Páginas de Filosofía, Año XXV, Nº 28 (enero-diciembre 2024), 90-94
Departamento de Filosofía, Universidad Nacional del Comahue
ISSN: 0327-5108; e-ISSN: 1853-7960
http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/filosofia/index
RESEÑA/ REVIEW
Marina, José Antonio (2022). El deseo interminable: Las claves emocionales de la historia. Editorial Ariel, 304 páginas. ISBN: 8434435462
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Cesar David Martinez Cerutti
Departamento de Filosofía
Facultad de Humanidades
Universidad Nacional del Comahue
IPEHCS-CONICET
https://orcid.org/0000-0002-5991-3790
Palabras claves: Deseo; Pulsiones; Explicación histórica.
Keywords: Desire; Impulse; Historical explanation.
En El deseo interminable: las claves emocionales de la historia, José Marina se propone realizar una breve reconstrucción de la historia de la humanidad en la que los afectos y el deseo sean no sólo protagonistas, sino también el principio explicativo del desarrollo histórico. En palabras de Marina, su intención es contar la historia de la humanidad a través de “rayos gamma”, es decir, interpretar la misma a través de una nueva óptica mediante la cual sea posible apreciar y discriminar las fuerzas que provocan la emergencia de los hechos históricos: pulsiones, deseos, emociones, pasiones, expectativas. Según el autor, cualquier explicación sobre un evento histórico se encuentra incompleta si a la misma no se le incorporan las motivaciones de los propios agentes. Por ello, Marina entiende a la historia de la humanidad como una constante búsqueda por satisfacer una serie de deseos, entendiendo a los mismos como una fuente inagotable de la acción humana. El deseo, en este sentido, es el origen del movimiento histórico, el cual se va configurando de diversos modos según el caso: deseo de sobrevivir, de reconocimiento, de seguridad, etc.
Atendiendo a lo anterior, Marina propone que más allá de la diversidad de deseos que uno pueda encontrar a lo largo de la historia, existe una tendencia, algo que los unifica y sintetiza. Todas esas motivaciones se encuentran enlazadas por un dinamismo común, “un vector convergente en el infinito” (2022, 5): la aspiración, tal vez no consciente, a la felicidad. De esta manera, la búsqueda de la felicidad o, mejor dicho, la felicidad como categoría conceptual, se convierte para el autor en una verdadera clave de comprensión histórica. Se trata de contar la historia de la humanidad como una constante e incierta búsqueda de la felicidad; esta es, en definitiva, la metáfora de los rayos gamma aludida anteriormente.
El libro se divide en dos partes principales, “La edad de la obediencia” y “La edad de la rebeldía”, que, a su vez, contienen sus propios capítulos. Además, el libro también cuenta con un anexo en el cual el autor reflexiona sobre la idea de derecho natural a partir de algunas conclusiones e ideas defendidas a lo largo del libro.
En “La edad de la obediencia”, Marina parte una lectura evolutiva de la especie humana en la que se puedan apreciar las dos tendencias a las cuales inevitablemente nos encontramos ligados. Por un lado, una tendencia a la individuación, diferenciación y/o aislamiento en la cual el individuo intenta construir su propia identidad y pensarse por fuera de una pertenencia a un grupo o comunidad. Por el otro, una de tipo social/grupal a vivir en comunidad y fomentar lazos y vínculos con nuestros pares. Este tipo de comportamiento es propio de nuestra herencia evolutiva y ya se encontraba presente en los primeros sapiens, para quienes el placer y el dolor eran las guías básicas e imprescindibles de su conducta. Por lo anterior, el ser humano es el producto de una doble evolución biológica: la individual y la grupal. Este hecho es fuente de gran parte de nuestros éxitos, así como de numerosos conflictos. Tenemos, por tanto, una carga evolutiva que obedece a nuestra propia naturaleza animal al estar tensionados por estas dos pulsiones en nuestro deseo de supervivencia: la pulsión del bienestar individual y la pulsión grupal, en términos del autor.
