaleza es un todo vivo. Heredan la admiración hacia lo primitivo del buen salvaje, que fue estropeado por la cultura y la civilización, y les asusta el futuro que la ciencia y el progreso anuncian, por lo que proclaman volver a una plena integración con la naturaleza, una utopía que los lleva al paraíso, la madre de las utopías modernas (2014, p. 2).

El despliegue de estas ideas románticas se produjo durante la era imperialista y de viajes de exploración. Entre uno de los más reconocidos naturalistas, geógrafos y exploradores se puede señalar al alemán Alexander von Humboldt[7]. Su idea de la naturaleza era más bien holística, antes que atomística. En sus obras, describía la belleza de los paisajes americanos, la grandiosidad de sus montañas, sus impetuosos torrentes, el aroma de su vegetación y la nostalgia por Europa que estas sensaciones le generaban. La emoción y el sentimiento romántico es detectable en fragmentos como los que siguen: “no hay comparable á la impresion [sic] de la calma majestuosa que deja el aspecto del firmamento en aquel parage [sic] solitario” (Humboldt & Bonplan, 1826, p. 56) y “(…) cuanto mas [sic] se asemejan los monos al hombre, son más tristes, y su alegría [sic] petulante disminuye a medida que sus facultades intelectuales parecen más desenvueltas” (Humboldt & Bonpland, 1826, p. 103).

A su vez, el romanticismo permitió pensar en la construcción de una nación a partir de múltiples y complejos componentes interrelacionados, distanciándose de la idea ilustrada de una historia progresiva y lineal para su conformación (Terán, 2015). Ello resultó clave para la conformación de las nuevas sociedades coloniales. La idea renacentista de Naturaleza fue afianzándose en América con los primeros colonos (Gudynas, 2019) y “si los símbolos sociales dominantes del Viejo Mundo obtenían su fuerza y legitimidad de la historia, los símbolos del Nuevo Mundo lo hacían de la naturaleza” (Smith, 2020, p. 32).

Como se observa, la corriente romántica surgió como respuesta a la Ilustración. Pero, en ocasiones, éstas convergieron en la producción de un mismo espacio ¿Cómo es posible? Terán lo explica a partir de un “romanticismo de medios y un iluminismo de fines”; esto es un “romanticismo para entender la realidad con todas sus particularidades locales, pero iluminismo para articular de la manera más eficaz los procedimientos destinados a obtener los objetivos y valores de la Ilustración” (Terán, 2015, p. 70). Sin dudas, se trata de un racionalismo puramente instrumental típico de la modernidad. Smith (2020) avanza un poco más en el análisis de las relaciones entre romanticismo e Ilustración y explica que sólo es posible ser romántico con una naturaleza que ya fue dominada por la razón.

Aplicando esta lógica a la convergencia de las ideas en la conservación, es lícito afirmar que el Estado se torna romántico enalteciendo ciertas naturalezas para fundar una identidad nacional, pero es un agente ilustrado cuando ordena y separa espacios con el fin de expandirse y mantenerse a largo plazo. Las naturalezas preferidas son aquellas deseables para el ojo humano, ya que tanto en las ideas ilustradas como en las románticas y nacionalistas se detecta un predominio de la hegemonía de la vista sobre el resto de los sentidos.

A estas corrientes se les suma el darwinismo social, que justifica la creencia en la superioridad nacional a partir de estos elementos distintivos y la corriente higienista, ambas desde el racionalismo positivo. Por un lado, el darwinismo social sería “un hijo bastardo de ese espíritu cientificista” (Terán, 2015, p. 126)[8] que aplicó la teoría de la evolución y la supervivencia del más apto a los grupos humanos. Para esta corriente, las desigualdades estaban basadas en un orden natural. Vinculados a ella, hacia fines del siglo XIX se desplegaron el determinismo, el racismo y la eugenesia malthusiana[9]. Gracias a esta convergencia, se desarrolló la creencia que algunos seres humanos sobrarían y que la crisis ambiental estaría vinculada al crecimiento demográfico y no al modo de producción y consumo. Para David Harvey, las consecuencias de esta forma de abordar la tensión entre población y naturaleza, podría ser devastadora para ciertos grupos y países dando lugar a la represión interna y la neocolonialidad hacia el exterior [10]. Para el geógrafo, “las ideas sobre el medio ambiente, la población y los recursos no son neutrales. Son de origen político y tienen efectos políticos” (Harvey, 2007, p. 76).

El darwinismo social y sus corrientes asociadas trajeron consecuencias para la gestión de las APs[11], justificando la expulsión de los pueblos originarios e instalando una confianza absoluta en la sociedad europea para lograr los objetivos de conservación. Es decir, una especie de colonialidad del ser y del saber (Lander, 2000).

Por otro lado, la corriente higienista consideró a la naturaleza prístina como un aspecto clave a tener en cuenta para mejorar la salud humana. El fuerte crecimiento demográfico observado a partir de la Revolución Industrial, sumado a la crisis ambiental desatada en las ciudades, justificaban la preservación de áreas aún inmaculadas. En este contexto, los PNs surgen como una forma de “cuidar la salud del pueblo” (Wilde, 1878 en Paiva, 2000, p. 9). Para Dachary y Arnaiz Burne, “los higienistas son los ambientalistas con sentido y ética social” (2014, p. 40).

La convergencia de estas corrientes sostuvo ideológicamente el nacimiento de la primera área protegida nacional en Estados Unidos: el PN Yellowstone. Dentro de sus límites se conservaba una naturaleza separada del ser humano, que estaba “(…) <em condições de ser descoberta e que esta fosse o antídoto aos venenos da sociedade industrial>. Porém, aquela wilderness era o produto dos desejos e perspectivas culturais, como um jardim da imaginação” (Raffestin, 2009, p. 25). Esa imaginación e idealización fueron criticadas por Smith:

El punto aquí no es la nostalgia de una naturaleza preproducida, como quiera que ella haya sido, sino mostrar el tamaño de la alteración de la naturaleza por medio de la agencia humana. Aquella naturaleza que sobrevive prístina, muy por debajo de la superficie terrestre o a años luz de ella, lo hace en esas condiciones solo porque nos es aún inaccesible. Si lo necesitáramos, dejaríamos que esta naturaleza inaccesible sostuviera nuestras nociones edénicas, pero ella es siempre un ideal y una abstracción de la imaginación, una naturaleza que nunca conoceremos en la realidad. Es así como los seres humanos han producido toda aquella naturaleza que se les ha vuelto accesible (Smith, 2020, p. 89).

