RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
Parte 2. La política de la estética
En esta segunda parte, concentrado en reflexionar especialmente
sobre estética, Rancière se refiere a la Juno Ludovisi – una cabeza de
mármol romana del s.I-que se encuentra en el Museo Nacional Romano.
La representación de la diosa Juno enlaza, según el autor, las dos instancias
mencionadas arriba: estética y política. Conecta, más precisamente, una
idea específica de “autonomía del arte” y de “promesa de la política”. Esta
Juno, al representar la ausencia de toda cualidad humana, es decir, al no
registrar sus materiales ni voluntad ni propósito, no es una obra de arte,
pero sí otra cosa: es autonomía y autosuficiencia, es la representación de
un modo de estar de la vida comunitaria griega. La autosuficiencia de Juno
expresa una vida en la que arte y política no están separadas.
El filósofo argelino explica que esta integración rechaza la clásica
oposición entre arte y política, que permite cruces entre sus elementos y
que ha recorrido la historia desde al menos tres ángulos específicos. Uno
es el que entiende al arte como pasaje, como posibilidad de transformarse
en vida. Rancière comenta que este supuesto se encuentra ya en el Primer
programa de un sistema del idealismo alemán, de Hegel, Scheling y
Hölderlin, y comprende a la estética como un marco consensual que une,
poesía mediante, a las élites y al “pueblo común”. Esta idea, también
presente en los escritos marxianos de 1840, permitió que la vanguardia de
Marx y la artística convergieran en 1920, ya que ambas compartían el
mismo programa: “la construcción de nuevas formas de vida en las que la
autosupresión de la política coincidía con la autosupresión del arte”
(Rancière; 157)
El segundo ángulo es el inverso, el de la vida que se transforma en
arte, cuyo ejemplo más notorio es el museo. Rancière explica que el museo
exhibe el arte siempre en forma historizada; desde esta perspectiva, a la
que suscribe Hegel, la cabeza de Juno no es arte “porque sea expresión de
una libertad colectiva, sino porque ilustra la distancia entre esa vida
colectiva y la manera en que puede expresarla” (Rancière; 161). Así, la
Juno representa no la divinidad sino una idea de divinidad en términos de
lo que el artista y los materiales de que dispone pueden expresar. El arte
está vivo en la medida en que la materia se le resiste y en tanto es más que
arte, esto es, una forma de vida.
El tercer ángulo, finalmente, percibe al arte y a la vida como
elementos con propiedades intercambiables. Esta mirada procura
multiplicar las líneas de temporalidad del arte, habilitando relecturas y
revisiones de las obras. El filósofo explica que esto implica que las obras
de arte pueden dejar de serlo y, por supuesto, los “objetos comunes pueden