Es en este punto donde Marina va a incorporar una tercera pulsión que será central para comprender las principales ideas del libro: la “pulsión creadora”, o en sentido estricto, la “pulsión de ampliar las posibilidades de acción”, como él la nombra. Este tipo de pulsión refiere al pensamiento simbólico que caracteriza al ser humano y de su capacidad para atribuir sentidos y poder “ficcionalizar” la realidad. Según Marina, mientras que las primeras dos pulsiones refieren a nuestra herencia animal, esta otra es la que nos distingue del resto de los animales: es decir, nuestra capacidad de poder interpretar de diversas maneras un mismo hecho de la realidad. Con relación a este tipo de pulsión, el autor no pretende ser original, sino que destaca que ya se encontraba presente en otros autores, desde Skinner, hasta V. Frank y F. Nietzsche. El punto de esta pulsión creadora es remitir a la facultad que el ser humano tiene de “dotar de significado” su entorno, lo cual le permite “crear y proyectar” su propia realidad.
Esta pulsión creadora es lo que permite al ser humano cargar de sentido a la realidad y poder proyectar en la misma nuestros deseos, ilusiones y ambiciones. La idea de felicidad y sus múltiples significados surgen justamente de ella, que nos alienta a proponer modos ideales de transitar nuestro paso por el mundo. No obstante, recuerda el autor que esta pulsión siempre debe ser entendida a partir de nuestra doble herencia evolutiva —individual y social— la cual suscita, asimismo, dos tipos de deseos, y estos, a su vez, configuran dos tipos de felicidad: la felicidad individual y felicidad social.
Atendiendo a lo anterior, Marina destaca cómo el ser humano ha tenido- y aún tiene- la tendencia de imaginar situaciones perfectas de prosperidad y ausencia de sufrimiento. Esta tendencia es clasificada por el autor en cuatro grupos. La “edad de oro”, la cual refiere a un pasado “perfecto” que se ha perdido por diversos motivos; el “paraíso futuro”, ejemplificado principalmente por las religiones; la “felicidad utópica”, reflejada en las diferentes utopías, tales como las de Tomas Moro, y, finalmente, los “paraísos artificiales”, representados por el consumo y el marketing actual.
Más allá de las diversas clasificaciones que puedan hacerse y de los diferentes modos en los cuales la historia puede ser narrada, el objetivo es convencer al lector de que la historia puede ser leída a través de la metáfora de los “rayos gamma”, es decir, buscar comprender el “deseo” que se encuentra por detrás de las acciones de los agentes y de los procesos históricos. Para ello, menciona el gran giro que se dio en la historia de la humanidad con la consolidación de las metrópolis como grandes centros urbanos de producción y comercio. En este sentido, destaca el autor que el gran éxito de la ciudad se debió a que prometía satisfacer tres grandes deseos humanos: 1: el bienestar y la seguridad; 2: la sociabilidad y 3: el aumento de las posibilidades. La ciudad, en este sentido, surgió como la “imagen de la felicidad” y de las infinitas posibilidades, de allí su éxito y consolidación.
El punto es mostrar y convencer al lector de que no se puede comprender adecuadamente nuestro desarrollo histórico si se ignoran las motivaciones más profundas que movilizan la acción humana: “¿Puede alguien, por ejemplo, entender la Guerra Civil española sin conocer el enfrentamiento emocional, las creencias, los miedos, los odios, los sufrimientos y las esperanzas de los españoles de ese momento? “La revolución militar —dijo Azaña— se ha incubado al calor del miedo” (2022, 4). Entender los procesos históricos bajo esta perspectiva coloca la propuesta de Marina en el marco del giro afectivo en humanidades y ciencias sociales, del cual se siente parte.
En la segunda parte del libro, “La edad de la rebeldía”, Marina va a enfocarse en la Ilustración y en lo que la misma significó en términos de crítica y liberación de ciertos prejuicios morales y religiosos a partir de la reflexión filosófica y el avance del conocimiento científico. Más allá de la discusión terminológica e historiográfica, el autor entiende por Ilustración ese movimiento de búsqueda de evidencias universales, sin tener en cuenta en qué momento o en qué país se produjo. En este sentido, este proceso ilustrado nos permite distanciarnos de los primates, pues “el ser humano no está contento con lo que es —un primate listo— y aspira a más” (2022, 129). La pulsión creadora que caracteriza al ser humano lo moviliza constantemente a buscar más allá de sí mismo a partir de un deseo de trascender y/o superar su situación actual.
