Páginas de Filosofía, Año XXII, Nº 25 (enero-diciembre 2021), 71-99
Departamento de Filosofía, Universidad Nacional del Comahue
ISSN: 0327-5108; e-ISSN: 1853-7960
http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/filosofia/index
ARTICULOS/ARTICLES
DIVERSIDAD Y ESPACIALIDAD: SOBRE EL CONCEPTO DE
ESTRATO EN DELEUZE Y GUATTARI
DIVERSITY AND SPATIALITY: ON THE CONCEPT OF STRATUM
IN DELEUZE AND GUATTARI
Rafael Ernesto Mc Namara
CEAPEDI
Universidad Nacional del Comahue
CONICET
rafael.mcnamara@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-3234-6252
Resumen:
El artículo propone una lectura de la meseta “10000 AC. La geología
de la moral (la Tierra, ¿quién se cree que es?)” desde el punto de vista
de una ontología del espacio. Nos concentraremos específicamente en
el concepto de estrato. En los primeros dos apartados se mostrará que
todo estrato supone aspectos materiales y semióticos. Para ello se
explicitarán algunos conceptos de la geología y de la lingüística
utilizados por Deleuze y Guattari. Los apartados 3, 4 y 5 se ocuparán,
sucesivamente, de los conceptos de substrato, epistrato y paraestrato.
En la articulación de estos conceptos se juegan tres aspectos
fundamentales para pensar la configuración de todo espacio actual: la
territorialización, la desterritorialización relativa y la
codificación/descodificación. Esta tipología de estratos da cuenta de lo
diverso espacial (material y semiótico) y será estudiada a partir de
algunas de las fuentes utilizadas por los autores. Se hará un énfasis
especial en la obra de Pia Laviosa Zambotti, fuente crucial para
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comprender la tipología de estratos, como así también en ciertos
aspectos del pensamiento de Jacques Monod y Jakob Von Uexküll,
claves para pensar el concepto de mundo circundante en la
determinación de la noción de paraestrato.
Palabras clave: Estrato; Geología de la moral; Codificación;
Territorialización; Espacio
Abstract:
The article proposes a reading of the chapter “10000 BC. The Geology
of Morals (What does the Earth think it is?)” from the perspective of
an ontology of space. We will deal specifically with the concept of
stratum. In the first and second paragraphs we will show that every
strate is composed of both material and semiotic aspects. In order to
do so we will develop some notions of geology and lingüistics used by
the authors. Then, paragraphs 3, 4 and 5 will deal, succesivelly, with
the concepts of substratum, epistratum and paraestratum. Three
fundamental aspects of actual space are configured in the articulation
of these three concepts: territorialization, relative deterritorialization
and codification/decodification. This tipology of strates gives an
account of spatial diversity (material and semiotic) and it will be
studied through some of the sources utilized by Deleuze and Guattari.
The thought of Pia Laviosa Zambotti will receive special attention
since her work is an essential source of the tipology of strates. Some
aspects of the thoughts of Jacques Monod and Jakob Von Uexküll will
also be taken into account, especially those concerning the concept of
umwelt and paraestratum.
Key Words: Stratum; Geology of morals; Codification;
Territorialization; Space
0. Introducción
El capítulo tres de Mil mesetas, “10000 AC. La geología de la
moral (la Tierra, ¿quién se cree que es?)”, es, quizás, el texto más
desconcertante de la obra de Deleuze y Guattari. Se presenta como una
escena ficcional: un curioso científico ofrece una conferencia, haciendo
gala de un humor grotesco y un notable desparpajo a la hora de mezclar
saberes la escena incluye un escritorio con manuales de geología y
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biología, pero a lo largo de la conferencia se hablará también de
lingüística, etología y antropología. El personaje no es otro que el
Profesor Challenger, protagonista de una serie de relatos de Conan Doyle,
no tan conocido como el célebre Sherlock Holmes del mismo autor, pero
no por eso menos interesante. En contraste con la impronta racional e
intachable del famoso detective, el Profesor Challenger suele ser
descripto como un personaje tan genial como desagradable, grosero, e
incluso agresivo. Si la presencia de este personaje ficcional no fuera lo
suficientemente sorprendente, solo en el primer párrafo los autores
despliegan una serie de conceptos extraños a gran velocidad y sin
mayores explicaciones: la Tierra como desterritorializada y glacial,
Molécula Gigante, Cuerpo sin órganos, intensidades libres y
singularidades nómades, sistemas de resonancia y redundancia, agujeros
negros, procesos de codificación y territorialización que son presentados
como Juicios de Dios, etc. El barroquismo extremo y la proliferación
aparentemente caótica de nociones continúa en el segundo párrafo con
una tipología de estratos y agenciamientos que no pueden menos que
aturdir al lector. Y ese es solo el comienzo. A lo largo de cuarenta
páginas la cantidad de conceptos no deja de aumentar. En el camino, el
conferenciante va perdiendo su forma física hasta diluirse en lo informe.
Deviene inhumano y smico, en una apoteosis final que produce tanta
perplejidad como fascinación.
Frente a semejante texto, varias reacciones son posibles. Se podría
denunciar la escasa seriedad de los autores y descartar la obra como si no
fuera más que un conjunto de charlatanerías. Sokal sería el ejemplo más
célebre de este tipo de recepción.
1
En el extremo opuesto, se podría
reaccionar con una fascinación sin matices por este tipo de
experimentación estilística. Esta segunda actitud estaría en sintonía,
quizás, con uno de los objetivos que Deleuze se plantea tempranamente
para la escritura filosófica: “un libro de filosofía debe ser, por un lado, un
1
Al introducir los textos de Deleuze y Guattari en su crítica de las relaciones entre
ciencia y filosofía contemporánea, Sokal y Bricmont afirman lo siguiente: “La
característica principal de los textos que hemos incluido es la falta absoluta de claridad
y transparencia. […] Somos muy conscientes de que Deleuze y Guattari se dedican a la
filosofía y no a la divulgación científica. Pero, ¿qué función filosófica puede cumplir
esa avalancha de jerga científica (y pseudocientífica) mal digerida? En nuestra opinión,
la explicación más plausible es que estos autores pretenden exhibir en sus escritos una
erudición tan amplia como superficial.” (Sokal y Bricmont 1999, 157-158).
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tipo muy particular de novela policial, por otro, una suerte de ciencia
ficción” (Deleuze 1968, 3 [2002, 17])
2
. No cabe duda que en la meseta
mencionada los autores han llegado muy lejos en esa línea. Ahora bien,
de semejante fascinación se podría decir lo mismo que Deleuze y
Guattari dicen de la estratificación: resulta beneficiosa en algunos
aspectos, perjudicial en otros. Beneficiosa, porque predispone para una
lectura
amorosa, siempre preferible a la amarga crítica externa. Perjudicial,
porque una recepción como esa corre el riesgo de desestimar todo rigor
conceptual y caer en la mera jerga. Aquí se tomará otra vía: intentaremos
comprender la lógica subyacente al texto, sin que eso implique renunciar
a la fascinación.3
No pretendemos, sin embargo, explicar todos los aspectos tocados
por la meseta geológica. Nos limitaremos a estudiar el concepto de
“estrato” en lo que tiene de aporte para pensar la diversidad espacial.
Dejaremos de lado, así, gran parte del despliegue del estrato
antropomórfico, que se resuelve en una investigación en torno al lenguaje
y la temporalidad.4 Tampoco nos ocuparemos aquí del importante
concepto de agenciamiento, cuyo despliegue merece una investigación
separada.5 La diversidad espacial será explicada a partir del estrato físico
3 Julián Ferreyra ha propuesto una lectura guiada por un espíritu que creemos similar,
confrontando este capítulo con la filosofía de la naturaleza de Hegel (Ferreyra 2017). 4
Esta línea ha sido desplegada recientemente en estudios que parten de la distinción
(como veremos, fundamental por motivos que exceden su procedencia lingüística,
aunque también conservan su relevancia para pensar en el marco de esa disciplina) entre
forma y contenido, proveniente del lingüista Louis Hjelmslev (Marins Roque, 2017;
Guerrezi, 2020). Alrededor de la misma distinción se articula el estudio de la noción de
estrato propuesta por Gareth Abrahams para analizar prácticas contemporáneas en el
ámbito de la arquitectura (Abrahams 2020). Como veremos más adelante, junto al
lingüista danés, existen otras fuentes menos atendidas pero no menos esenciales para
comprender el concepto de estrato en Mil mesetas.
