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DESDE LA PATAGONIA DIFUNDIENDO SABERES - VOL. 14 - Nº 24 - 2017
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Malas palabras
¿Qué peligros encontró la dictadura en la literatura infantil? ¿Cómo la alejó de sus desti-
natarios? Una lectura actual que construye memoria del pasado reciente.
Adriana García Montero
Palabras clave: censura, lectura, literatura infantil,
memoria.
Adriana García Montero
Especialista en Ciencias Sociales con mención en
Lectura, Escritura y Educación
Instituto de Formación Docente Continua de Bariloche
adrianagarciamontero@gmail.com
Recibido 03/10/2017. Aceptado 22/11/2017.
LItERAtuRA InFAntIL y DICtADuRA
LITERA
TURA INF
ANTIL
Hace aproximadamente cinco años, y actualmen-
te parte del proyecto de extensión “Literatura en los
márgenes” del Instituto de Formación Docente Conti-
nua de Bariloche, se dicta el taller “Libros prohibidos,
memorias recuperadas”, con el principal propósito
de acercar nuevos lectores a la cuantiosa producción
que sufrió algún tipo de censura o prohibición duran-
te la última dictadura cívico-militar en Argentina. Pero
también con la intención de promover preguntas. una
de las que aparecen recurrentemente se orienta ha-
cia los mecanismos que desde el Estado dictatorial
se seguían para concretar estos actos de censura.
La conformación de un público lector
Para entender con mayor claridad estos mecanis-
mos, vale la pena que consideremos los contextos en
los que se produjeron. nos focalizaremos en la segun-
da mitad del siglo pasado, en un complejo marco de
alternancia entre gobiernos democráticos y dictatoria-
les, durante el cual consideraremos la relación entre
literatura infantil, mercado editorial y estado nacional.
Entre las décadas de 1940 y 1950 la industria edi-
torial argentina había experimentado un proceso de
fuerte consolidación. Esto se prolongó, en las dos dé-
cadas siguientes, en la expansión del mercado edito-
rial interno: como se habían perdido importantes mer-
cados externos, el interés de las editoriales se centró en
el local. Este crecimiento se debe, a su vez y entre otros
factores, al de las clases medias, al aumento de la
población universitaria y a la ampliación de procesos
alfabetizadores llevados a cabo por el sistema público
de educación. Es una época, además, de intensa pro-
ducción de escritores nacionales y latinoamericanos.
Estos fenómenos correlacionan con la construc-
ción de un público lector, del que no quedan ex-
cluidos los niños, por lo cual se suman nuevos lec-
tores al campo de la literatura infantil argentina. En
ella, la presencia de autores como Javier Villafañe,
Álvaro yunque, José Murillo o María Elena Walsh
dan cuenta de una renovación profunda en la pro-
ducción que implica tanto la riqueza de los estilos
y géneros, como de las temáticas y sus abordajes.
Entendemos que no es posible pensar los procesos
de censura sin analizar las tensiones que el solo hecho
de la expansión de un público lector debía generar
al interior del gobierno instalado a partir del golpe
de estado de 1976. y es por ello que las preguntas
acerca de la extensión y proyección de estas censu-
ras sobre libros destinados a la infancia se tornan
aún más significativas: qué, cómo y -sobre todo- por
qué los libros para niños estaban también afectados.
En el intento de responder estas preguntas, al inte-
rior del proceso de conformación del taller “Libros pro-
hibidos, memorias recuperadas” apareció una nueva:
cuáles fueron esos libros. y la indagación en fuentes
diversas, entre las que se destacan las investigaciones
de Judith Gociol, Hernán Invernizzi y Gabriela Pesclevi
(integrante del colectivo platense La Grieta), fue am-
pliando la mirada hasta implicar mucho más que los
dos títulos generalmente citados al hacer referencia a
estos procedimientos: La torre de cubos y Un elefante
ocupa mucho espacio. Así, fuimos dando con libros,
sí, pero también con autores y con proyectos edito-
riales. y también con la documentación que registró,
respaldó, acompañó y -también- difundió los procesos
de censura y prohibición del campo que nos ocupa.