Esta superación de la mera naturaleza, que está presente en muchas actividades como la religión, el arte, la tecnología y la creatividad en general, se concreta según el autor en la noción de Derecho. Pues llamamos “justicia”, según el autor, a la buena solución de las pretensiones y enfrentamientos sociales, y el deseo de hacerla efectiva – a pesar de sus fracasos e imperfecciones- es una constante en nuestra especie. Este “deseo de justicia” se encuentra materializado, de acuerdo a Marina, en la noción de “Derecho” que habilita uno de los giros más importantes en la historia de la evolución. Como ejemplo de lo anterior, refiere a la declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano de 1789, y su posterior impacto en el devenir histórico. Así, el derecho, según Marina, permite modelar una idea de sociedad en la que se pueda pensar la posibilidad de regular los proyectos de vida individuales y el bienestar general. O, dicho desde una perspectiva de “rayos gamma”, en pensar la posibilidad de la satisfacción equilibrada de los deseos individuales y de, por lo tanto, alcanzar un equilibrio entre la felicidad individual y la felicidad pública.
El conflicto entre felicidad individual y felicidad pública obedece, nuevamente, a la herencia evolutiva señalada previamente. Marina nunca abandona a lo largo de su escrito esta perspectiva evolutiva que se refleja en la tensión entre lo individual y lo grupal/social. En este punto, repasa las diferentes propuestas y/o soluciones que se han dado a este conflicto, desde la religión, el derecho y la filosofía misma. Recorre entonces diversos autores, desde Kant, Aristóteles y Hayek para abordar la problemática, pues según Marina, es sobre este punto en donde la “Gran historia se bifurca” (2022, 154) entre quienes alientan el modelo de la felicidad individual y quienes adoptan una concepción de felicidad pública. Se trata, una vez más, de la felicidad o, mejor dicho, de la búsqueda de la felicidad modelando el devenir histórico, y entendida como clave de comprensión histórica.
Lo anterior desemboca nuevamente en la tesis principal del libro, que Marina anticipa al comienzo: la historia humana es el resultado del intento de las personas por satisfacer sus deseos, los cuales confluyen en la búsqueda (consciente o no) de la felicidad. Según el autor, adherir a esta interpretación del ser humano en su desarrollo histórico permite arrojar luz sobre las más profundas convicciones de la especie humana y poder apreciar y reflexionar con mayor profundidad sobre el fenómeno humano.
Por todo lo anterior, El deseo interminable resulta un libro interesante para quien le interese aproximarse a una óptica que refleje el impacto que las emociones, afectos y los deseos tienen en la historia humana. Estas tendencias y disposiciones son entendidas aquí como el auténtico motor de la historia, por lo que su protagonismo nunca se ve desdibujado. Por otro lado, el libro aborda la cuestión de una manera sencilla, evitando caer en un exceso de academicismo y erudición. Por ello, a lo largo del libro el autor se encarga de abordar sus tesis de una manera un tanto general, pues se trata de sus primeras exploraciones bajo esta perspectiva.
Por otro lado, el escrito cuenta con una gran cantidad de referencias a diversos autores de diferentes campos disciplinares, incluyendo la biología, la psicología, la historia y la filosofía; entre ellos, puede nombrarse Darwin, Piaget, Collingwood, Kant, Spinoza, Frans de Waal, Aristóteles, Foucault, entre tantos otros. Esto hace que el texto presente un panorama general del problema y – por qué no decirlo- peque de cierto eclecticismo y “desorden” que el lector podrá juzgar según su propio criterio. Por este motivo, se puede afirmar que además de enmarcarse en el giro afectivo, el libro de Marina también puede ser entendido como un intento de salirse de las tajantes separaciones entre las disciplinas académicas. De lectura ligera y con un estilo provocador, Marina nos invita a pensar el desarrollo de nuestra especie a partir del reconocimiento de nuestras convicciones y deseos más profundos.
Páginas de Filosofía, Año XXV, Nº 28 (enero-diciembre 2024), 90-94