5 Quien se detiene sobre este concepto en relación al texto que nos ocupa es Eugene
Holland. Este comentador trata conjuntamente esta meseta con la dedicada al ritornelo,
donde el concepto de agenciamiento territorial resulta, en efecto, esencial. El énfasis
2
En todas las citas textuales de la obra deleuziana utilizamos la versión francesa y se
consigna entre corchetes la edición castellana. Se indicará cada vez que hayamos
modificado la traducción.
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puesto en el tema de una “onto-estética” que oficia de marco para su estudio justifica
tratar en conjunto ambas mesetas y aporta algunas claves para comenzar a ordenar los
distintos aspectos del concepto de estrato. De todos modos, al no ser su tema central,
este ordenamiento no deja de ser algo esquemático y preliminar (Holland 2013, 53-76).
Más detallado en relación a nuestro tema resulta el estudio de Brent Adkins. Al dedicar
un capítulo de su libro a cada meseta, su enfoque se acerca más a lo que aquí
intentamos. De todos modos, en dicho capítulo el concepto de estrato aparece
demasiado cercano no sólo al de agenciamiento, sino también al de máquina abstracta.
En sus palabras, “estrato, agenciamiento y máquina abstracta existen todos en el mismo
plano” (Adkins 2015, 47). Si bien esta afirmación puede estar justificada en el caso del
agenciamiento, que cumple una doble función en el sistema de los estratos y puede, en
efecto, ser tratado como estrato cuando cumple esas funciones (inter-estrato y meta-
estrato), al aplastar la dimensión de la máquina abstracta tan enfáticamente sobre la
estratificación se corre el riesgo de descuidar las distinciones ontológicas que Deleuze y
Guattari intentan pensar a través de esos conceptos (en este punto el estudio de Adkins
es, por momentos, oscilante). La Tesis Doctoral de Evanio Guerrezi, citada en la nota
anterior, dedica un capítulo a la estratificación que también subordina en cierto sentido
el concepto de estrato a los de
y el biológico. Ahora bien, ¿a qué nos referimos exactamente con
“diversidad espacial”? Brevemente, digamos que el ámbito preciso de
esta indagación se refiere al espacio empírico. El capítulo quinto de
Diferencia y repetición comienza distinguiendo los conceptos de
“diversidad” y “diferencia”, operando la segunda como condición de la
primera. Es decir que la diferencia que el mencionado capítulo
despliega bajo al concepto de intensidad es lo que hace que lo diverso
sea lo que es y se en la forma en que se da (Deleuze 1968, 286). Así,
lo diverso es el espacio empírico, mientras que la diferencia es la
condición trascendental de dicha diversidad. La hipótesis que aquí
ofrecemos es que el concepto de estrato, tal como se despliega en la
“Geología de la moral”, permite pensar la diversidad en una serie de
articulaciones materiales que configuran una compleja teoría de la
espacialidad fenoménica.6
En primer lugar, examinaremos algunas nociones básicas de la
geología que, utilizadas libremente por Deleuze y Guattari, permiten
pensar el concepto de estratificación como proceso de formación material
de todo espacio físico. En segundo lugar, veremos que esta definición
material del estrato se completa con un aspecto semiótico. Desde este
punto de vista, todo espacio es portador de signos. Una vez determinada
esta doble articulación del estrato, mostraremos que la tipología de
estratos desplegada en el capítulo que nos ocupa, lejos de ser una
proliferación caótica de nociones arbitrarias, forma una compleja red
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conceptual que permite distinguir aspectos diversos de cualquier espacio
empírico, incluyendo la perspectiva física, la biológica y la socio-
histórica.
3
De este
agenciamiento y máquina abstracta, dejando de lado la tipología de estratos que será
desplegada más adelante en este trabajo (Guerrezi 2020, 99-121). Al igual que con el
concepto de agenciamiento, dejamos de lado el fundamental concepto de máquina
abstracta en este trabajo para poner la lente exclusivamente sobre la noción de estrato. 6
No podemos extendernos aquí acerca del modo en que el juego de las intensidades
puede ser pensado como condición de la estratificación. Para un despliegue (aún parcial)
de esa lectura, cf. Mc Namara 2019a.
modo, veremos en el tercer apartado que la noción de substrato implica
que toda estratificación se apoya sobre un estrato anterior que le sirve de
suelo. Luego, dedicaremos el cuarto apartado para mostrar que el
concepto de epistrato supone que todo estrato se organiza
horizontalmente en una red de centros y periferias cuyas huellas se van
apilando en la evolución de cada estrato. Finalmente, el quinto apartado
se ocupará de la noción de paraestrato, que nombra la organización
semiótica del estrato a partir del concepto de mundo circundante.
4
Estas
tres nociones pueden ser pensadas a partir de tres movimientos
3
En efecto, veremos que aún antes de ingresar en el estrato antropomórfico propiamente
dicho, la meseta que nos ocupa ofrece algunos conceptos que no carecen de potencial
para pensar lo social y lo histórico junto con las dimensiones geológica y geográfica del
espacio empírico (potencial que no puede ser realizado en el presente artículo y queda
pendiente para futuros trabajos). Se trata de una deriva hacia la filosofía práctica
alternativa, entonces, a la seguida por Fred Evans (2016), que se apoya
fundamentalmente en el estrato antropomórfico o aloplástico para pensar, en el cruce
entre ontología, ética y filosofía del lenguaje, algunos aspectos políticos de la “geología
de la moral”. Creemos, sin embargo, que una vía más fecunda para pensar lo político a
partir de esta meseta viene de la mano de la cuestión ambiental. En esta línea, Arun
Saldanha propone pensar un
“geocomunismo” (2017, 33) que encuentra en los conceptos de estrato, filum, territorio,
4
Como se puede ver, a diferencia de los comentarios de Holland (2013) y Adkins
(2015), que sólo mencionan brevemente estas distinciones estratigráficas, nuestro
estudio se detendrá en ellas con el mayor detalle posible. Hasta donde llega nuestro
conocimiento, solo Ronald Bogue ha prestado atención a la sistematicidad de estos
conceptos a la hora de comprender el proceso de estratificación descripto por Deleuze y
Guattari. Las dos páginas que dedica a este tema en su lectura de la “geología de la
moral” son más bien descriptivas y no despliegan (como intentaremos hacer aquí) lo
implícito en el texto más allá de lo dicho por Deleuze y Guattari, pero tienen la virtud de
mostrar que allí hay algo que merece ser pensado (Bogue 2018, 50-52).
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fundamentales de la ontología de Deleuze y Guattari. Así, en todo
espacio dado, la dimensión del substrato funciona como factor de
territorialización; luego, el epistrato implica una dialéctica de
desterritorialización y reterritorialización; por último, el paraestrato
anuda al mismo tiempo las funciones de codificación y descodificación.
Entre las tres nociones se forma el anillo central de todo estrato.
Un aspecto central de este trabajo es el estudio de las fuentes del
pensamiento deleuziano, método que ha demostrado ser fundamental a la
hora de desentrañar el sentido de algunos conceptos que de otro modo
pueden resultar oscuros.
5
Este método pone en primer plano una apuesta
deleuziana que ha despertado polémicas como la de Sokal. A lo largo de
y otros, algunas de sus principales herramientas conceptuales (para un recensión crítica
de este trabajo, cf. Mc Namara 2019b). El estudio de Guerrezi, por su parte, propone
pensar (a partir del concepto de Mecanósfera que corona la “geología de la moral”) una
“cosmopolítica de la vida” (Guerrezi 2020, 183-225). En línea con estos trabajos, por
último, Juan Camilo Cajigas-Rotundo (2020) propone, desde una mirada que se podría
llamar decolonial, el interesante concepto de “enredos telúricos” para pensar una nueva
política y una nueva tierra, tomando la perspectiva “geológica” de Deleuze y Guattari
como una de sus principales referencias teóricas. El estudio en profundidad del concepto
de estrato que aquí proponemos puede aportar (al menos es nuestro deseo) algunas
herramientas conceptuales para “seguir con el problema”, como dice Donna Haraway
(2019).
este trabajo seguiremos a Deleuze y Guattari en la utilización de nociones
de geología, biología, química celular, etología, lingüística, transportando
sus significaciones a la filosofía para formar con ellas una serie de
conceptos. Teniendo esto en cuenta, Manuel DeLanda ha llamado la
atención sobre un punto crucial: cuando se habla, por ejemplo, de una
“geología de la moral”, y se aplican conceptos como estrato”,
“sedimentación”, “plegamiento”, y otros, a dominios que exceden la
geología, no se trata de meras metáforas científicas (DeLanda 2011, 70).