Un modus operandi
Las acciones de censura no constituyen hechos ais-
lados ni fortuitos. Al igual que en otros campos, tam-
bién se puede pensar en un “plan sistemático”, ya que
son numerosos los documentos oficiales que expresan
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tanto la preocupación gubernamental por el accionar
subversivo en los ámbitos educativo y cultural, como el
empeño en diseñar y proponer planes de acción para
controlar la producción y circulación de bienes sim-
bólicos. La represión cultural ocupó un lugar central
dentro del programa de gobierno dictatorial. Si bien
muchos de estos documentos tuvieron estado públi-
co (a través, por ejemplo, de las notas periodísticas
o la publicación en los diarios de algunos decretos),
buena parte circuló como documentos secretos, cohe-
rentemente con el modelo represivo en otros circuitos.
tal como se señala con claridad en la investigación
llevada a cabo por Gociol e Invernizzi, los mecanis-
mos de la represión cultural a partir del golpe de 1976
se montan sobre la base de los diseñados diez años
antes, durante los gobiernos de facto de onganía y
Lanusse, pero también sobre la Ley 20840 de octu-
bre de 1974, que afecta a la producción de materia-
les impresos que fueran considerados “subversivos”.
Si el enemigo a vencer (la terminología bélica se
extiende a lo largo de todo el material analizado) era
el marxismo y este, en tanto combatiente, se camu-
flaba tras múltiples disfraces, era necesario una tenaz
labor de inteligencia para desenmascararlo, y esta es-
trategia daba lugar a la investigación (bajo la forma
de informes muy minuciosos respecto autores o títu-
los), a la censura, a la prohibición y a la persecución.
Como -en la lógica represiva- el objetivo era dar
la batalla en el campo cultural, el protagonismo de
las acciones estuvo a cargo del Ministerio del In-
terior (y no tanto del de Cultura y Educación, como
podría suponerse). Esto se justifica porque se consi-
deraba a la cultura como un problema de seguridad
nacional. Por esto es que muchos de los decretos
de prohibición aparecen firmados tanto por el pre-
sidente Videla como por el ministro Harguindeguy.
Dentro del Ministerio del Interior funcionaba la Di-
rección General de Publicaciones que centralizaba el
control sobre diversidad de impresos a nivel nacional
y recibía informes elevados por otras dependencias.
A su vez, la Secretaría del Interior asumía el control
cultural de las provincias, donde se replicaban simi-
lares mecanismos y procedimientos. Para el control
de las publicaciones que circulaban en el ámbito es-
colar se coordinaba con alguna dependencia del mi-
nisterio específico, que se ocupaba de la inteligencia
dentro del sistema educativo. Se sumaban a esta es-
tructura otros programas como la Comisión de Ca-
lificación de Espectáculos e Impresos o la Comisión
de seguimiento de textos escolares. Además, hubo
numerosos civiles que de modo más o menos orgá-
nico colaboraban con esta tarea. Se trata, entonces,
de una sólida y extendida red, a la que se dotó de
recursos y personal para asegurar su funcionamiento.
Fue la SIDE (Secretaría de Inteligencia Del Estado)
quien aportó personal para Recursos Humanos, un
Leer desde los márgenes
Planteamos el taller como modo de historizar una práctica social, que implica la producción, la cir-
culación, la lectura de libros para niños. Práctica cultural, práctica política, compleja y multidimensional.
¿Qué libros para qué niños? ¿Qué temas y abordajes literarios para qué proyectos de infancia? Pensar
la literatura destinada a niños es pensar también una época y sus ideales, sus deseos y sus temores, su
visión del pasado y su proyección a futuro. Por eso proponemos mirar algunas obras literarias destinadas
al público infantil, que fueron censuradas explícita o implícitamente a partir del golpe de Estado de 1976,
desde una perspectiva que articule estética, sociedad y política. Entendemos que en el marco general de
las políticas de construcción de memoria, no se trata solo de las memorias de los sujetos que han vivido
determinados procesos históricos de un modo más directo o visible. Se trata, al contrario, de la construc-
ción colectiva de un saber sobre nosotros mismos como sociedad, como pueblo, que incluye -necesaria
e inevitablemente- las producciones artísticas que este pueblo ha elaborado.
Para comprender la complejidad que detenta todo el período histórico que promovió la desaparición
de los cuerpos y la apropiación de los sujetos niños es imprescindible abordar también los procesos
destinados a la desaparición de las marcas culturales de una generación, de un tiempo histórico que
discutió los modos de hacer política, de construir una sociedad. Se apropiaron de los niños y también
se robó buena parte de la literatura para niños que promovía, al igual que los padres y madres de estos
bebés, una profunda discusión sobre la sociedad en la que se vivía. ¿Era ese el “peligro” que se intentaba
neutralizar prohibiendo o limitando la circulación de los libros de Bornemann, Devetach, Walsh y otros?
