de objetividad o subjetividad. Esta dificultad se vincula con dos posiciones
extremas y excluyentes: o bien, por un lado, existirían propiedades
específicamente artísticas y unos valores universales que nos permitan dar
con la esencia del arte —posición que parte de las ideas de autonomía y
especificidad del arte del siglo XVIII y desemboca en los esteticismos de
la segunda mitad del siglo XX—. Por otro lado, los productos artísticos
serían meras convenciones sociales y, en cuanto tales, no contendrían
características intrínsecas que determinen su esencia sino que, más bien,
su constitución sería de carácter arbitrario y relativo —postura
contextualista-institucionalista del arte representada por autores como
George Dickie—. Ante estas dos concepciones dentro de la filosofía del
arte —que se conciben tradicionalmente como las únicas posibles—, la
autora sostiene que dichas explicaciones del fenómeno artístico y estético
son insuficientes y que, además, conducen a un callejón sin salida. En este
sentido, Moreno aboga por una concepción crítica que rescate la
complejidad de la experiencia estética, ya que ambas posiciones extremas
dejan de lado lo que, a su parecer, es un asunto central: “el carácter
eminentemente histórico del fenómeno del arte y la imposibilidad de
considerar la experiencia del arte separada tanto de su momento estético
como de otros ámbitos de la vida cotidiana, social, religiosa o política de
las diferentes culturas” (Moreno, 2021: 89).
La obra tiene, entonces, dos ejes principales: uno que gira
fundamentalmente en torno a problemáticas propias de la Filosofía del
Arte y la Estética, como disciplina moderna, en donde se analiza el origen
filosófico de la idea de especificidad, autonomía y pureza en la belleza —
formuladas en el siglo XVIII— así como también se observan algunas de
las repercusiones de dichas ideas en las vanguardias del siglo XX. El otro
eje trata más específicamente de la experiencia estética, ya no como noción
que le compete solo a la Estética, sino más bien como un concepto más
extenso y pluridimensional. En efecto, Moreno dice que “el arte está
vinculado fuertemente a la experiencia estética, pero no es cierto que esa
experiencia sea privativa del arte, ni que el arte sea, exclusivamente,
experiencia estética” (2021, 16). Así, lo que se muestra hacia el final del
libro es que dicha experiencia debe ser entendida multidisciplinarmente;
es decir, en conjunción con la ciencia cognitiva, la psicología de la
percepción, la neurociencia, la lingüística y la historia del arte. Para dar
cuenta de esta complejidad, Moreno se posiciona dentro de lo que se
conoce como experiencialismo o Teoria experiencialista —escuela de
pensamiento fuertemente marcada por los aportes que realizaron Lakoff y
Johnson en los años ochenta con su famosa obra Metáforas de la vida