El propio Deleuze se ha mostrado consciente del peligro de invocar
nociones científicas fuera de su contexto: “Está el peligro de una
metáfora arbitraria, o bien de una aplicación trabajosa. Pero estos peligros
quizás pueden conjurarse si nos limitamos a extraer de los operadores
5
Como testimonio del alcance de este método se puede ver la colección Deleuze y las
fuentes de su filosofía, dirigida por Julián Ferreyra. Los cinco volúmenes publicados
hasta ahora se encuentran disponibles en: http://deleuziana.com.ar/deleuze-y-las-
fuentes-desu-filosofia/.
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científicos tal o cual rasgo conceptualizable que remite él mismo a
dominios no científicos, y que converge con la ciencia sin caer en la
aplicación ni en la metáfora” (Deleuze 1985, 169 [1987, 175].
Esta advertencia tiene en la “Geología de la moral” su versión
humorística. Cuando el público empieza a perder la paciencia por las
divagaciones del Profesor Challenger es en parte por sus constantes saltos
de una ciencia a otra, y peor aún, por sostener tesis que ni siquiera están
justificadas desde el punto de vista científico. Pero nada detenía al
Profesor, que “se jactaba cínicamente de hacerle hijos por la espalda a los
demás. Pero éstos eran siempre engendros, errores, partes y fragmentos.
Además, el profesor no era ni geólogo ni biólogo, ni siquiera lingüista”
(Deleuze y Guattari 1980, 57 [1988, 50, traducción modificada]). Sin
necesidad de recurrir al personaje ficcional, pero sin renunciar al
sarcasmo, Deleuze parece responder a la misma acusación en otro texto:
¿Por qué no tendría derecho a hablar de medicina sin ser médico si
hablo de ella como un perro? ¿Por qué no tendría derecho a hablar de
la droga sin ser drogadicto si hablo de ella como un pájaro? ¿Por qué
no podría inventar un discurso sobre cualquier cosa, incluso aunque se
trate de un discurso completamente irreal o artificial sin que se me
tengan que reclamar los títulos que para ello me autorizan? Si la droga
produce a veces delirios, ¿por qué no podría yo delirar sobre la droga?
(Deleuze 1990, 22 [22])
El desparpajo de estas afirmaciones no debe opacar el costado
serio del asunto. Como muestran Deleuze y Guattari en ¿Qué es la
filosofía?, en estos cruces se trata de extraer de una función científica o
un percepto artístico algún(os) rasgo(s) conceptualizable(s) para una
búsqueda específicamente filosófica.
6
En este trabajo, la pertinencia de
esas apropiaciones no será evaluada en cuanto a su aplicabilidad o
exactitud científica, sino solo según los criterios de lo relevante o lo
interesante que Deleuze ha propuesto para la construcción de sentidos en
el campo de la filosofía. Cada vez que tomamos nociones de las ciencias
6
Así, en el caso específico de la relación entre conceptos filosóficos y funciones
científicas, que es el que mayores controversias genera, “un concepto puede tomar como
componentes los functores de cualquier función sin adquirir por ello el menor valor
científico” (Deleuze y Guattari 1991, 111 [1993, 117]). Eugene Holland ofrece un
comentario convergente con esta perspectiva al analizar la meseta que nos ocupa
(Holland 2013, 56).
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lo hacemos exclusivamente para esclarecer conceptos desde un punto de
vista estrictamente filosófico. Hechas estas aclaraciones, pasemos sin más
preámbulos a examinar el concepto de estrato.
1. Geología del estrato
La geología de la moral describe el proceso de estructuración de la
Tierra a partir de la formación de estratos. Para definir esta noción
Deleuze y Guattari recurren en primer lugar al vocabulario de la geología.
Los estratos son definidos como “Capas, Cinturas” (Deleuze y Guattari
1980, 54 [1988, 48]). Desde un punto de vista dinámico se los puede
describir como fenómenos de espesamiento: “acumulaciones,
coagulaciones, sedimentaciones, plegamientos” (627 [512]). Son capas
rocosas continuas y paralelas que agrupan materiales sedimentarios
diversos, los separan y clasifican, acentuando sus diferencias al
solidificarlos en formaciones compactas (Duque Escobar 2016, 204-5).
Estas capas están limitadas por superficies horizontales laterales, que los
geólogos llaman “muroy “techo” de cada estrato. El continuo espacial
así configurado es, por otra parte, signo de una unidad temporal que
expresa la continuidad de un depósito sedimentario determinado. La
interpretación de estos signos permite a los geólogos fechar los
acontecimientos que dieron forma a la Tierra a lo largo de milenios. La
definición del concepto de estrato es entonces al mismo tiempo
estructural y genética, espacial y temporal. Por último, no hay que
representarse el estrato como un bloque monolítico. Al contrario, los
geólogos distinguen entre distintas clases de estratos según el tipo de
laminación. Una lámina es una “capa de espesor inferior al centímetro
diferenciada dentro de un estrato” (Vera Torres 1994, 23). La laminación
es entonces una división interna al estrato y le da su carácter
distintivo. Existen estratos sin laminación interna, con laminación
paralela o con laminación cruzada, como se puede ver en el siguiente
gráfico.
7
7
Gráfico extraído de Vera Torres 1994. 22. Si bien este concepto no aparece en Mil
mesetas, lo hace en Foucault, para caracterizar los estratos en tanto formaciones
históricas: “el saber solo existe en función de «umbrales» muy variados, que determinan
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Siguiendo con libertad estas nociones de la geología, Deleuze y
Guattari hablan de una doble articulación relacionada con dos momentos
en la formación de un estrato: sedimentación y plegamiento. Cada una de
estas articulaciones tiene a su vez una forma y una sustancia. La primera
articulación se encarga de seleccionar entre partículas sueltas inestables
sustancia de la sedimentación a las que impone un cierto ordenamiento
estadístico de sucesión y unidad forma de la sedimentación. Este
proceso de selección y extracción forma un orden entre elementos que a
partir de allí constituyen un conjunto metaestable. La segunda
articulación construye, a partir de la selección anterior, estructuras
estables y funcionales, sólidas y compactas forma del plegamiento, y
constituye los compuestos molares que materializan esas estructuras
sustancia del plegamiento. Aquí ya no se trata de un orden, sino de una
organización segmentaria. De una articulación a otra se pasa de lo
molecular a lo molar,
otras tantas laminaciones, fracturas y orientaciones sobre el estrato considerado
(Deleuze 1987, 58 [1988, 79], traducción modificada y énfasis añadido).
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de lo flexible a lo duro: las partículas sueltas son seleccionadas y
ordenadas primero; compactadas en formaciones sólidas después. Para
dar cuenta de este proceso, los autores utilizan una extraña imagen
teológica, según la cual los estratos serían algo así como Juicios divinos
que imponen formas sólidas y estables a la materia que, en misma, es
informal. Este extraño Dios geológico sería una suerte de bogavante que
selecciona partículas con una pinza, y pliega o comprime la materia
seleccionada con la otra. La Tierra sería primigeniamente un fluir libre de
partículas cuya “libertad” se vería interrumpida por esta doble acción. El
gran bogavante aparece entonces como una máquina de tortura que hace
“bramar a la Tierra” (Deleuze y Guattari 1980, 53 [1988, 47]).
8
Esta imagen es potente pero engañosa. Sugiere una suerte de
divinidad trascendente y monstruosa que violenta el cuerpo de la tierra.
Las formaciones geológicas que habitamos serían los efectos de esa
tortura. Sin embargo, no hay que olvidar que el Dios deleuziano, si lo
hubiera, debe ser pensado como el Dios de Spinoza, es decir, como la
Naturaleza misma Deus sive Natura. Las fuerzas de selección y
compresión que actúan en la estratificación no vienen, entonces, de un
demiurgo trascendente, sino de las intensidades inmanentes a la Tierra.
