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DESDE LA PATAGONIA DIFUNDIENDO SABERES - VOL. 14 - Nº 24 - 2017

ISSN 1668-8848

Malas palabras

¿Qué peligros encontró la dictadura en la literatura infantil? ¿Cómo la alejó de sus desti-

natarios? Una lectura actual que construye memoria del pasado reciente.

Adriana García Montero

Palabras clave: censura, lectura, literatura infantil, 
memoria.

Adriana García Montero
Especialista en Ciencias Sociales con mención en 
Lectura, Escritura y Educación
Instituto de Formación Docente Continua de Bariloche
adrianagarciamontero@gmail.com

Recibido 03/10/2017. Aceptado 22/11/2017.

LItERAtuRA InFAntIL y DICtADuRA

LITERA

TURA INF

ANTIL 

Hace aproximadamente cinco años, y actualmen-

te parte del proyecto de extensión “Literatura en los 
márgenes” 
 del Instituto de Formación Docente Conti-
nua de Bariloche, se dicta el taller “Libros prohibidos, 
memorias recuperadas
”, con el principal propósito 
de acercar nuevos lectores a la cuantiosa producción 
que  sufrió algún tipo de censura o prohibición duran-
te la última dictadura cívico-militar en Argentina
. Pero 
también con la intención de promover preguntas. una 
de las que aparecen recurrentemente se orienta ha-
cia los mecanismos que desde el Estado dictatorial 
se seguían para concretar estos actos de censura.

La conformación de un público lector

Para entender con mayor claridad estos mecanis-

mos, vale la pena que consideremos los contextos en 
los que se produjeron. nos focalizaremos en la segun-
da mitad del siglo pasado, en un complejo marco de 
alternancia entre gobiernos democráticos y dictatoria-
les, durante el cual consideraremos la relación entre 
literatura infantil, mercado editorial y estado nacional.

Entre las décadas de 1940 y 1950 la industria edi-

torial argentina había experimentado un proceso de 
fuerte consolidación. Esto se prolongó, en las dos dé-
cadas siguientes, en la expansión del mercado edito-
rial interno: como se habían perdido importantes mer-
cados externos, el interés de las editoriales se centró en 
el local. Este crecimiento se debe, a su vez y entre otros 
factores, al de las clases medias, al aumento de la 
población universitaria y a la ampliación de procesos 

alfabetizadores llevados a cabo por el sistema público 
de educación. Es una época, además, de intensa pro-
ducción de escritores nacionales y latinoamericanos. 

Estos fenómenos correlacionan con la construc-

ción de un público lector, del que no quedan ex-
cluidos los niños, por lo cual se suman nuevos lec-
tores al campo de la literatura infantil argentina. En 
ella, la presencia de autores como Javier Villafañe, 
Álvaro yunque, José Murillo o María Elena Walsh 
dan cuenta de una renovación profunda en la pro-
ducción que implica tanto la riqueza de los estilos 
y géneros, como de las temáticas y sus abordajes. 

Entendemos que no es posible pensar los procesos 

de censura sin analizar las tensiones que el solo hecho 
de la expansión de un público lector debía generar 
al interior del gobierno instalado a partir del golpe 
de estado de 1976. y es por ello que las preguntas 
acerca de la extensión y proyección de estas censu-
ras sobre libros destinados a la infancia se tornan 
aún más significativas: qué, cómo y -sobre todo- por 
qué los libros para niños estaban también afectados.

En el intento de responder estas preguntas, al inte-

rior del proceso de conformación del taller “Libros pro-
hibidos, memorias recuperadas” apareció una nueva: 
cuáles fueron esos libros. y la indagación en fuentes 
diversas, entre las que se destacan las investigaciones 
de Judith Gociol, Hernán Invernizzi y Gabriela Pesclevi 
(integrante del colectivo platense La Grieta), fue am-
pliando la mirada hasta implicar mucho más que los 
dos títulos generalmente citados al hacer referencia a 
estos procedimientos: La torre de cubos y Un elefante 
ocupa mucho espacio
. Así, fuimos dando con libros, 
sí, pero también con autores y con proyectos edito-
riales. y también con la documentación que registró, 
respaldó, acompañó y -también- difundió los procesos 
de censura y prohibición del campo que nos ocupa. 