Tomado del proyecto de Extensión a la Comunidad Literatura en los Márgenes
IFDC Bariloche
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organismo que en 1976 se creó en el ámbito del Mi-
nisterio de Cultura y Educación nacional. Además pro-
dujo listados clasificatorios de autores, publicaciones y
editoriales. Los listados clasificaban a los sospechosos
como marxistas o subversivos. Muchas de estas listas
(llamadas también “listas negras”) circularon en forma
secreta, generando tanto desconcierto como temor y
autocensura. Por ejemplo, el libro Pelusa rumbo al sol,
obra teatral infantil de Enrique Medina, sufrió una suerte
de “efecto dominó” al haberse censurado otras obras
del autor, calificadas como “inmorales” o “de exhibi-
ción restringida” por varios decretos y prohibiciones de
la Secretaría de Cultura de la ciudad de Buenos Aires.
En 1979 se crea la Comisión orientadora de Me-
dios Educativos, en el ámbito del Ministerio de Edu-
cación, que se ocupaba de la recomendación de
libros de texto adecuados a los fines que el gobier-
no se proponía, es decir que no contuvieran “con-
notaciones ideológicas contrarias al ser nacional”.
La apelación al ser nacional
Entre los argumentos, queda clara la intención
de imponer un sistema de valores al que se englo-
ba dentro de la denominación tradición occidental y
cristiana, con que se intentó dar legitimidad al apa-
rato de la represión cultural. Así, en los documen-
tos oficiales del régimen son frecuentes expresiones
como patria, religión, familia, moral cristiana, tradi-
ción nacional, dignidad del ser argentino, todas como
opuestas de los que se nombran como valores di-
solventes (o extraños, o subversivos) de lo nacional.
Era evidente que una mirada vigilante respecto de
Imagen: Gentileza de la autora
En marzo de 2017 nos recibió la Biblioteca Popular Aime Paine.
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la ideología de la población no podía dejar al margen
aquellas producciones destinadas a la infancia, con-
siderada como etapa de gran maleabilidad y campo
propicio para quienes “fomentando el desarrollo de
ideas o conductas rebeldes” o “sembrando el germen
para predisponerlos subjetivamente al accionar de cap-
tación que se llevará a cabo en los niveles superiores”
hacían uso en sus clases de “la lectura y comentario de
cuentos tendenciosos”. Estas citas pertenecen a un “fo-
lleto” de 1977, que en sus aproximadamente 100 pági-
nas, entre otras cuestiones, aborda específicamente la
problemática de la literatura infantil en los niveles pre-
escolar y primario. Lleva el significativo título de “Sub-
versión en el ámbito educativo (Conozcamos a nuestro
enemigo)” y en la Resolución 538/77 que lo introduce
-firmada por Juan José Catalán, a cargo del Ministerio
de Cultura y Educación- señala la responsabilidad de
las autoridades de cada institución educativa en su di-
fusión entre todo el personal docente y administrativo.
Se trata de un documento muy preciso para enten-
der a qué consideraban peligroso quienes armaron
todo un sistema de censura y prohibición. Hay una
clara advertencia frente a lo que en muchos decretos
y resoluciones se denomina como editoriales marxis-
tas, y para que los educadores puedan identificarlas
se dice que los libros que ellas editan comunican “un
tipo de mensaje que parta del niño y que le permita
autoeducarse sobre la base de la libertad y la alter-
nativa” o que acompañan “al niño en su lucha por
penetrar en el mundo de las cosas y de los adultos,
que los ayuden a no tener miedo a la libertad, que los
ayuden a querer, a pelear, a afirmar su ser”. El con-
tenido de estas citas nos excusa de todo comentario.
Proyectos editoriales
Cuando hablamos de “proyectos editoriales”, nos
referimos sobre todo al Centro Editor de América La-
tina (CEAL) porque esa es la dimensión que asume su
propuesta, que excede largamente la idea de una em-
presa editorial. Recordemos que el CEAL extendió su
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Más preguntas para más
Estos libros interpelan a los lectores actuales: ¿cuáles son las búsquedas estéticas de sus autores?,
¿qué vínculos se establecen con la literatura y las prácticas sociales y culturales en que se produjeron y
circularon?, ¿cuáles vínculos con la producción actual?, ¿qué personajes niños proponen?, ¿cuáles adul-
tos?, ¿en qué sociedades se mueven y cuáles proponen?, ¿qué se censuraba en ellos?, ¿qué prácticas
pedagógicas se pensaron y se piensan en torno a ellos?... Estas y numerosas preguntas surgidas de la
lectura de estos textos son las que nos proponemos abordar con lectores variados, algunos -quizás- lec-
tores/niños de estas obras en el momento en que fueron producidos y editados.