Veamos un ejemplo de doble articulación: consideremos un río
que desciende desde una montaña erosionada hasta desembocar en el
mar. Los ríos se pueden pensar como verdaderos operadores de procesos
de estratificación como los descriptos por Deleuze y Guattari. En efecto,
el río actúa como ordenador y compactador hidráulico de materiales
rocosos. Estos suelen ser trasladados, en un recorrido largo y
accidentado, desde la montaña hasta el fondo del mar, donde comienzan a
acumularse hasta formar rocas sedimentarias. En el punto de partida hay
guijarros de diversos tamaños y consistencias, algunos más y otros menos
erosionados. Según su peso, consistencia y forma, reaccionan de distintos
modos a la fuerza que sobre ellos ejerce la corriente. Hay partículas tan
pequeñas que se disuelven en el agua. Otras rocas, más consistentes pero
aun pequeñas, son transportadas a gran velocidad se podría incluso decir
que “vuelan” cerca de la superficie del río. Otras, de un tamaño mayor,
describen un movimiento más turbulento, con avances y retrocesos. Las
más grandes y pesadas, por su parte, son arrastradas lentamente, rodando
8
Los autores se inspiran aquí en uno de los cuentos de Conan Doyle protagonizados por
el Profesor Challenger: “When the World screamed”.
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por el fondo del río hasta llegar al mar. Todo esto depende, por supuesto,
de la intensidad de la corriente un río demasiado calmo no movería las
piedras más
pesadas. Esta diferencia de velocidades en el traslado produce ya la
primera articulación, al seleccionar y agrupar los guijarros según su
tamaño, peso, forma, etc. Es decir que son depositados sobre el fondo del
mar en grupos más o menos ordenados y separados por semejanza. Este
es el proceso de sedimentación propiamente dicho. Luego, estos
componentes sedimentados entran en un segundo proceso, que se podría
llamar de solidificación, operado por sustancias presentes en el agua (por
ejemplo, el silicio), que actúan como un cemento natural, llenando los
poros y compactando las piedras en una formación molar consolidada,
maciza: la piedra sedimentaria. Hay aquí una estructura que ya es estable
y sólida. Manuel DeLanda de quien extraemos el ejemplo, llama a
estos procesos repartición y consolidación, pero se corresponden con la
doble articulación de la geología de la moral (DeLanda 2011, 71-72).
Este tipo de ejemplo geológico es solo la forma más simple de
estratificación. Los autores pasan pronto al segundo gran espesamiento al
que es sometida la Tierra: la estratificación orgánica. Nuevamente se
aplican aquí las dos pinzas, los dos tiempos de estratificación que
constituyen como dos segmentaridades distintas,
9
dos tipos de corte que,
a medida que se pasa de un sistema a otro, se van complejizando cada vez
más.
10
El estrato orgánico supone un escalonamiento de tres niveles, en
cada uno de los cuales se opera una doble articulación: la morfogénesis,
la química celular y el código genético. En todos lados se ve el mismo
proceso: por un lado, selección y ordenamiento de materiales moleculares
la fibra proteica en el nivel morfogenético; reacciones y motivos
9
“La segmentaridad pertenece a todos los estratos que nos componen” (Deleuze y
Guattari 1980, 254 [1988, 214, traducción modificada]).
10
Ya en Diferencia y repetición, Deleuze decía que “cuanto más complejo es un
sistema, más valores propios de implicación aparecen en él” (Deleuze 1968, 329 [2002,
380]). El concepto general de “estrato”, en tanto excede su mite geológico para
nombrar las grandes formaciones que habitan el mundo, parece una variación sobre la
teoría de los sistemas propuesta en 1968. En efecto, así como allí se hablaba de sistemas
físico, biológico y psíquico, en Mil mesetas asistimos a una exposición que comienza
por el estrato geológico, pasa luego al biológico, para terminar en el aloplástico.
83
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químicos de las moléculas más pequeñas a nivel de la química celular;
secuencia de unidades proteicas a nivel del código genético; por el otro,
plegamiento y organización de estructura estables órganos en el primer
nivel; las moléculas grandes en el segundo; las unidades nucleicas en el
tercero.
El tercer gran estrato está relacionado con el lenguaje. Se lo
podría llamar estrato antropomórfico, aunque los autores evitan todo
esencialismo humanista y se concentran en los movimientos materiales
que forman su
individuación.
11
Una de las características principales de este estrato es la
desterritorialización de los signos vocales, que adquieren una “linealidad
temporal” que se diferencia de la linealidad genética del estrato orgánico,
que es “ante todo espacial” (Deleuze y Guattari 1980, 81 [1988, 67,
traducción modificada]). Dado que aquí interesa el problema del espacio,
no se profundizará en el entramado de este estrato, ya que esto implicaría
un desvío hacia la temporalidad y la filosofía del lenguaje.
2. Semiótica del estrato
Dejar de lado el lenguaje no implica, sin embargo, ignorar el
aspecto semiótico del espacio. En efecto, a lo largo de toda su carrera,
tanto en solitario como junto a Guattari, Deleuze se ha esforzado por
construir una semiótica no lingüística, sino ontológica.16 En esta línea, es
necesario prestar atención al entramado conceptual que los autores
extraen de Hjelmslev para referirse a las realidades de los estratos que
son esencialmente ajenas al lenguaje humano. Este autor se ocupaba del
lenguaje, “pero precisamente para extraer de él «la estratificación»”
(Deleuze y Guattari 1980, 58 [1988, 51]), es decir, una función que va
11
“Sumaria y tradicionalmente se distinguen tres grandes estratos: físico-químico,
orgánico, antropomórfico (o «aloplástico»)” (Deleuze y Guattari 1980, 627 [1988,
512]). 16 Es este uno de los tantos hilos que se puede seguir para recorrer la obra
deleuziana, pasando por la sintomatología nietzscheana, el aprendizaje proustiano, el
primer género de conocimiento en Spinoza, el sistema de los regímenes de signos en
Mil mesetas y los signos del cine extraídos del pensamiento de Peirce, por nombrar solo
algunas de las paradas principales de ese recorrido posible.
84
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más allá de su aplicación específicamente lingüística.
12
Es por eso que,
licencia poética mediante, el Profesor Challenger puede presentar a
Hjelmslev como un geólogo spinozista. En efecto, Hjelmslev no es
considerado aquí como lingüista. Deleuze y Guattari lo transforman en
una suerte de filósofo de la Tierra. Los conceptos que aquí importan son
contenido y expresión. Alrededor de ellos se construye una suerte de
grilla de la doble articulación
que constituye la estructura de todo estrato.
13
Veamos más de cerca estas
nociones.
En la meseta que nos ocupa, se llama materia a la Tierra en tanto
dimensión no-formal de intensidades puras y singularidades libres. Los
conceptos hjelmslevianos de contenido y expresión son utilizadas para
nombrar de otro modo y por lo tanto, subrayar otros aspectos de las
dos articulaciones que emergen de esa materia primera. El primer
equívoco a evitar es confundir esa distinción con la más habitual de
contenido y forma. Las nociones hjelmslevianas de contenido y expresión
tienen, cada una, sustancia y forma (Hjelmslev 1971, 73-84). Es decir
que, mientras la materia fundamental es puramente intensiva e informal,
la doble articulación opera como constitución de una doble forma, cada
una con su aspecto material correspondiente. La primera articulación
corresponde al contenido del estrato. Este contenido tiene su propia
sustancia en las materias seleccionadas en el ejemplo de la roca
sedimentaria, las partículas transportadas y repartidas por el río, y su
forma en el ordenamiento del que son objeto su orden estadístico de
12
En este sentido, el diálogo con el lingüista danés tiene una notable evolución entre el
primer y el segundo tomo de Capitalismo y esquizofrenia. Su teoría es referida en El
AntiEdipo como la única teoría moderna (y no arcaica) del lenguaje” (Deleuze y
Guattari 1972, 289 [1973, 257]), en la medida en que es la única que renuncia
verdaderamente a la trascendencia del significante en favor de un estudio inmanente que
opera a través de flujos de contenido y expresión. s allá de este enfático homenaje,
allí se trataba aún de filosofía del lenguaje. En Mil mesetas, en cambio, se da un alcance
mucho más general a esos conceptos.
13
“Si el lenguaje tenía una especificidad, y por supuesto la tenía, esta no consistía ni en
la doble articulación, ni en la cuadrícula de Hjelmslev, que eran caracteres generales de
estrato” (Deleuze y Guattari 1980, 58 [1988, 51]).
85
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sucesiones y uniones en el fondo del mar. La expresión del estrato es
caracterizada como segunda articulación que tiene a su vez una forma
en tanto se trata de una estructura sólida y funcional y una sustancia
compuestos molares compactos que resultan de la fusión de elementos
moleculares. Todo estrato tiene esa doble cara: articulación de
contenido, articulación de expresión.
