Páginas de Filosofía, Año XXVI, Nº 29 (enero-diciembre 2025), 47-54
Departamento de Filosofía, Universidad Nacional del Comahue
ISSN: 0327-5108; e-ISSN: 1853-7960
http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/filosofia/index
RESEÑA/ REVIEW
Mouffe, Chantal (2023) El poder de los afectos en la política. Hacia una
revolución democrática y verde, 1a. Ed.- Traducción de Soledad Laclau.
Siglo XXI Editores, Argentina. 92 páginas. ISBN: 978-987-801-225-4
Temis Barrutia, Piuque
Universidad Nacional del Comahue
Facultad de Humanidades
piuquetemisbarrutia@gmail.com
https://orcid.org/0009-0009-3441-9102
Palabras clave: Política; Afectos; Estrategia Populista de Izquierda;
Racionalismo; Identificación.
Keywords: Politics; Affections; Left-Wing Populist Strategy;
Rationalism; Identification.
Puesto que los hombres (...) son guiados más por el
afecto que por la razón, se sigue que una multitud no
quiere ser guiada por el dictado de la razón, sino que
quiere estar de acuerdo naturalmente en algún afecto
común.
Spinoza , Tratado político, VI.1
La masa se mantiene cohesionada en virtud de algún
tipo de poder. ¿Y a qué poder podría adscribirse ese
logro más que al Eros, que lo cohesiona todo en este
mundo?
Freud, Psicología de las masas y análisis del yo
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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
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El último ensayo de la filósofa y politóloga belga posee una
actualidad acuciante. Situada en la arena de lo político y en el escenario
actual post pandémico, Mouffe teoriza sobre el ascenso electoral y cultural
de los movimientos de derecha a escala global. Esta situación la lleva a
indagar sobre el lugar que ocupa lo afectivo en los enfoques políticos
tradicionales. Su ensayo está compuesto por cinco capítulos, cada uno de
los cuales versa sobre alguna de las dimensiones relevantes para articular
una estrategia política que conduzca a una “revolución democrática
verde”. Finalmente, a causa del desencadenamiento del conflicto bélico
entre los gobiernos de Rusia y Ucrania, la autora incluye un breve epílogo.
En el primer capítulo del ensayo, “Una nueva forma autoritaria de
neoliberalismo”, Mouffe da cuenta de la singularidad del momento actual
a partir de las respuestas de distintos gobiernos neoliberales a raíz de la
crisis sanitaria provocada por el Covid-19. Así, la coyuntura presente se
explicaría en función de las nociones de posdemocracia y pospolítica. La
primera conceptualización da cuenta del desgaste de los ideales
democráticos, cifrados en las ideas de igualdad y soberanía popular. Por
su parte, el concepto de pospolítica alude a un consenso entre los partidos
de centroizquierda y centroderecha, el cual conduce a la concepción de la
política como un mero asunto técnico de administración del orden
establecido, circunscribiendo exclusivamente a la democracia a su
componente liberal. En definitiva, ambas nociones confluyen en un
cercenamiento de la democracia.
En este escenario posdemocrático, los partidos de derecha han
sabido apropiarse de las demandas anti establishment, siendo el caso
europeo, un ejemplo de ello, en esas latitudes los partidos populistas de
derecha construyen el concepto de pueblo a partir de discursos racistas y
etnonacionalistas, situación que se replica a lo largo del globo terrestre.
Frente a esta avanzada de la derecha, Mouffe insta a la elaboración
de estrategias a las izquierdas y movimientos progresistas, donde la
construcción de la categoría “pueblo” de manera no esencialista, debe
hallarse en el centro de las mismas. Para ello, debe haber una articulación
en la cual la voluntad colectiva, el “pueblo”, pueda asumir el poder y
establecer una nueva formación hegemónica, que propicie un proceso de
radicalización de la democracia. Conviene tener presente que se trata de
una estrategia que no busca una ruptura radical con la democracia liberal
pluralista ni el establecimiento de un nuevo orden político. En este sentido,
la filósofa entiende que los obstáculos propios de este tiempo, como lo son
los cambios dramáticos introducidos por la pandemia y el hecho de que no
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estamos en un momento “populista candente”, no son factores suficientes
para renunciar a la estrategia populista de izquierda. Por el contrario, la
respuesta a la ofensiva neoliberal debe poder articular la crisis social y
ecológica existentes.
Otro de los interrogantes epocales a examinar consiste en
determinar si estamos en una transición a un horizonte posneoliberal o, si
en realidad estamos asistiendo a una nueva forma de neoliberalismo. La
segunda opción, deviene del análisis realizado, a diferencia de otras
posturas que señalaban el fin del capitalismo. Por las contradicciones
extremas generadas por la pandemia global, Mouffe da cuenta de que, en
la realidad, es la pandemia la que da un nuevo impulso a la ola neoliberal.