Así, a lo largo de los diversos talleres, fuimos recogiendo preguntas como estas: ¿Qué se pensaba que
podía llegar a pasar si no se prohibían? ¿Qué poder tienen los libros para que lleguen a ser prohibidos?
¿Qué es lo peligroso de estos libros?
¿Qué importancia tiene los libros para formar pensamientos? ¿Era necesario llegar a tomar esas
medidas?
¿Qué tipo de literatura era impuesta?
¿Se sabe la cantidad aproximada de editoriales restringidas en esa época? ¿Cuál es el porcentaje de
producción editorial que fue prohibida?
¿Qué libros que desaparecieron no pudieron ser reeditados? ¿Por qué estando en democracia estos
libros hoy en día no son tan populares? ¿Existe la posibilidad de reeditar algunos libros? ¿Existen diferen-
cias grandes sobre la publicación original y la adaptada posteriormente?
¿Por qué la sexualidad estaba censurada?
¿Por qué se prohibieron? ¿Por qué los quemaron? ¿La censura fue seleccionada o indiscriscriminada?
¿Con qué argumentos pueden justificar la prohibición de libros que aborden leyendas?
¿Cómo seleccionaban los libros que prohibían?; ¿Quiénes participaban? ¿Cómo hacían para selec-
cionar cada libro y catalogarlo como prohibido?
¿Por qué en las contratapas de algunos libros aparecen los precios?
¿La religión interfería en la prohibición?
¿Por qué el uso de los colores blanco, rojo y azul en El pueblo que no quiere ser gris?
En la actualidad: ¿Hay libros censurados? ¿Retirados? ¿Creen que no estamos muy lejos de lo ocurri-
do en la dictadura? ¿Volverá este tipo de censura?
¿Por qué un futuro docente tiene que conocer estos libros?
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funcionamiento por casi 30 años, y siempre lo hizo
como una forma de resistencia, que se inició frente a
la dictadura de onganía (su fundación data de 1966)
y llegó hasta el menemismo. Considerar el posicio-
namiento, el modo de funcionamiento, las decisiones
y los riesgos asumidos por este proyecto dirigido por
Boris Spivacow es ineludible a la hora de reflexionar
acerca de las razones de que se lo haya elegido como
principal destinatario de procesos de censura durante
la época analizada. Recordemos, igualmente, que ya
en marzo de 1971 dos bombas destruyeron impor-
tante cantidad de material en uno de sus depósitos.
y que en septiembre de ese mismo año, otra bomba
provocó un incendio y daños cuantiosos a la editorial.
Seguramente los ataques están ligados también
a las provocadoras políticas de distribución nacio-
nal del CEAL: libros y fascículos a bajo costo (cada
ejemplar debía valer “menos que un kilo de pan”) y
en redes que priorizaban la venta en kioscos. Es de-
cir, al alcance -y a la mano de- ese nuevo público
que se estaba formando, en que CEAL buscaba in-
cluir sectores tanto universitarios como trabajadores.
Pero aquí solo nos referiremos a una parte del
trabajo del Centro. En lo específico de la literatura
infantil, fue responsable de emblemáticas coleccio-
nes como los Cuentos de Polidoro o los Cuentos del
Chiribitil. Estas colecciones nos hablan hoy de la vi-
talidad del campo que se estaba construyendo en los
sesenta, y que concebía la producción literaria para
la infancia sorteando los tabúes y restricciones que
la constreñían en décadas pasadas. La propuesta de
ambas colecciones contradice y desafía los cánones
instalados incluso desde la propia institución escolar
El panorama era -como en otros campos de la cultu-
ra- propicio para la experimentación y la ruptura, pero
también habilitante para la superación de las des-
igualdades, y los niños como lectores son pensados
-en lo que hoy llamaríamos “en clave de derechos”-
como curiosos, irreverentes, inquietos, pensantes.