No hay que apresurarse, sin embargo, a esquematizar con rigidez
estas distinciones. Por ejemplo, a pesar de que los casos que vimos den
esa impresión, la distinción entre lo molar y lo molecular no siempre
coincide con las formas de expresión y contenido respectivamente. Por
otro lado, una articulación de contenido puede funcionar también como
forma de expresión con respecto a otro contenido, y viceversa. La doble
pinza está por todos lados en el plano de los estratos desde este punto de
vista, hay que decir que las láminas que dan a un estrato geológico su
configuración particular también están doblemente articuladas. Eso
implica que una forma de contenido puede funcionar en otras relaciones a
partir de su propia subdivisión en expresión y contenido. La multiplicidad
dicotómica del estrato puede proliferar indefinidamente según las
conexiones a las que sea sometido. Es así que contenido y expresión
“eran las dos variables de una función de estratificación. No solo
variaban de un estrato a otro, sino
que se dispersaban la una en la otra, y se multiplicaban o dividían al
infinito en un mismo estrato” (Deleuze y Guattari 1980, 59 [1988, 52]).
Ahora bien, ¿qué agrega esta descripción a la desarrollada a partir
de nociones geológicas? La respuesta parece evidente: la utilización de
nociones que vienen de la lingüística para comprender procesos
materiales que nada tienen que ver con el lenguaje apunta a resaltar el
carácter semiótico-expresivo del espacio. Este aspecto de la
estratificación no podía ser pensado adecuadamente con las nociones
puramente geológicas de “sedimentación” y “plegamiento”. Por eso, si
bien la entrada de Hjelmslev puede resultar sorprendente en el contexto
de la “conferencia” de Challenger, el movimiento está plenamente
justificado desde el momento en que, como ha subrayado James
Williams, una cierta semiosis era ya una de las características
fundamentales de la ontología del espacio en Diferencia y repetición.
Allí, dice Williams, la intensidad aparece no solo como el noúmeno más
cercano al fenómeno, sino también como “la condición de significado y
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relevancia en un espacio bien ordenado” (Williams 2003, 171). Distintos
sectores de un espacio extensivo tienen significados diversos: hay ciertos
recorridos que son relevantes, otros son por completo ordinarios. Va de
suyo, por otra parte, que individuos diversos pueden otorgar diferentes
sentidos a un espacio particular, por motivos que pueden ser personales,
históricos, estéticos, biológicos, etc. Nada en el aspecto puramente
extensivo permite establecer esa diferencia de significado, sino solo algo
expresado en ese espacio. En este contexto, cabe recordar que, en
Diferencia y repetición, el fenómeno era pensado como un signo que
fulgura en el cruce de intensidades heterogéneas (Deleuze 1968, 286). De
este modo, los fenómenos no son meros hechos extensivos cuantificables,
sino que también poseen cualidades que constituyen toda una semiótica.
Desde el punto de vista de esta doble articulación, la estratificación da
cuenta de un aspecto esencial de la ontología deleuziana: toda cosa tiene
sentido; toda realidad, incluso la más baja, expresa una potencia de la
naturaleza. La estratificación se bifurca así en dos órdenes ontológicos:
extensiones y cualidades; organismos y especies; contenidos y
expresiones; y, como veremos, territorios y códigos.
3. Substratos
Cuando se habla de procesos de selección y ordenación molecular
por un lado, y de estructuración y organización molar por el otro, como
de las dos articulaciones que constituyen un estrato geológico, es
necesario ver en la sedimentación y el plegamiento geológicos una
instanciación entre otras de un tipo de proceso que también involucra
dimensiones no geológicas de la realidad. Esta extrapolación de
conceptos geológicos para pensar otras dimensiones de lo real tiene su
antecedente en la paletnóloga
14
Pia Laviosa Zambotti. Esta autora es
mencionada por Deleuze y Guattari como una fuente crucial para el
desarrollo del concepto de estrato (Deleuze y Guattari 1980, 69). Ya se
dijo que la definición habitual del concepto de estrato supone no solo una
dimensión estructural, sino también genética. Es decir que el estrato
también implica tiempo. Pues bien, Laviosa recurre a la estratigrafía para
14
Los italianos llaman “paletnología” a los estudios en arqueología prehistórica. 20 Un
ejemplo elocuente de esto es la difusión de la cultura latina y la multiplicación de
variedades lingüísticas que generó. Algo del patrimonio lingüístico indígena afluye, en
87
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fechar las civilizaciones que investiga y, sobre todo, para comprender la
estructura de los movimientos y contaminaciones mutuas sufridas por las
culturas a lo largo de los milenios. Dado que su investigación es
prehistórica, es decir, que no se basa en documentos escritos sino en
materiales arcaicos extraídos de excavaciones en los territorios, “la
estratigrafía espacial puede conducir a resultados felices, bien aplicada a
la Paletnología” (Laviosa 1958, 96). Del cruce entre esas dos disciplinas,
intervenido a su vez filosóficamente por Deleuze y Guattari, surge una
nueva serie de distinciones en el seno de la estratificación. Según la
primera, se entiende que cada estrato está íntimamente relacionado con
un substrato, y puede funcionar a su vez como substrato de otro. Así
define Laviosa este concepto:
¿Qué se entiende por substrato? En sentido arqueológico se denomina
substratus aquella cultura que, en una estratificación, se encuentra
situada debajo de otra. Fenómeno frecuente del substrato consiste
precisamente en su capacidad de impregnar o contagiar más o menos a
la cultura invasora. En Etnología componen el substrato aquellas
poblaciones tenidas por más arcaicas por el tipo racial, lengua, cultura
y posición geográfica que ocupan (1958, 75-6).
Toda estratificación cultural se hace ya sobre la base de un
substrato anterior, cuya influencia sobre la estratificación más reciente
habrá que evaluar en cada caso. La paletnóloga italiana muestra
numerosos ejemplos en los que una cultura colonizadora, o simplemente
en expansión, al encontrarse con las poblaciones originarias de un nuevo
territorio enfrenta una reacción del substrato que necesariamente la
transforma. Esta reacción se puede producir de múltiples maneras y en
infinitos grados de intensidad, dependiendo de la vitalidad y el grado de
complejidad de las culturas puestas en contacto.20 Como sea, el principio
general que de aquí se puede extraer es que no hay estrato que no se haya
formado extrayendo materiales de otro que funciona como su substrato.
Es por eso que, para Deleuze y Guattari, los materiales que forman un
estrato vienen siempre de otro estrato.
Deleuze y Guattari se separan de Laviosa en un punto esencial.
Para ellos, un substrato no es necesariamente menos complejo o
evolucionado que el estrato que se forma sobre él. Desde esta
perspectiva, resulta fundamental “evitar cualquier evolucionismo
88
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cósmico ridículo” (Deleuze y Guattari 1980, 65 [1988, 56]). Pues bien,
hay que admitir que la Historia Universal de Laviosa cae no pocas veces
en esa “ridiculez”.
15
Al margen de este problema, la relación de la
estratificación con los substratos constituye el primer aspecto de un
problema central: la determinación de la unidad y la variación de los
estratos. En esa
conformidad con lo que Laviosa llama ley de reacción del substrato, al de la lengua
dominante, que ase encuentra sometida a un proceso de alteración promovida por los
substratos. Esta alteración produce la emergencia, a partir de la lengua invasora, de
múltiples variedades dialectales. Por una lenta evolución de ese tipo, el latín provincial
ha terminado por originar las lenguas francesa, provenzal, catalana, portuguesa,
castellana, rumana y ladina (1958, 90). Este ejemplo muestra la variabilidad esencial de
los estratos. En efecto, así como las nuevas lenguas surgen producto de la reacción de
substratos indígenas originarios sobre el estrato latino, este, a su vez, funciona como
substrato para las nuevas lenguas-estrato. Si tenemos en cuenta que una civilización no
está formada solo por el estrato lingüístico, sino también por una cultura y un etnos, el
cuadro de la estratificación social se complica considerablemente. Así, “cada uno de los
tres factores, etnos, lengua y cultura, vienen a constituir por cuenta propia una entidad
animada por una fuerza constante de alteración y de modificación” (82). Estas
modificaciones no son necesariamente convergentes: en el choque entre estrato y
substrato, puede haber lentas modificaciones en la lengua sin que se produzcan
alteraciones étnicas (estas se pueden generar, por ejemplo, a partir de los matrimonios
interculturales). También es posible verificar transformaciones culturales sin
alteraciones lingüísticas. Pueden darse incluso transformaciones en todos los niveles
pero a velocidades muy distintas, y “tanto más decisiva se mostrará tal tendencia
divergente cuanto más heterogéneos sean los factores étnicos que entran en juego” (83).