La crisis sanitaria global representa un momento clave para la evolución
de un capitalismo digital que fomenta formas pre-democráticas de
tecnoautoritarismo inmunes al control democrático, cuyos espectros
podrían tomar la forma de una versión tecnológica de la pospolítica de los
años noventa o, inclusive, podría ser usado como una reducción de costos
laborales para las grandes corporaciones. Sea cual fuere la forma que
adopte, estas formas de capitalismo digital constituyen un serio
contratiempo para la democracia. Asimismo, otra consecuencia destacable
de este fenómeno se da en el plano afectivo, siendo que la pandemia generó
afectos ligados a una fuerte necesidad de seguridad y demanda de
protección.
Esta constatación será el eje que articula el segundo capítulo,
titulado: “La política y los afectos”. Mouffe considera que es
imprescindible que la izquierda dé respuesta a la demanda de seguridad y
protección. Para ello, es necesario superar cierto enfoque racionalista en la
política y reconocer la importancia de los afectos. Estas concepciones
racionalistas, fallan en considerar la “identificación”, como un factor
determinante en la adhesión a las instituciones democráticas. Esta
desatención resulta crítica, ya que impide la posible creación de
ciudadanos democráticos.
El punto estriba en que la democracia no requiere únicamente de
argumentos, sino, y en especial en esta coyuntura, requiere la
identificación por parte de los ciudadanos con los valores democráticos y
con un afecto común, las personas deben desear los valores democráticos.
Siguiendo lo trabajado por Blumenberg, Mouffe entiende que la
identificación entre democracia y razón, procede de un complejo proceso
de sustitución (y no de transposición), de problemas teológicos al ámbito
secular, que continuaron vacantes. De esta manera, se consolidó una visión
de Razón, que se remonta al proyecto ilustrado, donde los ámbitos político
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y epistemológico, se implican mutuamente
1
. El rechazo a esta continuidad,
permitirá finalmente echar por tierra la ilusión de una racionalidad libre de
afectos.
2
Este aspecto es trabajado anteriormente por nuestra autora y es
una de las principales críticas a los teóricos de la democracia deliberativa,
quienes no admiten las pasiones ni las formas afectivas de identificación,
sino que sostienen que en la arena política son únicamente necesarios los
argumentos racionales.
En contrapartida, la filósofa propone una posible concepción
superadora, una agonista, que concibe a la política democrática como la
consolidación de instituciones que permitan transformar el antagonismo
en agonismo. Una vez desatado el conflicto, este debe asumir la forma de
contienda entre adversarios y no entre enemigos. Ahora bien, el enfoque
agonista parte de la distinción política constitutiva entre nosotros /ellos,
entendiendo el terreno de lo público como el lugar de confrontación de
proyectos hegemónicos, sin posibilidad de reconciliación final.
Por consiguiente, los afectos y las pasiones poseen un rol central
en la acción política en el enfoque agonista, ya que el éxito de los
movimientos populares dependerá de la capacidad para reconocer la
dimensión afectiva, que es indispensable en la construcción de identidades
colectivas. Es claro para la filósofa que las personas necesitan sentir que
sus reclamos son oídos, despreciar las demandas en torno a soberanía,
protección y seguridad es dejar a los ciudadanos a merced de la derecha,
escenario que, a su vez, impide la elaboración de un proyecto político
capaz de hacerse eco de las demandas populares. Así pues, para lograr la
identificación es necesario transmitir afectos que estén en sintonía con las
preocupaciones y experiencias personales y cotidianas de la gente. Lo que
lleva a actuar a las personas son los afectos y las identificaciones en las
que estas se inscriben, y no conceptos abstractos o argumentos únicamente
racionales.
3
Por lo tanto, resulta necesario examinar cuál es el rol de los afectos
en la constitución de las identidades políticas, lo cual será objeto del
1
En este punto, Mouffe continúa lo propuesto por Rorty, cuando el filósofo
estadounidense distingue entre aquello que es verdaderamente moderno: la idea de
autoafirmación (identificada con el proyecto político) y la idea de auto fundamentación
(el proyecto epistemológico).
2
Esta crítica es desarrollada por Mouffe en Hegemonía y estrategia socialista, en
coautoría con Ernesto Laclau, 1985.
3
“Mi crítica al racionalismo no constituye de ninguna manera un rechazo al rol de la
racionalidad ni una defensa de cierto tipo de “irracionalismo”. Tampoco es un
llamamiento a oponer la razón a la pasión y defender una política guiada por la pasión a
expensas de la razón” (Mouffe 2023, 51).