Cuentos de Polidoro fue una colección dirigida
por Beatriz Ferro que comenzó a circular a partir de
1967. Conformada por 80 títulos (que fueron objeto
de reedición y compilación por el propio CEAL a lo
largo de su existencia), fue la colección que inauguró
la venta semanal en kioscos. no sólo por eso significó
una verdadera revolución en la producción literaria in-
fantil: también por las historias que recuperaban esos
libros y con qué imágenes se las ilustraban. Puso la
“gran literatura” al alcance de los chicos: desde las
versiones -muy libres- de fábulas como La cigarra y
la hormiga (a la que le dan un giro muy propio del
contexto al valorizar el lugar de la cigarra desde la
necesidad social de la música), hasta la renarración
del Quijote (del que se resignifican episodios en los
que “Don Quijote había sabido luchar para defen-
der hermosas ideas, aun haciendo muchos y grandes
disparates”). Esto acompañado por el sello en el di-
seño de oscar Díaz que convocó a artistas plásticos
como Ayax Barnes, oscar Grillo, napoleón, Ruth
Varsavsky, Amalia Cernadas, Chacha (Sara Conti) o
Imagen: Gentileza de la autora
En 2015, en la Biblioteca Popular Carilafquen el taller comenzó a circular por fuera de las instituciones
educativas.
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Gioia Fiorentino para la realización de las imágenes.
Cuentos del Chiribitil fue una colección que se lan-
zó en 1976 y llegó a tener 50 títulos que alcanzaron
los 50 mil ejemplares de distribución semanal. Fue re-
lanzada en varias oportunidades, con diferentes nu-
meraciones y agrupamientos. Se publicaron autores
noveles en ejemplares que daban lugar a un lenguaje
propio y a la búsqueda estética. Según testimonia el
propio Boris Spivacow, la colección fue prohibida a
partir de que en Mendoza, el tercer Cuerpo del Ejérci-
to consideró el cuento Los zapatos voladores como un
llamado a la subversión. En él, la gente de un pueblo
se organiza para comprarle zapatos a un cartero em-
pleado municipal al que no le alcanzaba el sueldo.
otro caso emblemático de censura fue el iniciado
a partir de la causa “Centro Editor de América Lati-
na s/Presunta Infracción a la Ley 20840”, iniciada en
el Juzgado Federal n° 1 de La Plata en diciembre de
1978 y que desembocó en la quema de más de un
millón de libros del Centro en un basural de Saran-
dí en 1980. En ese incendio se consumió la edición
casi completa de la Nueva Enciclopedia del Mundo
Joven, con fecha de aparición a partir de 1973. Se-
gún el informe de inteligencia que forma parte de esa
causa, esta colección (pensada para niños y jóvenes
entre 11 y 17 años) “propicia la difusión de ideolo-
gías, doctrinas o sistemas políticos, económico socia-
les tendientes a derogar los principios sustentados por
nuestra Constitución Nacional. (…) Las publicaciones
[de la enciclopedia] además del específico de cada
tema, aluden y agregan también ciertos elementos y
argumentos de ideología marxista-leninista y/o afines”.
no se trata, sin embargo, de la única editorial
que sufrió censura. En un largo listado denominado
Editoriales, publicaciones y autores analizados por la
SIDE y encuadrados dentro de los decretos 1774/73,
modificatorio 1477/75, y decreto-ley 20216/73,
se identifican 130 editoriales “argentinas marxis-
tas y/o con más de 50% de obras marxistas”. Entre
ellas varias con publicaciones destinadas a la in-
fancia: De la Flor, El Ateneo, Granica y La Pléyade
(responsable de la magnífica y hoy prácticamente
inhallable Enciclopedia Educativa Infantil, con textos
de Hebe Clementi e ilustraciones de Áyax Barnes).
Los argumentos se reiteran de un decreto a otro,
basta -entonces- como ejemplo el decreto 3155/77,
que con firma de Videla y Harguindeguy señala la pro-
hibición de Un elefante ocupa mucho espacio de Elsa
Isabel Bornemann, y El nacimiento, los niños y el amor
de Agnés Rosenstiehl, ambos editados por Ediciones Li-
brerías Fausto. Si bien el segundo es un libro informati-
vo, el decreto dice que “se trata de cuentos destinados
al público infantil, con una finalidad de adoctrinamiento
que resulta preparatoria a la tarea de captación ideo-
lógica del accionar subversivo”. Luego de numerosos
párrafos que enuncian argumentos como los que ya
venimos comentando, se prohíbe la distribución, venta
y circulación (y también secuestro de ejemplares) de
ambos libros en todo el país y la clausura de la editorial.
