Páginas de Filosofía, Año XIX, Nº 22 (enero-diciembre 2018), 246-250

Departamento de Filosofía, Universidad Nacional del Comahue

ISSN: 0327-5108; e-ISSN: 1853-7960

http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/filosofia/index



RESEÑA/ REVIEW


Sánchez, Sergio (2018) Borges lector de Nietzsche y Carlyle (2da. Edición), Córdoba, Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba, 110 páginas.


Una de las comparaciones más conocidas en el campo de los estudios literarios es la que toma al vasto universo de los textos como equivalente a un territorio en constante estado de exploración. La poca originalidad de ese paralelismo no es óbice, sin embargo, para su carácter productivo, especialmente en lo que a la lectura de Borges lector de Nietzsche y Carlyle se refiere. Su autor, el filósofo cordobés Sergio Sánchez, funge aquí como cartógrafo y traza un verdadero mapa analítico que nos guía a través de la lectura borgeana de los textos de los filósofos alemán y escocés.

La confianza que nos brinda este mapa está anclada en la solidez del método utilizado por su creador. Como un formalista ruso, Sánchez explora y transparenta el territorio de las lecturas que Borges hace de esos autores y las interpreta a través de lo que podemos señalar como el principio constructivo del libro: la crítica al estilo enfático de Nietzsche y Carlyle, estilo que revela ser no un mero problema de forma sino también político, en tanto se ancla en el protagonismo del pensamiento fascista alemán de la época.

Con ese eje como norte, Sergio Sánchez condensa en menos de cien páginas un estudio del modo en que el autor argentino lee al alemán y al escocés. En el primer capítulo, Zarathustra y la sombra del nazismo, descubre a un Borges cuya atención detecta un enlace entre el mencionado estilo y las lecturas apresuradas que asociaron a Nietzsche con la emergencia del nacionalsocialismo. Sánchez hace aquí un recorrido por textos ensayísticos y uno literario en particular en el que el autor de El Aleph desmarca al alemán de tales vinculaciones, sin por ello dejar de objetar su escritura enfática.

Por su parte, en el segundo y último capítulo, Escepticismo y crítica del heroísmo, el foco está puesto en cómo la pluma política de Thomas Carlyle sí parece haber contribuido a encender “la chispa cuyo incendio fue el nazismo” (Sánchez 2018, 79). Aquí, el filósofo de la

provincia mediterránea opone el escepticismo de Borges al romanticismo desmesurado de Carlyle y conecta el modo en que la lectura del primero vincula al escocés con aquel emergente.


Creador y creatura… no son lo mismo

Cuando, en 1975, Edward Said publicó su reseña de A map of misreading del ahora casi nonagenario Harold Bloom, logró formular en solo una oración una perfecta síntesis de la teoría del gran canonista. Dijo allí Said: “Lo esencial en la visión de Bloom es que cada poema es el resultado de un acto crítico por el cual otro poema anterior ha sido mal leído, y luego re-escrito”.1 Cada texto –no solo un poema- está destinado a una suerte de tragedia en la que es hijo y padre al mismo tiempo: si un texto (padre) es luego leído, es entonces tamizado desde la propia subjetividad del lector, lo que produce una interpretación, una escritura, un nuevo texto (hijo) en el mundo. Cada lectura es, por supuesto, única e irrepetible en tanto es producto de una mala lectura, de una irremediable y muy personal interpretación, y ello provoca su posterior resignificación.

Es para nosotros central la noción de mala lectura (misreading) en Zarathustra y la sombra del nazismo que, como ya dijimos, Sánchez dedica a Borges como lector de Nietzsche. Concentrado en el decenio 1936-1946, “período que incluye significativamente la segunda guerra mundial y el imperio del nazismo” (Sánchez 2018, 17), expone una selección de ensayos en los que el gran autor argentino critica el estilo enfático y aseverativo de Nietzsche –especialmente en Así habló Zarathustra–, un estilo de escritura que Borges ve como producto de una confusión entre la propia carne del filósofo y la de su profeta ficcional. Borges halla en esa estética el fundamento de su desagrado como lector del alemán y la explicación de la facilidad con la que se lo asocia con el espíritu nazi.

Y es que esa fusión entre autor y personaje es materia de análisis para el argentino quien –apartándose de las conexiones apresuradas propias de malos intérpretes de los textos nietzscheanos– encuentra en la voz efectista de la escritura del alemán la causa de tal misreading. Así, explica Sánchez que Nietzsche “se habría asimilado fatalmente a su personaje Zarathustra” (Sánchez 2018, 22), asimilación que Borges no le perdona al alemán porque implica la renuncia de su intelecto a favor de un estilo demasiado cercano a las sintaxis discursivas de los totalitarismos del momento.

Pero Sánchez no descansa en esta crítica que el autor de El Aleph lanza tanto a Nietzsche como a sus lectores, sino que exhibe a Borges como un lector particularmente atento al aparato textual nietzscheano menos popularizado. Sánchez recupera entonces las lecturas con las que Borges destaca el rostro menos conocido de Nietzsche, a partir de una selección de textos que manifiestan expresamente sus opiniones antinacionalistas, antirracistas y especialmente las que rechazan el antisemitismo de la época. Sánchez demuestra pues cómo la distancia crítica del argentino logra marcar –a su vez- una saludable distancia entre el autor alemán y sus menos lúcidos lectores.