interacción en la que, recordemos, el propio estrato puede pasar a su vez
a cumplir la función de substrato para otra formación los materiales
aportados por el substrato aparecen en primer lugar como el exterior del
estrato considerado. Este material exterior se diferencia de los elementos
15
Por ejemplo: “La mezcla racial entre dos grupos es inevitable porque los invasores,
por lo general menos numerosos, toman en matrimonio a las mujeres indígenas, lo que,
por otra parte, acelera la difusión de la lengua de los vencedores. La asociación de
genes logra entonces elevar en cierto modo las características somáticas
jerárquicamente, entre las s bajas de la humanidad de los grupos en retroceso ya
indicados, mientras que, por otro lado, los invasores, según la más o menos intensa
recepción de genes indígenas, ven descender las suyas (Laviosa 1958, 84, énfasis
añadido). La conclusión del libro no puede ser más elocuente: “De este modo, pues, la
civilización europea cumple la función propia de todas las civilizaciones superiores:
fundamentar una unidad rica en ltiples variedades” (558, énfasis añadido). Semejante
historicismo eurocéntrico no podría estar más lejos del pensamiento deleuziano.
89
DIVERSIDAD Y ESPACIALIDAD
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propios del estrato, es decir, de su interior. En el ejemplo de la
contaminación entre sociedades esto resulta claro: la civilización en
expansión carga con sus propios elementos étnicos, culturales y
lingüísticos, es decir, un interior. La sociedad invadida tiene también,
evidentemente, sus propios elementos interiores su cultura, su etnos, y
su lengua, que son exteriores para la formación colonizadora. En esta
relación “horizontal” entre estratos, hay que decir que se trata de un
interior y un exterior relativos, ya que los mismos materiales pueden ser
considerados interiores o exteriores según qué punto de vista se tome. En
ese proceso, el individuo sea un cristal, una roca sedimentaria, un
organismo o una sociedad
16
interioriza los materiales que el substrato le
ofrece al mismo tiempo que exterioriza su interior. Las formaciones
estratigráficas suponen siempre una contaminación semejante. Esta
articulación es constituida por una suerte de replicación de la
configuración material externa cargada por el substrato que sirve de
suelo a la nueva estratificación en el interior del estrato.
Al nivel de los estratos, entonces, las relaciones entre interior y
exterior pueden cambiar constantemente. En función de estas relaciones
móviles, el estrato está formado por una capa o anillo central que consta
de tres aspectos: “los materiales moleculares exteriores, los elementos
sustanciales interiores, el límite o membrana portadora de las relaciones
formales” (Deleuze y Guattari 1980, 66 [1988, 57]). Esta unidad de
composición es común a todo estrato, sea geológico, biológico, social, o
cualquier otro.
4. Epistratos
La función substrato es, como decíamos, el primer aspecto de la
relación entre unidad y variación de los estratos. Un segundo aspecto
aparece con una noción que no se encuentra en Laviosa en ese sentido
es una pura creación deleuziano-guattariana, aunque su desarrollo la
16
Recordemos que Deleuze y Guattari intentan determinan estructuras ontológicas, y
que según ese objetivo se sirven de nociones de diversas disciplinas. Así, la estratigrafía
que Laviosa utiliza para pensar la difusión de las culturas es reutilizada a su vez para
pensar no solo la historia sino también procesos orgánicos e inorgánicos, en una imagen
del pensamiento que tiende a borrar los límites rígidos entre naturaleza y cultura.
90
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implica. Nos referimos a la noción de epistrato. En este caso se trata de
un aspecto central de la difusión de las civilizaciones tal como es pensada
por la italiana: al difundirse, el estrato que se desplaza forma una cadena
sucesiva de centros y periferias móviles. Todo comienza, según Laviosa,
a partir de unos centros motores primarios dotados de particular energía
irradiante”, cada uno de los cuales, “tras un periodo más o menos largo
de intensa preparación, llega a una fase de concentración o de acmé que
tiende a liberarse en expansión” (1958, 55). Las causas que pueden
activar este impulso expansivo son múltiples clima, exceso de
población, conciencia de superioridad guerrera, búsqueda de materias
primas, competencia económica o política, etc.. Pero lo importante
desde la perspectiva que nos ocupa es que los epistratos constituyen
espacios donde se anudan movimientos de territorialización,
desterritorialización relativa y reterritorialización de los estratos. Así, la
Historia Universal está poblada, en Laviosa, por la repetición constante
de procesos como el siguiente:
advenimiento de una ola, dotada de fuerza expansiva, que poco a poco
impele al confinamiento, fraccionándolos, a los pueblos indígenas
invadidos. [...] Estos pueden retirarse en masa hacia zonas periféricas
del territorio donde el invasor, siempre en número limitado, no puede
dedicarle más que fuerzas contadas; también puede ganar territorios
limítrofes, ya libres de población, ya como ocurre frecuentemente
ocupados. En este último caso, los recién llegados ejercen su presión
sobre la población ocupante, que a su vez es obligada corrientemente a
seguir una conducta análoga. En tales circunstancias, los
desplazamientos determinan una especie de movimientos en ondas,
por el que la acción coactiva sobre un determinado centro puede
impulsar, siempre más hacia la periferia y hacia una gradual extinción,
las ondas, ya anterior y repetidamente puestas en movimiento. A veces
los movimientos asumen el aspecto de un verdadero alud, que pasa y
trastorna en su marcha a toda una serie de pueblos. Tal fue, en
diversos aspectos, lo que ocurrió cuando las migraciones bárbaras en
Europa o las de los mogoles en Asia (1958, 63-4).
Este párrafo describe con claridad el desplazamiento que se da
entre estratos y epistratos. Se trata de un movimiento ondulatorio y
expansivo, una verdadera repetición espacial y diferenciante, a través de
la cual se van desplazando y transformando las civilizaciones y, con ellas,
los territorios de toda la superficie terrestre. Laviosa no habla de
91
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epistratos, pero sí de epicentros, para nombrar el devenir-nuevo centro de
irradiación de una masa poblacional desterritorializada. Es decir que, en
su propio desarrollo, la noción de epicentro nombra exactamente el
proceso de reterritorialización de un estrato social migrante en un nuevo
territorio. La resonancia con el planteo deleuziano es evidente.
17
Este
movimiento puede tomar formas muy complejas. Por ejemplo, “el centro
derivado” puede “desarrollar una gran energía expansiva” y “reaccionar
sobre el mismo que lo ha engendrado e imponerse” (Laviosa 1958, 79).
Sucede así que en el seno de un movimiento ondulatorio puede formarse
una ola en sentido contrario, cuando la sociedad invasora pierde fuerza al
llegar a una nueva periferia y esta se impone sobre aquella. Asimismo, es
necesario completar el punto de vista de la colonización adoptado por
Laviosa sumando la perspectiva de meras migraciones poblacionales que
también producen, a su paso, modificaciones y contaminaciones
estratigráficas. Es así que “los epistratos están organizados en el sentido
de una desterritorialización cada vez mayor” (Deleuze y Guattari 1980,
70 [1988, 60]). Las partículas físicas minerales, células, cuerpos,
lenguas, según el estrato en el que estemos atraviesan umbrales de
desterritorialización relativos según van pasando a través de los estados
intermedios más o menos estables. De este modo, se constituye todo un
espacio hojaldrado o escalonado que supone una fragmentación y
movilidad que son esenciales al plano de los estratos. Los epistratos
constituyen los umbrales de una desterritorialización siempre relativa y
una reterritorialización que viene a compensarla. En efecto, la onda
expansiva del primer centro motor implica un movimiento hacia la
periferia, pero solo para establecer allí la formación de un nuevo centro
siempre a partir de un entramado, no lo olvidemos, con el substrato
local . Todo este proceso, finalmente, queda incluido en el anillo
central. Es decir que cada estrato porta las huellas, en sus epistratos, de
todos los movimientos que atravesó a lo largo de su historia. De este
modo, se forman superposiciones de estados intermediarios entre el
medio exterior y el elemento interior que afectan al estrato de una
discontinuidad esencial.
17
De hecho, este movimiento ondulatorio de las invasiones bárbaras es el ejemplo
citado en la nota 16 de la geología de la moral (Deleuze y Guattari 1980, 70).
