Páginas de Filosofía, Año XIX, Nº 22 (enero-diciembre 2018), 228-233
Departamento de Filosofía, Universidad Nacional del Comahue
ISSN: 0327-5108; e-ISSN: 1853-7960
http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/filosofia/index

RESEÑA/ REVIEW

Guerrero, Luis Juan (2016) Que es la belleza y otros ensayos, Buenos Aires, Biblos, 155 páginas.

Sumado a la claridad conceptual y erudición de Juan Luis Guerrero, se agrega a este conjunto de ensayos un estudio preliminar por parte de Ricardo Ibarlucía. Conocedor de su obra, de su vida y de los grandes problemas de la disciplina estética, Ibarlucía demuestra estar a la altura de las circunstancia mostrando un clara visión de lo que Guerrero representa para la disciplina. Podemos dividir este estudio preliminar en dos momentos o temáticas. El primero se encarga de desarrollar un breve pero puntilloso recorrido de la formación filosófica del autor. Dicho recorrido comenta aquellos aspectos relevantes en la vida de Guerrero, tales como los gobiernos que recorrió, sus viajes a Europa y sus intereses filosóficos. El segundo punto se centra en la vasta producción bibliográfica del autor. Respecto a esto, Ibarlucía se toma el trabajo de exponer cada obra de acuerdo a las inquietudes y juicios de Guerrero al momento de su publicación. Con esto, se permite lograr una visión que culmina en un análisis general de su obra teniendo en cuenta la evolución intelectual de Guerrero.

Es gracias a este recorrido que puede explicarse cómo Guerrero retoma en la presente obra una problemática ya explotada durante toda su formación: se trata de la fundamentación de la estética como disciplina autónoma junto al lugar que ésta debe ocupar dentro de la totalidad de la cultura. Explica que Guerrero interpreta a las diferentes corrientes estéticas como momentos de justificación y fundamentación de la disciplina para culminar de una vez con Hegel, quien termina por ser el encargado de colocar a la estética y al arte en una estructura jerárquica. Pues para el caso de Hegel, el arte termina siendo un momento más en el despliegue de la verdad, por lo que será un hito bisagra dentro de la reflexión estética. Teniendo esto en cuenta, el detallado recorrido que nos provee este estudio nos anticipa los principales problemas que Guerrero se propone discutir.

En consecuencia, dicho estudio termina siendo una interesante introducción para aquellos que no estén tan involucrados en los inicios de la estética como disciplina, generando un hilo conductor previo que ayuda al lector al momento de leer los ensayos en forma individual. Finalmente, Ibarlucía se encarga de conectar los problemas mencionados con el contexto actual en el cual el arte no posee ya la fundamentación que le dio Hegel, señalando una tesis un tanto benjaminiana sobre la relación entre el arte y el capitalismo.

El libro se conforma por cuatro ensayos. En el primer ensayo, Qué es la belleza, Guerrero se propone seguir el desarrollo de la idea helénica de belleza en la medida en que ella abre y cierra un periodo histórico y nos adelanta el panorama estético de la época moderna. Guerrero se encarga aquí de mostrar cómo ni para la antigüedad clásica ni para el cristianismo medieval, el hombre produce “obras bellas”, sino que ellas son bellas en cuanto tal. En este sentido, en estos periodos no se planea una reflexión sobre la creación artística en cuanto tal, sino sólo de la obra. Es sólo durante la modernidad que el predicado de belleza adhiere y conviene constitutivamente a ciertos quehaceres del hombre. De esta manera, mediante un recorrido a través de diferentes autores, Guerrero nos muestra en este ensayo que la belleza comienza siendo una valoración del Cosmos en su conjunto y de incluso determinados objetos particulares para, sólo en la modernidad, ser aplicable al rol del artista.