Al finalizar el capítulo, Sánchez abandona el terreno ensayístico y cierra el mapa de lecturas nietzscheanas ocupándose específicamente del cuento Deutsches requiem. Este relato, que le valió a Borges la misma acusación que a Nietzsche su Zarathustra, le sirve al cordobés para demoler esa asociación. Su escritura es paradójicamente una réplica fatal a sus acusadores en tanto revela la construcción de un personaje cuya devoción por la Alemania nazi es una postura filosófica sustentada en el ya mencionado misreading. Dicho personaje, Otto Diertich zur Linde es, pues, esencialmente un mal lector, un lector acrítico de Schopenhauer, Spengler y Nietzsche y, bajo ese influjo irreflexivo y una interpretación fatalista de la historia y de sus propias experiencias, Borges logra condensar la conjunción entre el mito del filósofo alemán (es decir, el Nietzsche mal leído) y el nacionalsocialismo.

Deutsches requiem es en sí mismo un territorio literario y Sánchez ayuda a su autor a trazar las coordenadas del mismo para no perdernos en su recorrido, como lo hicieron otros. El análisis del filósofo argentino asesta con ellas el golpe de gracia a las conclusiones a las que arriban lecturas livianas del cuento y así, marca la diferencia entre Borges lector (y escritor) y sus contemporáneos.


El héroe como tema

Diferente es el tratamiento que Borges dispensa al filósofo escocés Thomas Carlyle (1795-1881) en Escepticismo y crítica del heroísmo. En este capítulo, Sánchez estudia cómo el autor argentino lee en la escritura del escocés ya sí a una de las más claras responsables intelectuales de los movimientos totalitarios del momento. El mapa carlyleleano que confecciona Borges revela un espacio profundamente

opuesto al racionalismo del siglo XVIII, muestra a un pensador que traza con su pluma enfática la reivindicación del oscurantismo de la Edad Media y el rechazo por el pensamiento crítico, fruto de la Ilustración.

Sánchez presenta aquí un contrapunto claro entre el espíritu escéptico de Borges y el idealismo romántico de Carlyle, idealismo que le permite a este último construir una teoría política moldeada por una figura que pretende incontestable y central: el héroe. Esta figura concentra la nostalgia del escocés por un mundo jerarquizado en un esquema de fuerte orden teológico en el que no hay lugar para el debate ni el disenso. Para el filósofo, entiende nuestro autor, el héroe es la encarnación de sus convicciones, de su fe, traducidos en el motor de la historia. Ralph Waldo Emerson, contemporáneo de Carlyle, acompaña estas ideas:

No es en rigor que Carlyle prefiera este o aquel dogma, sino más bien que le agrada la autenticidad (origen de toda fuerza) en sus compañeros (…) Respeta al defensor sincero de cualquier cosa, al entusiasta que vivirá y morirá por aquello que defiende y que no se preocupa por sí mismo ni por nada que no sea su causa (Sánchez 2018, 70).


La desmesura conceptual del filósofo concibe pues al héroe como un prototipo de hombre en quien se sintetizan convicciones de orden, de potencia y de grandeza solo cimentadas en sí mismas, inmunes a la necesidad de contar con justificaciones o argumentos. Notamos entonces por qué Borges ve en esa configuración a la génesis del nazismo. Sánchez demuestra cómo en esa desmesura, en ese énfasis escritural, hay una distancia insalvable con el escepticismo de Borges, cuya lectura del escocés como propugnador del fascismo alemán refrenda la reflexión de Bertrand Russell: “los acontecimientos políticos toman su color muy frecuentemente de las teorizaciones de tiempos anteriores” (Sánchez 2018, 80).

Sergio Sánchez nos muestra cómo las lecturas del autor argentino proponen una disputa de las teorizaciones de Carlyle, una refutación de su estética cargada de dictámenes violentos en los que rechaza la idea de democracia (resultado de la ausencia de verdaderos héroes), celebra a la Raza Teutónica, lamenta la abolición de la esclavitud y pondera la pena de muerte. A su vez – casi al final del libro– el filósofo cordobés nutre a esta lectura borgeana no solo de la similar percepción que tenía de Carlyle el ya citado Emerson, sino también de la mirada del propio Nietzsche. Notemos las palabras de Sánchez:

Nietzsche da una suerte de retrato de la psicología de Carlyle en que se confunden sus opciones estéticas e ideológicas. La imposibilidad de prescindir de la fuerza en sus formas más evidentes y groseras (…) su estar privado (…) de todo sano escepticismo (…) tales son los rasgos que resalta el retrato que Nietzsche trata del escocés (Sánchez 2018, 94).


Borges lector de Nietzsche y Carlyle es un esfuerzo por acercarnos no solo a una parte del mundo de lecturas del autor de El Alpeh, sino especialmente al modo en que ese mundo es recorrido. Sergio Sánchez nos ofrece una guía a través de la forma en que Borges enfoca su mirada no en interpretaciones complacientes ni en elucubraciones que exceden al propio texto, sino en las creaciones mismas de sus autores. Una guía que pone en valor la importancia del cómo leer.

 


1 Said Edward (1975), The Poet as Oedipus. The New York Times On The Web. New York: E.U. Recuperado en http://movies2.nytimes.com/books/98/11/01/specials/bloom- misreading.html el 23-10-2018 (traducción propia).

 

 

 

EMILIO NICOLÁS ALOCHIS

Facultad de Humanidades Universidad Nacional del Comahue

enalochis@gmail.com