La geógrafa Perla Zusman (2011) explica que hacia finales de siglo XIX en Estados Unidos se tensionaron dos vertientes derivadas de las ideas ilustradas y románticas: por un lado, el conservacionismo[12] que promovía el uso racional de los recursos defendido por Gifford Pinchot; y, por el otro, el preservacionismo de John Muir[13] que buscaba construir un reservorio para su apreciación. La autora agrega que según Nash, el culto por el mundo silvestre en este país se debía a una asociación de la naturaleza con la frontera, con el carácter norteamericano -discurso nacionalista-, con atributos de virilidad y resistencia -ideas darwinistas- y su importancia como espacios de la contemplación para cierto sector de la sociedad (Nash, 2001 en Zusman, 2011). También retoma a Denis Cosgrove cuando afirma que los migrantes y la naturaleza eran seleccionados:

Denis Cosgrove considera que el interés conservacionista norteamericano no puede desvincularse del surgimiento de movimientos nativistas, quienes veían en la migración del sur y este europeo, de China, Japón o México, una amenaza a la propia identidad. Los movimientos nativistas temían que esas nuevas sociedades alteraran una sociedad forjada a partir de la mítica migración de familias de agricultores anglosajones. Los parques nacionales, en particular, “representan en términos turnerianos, el tipo de ambiente en que los primeros y racialmente ‘puros’ inmigrantes fueron considerados como los forjadores de la identidad nacional americana”… (Cosgrove, 2008 en Zusman, 2011, párrafo 47).

En idéntico sentido, Fortunato recupera las ideas de Turner estableciendo que se “…reforzaba la idea del surgimiento de una nueva nación al separar a los norteamericanos de sus orígenes europeos” (2005, p. 326). No obstante, para Smith (2020) esta naturaleza estadounidense era un artefacto europeo y urbano[14], derivado de una exitosa objetivación y domesticación.

No solo el interés nativista, civilizatorio y romántico motivó la declaración de este parque. A modo de preludio de lo que predominaría un siglo más tarde, el PN Yellowstone también surgió a partir de la presión ejercida por ciertos agentes turísticos. Ello puede leerse en el siguiente párrafo: “Congress designated Yellowstone as a national park for two main reasons: first, railroad companies lobbied for a park designation to capitalize on tourism potential; and second, scientific expeditions persuaded Congress that the area was geologically unique and deserved protection” (Lofthouse et al., 2016, p. 3). Así, el despliegue de la infraestructura ferroviaria presionaba sobre la determinación de atractivos basados en la naturaleza; es decir, una condición de producción influía sobre otra (Moore, 2020).

Como una “invención social más que una innovación ecológica” (Fortunato, 2005, p. 316), el modelo Yellowstone de PN comenzó a desarrollarse y exportarse al resto del mundo, principalmente a otros países americanos como Canadá y, luego, Argentina.

Importando conservacionismo a los desiertos patagónicos.

En Argentina confluyeron las ideas ilustradas de la fisiocracia, el liberalismo y el racionalismo positivista[15]. Además, continuaron vestigios del pensamiento idealista romántico[16]. Tanto estas corrientes como el paradigma de conservación asociado, fueron importadas por la élite política hacia fines del siglo XIX en el marco de grandes oleadas migratorias[17]. Entre fines de ese siglo y principios del XX numerosos migrantes europeos se asentaron en Estados Unidos, Argentina, Brasil, Chile y Uruguay (Norambuena, 2016). Mientras que en Estados Unidos predominaron las nacionalidades del norte europeo (Terán, 2015) y la construcción de la identidad nacional se basaba en un alejamiento de Europa; en Argentina prevalecieron los contingentes migratorios desde el sur y sudoeste y los esfuerzos nacionalistas se enfocaban en mantener las costumbres y paisajes del viejo continente.

Con este marco se fueron recortando espacios para la conservación que cumplían con el estereotipo de paisajes europeos, apelando a la nostalgia de los recién llegados. Además, con el correr de las décadas, fueron aceptados como pobladores aquellos colonos europeos que habían permanecido ocupando y produciendo el espacio comprendido dentro de los nuevos límites conservacionistas. Y, a su vez, se revalorizaron las actividades y la forma de vida que éstos llevaron hacia el interior de los PNs. Ello da cuenta de una profunda imbricación entre las corrientes de pensamiento, la migración, la selección de naturalezas y el conservacionismo.

Para una mejor comprensión del proceso en Patagonia, se procedió a su periodización analítica. Así se abordaron la selección de migrantes y naturalezas en el marco de las grandes oleadas de fines de siglo XIX y principios de siglo XX; el triunfo de esa particular selección a través de la sanción de la primera ley de PNs en 1934; y, por último, la fase marcada por la reconfiguración del modo de producción y la implicancia en la conservación.

La selección de migrantes y naturalezas

El origen de los migrantes fue más diverso en la región de Patagonia Argentina, avanzando sobre los espacios australes como si fueran desiertos. Entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, se arremetió contra las tierras de diversos pueblos originarios -entre los que destacan Tehuelches y Mapuches- tanto a través de campañas militares o mediante leyes de colonización que proyectaron estos espacios como vacíos para el avance de un ideal blanco, europeo y cristiano (Terán, 2015). Según Fortunato (2005), esta construcción simbólica se explica atendiendo a las bases del pensamiento positivo, donde “(…) la ausencia de civilización era entendida como un vacío” (p. 323) y de acuerdo con Schweitzer (2013), formarían parte de un proceso de expansión y ampliación de fronteras para el capital, principalmente inglés.

Así, se fueron adjudicando parcelas entre 16.000 y 25.000 hectáreas para la producción ovina, tanto a empresas chilenas como a inmigrantes de origen inglés, alemán, francés, español, galés, escocés, holandés, entre otros[18] (Correa Falcón & Klappenbach, 1924; Ponzi, 2020b). A partir de ello, “el pionero transforma al desierto pero el resultado no es la vieja Europa sino un producto nuevo, un producto americano” (Fortunato, 2005, p. 325). Ese producto americano fue cuidadosamente seleccionado y afectó a la construcción de la conservación, como establecen Núñez y Núñez:

Vale señalar que, hasta mediados del siglo XX, en Argentina sólo se consideraba ciudadano a los varones con antepasados europeos, los pueblos originarios no se consideran habitantes legítimos. Así, la idealización del ciudadano argentino, repitiendo el modelo europeo, se proyectó incluso en el paisaje afectando las políticas de conservación (2012, p. 431).

En este contexto, en 1903 el gobierno argentino le adjudicó casi 63.000 hectáreas ubicadas entre las provincias patagónicas de Río Negro y Neuquén al perito Francisco Pascasio Moreno. Moreno fue uno de los principales promotores de este avance de la frontera nacionalista austral por su labor en la Comisión de Límites entre Argentina y Chile. Ese mismo año, el perito donó 6.500 hectáreas para la creación de un área protegida que sería denominada PN del Sur y, posteriormente, PN Nahuel Huapi (Decreto Ley n°654, 1958). En él influyeron fuertemente las ideas norteamericanas, tal como lo expone Zusman:

En un contexto en que el Estado argentino también estaba comenzando a ocupar las áreas recientemente expropiadas a las poblaciones indígenas (particularmente luego de la aprobación de la Ley de Territorios Nacionales N. 1532 de 1884), Francisco P. Moreno será influenciado por el culto al mundo silvestre norteamericano, haciendo un llamamiento a la sociedad argentina para la conservación de ambientes considerados “fuente” de la representación patriótica. En este marco, en el año 1903 devuelve parte de las veinticinco leguas cuadradas que el gobierno nacional había despojado violentamente a la población indígena local y le había otorgado como recompensa por su actuación como perito en la definición de los límites internacionales con Chile (Zusman, 2011, párrafo 43).