92
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5. Paraestratos
El tercer aspecto de la unidad variable de los estratos, luego de los
substratos y los epistratos, está caracterizado nuevamente por una noción
de Laviosa. Se trata del concepto de paraestrato. A diferencia de la
noción de epicentros sucesivos cuya territorialidad se expande en
movimientos ondulatorios, el concepto de paraestrato está ligado, en
Laviosa, al contacto entre tres, cuatro, o más grupos étnicos diferentes
“en la misma zona”, donde se forma entonces una “compleja disposición
estratigráfica”
con “mezclas y superposiciones extremadamente variadas” (1958, 85).
Para pensar este aspecto de la diversidad espacial, Deleuze y Guattari
suman una nueva distinción. Cada estrato está formado, según la doble
articulación, por procesos de codificación y territorialización. Estas
nociones pueden comprenderse como variantes de la segmentación de la
materia intensiva en formas de expresión y formas de contenido. Así, se
entiende por territorialización el proceso de formación y proliferación de
espacios extensivos. La codificación, por su parte, remite a la
configuración de estructuras semióticas que marcan esos espacios,
dotándolos de zonas significativas para los individuos que los habitan
entendiendo por individuo tanto un animal como una célula, un mineral
como una planta, etc..
18
Si los epistratos eran el lugar de los movimientos territoriales
tanto a nivel de la desterritorialización como de la reterritorialización,
los paraestratos constituyen el espacio en el que se cruzan los procesos
de codificación y descodificación de los estratos (Deleuze y Guattari
1980, 70). Si bien en el caso de Laviosa esto no es tan evidente, ya que,
18
Así define Guattari estas nociones: “El territorio puede ser relativo a un espacio
vivido, tanto como a un sistema percibido en el seno del cual un sujeto se «siente en
casa». […] El territorio puede desterritorializarse, es decir, abrirse, implicarse en líneas
de huida, partirse en estratos y destruirse. La reterritorialización consistirá en una
tentativa de recomposición de un territorio comprometido en un proceso
desterritorializante”
(Guattari 1995, 208). Por su parte, la noción de código está empleada en una acepción
muy amplia; puede concernir a los sistemas semióticos, tanto a los flujos sociales como
a los materiales” (202).
93
DIVERSIDAD Y ESPACIALIDAD
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como los mismos Deleuze y Guattari dicen en la nota 14 (69), la italiana
no define claramente la noción de paraestrato, lo cierto es que cada vez
que la utiliza está hablando de las contaminaciones lingüísticas entre
culturas diferentes, lo que permite sospechar una convergencia implícita
entre los dos planteos, aunque limitada, ya que la codificación de la que
se habla aquí excede el campo lingüístico para transformarse en una
categoría ontológica y eminentemente espacial. En efecto, a la base de
esta taxonomía de estratos está la constitución de distintos tipos de
medios. Así, cada tipo de estrato se articula en un medio específico.
Desde este punto de vista, el paraestrato es quizás el más complejo. Ya
no se trata aquí de la relatividad entre los medios interiores y exteriores
en los substratos, ni de los medios intermediarios en tanto lugares de
pasaje y desplazamiento territorial de los epistratos, sino de la
construcción de medios asociados o anexos.
Una de las funciones principales de los medios asociados consiste
en proporcionar lo necesario para que el estrato persevere en la
existencia. Lo que los define, entonces, es la captura de fuentes de
energía que habilitan la transformación de materiales externos en
elementos interiores y compuestos funcionales. Este proceso es
producido por agentes emergentes de esos espacios que deben discernir,
dentro de una infinidad de materiales, cuáles son los que representan
fuentes de energía para la fabricación de los elementos y compuestos que
aseguren la supervivencia de los individuos estratificados. El proceso
implica toda una actividad
“cognitiva” incluso a nivel molecular. En efecto, esta actividad de
reconocimiento se da en todos los niveles estratigráficos, incluido el
microscópico. Por ejemplo, según Jacques Monod, toda la actividad
teleonómica de los seres vivos es decir, todas aquellas acciones
coherentes y orientadas a un fin determinado; por ejemplo, la captura de
un determinado alimento, pero también operaciones menos “conscientes”
como respirar, descansa en última instancia sobre el trabajo de las
enzimas un tipo particular de proteínas, responsables de la producción
de las composiciones químicas producidas en la morfogénesis de los
seres vivos–. Toda “máquina química” depende de las proteínas, que
aseguran “la coherencia de su funcionamiento y la construyen”. Ahora
94
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bien, estas actividades teleonómicas de las proteínas “reposan en último
análisis sobre [...] su capacidad de «reconocer» a otras moléculas
(incluyendo otras proteínas) según su forma, que es determinada por su
estructura molecular. Se trata, literalmente, de una propiedad
discriminativa (sino «cognitiva») microscópica” (Monod 1970, 60). Este
autor muestra cómo ciertas enzimas tienen la capacidad de conectarse
químicamente con un tipo de compuesto muy específico, que puede
presentarse en medio de una multiplicidad de otros compuestos muy
similares y, por lo tanto, fácilmente confundibles. Sin embargo, la enzima
no se confunde; tiene la asombrosa capacidad de discriminar y reconocer
solo el compuesto que necesita. Un ejemplo es la formación del ácido L-
málico, esencial para la extracción de energía de los alimentos. La
enzima fumarasa es la encargada de obtener este ácido. Para ello, debe
producir una adición de agua al ácido fumárico. Esta acción es
particularmente compleja, ya que existe otro compuesto, el ácido
maleico, muy similar al ácido fumárico en su estructura y, por lo tanto,
capaz de sufrir exactamente el mismo tipo de hidratación. Pues bien, la
enzima fumarasa es completamente indiferente al ácido maleico, y solo
reacciona ante la presencia del ácido fumárico. Esta capacidad de
reconocer un material químico específico es prácticamente infalible. La
fumarasa sabe muy bien lo que hace (Monod 1970, 63-5).
Resulta relevante mencionar que, con esta tesis, Monod confirma
una intuición que ya había sido presentada a principios del Siglo XX por
Jakob Von Uexküll, quien afirmaba que “cada célula viva es un
maquinista que percibe y obra”, y que el prolífico percibir y obrar del
sujeto animal en su integridad debe atribuirse [...] a la cooperación de
pequeños maquinistas celulares, cada uno de los cuales recibe una señal
perceptual y una señal efectual” (2016, 41). La relación entre ambos
autores es relevante para nosotros ya que, para determinar el concepto de
paraestrato como medio asociado, Deleuze y Guattari recurren tanto a la
filosofía de la biología de Monod como a la noción de mundo
circundante [Umwelt] del etólogo estonio. Este concepto supone la
invención, por parte del animal,
19
de un espacio propio de percepción y
acción. El mundo circundante es parte constitutiva de los distintos tipos
de animales y permite a Von Uexküll postular que en un mismo espacio
19
“Los medios asociados están en estrecha relación con formas orgánicas” (Deleuze y
Guattari 1980, 68 [1988, 58]).
95
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geográfico pueden coexistir numerosos mundos circundantes. Veamos
más de cerca su constitución.
El espacio objetivo tiene una cantidad indefinida de
características, pero cada animal está capacitado para percibir solo
algunas tal como sucede, a nivel celular, con las enzimas. El aparato
perceptivo, coordinado con los órganos efectores de acciones a través del
sistema nervioso, forma lo que Von Uexküll llama el mundo interior del
animal [Innenwelt] (2014, 86-7). Esta articulación interna al individuo se
prolonga en una coordinación entre el animal y el mundo que lo rodea.
Para ello, el sistema perceptivo selecciona aquellos signos que indican la
presencia del material que el animal necesita para actuar tal como
sucede con la enzima fumarasa y la presencia del ácido fumárico. Las
acciones animales, por su parte, producen efectos sobre el espacio. En
resumen: “el mundo circundante se descompone en dos partes: en un
mundo perceptible [Merkwelt] que va desde el portador de características
[es decir, el objeto buscado] hasta el órgano sensorial, y en un mundo de
efectos
[Wirkungswelt], que va desde el efector [es decir, el animal actuante]
hasta el portador de características” (2014, 88). Es decir que en primer
lugar se produce un estímulo en el animal por la presencia de señales que
van del mundo a los órganos sensoriales. Este efecto desencadena un
recorrido en el mundo interior del animal y es traducido en una acción.