Ediciones de la Flor, creada en 1967, tenía ya entre
Imagen: Gentileza de la autora
El taller en el Laboratorio Ecotono de la Universidad Nacional deo Comahue, involucró a las estudiantes del
IFDC en su rol de co-coordinadoras.
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sus autores al prohibido Enrique Medina (y pronto su-
maría a Griselda Gambaro), y había sufrido censura
en 1972 durante el gobierno de Lanusse, cuando el
decreto 269/77, firmado por Videla y Harguindeguy
prohíbe la circulación de Cinco dedos, del Colectivo
Libros para niños de Berlín, que formaba parte de la
colección El libro en flor. En este libro, una mano roja
vence a una verde, por lo que fue claramente interpre-
tado como “finalidad de adoctrinamiento que resulta
preparatoria a la tarea de captación ideológica propia
del accionar subversivo”. una apelación interpuesta
por Daniel Divinsky (editor y abogado), tuvo como re-
sultado 127 días de arresto para él y su mujer, Kuki Mi-
ller. Amalia Hannois (directora de la mencionada co-
lección infantil) no fue detenida por encontrarse en ese
momento fuera del país. La presión internacional de
asociaciones de editores y de algún funcionario fran-
cés fue determinante para lograr la libertad del matri-
monio, que inmediatamente liberado debió exiliarse.
La larga lista de afectados por la censura:
títulos y autores
Pero estos textos oficiales no sólo llegaban, en
ciertos casos, a los editores o escritores. también
eran publicados por la prensa. Diarios como La
Prensa o La nación registran breves artículos en sus
páginas interiores dando cuenta de estas resolucio-
nes. Así, el efecto se multiplica: muchos de los lec-
tores de esta nota dispondrán de relatos más o me-
nos cercanos, propios o de familiares y amigos que
se desprendieron de libros muy queridos, escon-
diéndolos, destruyéndolos, o bien que los ocultaron
bajo cubiertas falsas o arrancándoles tapas y lomos
Dentro del circuito escolar, además de las “pur-
gas” a que fueron sometidas las bibliotecas esco-
lares, los procesos de censura siguieron varios ca-
minos. Por un lado, están las recomendaciones
señaladas en el documento Subversión en el ámbito
educativo que ya consideramos. Por otro, los con-
troles a los que se sometían a los libros de texto.
Además de Aire Libre (libro de lectura para segun-
do grado de María Elena Walsh, seguramente afec-
tado por la prohibición general sobre la obra, sobre
todo musical, de su autora), recibieron “recomenda-
ciones” u observaciones Dulce de Leche o Un libro jun-
tos (libro para cuarto grado escrito por Beatriz Ferro e
ilustrado por Clara urquijo), a pesar de estar edita-
dos por la prestigiosa y reconocida editorial Estrada.
Mónica Klibanski cuenta que Beatriz Ferro guar-
dó fotocopias de
su libro
con las anotaciones ma-
nuscritas hechas por los censores. En ellas se puede
observar las indicaciones para suprimir o modificar
palabras como compinche, colonia o Latinoamérica,
o títulos como El pueblo quiere saber de qué se trata.
El libro de lectura para cuarto grado Dulce de leche,
de Beatriz tornadú y Carlos Joaquín Durán fue reeditado
en 1978 con notables diferencias en relación a la edi-
ción de 1974: en la segunda edición la familia nóma-
de a través de cuya historia se denunciaban el trabajo
precario y el analfabetismo de los hijos se transforma en
Imagen: Gentileza de la autora
En el SCUM y en el día de la Memoria, la posibilidad de acercarse a los libros prohibidos convocó a cerca de 90
participantes de todas las edades.
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“una familia unida” que trabaja “cosechando la patria”.