Los proyectos conservacionistas y de desarrollo fueron construyendo a esta región como la Suiza Argentina (Navarro, 2008 en Zusman, 2011, párrafo 48). Como bien afirman Barelli y Azcoitía (2015) específicamente para la localidad de Bariloche -situada en el PN Nahuel Huapi- se fue erigiendo un discurso hegemónico que valorizaba estéticamente el paisaje y estigmatizaba a los pueblos originarios y a ciertos grupos de migrantes, principalmente chilenos. Se trataba de un modelo de exclusión y expulsión no solo de usos y naturalezas, sino también de pueblos considerados incompatibles con los ideales de civilización, de naturaleza prístina y de identidad nacional.

Hacia principios del siglo XX, en el área ocupada por los posteriores dos PNs bajo estudio, se fueron asentando colonos a partir de leyes de colonización que respondían al proyecto alberdiano de “gobernar es poblar”[19] (Norambuena, 2016, p. 71). Como podrá observarse, los contratos de arrendamiento no fueron celebrados con integrantes de pueblos originarios, dando cuenta de la selectividad en el proceso de otorgamiento de tierras. La ocupación de estos espacios no fue tarea sencilla, no solo por las condiciones físicas sino también por las disputas legales entre los pobladores por las parcelas[20] (Figura 1).

Estancias en el interior de los posteriores PNs Los Glaciares y Perito Moreno provincia de Santa Cruz.
Figura 1
Estancias en el interior de los posteriores PNs Los Glaciares y Perito Moreno provincia de Santa Cruz.
Elaboración propia

En el PN Los Glaciares tanto el origen de los colonos como la fecha de ocupación y arrendamiento de tierras fueron variados[21]. Entre ellos podemos identificar a los daneses Andreas Madsen[22] que construyeron la Estancia Fitz Roy (ocupación en 1919 y permiso en 1928) y Martín Bjerg de Estancia La Quinta (ocupación en 1918 y permiso en 1928); los ingleses Percival Masters de Estancia Cristina (ocupación en 1914 y permiso en 1927), Guillermo Payne y Juan Atkinson de Estancia Lago Roca (ocupación y permiso en 1907); el noruego Halvor Halvorsen de Estancia Río Túnel (ocupación en 1912 y permiso en 1928); los hermanos españoles José, Isidro y Manuel Rojo de Estancia San José (ocupación en 1917 y permiso en 1928); el finlandés Alfred Ramström de Estancia Helsingfors (ocupación en 1916 y permiso en 1927); los croatas Santiago Peso de Estancia La Gerónima/Nibepo Aike (ocupación y permiso en 1907), Vladimiro Trutanic y Nicolás Stipicic de Punta Avellaneda[23] (Figura 1). A estos colonos devenidos productores ganaderos[24] se les sumó la empresa chilena Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia que explotó forestalmente al PN hacia la primera década de 1900 (Administración de Parques Nacionales, 2019).

En el caso del PN Perito Moreno, los primeros derechos de ocupación fueron otorgados en 1911 a la Sociedad Germano-Argentina de Colonización, pero ésta no prosperó. Luego fueron asentándose familias bajo contratos de arrendamiento. Tal como ocurrió en Los Glaciares, llegaron colonos desde diversas regiones: el uruguayo Alejandrino Núñez de Estancia La Oriental (ocupación en 1917 y contrato en 1928); el inglés Helbert Elbourne de Estancia Lago Belgrano (ocupación en 1920 y contrato en 1936); el chileno Florencio Rivera de Estancia Río Roble (ocupación en 1914 y contrato en 1948); y Nicanor Torres de Estancia El Rincón (ocupación en 1917 y contrato en 1928) (Figura 1) (Administración de Parques Nacionales, 2016).

De esta manera, la concurrencia de ideas ilustradas, románticas y nacionalistas actuó ponderando paisajes de estilo alpino, apelando a la nostalgia de esos primeros migrantes convertidos en colonos y primeros pobladores de los posteriores PNs.

La normativa como triunfo de la selección humana y natural

Tanto la representación de la naturaleza como el conservacionismo fuertemente asociado a lo europeo y elitista se afianzaron durante la década de 1930 con la creación de la Dirección de Parques Nacionales (Ley 12.103, 1934)[25], posterior Administración de Parques Nacionales (APN). La normativa expresamente estableció que podían ser considerados PNs aquellas áreas que por su belleza escénica o por un interés científico “sean dignas de ser conservadas para uso y goce de la población de la República” (Ley 12.103, 1934, art. 7). El fin de la Dirección era conservar y embellecer a los Parques, promover la investigación y el turismo. Los miembros del Directorio de la institución debían ser exclusivamente argentinos y bajo un cargo sin remuneración, dando cuenta del estrecho vínculo entre conservación y afianzamiento de los intereses de la Nación (Ley 12.103, 1934).

Con este instrumento normativo se dio inicio a la larga historia de APN. Esta institución argentina encargada de gestionar los PNs, ha recibido diferentes denominaciones e influencias ideológicas a lo largo de su historia (Caruso, 2015). De acuerdo a Barelli y Azcoitía, APN forjó una particular argentinidad, aristocrática y centroeuropea y “…la <figura del pionero> sufrió una metamorfosis, y fue el Estado quien tomó su lugar en tanto descubridor e impulsor del valor simbólico del paisaje” (2015, p. 5).

La forma de gestionar la naturaleza dentro de los PNs siguió con ese ideal moderno antropocéntrico, seleccionando no sólo a los colonos sino también a las especies desarrolladas en su interior a partir de un estereotipo de belleza. Tanto la desvalorización de especies nativas como de pueblos originarios “…repite la importancia por incorporar elementos foráneos en estas latitudes” (Núñez & Núñez, 2012, p. 431). Este proceso puede entenderse a partir del despliegue de otro movimiento relacionado a las artes -el modernismo- (Terán, 2015) y la evolución de las disciplinas ecológicas y las ciencias del paisaje. El modernismo convive con el realismo y el naturalismo y, si bien retoma elementos románticos, reformula la forma de concebir la naturaleza. Ya no será idolatrada una naturaleza salvaje, sino que se tratará de un artificio donde es posible la intervención humana[26].

Tanto el despliegue de las corrientes ideológicas como las ciencias reconfiguradas a partir de ellas, repercutieron en la gestión de la naturaleza dentro de los PNs[27]. Entre las décadas de 1930 y 1960 dos cuerpos teóricos resultaron claves: la teoría del clímax y, luego, la de ecosistema que se instalará hacia finales de siglo XX. La primera teoría marcó este periodo y se basó en la importancia de las estructuras vegetales pero “…sin mayor problematización al tipo de plantas que la formara” (Núñez & Núñez, 2012, p. 429). Así, fue permitida la introducción de especies exóticas en el PN Nahuel Huapi (Núñez y Núñez, 2012), aproximadamente hasta la década de 1970.