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capítulo tercero. Para ello, conviene reparar en que constituye un afecto, o
su homólogo para Mouffe, una pasión. La filósofa se separa de otros
abordajes, indicando que su reflexión se refiere “a cierto tipo de afectos
comunes, que se ponen en juego en la esfera política en la constitución de
las formas de identificación nosotros/ellos” (2023, 52). Este enfoque
permite distinguir el plano colectivo del individual: la pasión corresponde
al primer ámbito, mientras que la emoción corresponde al segundo.
La influencia freudiana es de suma importancia en el pensamiento
de Mouffe. Esta, junto con la perspectiva anti esencialista, permite
conectar afectos y razón en el proceso de identificación y posibilita pensar
en cómo lograr movilizar los afectos para la construcción de una voluntad
colectiva. Así, nuestra autora acuerda con el psicoanalista austriaco, en la
necesidad de abandonar la concepción de sujeto como entidad racional,
transparente, capaz de conferir un sentido homogéneo a la totalidad de su
conducta. En oposición a esta última concepción, no existen identidades
esenciales, sino sólo formas de identificación. Toda identidad se construye
a través de una diversidad de identificaciones con objetos socialmente
disponibles como imágenes y significantes. El lazo social es, en definitiva,
un lazo libidinal y los afectos desempeñan un rol central en los procesos
de identificación colectiva.
De esta manera, la noción psicoanalítica de energía libidinal,
constituye un elemento central para entender la operación hegemónica
política. Esta se caracteriza por ser maleable, es decir, por ser capaz de ser
transferida a una variedad de representaciones diferentes y puede
orientarse en múltiples direcciones y, en consecuencia, producir diversas
formas de identificación.
Ahora bien, para un tratamiento adecuado de la identificación,
resulta necesario la incorporación de los aportes lacanianos. En primer
lugar, Lacan diferencia distintos tipos de identificaciones y destaca su
componente alienante. Así, aun cuando la identificación es constitutiva de
la subjetividad, no puede traducirse en una identidad subjetiva estable.
4
En
suma, no es la identidad la que es constitutiva, sino la identificación como
tal. Siguiendo a Stavrakakis, en lugar de políticas de la identidad,
deberíamos hablar de “políticas de la identificación".
En segundo lugar, el principio de jouissance propuesto por Lacan,
posibilita tensionar el imaginario racionalista en la identificación
4
“Una identidad plena es imposible, ya que el sujeto dividido encuentra una falta allí
donde busca plenitud e identidad, aquello que fue llamado, el gran Otro. El sujeto intenta
siempre cubrir su falta constitutiva mediante identificaciones continuas y parciales con
objetos en última instancia incompletos”. (Mouffe 2023, 55).
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sociopolítica. El francés sugiere que el apoyo a determinadas
identificaciones se enraíza en forma parcial con la jouissance del cuerpo.
De ahí el atractivo de estas identificaciones y su aparente consistencia.
La dialéctica lacaniana de la jouissance da cuenta de la dualidad
presente en el proceso de identificación. Esta debería concebirse como una
práctica significante que incluye tanto una dimensión cognitiva o
representacional como una dimensión afectiva. En otras palabras, una idea,
pero, además, un afecto. Es decir, es la fuerza libidinal que adquiere esa
significación la que le otorgará su fuerza. Cuando ocurre esta unión entre
ideas y afectos, las ideas adquieren poder.
Una vez más Mouffe reafirma la tesis vertebradora de su ensayo,
pero en este momento en términos psicoanalíticos. Si bien la dimensión
discursiva es importante, no resulta suficiente, a la hora de estructurar la
subjetividad ya que el mecanismo más efectivo está vinculado a lo real
jouissance. En otras palabras, es de orden libidinal. Cuando la dimensión
libidinal de la identificación está ausente, las identificaciones no pueden
adquirir prominencia ni ejercer un atractivo hegemónico profundo.
Otro factor que explica por qué el enfoque racionalista nos impide
comprender la naturaleza de la lucha política hegemónica se vincula con
la incapacidad para comprender la dinámica de la identificación, pero, en
este caso, se debe a una concepción esencialista que asigna ciertos afectos
a una categoría determinada de personas.
Lo que impulsa a actuar a las personas son los afectos, y aunque
indudablemente las ideas son importantes, su poder depende de su
conexión con el ámbito afectivo. La búsqueda de un ideal de racionalidad
libre de afectos, que constituye el objetivo de gran parte de la teoría política
democrática, además de ser una empresa teórica contraproducente, tiene
consecuencias desastrosas cuando se la adopta como guía para la práctica
política.
Uno de los requisitos indispensables de la estrategia en contra de la
ofensiva neoliberal, señalado desde el principio del ensayo, es su carácter
integrador. De esta manera, la nueva narrativa debe poder integrar la crisis
ecológica con la radicalización democrática. Vale decir, una revolución
democrática verde, título del último capítulo del presente ensayo. La
cuestión ecológica como asunto político ha sido ignorado durante mucho
tiempo. Sin embargo, dicha relación en la actualidad evidencia su profunda
implicación, siendo indisociables la justicia social, la justicia económica y
la justicia ecológica.