Hay, además, libros que parecen simbolizar una
época. Dos que de muchas maneras representan las
búsquedas de los años setenta son de la misma pa-
reja autoral: Ayax Barnes y Beatriz Doumerc, autores
de texto e ilustración de La línea y El pueblo que no
quería ser gris, ambos editados en 1975, el primero
por Granica y el segundo por la emblemática edito-
rial Rompan Filas. un mismo documento (la resolu-
ción nº 437/76 del día 6/10/76, según el decreto
del Poder Ejecutivo nº1888/76) prohibió la circula-
ción del libro de Doumerc y Barnes, al mismo tiempo
que la de La ultrabomba, este último de los italianos
Mario Lodi e Ivo Sedazzari. A más de 40 años de su
publicación, La línea es todo un exponente de lo que
hoy llamamos libro álbum, que combina la sencillez
conceptual de los dibujos de Barnes con un texto en
que Doumerc convoca a la construcción de “una pa-
tria grande como un sol… donde quepa el hombre
nuevo”. Las figuras de Patrón Palanca y El Rey del Pue-
blo de La ultrabomba aparecen unidas en propósitos
y destino, no muy feliz para ninguno, gracias a la re-
acción de los respectivos pueblos que se les oponen.
Podemos sumar ahora a tres autores que coinci-
den en representar un mundo complejo, de tensio-
nes y desigualdades sociales, en cuyo centro ubican
a niños y jóvenes. Son Álvaro yunque, José Muri-
llo y el ya mencionado Enrique Medina. En sus his-
torias encontramos una idea de niño o joven lec-
tor al que no se le restringe el acceso a ninguna
temática para resguardar una supuesta inocencia.
Los libros de Álvaro yunque (que ya durante la dic-
tadura de Edelmiro Farrell había sido encarcelado)
sufrieron numerosas censuras: en 1978, el decreto
1937 afectó a Niños de hoy; luego, el decreto 2607
a Nuestros muchachos y a El amor sigue siendo niño.
En su boletín 135, la Superintendencia nacional de
Educación Privada (SnEP) informaba que los libros de
este autor no podían circular en bibliotecas escolares.
Sus cuentos muestran niños de sectores popu-
lares, que cuestionan la autoridad, la desigualdad,
la pobreza. E incluyen epígrafes de autores tam-
bién desafiantes (oscar Wilde, Dickens, Marx, Rous-
seau, Italo Calvino, Dostoievski o María Montessori),
que bien podrían invitar a indagar en otras lecturas.
José Murillo, autor jujeño de conocida militan-
cia comunista, fue otro de los blancos de censura.
nacido en lo que hoy es el Ingenio Ledesma, Muri-
llo narra acerca de los problemas de su tierra y de
su gente. Denuncia en sus libros las duras condi-
ciones de vida de los trabajadores en libros como
Mi amigo el pespir
o El tigre de Santa Bárbara.
La lista no acaba aquí: sumamos los libros de Javier
Villafañe (entre la que destacamos especialmente Don
Juan el zorro, suerte de novela picaresca de 1963 en
que, recreando la figura de la tradición oral, ponía en
palabras la complejidad política argentina al convertir
al zorro en candidato a presidente, para finalmente
aconsejar al diablo una vueltita por las comisarías,
donde podría aumentar su arsenal de tormentos), El
principito de Antoine de Saint- Exupéry, Cuentos para
chicos traviesos de Jacques Prévert (también editado por
Fausto, con bellos dibujos de Elsa Henríquez) o La taci-
ta azul del ruso Arkadi Gaidar (que circulaba en el país
mediante una edición de la editorial moscovita Progre-
so). En todos ellos, el cuestionamiento al autoritarismo
y las injusticias (sean estas vividas en la familia o en la
sociedad) o la crítica la guerra, aparecen a través de la
reflexión, la crítica mordaz o el humor. Siempre enten-
diendo a los niños como lectores plenos, capaces de
descubrir las claves literarias de los mundos narrados.
Formas de resistencia
Sin embargo, también hubo formas de resis-
tir. Laura Devetach dedica la primera edición en
democracia de su libro La torre de cubos con
una dedicatoria que dice: “A todas las maes-
tras y todos los maestros que hicieron rodar estos
cuentos cuando no se podía, ¡muchas gracias!”.
Justamente este libro es uno de los más citados
y reconocidos a la hora de hablar sobre la censura.
El libro fue, precisamente, cuestionado por su “ilimi-
tada fantasía” en la Resolución n° 480 del Ministe-
rio de Cultura y Educación de la provincia de Santa
Fe, publicado en su Boletín, en julio de 1979. Lue-
go, la prohibición se hizo extensiva a las provincias
de Córdoba y Mendoza, y finalmente tuvo alcance
nacional. treinta y ocho años más tarde, el 24 de
marzo de 2017, el actual gobierno de Santa Fe dejó
oficialmente sin efecto aquella primera prohibición.