Hacia 1935 el botánico inglés Tansley revisó la teoría del clímax y desarrolló su idea de ecosistema, la cual entendía a la naturaleza como un sistema físico que incluía a los seres humanos. Los abordajes posteriores que se hicieron del concepto, lo despojaron de su parte humana centrándose en la biología de los ambientes y en la gestión de la vida silvestre (Gudynas, 2019; Núñez & Núñez, 2012). No obstante, “essa ecologia primitiva recorria a instrumentais funcionalistas, mas também eram parte de uma ética de manipulação e controle…” (Gudynas, 2019, p. 137). Estos conocimientos científicos impactaron en la naturaleza recreada en los PNs hacia mitad de siglo, sancionándose normativa específica que evitaba la introducción de especies exóticas (Decreto Ley 654, 1958, art. 16).

En la década de 1930, también se identificaron críticas a la corriente de pensamiento moderna desde la Escuela de Frankfurt. Esta escuela parte del idealismo hegeliano, reformulado por Engels y Marx con su materialismo histórico, planteando una forma holística de comprender la naturaleza. De acuerdo a ello, no se puede pensar en la naturaleza separada de los desarrollos históricos de las fuerzas productivas (Arcos, 2020) ni desconsiderar la transformación del ser humano a partir de la modificación de la naturaleza (Schmidt, 1977).

Una consecuencia de esta corriente crítica para la conservación y los PNs podría rastrearse en la promoción del turismo social que llevó adelante el gobierno peronista durante la década de 1940 (Barelli & Azcoitía, 2015; Caruso, 2015). Además, es posible su vinculación con el movimiento higienista de corte más social que tuvo en cuenta las condiciones de vida de la clase obrera (Paiva, 2000) y representó el despliegue de ideas keynesianas para la gestión espacial y el énfasis en la idea de consumo como motor de la economía (Arcos, 2020).

Corrientes de pensamiento, ciencia y normativas determinaron las naturalezas dignas de conservar, promoviendo la creación de otros PNs en Patagonia[28]. Tres años después de la creación oficial del PN Nahuel Huapi, se decretan los PNs Los Glaciares y Perito Moreno (Decreto n°105.433, 1937) (Figura 1). En estos espacios, los lazos entre conservación y defensa de las fronteras eran estrechos y la idea de PN contenía dentro de sí un interés geopolítico de defensa de la frontera[29]. Ello se volvió más evidente durante la década de 1980 con el recrudecimiento de la tensión con Chile por la definición de los límites internacionales.

Como ya se describió en la sección anterior, esas tierras estaban ocupadas por colonos que desarrollaron la actividad ganadera ovina. La ley de 1934 reconocía el derecho de los propietarios situados dentro de los PNs (Ley 12.103, 1934, Art. 13), pero no de los ocupantes que contaban con precarios contratos de arrendamiento. No obstante, la ley mantenía la vigencia de estos acuerdos previos hasta que el Directorio definiera su situación (Ley 12.103, 1934, Art. 20). Ésta comienza a regularizarse a partir de 1966, con el otorgamiento de Permisos Precarios de Ocupación y Pastaje a gran parte de los colonos y el desalojo de otros ocupantes en situación irregular[30]. Para comprender este proceso, se debe recordar que los límites de los PNs fueron construidos sobre el papel, considerando los espacios como vacíos. Así, se dio un doble avance del desierto: un frente asociado a ciertos migrantes sobre los pueblos originarios y, posteriormente, otro vinculado a la conservación sobre los colonos asentados en el interior de los PNs, circunscribiendo los circuitos de producción que éstos podían llevar a cabo. En definitiva, el otorgamiento de Permisos Precarios oficializó la permanencia de ciertos individuos dentro de los límites de los parques, así como las actividades compatibles con la conservación en un período específico.

La reconfiguración neoliberal de las ideas y la conservación

Entre 1970 y 1980 se reconfiguraron las ideas y la forma de construir el mundo. El despliegue de la corriente neoliberal y el postmodernismo, los grandes avances científicos en la comunicación y el transporte, el posfordismo y la financiarización de la economía, la redefinición del rol del Estado, el cambio en los patrones de consumo, el avance del movimiento ambientalista y de organizaciones no gubernamentales, reproyectaron los PNs y aumentaron exponencialmente su número.

Las ideas neoliberales reconfiguraron el paradigma de la conservación. Como renovación de la corriente liberal moderna, esta teoría económica promueve la mínima intervención estatal, la supremacía de las leyes de mercado en todos los aspectos de la vida y la profundización de la transformación del ciudadano en consumidor (Gudynas, 2019;Santos, 2012). Su despliegue trae asociada una visión espacial ahistórica, negando temporalidades, transformaciones e interacciones y repercutiendo directamente en la forma de concebir la naturaleza.

Esa conversión del ciudadano en consumidor permite comprender la diferencia entre los objetivos del conservacionismo de principios y de finales de siglo. Desde un modelo donde se constituía como un deber conocer el patrimonio de la Nación, se transitó a otro donde resulta casi obligatorio su consumo turístico. La movilidad asociada a ese turismo es marca de civilización, mientras que “(…) la inmovilidad es el atraso, lo tradicional” (Terán, 2015, p. 63). Tanto movilidad como inmovilidad son dos caras de una misma moneda: la existencia de una es dependiente de la otra, es decir, para que existan turistas son imprescindibles los vagabundos, aquellos “(…) desechos de un mundo que se ha consagrado a los servicios turísticos” (Baumann, 1999, p. 13). Entonces, si bajo teorías marxistas la pertenencia a una clase se definía por la propiedad de los medios de producción, en la actualidad la estratificación y diferenciación social se basan en el capital simbólico y la posibilidad de movilizarse en función de ciertos atractivos (Baumann, 1999; García Canclini, 1990).

En este contexto donde el turismo se posiciona como una actividad deseable, los PNs se producen como atractivos y estrategias para lograr el desarrollo o su vertiente sustentable[31]. Por un lado, posicionándose como solución a las demandas de los movimientos ambientalistas y, por el otro, como medio para lograr la acumulación de capital mediante la mercantilización de una particular idea de naturaleza.

Como ya se indicó en el apartado anterior, la selección de esta naturaleza dependió no solo de la evolución de las corrientes sino particularmente de la ciencia ecológica. Si bien hacia 1958 se prohibió el ingreso de especies exóticas a los PNs, esta cuestión se exacerbó en esta etapa mediante la utilización de sustancias tóxicas para su erradicación. Esta preocupación se detecta en el Plan de Gestión Institucional donde se impulsan proyectos de control ya que “la invasión de especies exóticas se reconoce como un problema grave, debiendo evitarse la introducción de nuevas especies y el incremento de la distribución de las existentes” (Administración de Parques Nacionales, 2001, p. 30).

De esta manera, las áreas protegidas se ofrecen como atracciones para satisfacer el deseo de consumir lugares y de acumular sensaciones (Baumann, 1999); como espacio para la acumulación capital; y como respuesta a la crisis socioecológica. Es decir, se produce una naturaleza al servicio del arrogante capitalismo en términos de Moore:

La arrogancia que gobierna el capitalismo es que este puede hacer lo que le dé la gana con la Naturaleza, que la Naturaleza es externa y puede ser codificada, cuantificada y racionalizada para que esté al servicio del crecimiento económico, el desarrollo social o algún otro bien mayor (2020, p. 17).