Un modus operandi

Las acciones de censura no constituyen hechos ais-

lados ni fortuitos. Al igual que en otros campos, tam-
bién se puede pensar en un “plan sistemático”, ya que 
son numerosos los documentos oficiales que expresan 

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Malas palabras

A. GARCíA MontERo

tanto la preocupación gubernamental por el accionar 
subversivo
 en los ámbitos educativo y cultural, como el 
empeño en diseñar y proponer planes de acción para 
controlar la producción y circulación de bienes sim-
bólicos. La represión cultural ocupó un lugar central 
dentro del programa de gobierno dictatorial. Si bien 
muchos de estos documentos tuvieron estado públi-
co (a través, por ejemplo, de las notas periodísticas 
o la publicación en los diarios de algunos decretos), 
buena parte circuló como documentos secretos, cohe-
rentemente con el modelo represivo en otros circuitos.

tal como se señala con claridad en la investigación 

llevada a cabo por Gociol e Invernizzi, los mecanis-
mos de la represión cultural a partir del golpe de 1976 
se montan sobre la base de los diseñados diez años 
antes, durante los gobiernos de facto de onganía y 
Lanusse, pero también sobre la Ley 20840 de octu-
bre de 1974, que afecta a la producción de materia-
les impresos que fueran considerados “subversivos”.

Si el enemigo a vencer (la terminología bélica se 

extiende a lo largo de todo el material analizado) era 
el marxismo y este, en tanto combatiente, se camu-
flaba
 tras múltiples disfraces, era necesario una tenaz 
labor de inteligencia
 para desenmascararlo, y esta es-
trategia daba lugar a la investigación (bajo la forma 
de informes muy minuciosos respecto autores o títu-
los), a la censura, a la prohibición y a la persecución.

Como -en la lógica represiva- el objetivo era dar 

la  batalla en el campo cultural, el protagonismo de 
las acciones estuvo a cargo del Ministerio del In-
terior (y no tanto del de Cultura y Educación, como 
podría suponerse). Esto se justifica porque se consi-
deraba a la cultura como un problema de seguridad 
nacional.
 Por esto es que muchos de los decretos 
de prohibición aparecen firmados tanto por el pre-
sidente Videla como por el ministro Harguindeguy. 

Dentro del Ministerio del Interior funcionaba la Di-

rección General de Publicaciones que centralizaba el 
control sobre diversidad de impresos a nivel nacional 
y recibía informes elevados por otras dependencias. 
A su vez, la Secretaría del Interior asumía el control 
cultural de las provincias, donde se replicaban simi-
lares mecanismos y procedimientos. Para el control 
de las publicaciones que circulaban en el ámbito es-
colar se coordinaba con alguna dependencia del mi-
nisterio específico, que se ocupaba de la inteligencia 
dentro del sistema educativo. Se sumaban a esta es-
tructura otros programas como la Comisión de Ca-
lificación de Espectáculos e Impresos o la Comisión 
de seguimiento de textos escolares. Además, hubo 
numerosos civiles que de modo más o menos orgá-
nico colaboraban con esta tarea. Se trata, entonces, 
de una sólida y extendida red, a la que se dotó de 
recursos y personal para asegurar su funcionamiento.