Recuperar relatos para pensar infancias
Se trata de modos de pensar la infancia, de mo-
mentos históricos que habilitaron u obstaculizaron a
niños y niñas a entrar a formar parte del tapiz cultu-
ral del que habló Graciela Montes allá por el 2006.
Formar parte de la cultura letrada reconociéndoles el
pleno derecho a las palabras y a lo que ellas trans-
miten y construyen constituye una parte de la ruptu-
ra generada a partir del golpe de estado de 1976.
Seguramente no tiene mucho sentido generar hipó-
tesis acerca de lo que habría pasado si estos modos
de trasmisión de un capital simbólico no se hubieran
interrumpido. Pero sí necesitamos seguir preguntán-
donos acerca de la vigencia de estos modos de es-
cribir para la infancia. Preguntarnos, por ejemplo,
por qué buena parte de estos libros no han sido re-
editados, aun habiendo transcurridos tantos años de
democracia. De allí que se tornen todavía más va-
liosas iniciativas tales como las de EuDEBA, con la
Malas palabras
A. GARCíA MontERo
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DESDE LA PATAGONIA DIFUNDIENDO SABERES - VOL. 14 - Nº 24 - 2017
ISSN 1668-8848
Lecturas sugeridas
Cirianni, G. (2015). Edición homenaje a los cuentos de
Polidoro. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Plan na-
cional de Lectura.
Gociol, J. (2007). Más libros para más: colecciones del
Centro Editor de América Latina. Buenos Aires: Biblio-
teca nacional.
Invernizzi, H. y Gociol, J. (2015). Un golpe a los libros.
Represión a la cultura durante la última dictadura mili-
tar. Buenos Aires: Eudeba.
Machado, A.M y Montes, G (2003). Literatura infantil:
creación, censura y resistencia. Buenos Aires: Editorial
Sudamericana.
Pesclevi, G. (2014). Libros que muerden: Literatura infan-
til y juvenil censurada durante la última dictadura cívico
militar 1976-1983. CABA: Biblioteca nacional.
Imagen: Gentileza de la autora
Construir memoria también implica que esos libros encuentren lectores.
reedición de números títulos de aquellos Chiribitiles,
o la publicación en 2015 por parte del Ministerio
de Educación de los cinco tomos de la Edición Ho-
menaje de los Cuentos de Polidoro (para ser distri-
buidos en las bibliotecas escolares de todo el país).
El taller “de los libros prohibidos” (como lo deno-
minan muchos maestros y estudiantes al hablar de él)
es nuestro modo de aportar en la reconstrucción de lo
que en la introducción del libro de Pesclevi se deno-
mina “memoria lectora del país”. Que los libros que
aquí nos ocupan no estén disponibles para el disfrute
estético de quienes hoy transitan sus infancias es tal
vez uno de los modos -muy invisibilizados- en que la
experiencia de una generación no ha podido articu-
larse con la de las siguientes. Que nuestra memoria
-y la de las nuevas generaciones- no quede conge-
lada en un par de títulos censurados y destinados a
la efeméride escolar, quizás demande de nosotros,
lectores adultos, buenas dosis de ilimitada fantasía.
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INSTRUCCIONES PARA LOS AUTORES
Desde la Patagonia, difundiendo saberes abarca diferentes temáticas de las ciencias humanas, sociales, na-
turales y exactas, así como de las tecnologías. Se dirige al público en general y en particular, a estudiantes y
docentes de los niveles secundario, terciario y universitario. Las contribuciones deben ser artículos originales
de divulgación sobre temas de especialidad de los autores, que presenten los resultados de proyectos de
investigación o extensión que se desarrollen en universidades nacionales e institutos de investigación de la
Patagonia, o trabajos sobre la Patagonia realizados en otras zonas del país. Estudios de interés general que
trascienden problemáticas regionales también son bienvenidos.
Los autores enviarán por correo electrónico a desdelapatagoniads@gmail.com en archivos separados el
texto principal del artículo, datos filiatorios de los autores y un resumen de no más de 200 palabras. Asi-
mismo deberán incluirse imágenes que acompañen e ilustren el trabajo, que serán enviadas por separado
en formato .png o .jpeg de alta calidad, acompañadas de un archivo con leyendas descriptivas. En el caso
de fotografías, deberá indicarse el autor, de quien deberá contarse con la autorización para su publicación.
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interés de la revista. Aquellas contribuciones que reúnan este requisito serán enviadas para su evaluación
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