Esta asociación entre turismo, desarrollo y valorización de lo autóctono dentro de los PNs prosperó con la sanción de la Ley n°22.351 de 1980 (arts. 1, 4 y 9). Estas áreas comenzaron a capitalizarse para el consumo turístico -principalmente los espacios categorizados como reservas-, permitiéndose la caza y pesca deportiva de especies exóticas (Ley n°22351, 1980, art. 18).

En el caso particular de los PNs patagónicos, se renovó el mecanismo de colonización, como argumentan Núñez, Aliste y Bello, “(…) sustentado en una capitalización de la naturaleza donde el valor ´ambiental´ sustenta una nueva racionalidad económica en tanto objeto de transacción” (Núñez, Aliste, & Bello, 2014, p. 2). Tanto la naturaleza como los visitantes de estas áreas continuaron seleccionándose de acuerdo a patrones modernos. Con respecto a lo primero, las especies exóticas se plantearon como una gran amenaza para los PNs (Administración de Parques Nacionales, 2016, p. 156). Entre el plan preliminar de manejo de 1997 y el plan de gestión de 2019 del PN Los Glaciares se identificó un aumento de la preocupación por la cuantificación de estas especies. De acuerdo a éste último, en el área protegida se reconocieron 642 plantas vasculares con un total de 145 especies introducidas (Administración de Parques Nacionales, 2019, p. 67). En el PN Perito Moreno fueron 28 plantas vasculares exóticas, aunque su número es bastante inferior al registrado en otros PNs (Administración de Parques Nacionales, 2016, p. 59). Para su control, habitualmente la institución emplea erradicación mecánica y química, mediante el uso de sustancias nocivas como el glifosato. Esta manipulación de las especies dentro del área da cuenta de la consideración de un espacio como atemporal, negando las transformaciones producidas por la naturaleza humana y reforzando la idea iluminista de manipulación en pos de un ideal de naturaleza intocada (Diegues, 2001).

Con respecto a la selección o preferencia de visitantes[32], tal como sucedió con la migración de principios de siglo XX, se apunta a la atracción del turismo internacional y, particularmente, europeo[33]. Ello marca una diferencia con esa promoción del turismo interno para el conocimiento del patrimonio nacional de mitad de siglo. En el caso de Los Glaciares, podemos observar la importancia de lo extranjero a partir del origen de los visitantes y de la moneda de comercialización de las excursiones en su interior. En el año 2018 más del 56% de los visitantes de la Zona Sur era extranjero (Administración de Parques Nacionales, 2019) y las excursiones se cotizaban en dólares. En el caso de la permisionaria Estancia Cristina, sus precios variaban entre 100 y 300 dólares para las excursiones diarias; y entre 730 y 1000 dólares para el alojamiento por noche y persona en 2021.

Los PNs se transformaron en espacios óptimos para la acumulación diferencial de capital mediante la venta de un paisaje inmaculado romántico[34] o de la participación en actividades vinculadas a las estancias ganaderas. Por diferentes modificaciones normativas, los permisos precarios de ocupación pudieron heredarse y transformarse en permisos turísticos (Res. 154, 1991; Res. 87, 1994). Las familias de los colonos de principios de siglo se transformaron en empresarias dispuestas a ofrecer experiencias a los visitantes, a comercializar sus servicios bajo la tipología de turismo de estancias dentro de los PNs. Ello ocurrió en el caso de las Estancias La Oriental del PN Perito Moreno y de La Quinta, Helsingfors, Nibepo Aike y Estancia Cristina en el PN Los Glaciares.

Existen diferencias significativas entre los PNs Los Glaciares y Perito Moreno que no solo se refieren a los atractivos que se promocionan sino también a la cantidad de visitas y la comercialización de experiencias. Perito Moreno recibe menos de 2.000 visitantes anuales, contra un promedio de 600.000 de Los Glaciares. Esta importancia económica de la naturaleza resguardada en este último puede rastrearse en el siguiente fragmento:

El PNLG se percibe como un destino turístico en sí mismo, de importancia nacional e internacional. Es uno de los parques nacionales que recibe más visitación y uno de los que más aporta en cuanto a la redistribución de los ingresos para el sostenimiento de la institución. Resulta un eslabón estratégico en el desarrollo socioeconómico local y un emblema de la promoción turística argentina en el mundo (Administración de Parques Nacionales, 2019, p. 101).

Esta valoración del área medida en términos económicos repercute directamente en la forma de gestionar y organizar la naturaleza en su interior. El deseo del turista se vuelve determinante como estrategia discursiva para ampliar la oferta de atractivos. Se lee en el plan de gestión del PN Los Glaciares:

El turista actual ha cambiado sus gustos y hábitos con respecto a décadas pasadas. Hoy es una demanda exigente, informada, en búsqueda de experiencias únicas y destinos poco perturbados. El PNLG ofrece estas preferencias en toda su extensión, brindando alternativas de ecoturismo en distintas propuestas. Si bien las actividades de contacto con la naturaleza son variadas, las mismas no están agotadas en su especialidad; por ejemplo, no se realizan actividades de observación de aves, turismo astronómico, entre otras, dejando abierta la posibilidad de ampliar las propuestas (Administración de Parques Nacionales, 2019, p. 101).

La lucha por la erradicación de especies y el impulso al turismo son dos procesos que, a simple vista, resultarían contradictorios. En primer lugar, esta actividad aporta un significativo porcentaje de gases de efecto invernadero que contribuyen con el cambio climático (Lenzen et al., 2018). Ello repercute en la adaptación de las diferentes especies al calentamiento global. Es decir, se promueve un circuito que aumenta la vulnerabilidad de las especies nativas. En segundo lugar, los turistas también podrían considerarse especies exóticas que alteran los patrones de consumo en torno a los PNs y motivan el avance de la mercantilización de las áreas.

¿El Parque Nacional, ese lugar donde los guanacos se pasean crudos?

Como fuimos observando a lo largo del trabajo, la forma de relacionarnos y construir la naturaleza fue aprendida dentro de un modo de producción capitalista (O´Connor, 2001). Si tanto las corrientes de pensamiento como la naturaleza son productos históricos y tienen influencia directa en la forma de conservar y organizar políticamente los espacios, debemos incendiar el ideal absoluto de naturaleza. Para ello, resulta clave evitar los análisis empobrecidos de la realidad, recurriendo a hibridaciones que enlacen sociedad y naturaleza, teoría y práctica, materialismo e idealismo; resituándonos en la complejidad para salvarnos del orden, la simpleza y la objetivación moderna.

En este camino se detectan nuevas líneas que buscan otras formas de abordar los componentes de esta red híbrida, formada tanto por naturaleza humana como no humana (Latour, 2012). En algunos casos, retoman teorías críticas o posturas biocéntricas. Ello no significa subjetivizar las cosas, ni objetivizar a los seres humanos, sino evitar las dicotomías (Greco & Crespo, 2015). En medio de estos nuevos pensamientos, nos preguntamos ¿se transformarán los PNs?