La desatención del asunto ecológico como problema político
responde a diversos factores y principios internalizados en la forma
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occidental de habitar y comprender al mundo. Entre ellos, Mouffe señala
que esta concepción puede remontarse a los albores del proyecto moderno
ilustrado de dominación de la Naturaleza, que nos condujo al
antropoceno.
5
La ambición racionalista por visualizar el progreso como
libre, tanto de los afectos como de la Naturaleza, ha dado origen al
proyecto moderno que concibe a la Naturaleza como un recurso ilimitado
que, gracias al desarrollo tecnológico infinito, podría utilizarse para
emprender un crecimiento infinito.
Hay quienes afirman que la crítica a esta ambición debería
llevarnos a rechazar el proyecto moderno en su totalidad. No obstante,
Mouffe entiende que, si es posible romper el lazo entre el proyecto
democrático de la Ilustración y su fundamento en una epistemología
racionalista, deberíamos ser capaces también de rescatar ideales
democráticos en la ambición prometeica de dominar la Naturaleza y las
contradicciones socio-económicas capitalistas y coloniales que
permitieron seguir esa ambición.
Para ello, es necesario examinar la concepción de democracia, lo
que implica cuestionar el lugar privilegiado atribuido a cierta concepción
de la libertad, entendida como la eliminación de todas las formas de
restricción o impedimentos sean de origen natural o social. En oposición,
la filósofa insta a reivindicar la igualdad, valor eclipsado por la hegemonía
del discurso liberal. En conexión con ello, la redefinición del proyecto
democrático debe evadirse de los sesgos antropocentristas y racionalistas,
reconociendo las necesidades de los no humanos.
Con las crisis ecológicas, el proyecto de radicalización de la
democracia ha adquirido una nueva dimensión. Producto del reciente
régimen climático hemos ingresado a una etapa en la que la lucha por la
justicia social requiere cuestionar los modelos productivistas y
extractivistas. El crecimiento ha dejado de considerarse una fuente de
protección y se ha convertido en una amenaza para las condiciones de
reproducción social.
Para producir la necesaria bifurcación ecológica, la articulación de
las luchas antineoliberales y las luchas ecológicas deben movilizar afectos
de naturaleza política y ecológica que tengan como resultado la
construcción de un pueblo. Es claro que la categoría de pueblo, después de
lo examinado hasta aquí, no puede considerarse como una categoría
sociológica sin más. Más bien, conviene entenderla como una construcción
5
Término acuñado en los años ochenta, popularizado por el químico atmosférico Paul J.
Crutzen, quien lo utilizó para señalar el inicio de una nueva era geológica en la cual los
humanos se han vuelto la fuerza dominante en la configuración del clima del planeta.
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discursiva que posee una dimensión simbólica junto con una dimensión
libidinal.
Así, la batalla se encolumna en aras de construir un significante
hegemónico en torno al cual se puedan cristalizar afectos comunes. A
partir de allí, será posible establecer una cadena de equivalencias entre
demandas heterogéneas que confluyen en un “nosotros” que actuará en pos
de un objetivo común, más allá de las diferencias entre sus componentes,
y que, a su vez, podrá identificar el adversario común. Por esta razón, el
Estado debe ser un actor clave en la Revolución Democrática Verde, ya
que es el responsable de llevar a cabo las profundas transformaciones
necesarias en las matrices productivas, que deben estar en diálogo con la
planificación ecológica.
Al terminar el ensayo, Mouffe no puede obviar el conflicto bélico
desatado a pocos días de terminar de escribir sus reflexiones. En el breve
epílogo que cierra este escrito, avizora que la guerra en cuestión dejará
importantes consecuencias geopolíticas que, junto con la crisis ecológica
y social analizada, requieren de toda la lucidez de los partidos de izquierda
con el fin de evitar el aprovecho de estas por los movimientos neoliberales.
En esta misma línea de análisis, la lucha ecológica puede sufrir un
importante revés, como preanuncian la poca importancia dada al último
informe sobre el calentamiento global del IPCC,
6
y la hesitación de
algunos gobiernos sobre sus compromisos asumidos en la disminución de
gases de efecto invernadero. La guerra en Ucrania, junto con las
consecuencias pandémicas analizadas, dan cuenta de la necesidad de
incorporar definitivamente los afectos al campo político. La importancia
del rol que cumplen los afectos en la política ha sido largamente tratada
por Mouffe, pero dicha centralidad a su vez da cuenta de su peligrosidad.
Por esta razón no basta con reconocer el componente afectivo, sino que se
hace imperioso movilizarlos en una dirección progresista.
6
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático o Panel
Intergubernamental del Cambio Climático, conocido por el acrónimo en inglés IPCC
(Intergovernmental Panel on Climate Change).