Esta acción
produce, a su vez, un efecto diferente sobre el objeto portador de
características relevantes. Todo este movimiento constituye un círculo
funcional, a partir del cual se puede comprender el perfecto ajuste entre el
animal y su mundo circundante o, como dicen Deleuze y Guattari, su
medio asociado. Cuanto más complejo es el animal, mayor es la cantidad
de círculos funcionales que lo constituyen junto con su mundo
circundante.
Veamos un ejemplo que fascina a Deleuze, el “inolvidable mundo
asociado de la garrapata” (Deleuze y Guattari 1980, 67 [1988, 58]). La
garrapata tiene un esquema sensoriomotor extremadamente simple para
ajustar sus órganos perceptivos y efectores a su mundo circundante. Este
animal diminuto pasa su vida colgado de una rama en el bosque,
esperando que pase el animal que le proveerá su alimento: la sangre.
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Cuando esto sucede, la garrapata se deja caer sobre el mamífero para
aterrizar sobre su lomo algo que siempre puede fallar, en cuyo caso la
garrapata habrá perdido una gran oportunidad; deberá trepar
pacientemente una vez más y recomenzar su espera. Una vez en el lomo
del animal, debe buscar una zona sin pelos para incrustar su cabeza y dar
comienzo al banquete. Cuando se llena hasta la saciedad, la garrapata se
desprende del animal para caer al suelo, poner sus huevos, y morir. Este
pequeño animal cuenta solo con tres círculos funcionales:
Las glándulas cutáneas del mamífero conforman los portadores de
signos perceptuales del primer círculo, puesto que el estímulo del
ácido butírico activa determinadas señales perceptuales en el órgano
perceptual que son interpretadas como signos olfativos. Los procesos
en el órgano perceptual provocan, por inducción (sin que sepamos lo
que esta sea), impulsos correspondientes en el órgano efector que
provocan el desprendimiento de las patas y la caída libre. La garrapata
en caída libre le confiere a los pelos del mamífero alcanzado el signo
perceptual del impacto, que a su vez activa un signo perceptual táctil,
por medio del cual el signo perceptual olfativo del ácido butírico
queda anulado. El nuevo signo perceptual induce un desplazamiento
hasta que es relevado por el signo perceptual del calor en la primera
extensión de piel libre de pelos, a partir de lo cual comienza la
perforación. [...] Del inmenso mundo que circunda a la garrapata, tres
estímulos brillan como balizas en la oscuridad, y marcan a la garrapata
con seguridad el camino que lleva al objetivo (Von Uexküll 2016, 45-
6).
El mundo circundante es, entonces, una red de signos y señales
que producen un mapa de percepciones y acciones posibles. A partir de
ellos se construye todo un entramado de esquemas sensoriomotores que
determinan el comportamiento. Como el nombre lo indica, un esquema
sensoriomotor es una suerte de dispositivo, o mejor, automatismo, que
vincula ciertos estímulos del ambiente con ciertas reacciones. Cuando
Deleuze vuelva sobre este concepto en los estudios sobre cine, lo pensará
como una articulación que da forma al espacio-tiempo del siguiente
modo: el espacio se curva alrededor de un centro privilegiado una suerte
de yo larvario, comparable a la enzima de Monod, delimitando una serie
de estímulos posibles del medio y un conjunto de reacciones posibles
ante esos estímulos (Deleuze 1983, caps. 4 y 9). Estos esquemas serán la
base material para la construcción de todo tipo de cliché, en la medida en
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que son puras configuraciones de reacciones automáticas posibles, cuyo
objetivo es ajustar las necesidades vitales con el entorno. A nivel social,
la opinión y el sentido común son justamente esquemas sensoriomotores.
Por ejemplo, todo tipo de frases hechas cuyo único objetivo es obturar las
fisuras de la realidad representacional ante un suceso dado por ejemplo,
las típicas fórmulas frente a la muerte o la desgracia. Como se dice en
¿Qué es la filosofía?, se trata de una suerte de paraguas que protege del
caos (Deleuze y Guattari 1991, 191). Del mismo modo, la garrapata de
Von Uexküll tiene un paraguas que la protege del caótico mundo del
bosque y ordena su realidad.
El sujeto en este caso la garrapata no percibe objetos en el
sentido habitual del término. No es necesario percibir la forma del
mamífero, sino solo el olor que despide su piel. De esta manera, los
sujetos tejen las relaciones que constituyen su mundo circundante solo a
partir de ciertas características de los objetos, y no de los objetos mismos.
Este tejido de meras señales recorta, sobre la cantidad indefinida de
estímulos que emite el medio ambiente, solo las necesarias para sostener
la vida del animal. El medio asociado, es decir, el paraestrato, es
entonces una suerte de telaraña semiótica que indica al animal el
comportamiento necesario para sobrevivir. Esta nueva dimensión del
espacio estratigráfico supone una articulación doble que se distingue de la
doble pinza antes mencionada. Aquí el “Dios-bogavante” pinza el espacio
para la fabricación de caracteres perceptivos en primer lugar,
20
mientras
que los caracteres activos son efecto de un segundo pinzado. Entre los
dos se produce el medio asociado como tejido de relaciones semióticas y
puesta en escena del esquema sensoriomotor. Deleuze y Guattari se
sirven
entonces de la difusa noción de paraestrato de Laviosa para dotarla de
una función original en su propia teoría de la estratificación. Este aspecto
del espacio es concebido como lugar donde se operan los procesos de
codificación y descodificación, mientras que los epistratos eran la sede
20
Es quizá en el mismo sentido que, en Diferencia y repetición, Deleuze hablaba de
contemplaciones moleculares, toda una “sensibilidad vital primaria” (Deleuze 1968, 100
[2002, 123]) responsable de una síntesis del hábito que es la base pasiva supuesta por
toda síntesis activa.
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de movimientos de territorialización, desterritorialización relativa y
reterritorialización.
6. Mil estratos: a modo de conclusión
A lo largo de este trabajo vimos que el concepto de estrato se
constituye a partir de procesos materiales y semióticos. El proceso de
estratificación se divide a su vez en tres aspectos: 1- cada estrato solo
puede constituirse tomando materiales de un substrato anterior, es decir
que cada estrato tiene otro estrato “debajo”; 2- un estrato solo existe en
sus epistratos, que se van acumulando a partir de los sucesivos
movimientos ondulatorios que hacen huir al centro a la periferia, para
constituir allí un nuevo centro, alrededor del cual se formará una nueva
periferia, y así sucesivamente; en este proceso de ampliación o de
desterritorialización y reterritorialización los estratos se acumulan unos
“sobre” otros en el mismo estrato;
21
3- un estrato no existe fuera de sus
paraestratos, que es el modo específico que tiene el anillo central de
dividirse en formas irreductibles con sus medios asociados; es decir que
un estrato siempre tiene otro estrato al costado”. Como se puede ver, la
vida de los estratos es rica y cambiante, ya que la designación de una
formación como estrato, substrato, paraestrato o epistrato es solo relativa,
según los entramados que se van construyendo entre las distintas
dimensiones. Ningún estrato tiene asegurado su rol, en la medida en que
las relaciones entre las múltiples capas son cambiantes. A pesar de su
estabilidad relativa, la estratigrafía espacial no deja de estar atravesada
por corrientes energéticas más o menos intensas que producen todo tipo
de transformaciones. Al sistematizar estas nociones quisimos mostrar que
el primer objetivo de la “geología de la moral” radica en ofrecer un mapa
de las articulaciones de todo espacio empírico. El recurso a las fuentes
científicas de esos conceptos mostró que
21
Es en este sentido que, en otro contexto, al explicar la dimensión foucaultiana del
Saber en tanto estrato, Deleuze, luego de tematizar el problema de los “umbrales de
epistemologización” (es decir, los umbrales a partir de los cuales un discurso puede ser
considerado científico en una época determinada), dice que “en el estrato también
existen otros umbrales, orientados de otra forma: umbrales de etización, de estetización,
de politización, etc.”, y que “el estrato mismo no existe más que como apilamiento de
sus umbrales bajo orientaciones diversas” (Deleuze 1986, 59 [1987, 79]).
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debajo del aparente caos de ese texto hay una lógica profunda que
permite pensar lo diverso espacial en sus múltiples aspectos y
movimientos. Quizá sea relevante volver sobre este entramado a la hora
de pensar la complejidad de los territorios desde una imagen del
pensamiento que abarque todos los planos de la materia, desde lo mineral
hasta lo social.
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