A modo de síntesis irónica y crítica a las valoraciones de la naturaleza, tanto de ilustrados como de románticos, se retoma este fragmento de la obra cortazariana. En él se plantea, por un lado, la hipocresía de los civilizados modernos y, por el otro, la radicalización de quienes idolatran el ideal de naturaleza:

En esta época de retorno desmelenado y turístico a la Naturaleza, en que los ciudadanos miran la vida de campo como Rousseau miraba al buen salvaje, me solidarizo más que nunca con: a) Max Jacob, que en respuesta a una invitación para pasar el fin de semana en el campo, dijo entre estupefacto y aterrado: «¿El campo, ese lugar donde los pollos se pasean crudos?»; b) el doctor Johnson, que en mitad de una excursión al parque de Greenwich, expresó enérgicamente su preferencia por Fleet Street; c) Baudelaire, que llevó el amor de lo artificial hasta la noción misma de paraíso (…) Los civilizados mienten cuando caen en el deliquio bucólico; si les falta el scotch on the rocks a las siete y media de la tarde, maldecirán el minuto en que abandonaron su casa para venir a padecer tábanos, insolaciones y espinas; en cuanto a los más próximos a la naturaleza, son tan estúpidos [sic] como ella (Cortázar, 2008, pp. 35–36).

Conclusiones

En la producción de los PNs han confluido una serie de corrientes ideológicas que, muchas veces contradictorias, permitieron la consolidación de un modelo de PN que perpetúa la cosificación de la naturaleza al considerarla externa al ser humano. Así, con la corriente ilustrada y sus derivaciones se profundizó la dicotomía sociedad-naturaleza y la creencia en una ciencia ambiental apolítica; con el higienismo, se asoció la salud al esparcimiento en estas áreas; con el romanticismo y el nacionalismo se afianzó la idea de una naturaleza ahistórica, nostálgica y bella, y se profundizó en la consideración de los PNs como marca distintiva y patriótica; con el determinismo, la primacía de las prácticas de países hegemónicos; entre otros.

Ya sea a través de su valoración para fines nacionalistas o de acumulación de capital, la expansión del modelo Yellowstone ha implicado una profundización de la separación entre la naturaleza humana y la no humana. En el caso patagónico, se detecta una fuerte asociación entre la creación de los PNs como respuesta a la llegada de contingentes migratorios y la necesidad de conformar una identidad nacional. En estas últimas décadas, ha predominado la mercantilización de su naturaleza a partir de su comercialización para satisfacer el deseo del nuevo consumidor turístico.

El abordaje de las corrientes de pensamiento y su influencia en la manera de construir la naturaleza resultan aspectos claves retomados en el marco de la tesis doctoral en curso que aborda las territorialidades que producen los PNs. Ello contribuye a la comprensión de las bases que guían los procesos de territorialización y las disputas en el ejercicio de poder de diferentes agentes convergentes en estas áreas.

En definitiva, los PNs han sido producidos como aquellos espacios donde la naturaleza se pasea cruda porque así lo demanda el aprovechamiento turístico que actualmente se desarrolla. Ello no impide que, en un futuro y dado el avance de las corrientes y los conocimientos científicos, se vuelva preferible un guanaco cocido en el menú de un restaurante de alta cocina dentro de un PN.

Bibliografía

Administración de Parques Nacionales. Plan de Gestión Institucional para los Parques Nacionales (2001). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

Administración de Parques Nacionales. Plan de Gestión PN Perito F. P. Moreno (2016). Gobernador Gregores, Argentina.

Administración de Parques Nacionales. (2019). Plan de Gestión Parque Nacional Los Glaciares. El Calafate, Argentina.

Arcos, C. (2020). Análisis del contexto histórico del surgimiento y desarrollo del conservacionismo en Mendoza. Universidad Nacional de Cuyo.

Barelli, A. I., & Azcoitía, A. (2015). Construcciones identitarias hegemónicas y estrategias sociorreligiosas de visibilización de los migrantes Latinoamericanos en San Carlos de Bariloche (1970-2000). Quinto Sol, 19(2), 1–21. https://doi.org/10.19137/qs.v19i2.1046

Baumann, Z. (1999). Turistas y vagabundos. En Z. Baumann (Ed.), La globalización: consecuencias humanas (pp. 103–133). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: FCE.

Bensusan, N. (2006). Conservação da biodiversidade em áreas protegidas (1ra ed.). Rio de Janeiro, Brasil: FGV editora.

Caruso, S. A. (2015). Análisis del proceso de creación de áreas naturales protegidas por parte de la Administración de Parques Nacionales en Argentina 1934-2015. Cardinalis. Revista Del Dpto de Geografía, 3(5), 132–160.

Castree, N. (1995). The Nature of Produced Nature: Materiality and Knowledge Construction in Marxism. Antipode, 27(1), 12–48. https://doi.org/10.1111/j.1467-8330.1995.tb00260.x

Correa Falcón, E., & Klappenbach, L. (1924). La Patagonia Argentina (virtual). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Kraft.

Cortázar, J. (2004). Las armas secretas: alguien que anda por ahí (1ra ed.). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Alfaguara.

Cortázar, J. (2008). Lucas, sus meditaciones ecológicas. En Un tal Lucas (1ra ed., p. 168). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Punto de Lectura.

Dachary, C., & Arnaiz Burne, S. (2014). Ecologismo. ¿La estrategia “fracasada” del capitalismo? Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Editorial Biblos.

Decreto n°105.433 (1937). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

Diegues, A. C. S. (2001). O Mito Moderno Da Natureza Intocada (3ra ed.). São Paulo, Brasil: Editora Hucitec.

Engels, F. (2017). Dialéctica de la naturaleza. Madrid, España: Ediciones Akal.

Fortunato, N. (2005). El territorio y sus representaciones como recurso turístico: Valores fundacionales del concepto de “parque nacional.” Estudios y Perspectivas En Turismo, 14(4), 314–348.

García Canclini, N. (1990). Introducción: la Sociología de la cultura. En P. Bourdieu (Ed.), La sociología de la cultura.

Greco, C., & Crespo, D. (2015). Nunca fuimos ambientalistas: repensarnos desde la muerte de la naturaleza (1ra ed.). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Prometeo LIbros.

Gudynas, E. (2019). Direitos da natureza. Ética biocêntrica e políticas ambientais. (I. Ojeda, Ed.). São Paulo, Brasil: Elefante.

Haesbaert, R. (2014). Viver no limite. Território e multi/transterritorialidade em tempos de in-seguranca e contencao. Río de Janeiro, Brasil: Bertrand Brasil.

Harvey, D. (1998). La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Amorrostu Editores.

Harvey, D. (2007). Espacios del Capital. Madrid, España: Akal.

Humboldt, A. von, & Bonpland, A. (1826). Montañas de la Nueva Andalucía. Valle de Cumanacoa. Cima del Cocollar. Mision de los indios Chaimas. En A. von Humboldt (Ed.), Viage á las regiones equinocciales del nuevo continente. Tomo Segundo. París.