Este recorrido toma en consideración todos los clásicos griegos y el medievo. En cada periodo se ven las corrientes y autores, así como también sus transformaciones intelectuales. Es llegado al periodo renacentista donde Guerrero asume el compromiso de mostrar como allí comienza a interpretarse al artista como alguien dotado de cierto poder de iniciativa personal y una capacidad reflexiva cada vez más lúcida. Por estos motivos, Guerrero utiliza el término “estéticas operocéntricas” para designar este tipo de reflexión estética que muestra un interés cada vez más progresivo sobre la capacidad creadora del artista. Es así, que mediante esta transición, narrada por Guerrero, se sustituye la noción tradicional de una belleza contemplativa por la noción moderna de un estilo operativo, que introduce aquella idea absoluta y única en la pluralidad y particularidad relativa a los asuntos humanas. Es, en este punto, donde el autor se detiene para analizar la obra de Hegel, pues es justamente aquí donde culmina un periodo histórico que termina por fundamentar la completa autonomía de la estética. Esto se debe a que en el marco de la filosofía hegeliana, el arte es una relevación sensible de la idea y por lo tanto, es Hegel quien unifica todas las corrientes

mencionadas al colocar al arte como una manera de despliegue de la verdad dentro de la Historia Universal. Hegel, por tanto, no renuncia a la idea de la obra de arte y su relación con la totalidad, sino que introduce a la misma en aquella esfera. Por lo tanto, es él quien finalmente prevé a la estética esta doble fundamentación (autonomía y funcionalidad en la cultura) gracias a su cosmovisión de una Filosofía de la Historia Universal.

Escenas de la vida estética se trata de un artículo mucho más corto que el anterior en el cual se ofrece un planteamiento de problemas y no la fundamentación de una doctrina, como el mismo autor lo señala. En el mismo se explora la esencia del hombre como un ente creador que haciendo cosas, hace su mundo y se hace a sí mismo. Esta esencia creadora del hombre es contrapuesta al mundo de la vida practica del hombre, en el que él mismo debe apegarse a la “ley de las cosas” evitando la ruptura existencial que la experiencia estética nos genera. Esto es: la de ser un tipo de experiencia que nos permite penetrar en la Esencia escondida de cada cosa y que puede hablarnos, en palabras del autor, “de este árbol, aquella flor, el pequeño puente en un recodo del camino, el rostro de la mujer amada, la existencia de la misma calle que hemos recorrido como sonámbulos todos los días de nuestra vida” (Guerrero 2016, 94). De este modo, el ensayo recorre las ambivalencias de la vida humana entre la practicidad humana junto a la regularidad y monotonía que la misma supone, para saltar hacia la esencia del hombre como un ser dotado de capacidad creadora-artística que le permite perfilar su vida hacia un nuevo sentido, vivificando la vida y generando rupturas con la cotidianeidad. Cargado de metáforas y sin citas ni referencias, este artículo invita al lector reflexionar sobre la capacidad y función del arte en la actualidad.

En el tercer artículo titulado Torso de la vida Estética Actual Guerrero retoma los temas tratados en el anterior. Esto es algo evidente ya que ambos artículos fueron escritos en 1949. El ensayo inicia marcando puntos que fueron anticipados en Escenas de la vida estética. Estos temas se relacionan principalmente con el capitalismo actual que permite la reproductibilidad técnica del arte y cuestiona en cierto sentido la autenticidad de la obra. A su vez, el autor recuerda la situación corriente en la cual el arte ya no es privilegio de los filósofos sino que la reflexión estética se encuentra pluralizada y fragmentada, siendo patrimonio intelectual de variadas disciplinas. En este sentido, el artículo recorre la pérdida del lugar “sagrado” o en todo caso elevado que el arte supo tener para poder así, analizar los modos de producción

contemporáneos que justamente rompen con los estándares clásicos. Guerrero señala entonces la crisis que acontece al arte en la actualidad pero insistiendo, en otro plano, sobre la capacidad creativa del hombre que se niega en todo momento a aceptar que el sentido estético de la vida haya desaparecido. Para el autor, el arte es aquello que permite al hombre delinear nuevos modos de existencia, ya que “el arte modela en la fantasía una nueva forma de vida” (Guerrero, 2016, 102). Por lo tanto, pese a los desafíos que la era de la reproductibilidad técnica presenta, el autor defiende cierto optimismo estético. Este optimismo se fundamenta particularmente en este par de artículos relacionados, en los que Guerrero realiza cierta antropología filosófica, al atribuir al hombre este sentido estético que le compete de modo esencial. De esta manera, al igual que el anterior, este ensayo es una problematización y no una fundamentación de una doctrina. En última instancia, de lo que trata el artículo es de señalar la fuerza creadora del arte y la capacidad de transformación que le acompaña.