Lander, E. (2000). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. (E. Lander, Ed.) (1ra ed.). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: CLACSO- Ediciones Faces/UVC.

Latour, B. (2012). Nunca fuimos modernos: Ensayo de antropología simétrica (1ra ed.). Buenos Aires: Siglo XXI editores.

Lenzen, M., Sun, Y.-Y., Faturay, F., Ting, Y.-P., Geschke, A., & Malik, A. (2018). The carbon footprint of global tourism. Nature Climate Change, 8(6), 522–528. https://doi.org/10.1038/s41558-018-0141-x

Ley n°12103 (1934). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

Ley n°22351 (1980). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

Lofthouse, J., Simmons, R., & Yonk, R. (2016). Manufacturing Yellowstone. Political Management of an American Icon. Logan.

Moore, J. W. (2020). El capitalismo en la trama de la vida. Ecología y acumulación de capital. Madrid, España: Traficantes de sueños.

Norambuena, C. (2016). Inmigración europea mediterránea en el Cono Sur: españoles, italianos y portugueses en la conformación de nuevas sociedades: 1880-1939. En H. Capovilla da Luz Ramos, I. Aredt, y M. Witt (Eds.), Imigrả«ão, práticas culturais e sociabilidade: novos estudos para a América Latina (pp. 65–100). São Leopoldo: Oikos.

Núñez, A., Aliste, E., & Bello, Á. (2014). El discurso del desarrollo en Patagonia-Aysén: la conservación y la protección de la naturaleza como dispositivos de una renovada colonización. Chile, Siglos XX-XXI. Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografia y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, XVIII(493), 1–12.

Núñez, A., & Núñez, P. (2012). Conocer y construir naturaleza en el sur argentino. En J. Hidalgo Ferreira, C. Silva, y L. Salvatico (Eds.), Associação de Filosofia e História da Ciência do Cone Sul (AFHIC) (pp. 428–450). Porto Alegre: Entrementes Editorial.

O´Connor, J. (2001). Causas naturales. Ensayos de marxismo ecológico (Vol. 2). México: Siglo Veintiuno Editores.

Orduna, J. (2008). Ecofascismo. Las internacionales ecologistas y las soberanías nacionales. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Martínez Roca.

Paiva, V. (2000). Teorías médicas y estrategias urbanas. Estudios Del Hábitat, no. 7(7), 5–19.

Ponzi, B. (2020a). Brincando de amarelinha: a produção do Parque Nacional Tierra Del Fuego. Confins (Online), (47).

Ponzi, B. (2020b). Han tomado la parte del fondo: la territorialización del Parque Nacional Patagonia, Santa Cruz (Argentina). Ambientes: Revista de Geografia e Ecologia Política, 2(1), 228–269.

Presidencia de la Nación Argentina. Decreto Ley 654 (1958). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

Raffestin, C. (1993). Por una Geografía del poder. México: El colegio de Michoacán.

Raffestin, C. (2009). A produção das estruturas territoriais e sua representação. En M. Saquet & E. S. Sposito (Eds.), Territórios e Territorialidades: Teorias, processos e conflitos. São Paulo: Expressão Popular.

Res. 154 (1991). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

Res. 87 (1994). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

Santos, M. (1999). La Naturaleza del Espacio. Barcelona: Editorial Ariel SA.

Santos, M. (2012). O espaço do cidadão (7th ed.). São Paulo: Editora da Universidade de São Paulo.

Scarzanella, E. (2002). Las bellezas naturales y la nación: los parques nacionales en Argentina en la primera mitad del siglo XX. Revista Europea de Estudios Latinoamericanos y Del Caribe, 73, 5–21.

Schmidt, A. (1977). El concepto de naturaleza en Marx (2da ed.). Madrid, España: Siglo XXI editores.

Schweitzer, A. (2013). Desarrollando el desierto. Revista de Ciencias Sociales, 00(24), 51–69.

Smith, N. (2020). Desarrollo desigual. Naturaleza, capital y la producción del espacio. Madrid, España: Traficantes de sueños.

Stake, R. (1999). Investigación con estudios de caso (2da ed.). Madrid, España: Ed. Morata. https://doi.org/10.1111/j.1095-8649.2005.00891.x

Terán, O. (2015). Historia de las ideas en la Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-1980 (1ra ed.). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Siglo Veintiuno Editores.

Zusman, P. (2011). Panamericanismo y conservacionismo en torno al viaje de Theodore Roosevelt a la Argentina (1913). Modernidades.