El cuarto y último artículo titulado Panorama de la Estética Clásico-Romántica alemana como introducción al estudio de las corrientes estéticas actuales data del año 1934. El artículo refleja un claro manejo de los temas abordados así como también un conocimiento técnico y erudito respecto de todos los autores. El autor se propone delinear en el escrito las líneas inseguras y contradictorias de la estética actual que a su juicio tiene sus raíces en el siglo XVII. En consecuencia, Guerrero realiza un trabajo genealógico que abarca las diferentes concepciones y formas de entender el arte como contracultura del movimiento ilustrado. A su vez, nos aclara que el hilo de dicho recorrido histórico se sustenta en la polaridad de los conceptos de autonomía y función cultural del arte. Es, desde esta perspectiva, que Guerrero se propone interpretar el desarrollo de la Estética humanista alemana.

Frente al racionalismo unilateral de la época iluminista, Guerrero explica que el movimiento conocido como Sturm und Drang significó un amplio reconocimiento de todas las facultades anímicas del hombre: sentimientos, fantasía, presentimientos etc. Mientras que el iluminismo penetraba en el mundo del arte por medio de un análisis psicológico de los efectos que produce la obra en el espectador; el Sturm und Drang cambia la perspectiva. En el último caso, el arte ya no es valorado desde el punto de vista del espectador, sino del creador. Es así que el arte pasa a ser aquí una revelación de la humanidad, la expresión de una intimidad que se ha creado un símbolo externo de su propia esencia. De este modo, Guererro coloca a las principales figuras de este movimiento como

aquellos que combaten los supuestos fundamentales de la reflexión estética ilustrada. A continuación de esta corriente, el autor intenta mostrarnos que la misma se vio superada por dos nuevas corrientes. Por un lado, el idealismo de la naturaleza de Goethe y Herder; y por el otro, el idealismo de la libertad de Kant y Schiller. Las dos corrientes comparten una raíz común: la creencia idealista en el poder creador del espíritu, la naturaleza y el arte son, para ambas corrientes, productos complementarios del espíritu creador. Tanto una como otra surgen por separado pero, paulatinamente, se encuentran, se confunden y se complementan. El análisis realizado de ambas es digno de lectura para cualquiera que le interese acceder a las principales disputas entre los autores más significativos del periodo. Allí se pueden ver no solo los postulados fundamentales de cada uno, sino también las polémicas entre los mismos. Disputas y polémicas siempre encaminadas desde la principal preocupación del autor: ver a las diferentes posturas como el desarrollo de la autonomía del concepto de arte junto a su función cultural. A juicio de Guerrero, es Kant quien llega a la más radical realización del concepto de autonomía estética y quien a su vez, sienta las bases para una concepción romántica del arte de corte idealista.

Esta sucesión de autores culmina con Kant, quien le brinda a la estética autonomía e independencia. Sin embargo, este proceso histórico se encuentra a medias ya que es Hegel quien finalmente se encarga de darle al arte un lugar específico en el seno de la cultura. Es Hegel, dentro del marco de su filosofía de la historia, quien cierra este periodo al articular al arte en una doble dimensión. Por un lado, el arte es la manifestación sensible de la idea, mientras que a su vez, es un momento más en el desarrollo de la misma. Es, de este modo, que Hegel cierra el período abriendo una nueva problemática, puesto que tan pronto como el espíritu objetivo es pensado como idea, una nueva heteronomía surge.

El arte, entonces, tiene su futuro dialectico en la religión y, finalmente, desemboca en la filosofía, única manifestación del espíritu capaz de ofrecernos la idea clara, desnuda e inmediata. De esta manera, la idea ya no necesita vestirse de apariencias sensibles, esto es, ya no necesita presentarse como belleza. Es así que el concepto de autonomía estética, que trabajosamente se venía construyendo desde Herder hasta Kant y desde Kant hasta Hegel, en su paradojal ascenso, se supera a sí mismo. Esto se debe a que la idea ya no necesita del arte, pues la filosofía es la encargada de presentarla en su estado más puro. Es por ello que el autor destaca que las estéticas de la segunda mitad del siglo XIX y que se

prolongan hasta nuestros días, aún arrastran la crisis del arte que Hegel nos lega.

CESAR MARTINEZ CERUTTI

Facultad de Humanidades Universidad Nacional del Comahue

martinezcesar1993@gmail.com