Notas

[2] Este artículo presenta resultados del proyecto doctoral en curso de la autora titulado “Áreas protegidas y territorialidades en Patagonia Sur”, Dirección: Dr. Alejandro Schweitzer (CONICET); codirección: Dr. Alejandro Pimienta (UdeA).
[3] Paráfrasis del título cortazariano “Alguien que anda por ahí” (Cortázar (2004)).
[4] La frase original “¿El campo, ese lugar donde los pollos se pasean crudos?” fue elaborada por Max Jacob y retomada por Julio Cortázar en su libro “Un Tal Lucas” (Cortázar, 2008, p. 35). En la presente investigación se optó por colocar guanaco ya que es un animal de la familia de los camélidos que se encuentra incluido dentro de los planes de gestión de los dos PNs bajo estudio y porque se acostumbra a consumirlo como alimento fuera de los límites de las áreas protegidas.
[5] Neil Smith (2020) rastrea en la ideología kantiana el dualismo naturaleza externa y universal que luego es retomada y profundizada por la revolución burguesa ilustrada.
[6] Para Smith, “la tradición romántica de la naturaleza fue una reacción al progreso industrial, en tanto las experiencias científica y poética están enlazadas por el proceso de producción…” (2020, p. 41). Como se trató de un movimiento diverso, algunas ideas románticas se asociaron con el nacionalismo y la exaltación de los valores que tornaban única a una nación.
[7] Aunque también en sus textos se rastrean signos ilustrados y deterministas. Por ejemplo, cuando remarca que la fertilidad del suelo establece las bases para la civilización de los pueblos o que en los climas cálidos y de extrema abundancia bajo la sombra de un banano “(…) se desenvuelven menos rápidamente las capacidades intelectuales” (Humboldt y Bonpland, 1826, p. 13).
[8] Si bien se puede asociar este darwinismo al positivismo, la aplicación del evolucionismo de Darwin a la comprensión de las sociedades y el despliegue del racismo contradecirían el espíritu de la Ilustración.
[9] La ciencia del siglo XX ha estado vinculada con el empirismo lógico y el positivismo (Harvey, 2007b), fortaleciendo la idea malthusiana en la ecuación población-recursos que el problema se encuentra en el incremento demográfico desmedido que pone en riesgo la propia continuidad humana.
[10] También establece que, si seguimos comprendiendo la relación desde el empirismo lógico, la analítica normativa tipo ricardiana o la teoría de sistemas y no desde el materialismo dialéctico, vamos a caer en la simplista expresión que somos demasiadas personas para tan pocos recursos.
[11] Para Jorge Orduna, el nacimiento de los parques naturales en Europa tiene una fuerte influencia del darwinismo social y la ideología eugenésica para idolatrar y sacralizar a la naturaleza, así como controlar el crecimiento demográfico (Orduna, 2008)
[12] Raffestin establece que la conservación es una forma de manejo de elementos naturales considerados recursos, forma intermedia entre el preservacionismo y el explotacionismo (Raffestin, 1993).
[13] Gudynas (2019) considera que tanto Muir como Thoreau y Leopold constituyen las primeras miradas biocéntricas desde el romanticismo y el trascendentalismo.
[14] Las clases medias urbanas fueron construyendo una ética y una estética del wilderness (Fortunato, 2005, p. 332).
[15] El positivismo se apoya en el monismo metodológico de las ciencias físico/naturales y se asocia fuertemente con el darwinismo social y el realismo. Este último es una reacción al romanticismo, con eje en la reproducción exacta de la sociedad a través de la observación y la descripción precisa.
[16] Así como gran parte de las ideas europeas, el romanticismo llega desfasado cronológicamente a Argentina (Terán, 2015).
[17] Tanto la fisiocracia como el liberalismo permiten explicar el avance de la frontera agropecuaria de los siglos XIX y XX en Argentina y su relación directa con la moralización positiva de los agricultores construidos como “buenos sujetos sociales” (Terán, 2015, p. 21).
[18] Para Domingo Sarmiento, representante de los pensadores de la década de 1830, tanto agricultura como comercio eran signos de la civilización moderna, y la ganadería barbarie y atraso. No obstante, para Patagonia y casi medio siglo de pensamiento posterior, esta división no operaba de la misma manera, ya que los productores ganaderos eran moralizados positivamente desde un determinismo geográfico, es decir, valorándolos por enfrentarse a las difíciles condiciones climáticas de esta región.
[19] Dentro del pensamiento ilustrado argentino, Alberdi creía en las leyes del mercado para regular la economía y la producción industrial (Terán, 2015). Estas ideas liberales -y neoliberales a posteriori- comienzan a abrirle paso a la mercantilización de los PNs a partir de las décadas de 1980 y 1990.
[20] Por ejemplo, es el caso de los lotes que conformaron la Estancia Río Túnel. Entre 1907 y 1915, numerosos ocupantes solicitaron el arrendamiento del lote 112 bis a la Dirección General de Tierras y Colonias. En 1907, la Dirección le otorga el permiso al ganadero Toso, quien no lo reclama tras su vencimiento en 1912. Los productores Potzsch, Ramström, Hägen y Puillet inician una batalla legal para lograr el arrendamiento de los lotes 112 y 112 bis – incluso Manuel Rojo solicita esas tierras, quedándose con el oeste del lote 57 y falleciendo posteriormente en Estancia Helsingfors en dudosa situación-. En 1926, el finlandés Ramström obtiene el permiso de ocupación del norte del lote en disputa y del 113 bis, así como el este del 187. El permiso de arrendamiento es obtenido en 1927 con una leyenda que establecía “sin derecho a compra” y resulta aprobado definitivamente en 1931 por el presidente de facto José Uriburu.
[21] Los permisos y contratos de arrendamiento se celebraban con la Dirección General de Tierras y de Bosques o de Colonias. En la ficha de poblador fronterizo se consultaba sobre la realización del servicio militar, la profesión y nacionalidad de origen del solicitante.
[22] Andreas Madsen había sido contratado en 1901 como constructor por la Comisión de Límites.
[23] A ellos se agregan Jacques Alexander de Liniers de la posterior Estancia Canigó (ocupación en 1908 y permiso en 1916); Antonio Vigil Prada de Estancia La Irene (permiso en 1926); y Sidney Walter Wilding de Bahía Onelli (desalojado en 1944). Si bien no se cuenta con información oficial, sus nacionalidades podrían ser francesa, española y danesa, respectivamente.
[24] Obsérvese que gran parte de los contratos de arrendamiento como los permisos precarios de ocupación y pastaje se establecían con los varones de las familias. En el caso de ser solicitado por una mujer soltera ésta debía informar si padres o hermanos habían realizado otro pedido de tierras fiscales.
[25] Esta primera ley fue elaborada por Ezequiel Bustillo tomando como modelo las reglamentaciones estadounidense y canadiense (Scarzanella, 2002).
[26] Nurit Bensusan (2006) realiza un excelente abordaje sobre el papel de los disturbios en la conservación de la biodiversidad dentro de las áreas protegidas, tanto como causa del estado actual o partícipe en la heterogeneidad de un ambiente.
[27] Entre las décadas de 1920 y 1930 se extiende en Europa la corriente neopositivista del Círculo de Viena. La lógica, el lenguaje preciso, la deducción y la observación son la base de sus postulados. Esto trajo implicancias para las ciencias, la forma de concebir la naturaleza y la conservación, dando gran impulso a la experimentación y el trabajo de campo.
[28] Se deben considerar que las dinámicas desplegadas en Nahuel Huapi acontecen muchas décadas después para los casos de Los Glaciares y Perito Moreno. Las grandes distancias, el escaso poblamiento, las dificultades en la comunicación e infraestructura son algunos de los factores explicativos.
[29] Hecho que puede demostrarse a partir del nacimiento de la mayor parte de los PNs patagónicos en zonas cercanas al límite internacional hasta mitad del siglo XX (Núñez & Núñez, 2012). No obstante, para Scarzanella, los PNs en la frontera eran ideados por Perito Moreno “como zonas neutrales para el pacífico culto de la naturaleza” (Scarzanella, 2002, p. 8).
[30] Fueron los casos de Sidney Wilding asentado en Bahía Onelli y desalojado en 1944; y Guillermo Mellen quien había trabajado en la explotación turística de Estancia Cristina y declarado como intruso en 1997.
[31] El desarrollo sustentable se construyó a partir de las críticas al modo de producción capitalista, pero fue absorbido por éste sin cuestionar de base al modelo de acumulación. En cierto sentido, recuperó las ideas de Pinchot acerca de un compromiso intergeneracional con respecto a la naturaleza del PN Yellowstone.
[32] Se ha detectado un aumento del número de visitantes a partir de la década de 1990, motivado por la mejora en la infraestructura de transporte, la caída de la convertibilidad de la moneda nacional y la promoción de los destinos patagónicos, entre otros.
[33] Aunque existe una tarifa de ingreso general y una menor para visitantes nacionales. Los precios para el ingreso a cada Parque varían en función de su nivel. En el caso de Los Glaciares, en 2022 el derecho de acceso en junio era de $2520 y $610 respectivamente; y en Perito Moreno era gratuito.
[34] Este hecho nos permite contradecir aquellas teorías posmodernas que manifiestan abiertamente que el espacio ha sido superado por el tiempo. Tanto si consideramos las migraciones internacionales como los desplazamientos turísticos, las diferencias espaciales -y su versión más política: territoriales- son fundamentales para su explicación. A través de las diferencias espaciales, se aprovechan las ventajas derivadas de la renta de monopolio.
Modelo de publicación sin fines de lucro para conservar la naturaleza académica y abierta de la comunicación científica
HTML generado a partir de XML-JATS4R