Fue la SIDE (Secretaría de Inteligencia Del Estado) 

quien aportó personal para Recursos Humanos, un 

Leer desde los márgenes

Planteamos el taller como modo de historizar una práctica social, que implica la producción, la cir-

culación, la lectura de libros para niños. Práctica cultural, práctica política, compleja y multidimensional. 
¿Qué libros para qué niños? ¿Qué temas y abordajes literarios para qué proyectos de infancia? Pensar 
la literatura destinada a niños es pensar también una época y sus ideales, sus deseos y sus temores, su 
visión del pasado y su proyección a futuro. Por eso proponemos mirar algunas obras literarias destinadas 
al público infantil, que fueron censuradas explícita o implícitamente a partir del golpe de Estado de 1976, 
desde una perspectiva que articule estética, sociedad y política. Entendemos que en el marco general de 
las políticas de construcción de memoria, no se trata solo de las memorias de los sujetos que han vivido 
determinados procesos históricos de un modo más directo o visible. Se trata, al contrario, de la construc-
ción colectiva de un saber sobre nosotros mismos como sociedad, como pueblo, que incluye -necesaria 
e inevitablemente- las producciones artísticas que este pueblo ha elaborado. 

Para comprender la complejidad que detenta todo el período histórico que promovió la desaparición 

de los cuerpos y la apropiación de los sujetos niños es imprescindible abordar también los procesos 
destinados a la desaparición de las marcas culturales de una generación, de un tiempo histórico que 
discutió los modos de hacer política, de construir una sociedad. Se apropiaron de los niños y también 
se robó buena parte de la literatura para niños que promovía, al igual que los padres y madres de estos 
bebés, una profunda discusión sobre la sociedad en la que se vivía. ¿Era ese el “peligro” que se intentaba 
neutralizar prohibiendo o limitando la circulación de los libros de Bornemann, Devetach, Walsh y otros?

Tomado del proyecto de Extensión a la Comunidad Literatura en los Márgenes

IFDC Bariloche

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organismo que en 1976 se creó en el ámbito del Mi-
nisterio de Cultura y Educación nacional. Además pro-
dujo listados clasificatorios de autores, publicaciones y 
editoriales. Los listados clasificaban a los sospechosos 
como marxistas o subversivos. Muchas de estas listas 
(llamadas también “listas negras”) circularon en forma 
secreta, generando tanto desconcierto como temor y 
autocensura. Por ejemplo, el libro Pelusa rumbo al sol
obra teatral infantil de Enrique Medina, sufrió una suerte 
de “efecto dominó” al haberse censurado otras obras 
del autor, calificadas como “inmorales” o “de exhibi-
ción restringida” 
por varios decretos y prohibiciones de 
la Secretaría de Cultura de la ciudad de Buenos Aires. 

En 1979 se crea la Comisión orientadora de Me-

dios Educativos, en el ámbito del Ministerio de Edu-
cación, que se ocupaba de la recomendación de 

libros de texto adecuados a los fines que el gobier-
no se proponía, es decir que no contuvieran “con-
notaciones ideológicas contrarias al ser nacional”
.

La apelación al ser nacional

Entre los argumentos, queda clara la intención 

de imponer un sistema de valores al que se englo-
ba dentro de la denominación tradición occidental y 
cristiana
, con que se intentó dar legitimidad al apa-
rato de la represión cultural. Así, en los documen-
tos oficiales del régimen son frecuentes expresiones 
como  patria,  religión,  familia,  moral cristiana,  tradi-
ción nacional
dignidad del ser argentino, todas como 
opuestas de los que se nombran como valores di-
solventes (o extraños, o subversivos) de lo nacional
.

Era evidente que una mirada vigilante respecto de 

Imagen: Gentileza de la autora

En marzo de 2017 nos recibió la Biblioteca Popular Aime Paine.

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la ideología de la población no podía dejar al margen 
aquellas producciones destinadas a la infancia, con-
siderada como etapa de gran maleabilidad y campo 
propicio para quienes “fomentando el desarrollo de 
ideas o conductas rebeldes” 
“sembrando el germen 
para predisponerlos subjetivamente al accionar de cap-
tación que se llevará a cabo en los niveles superiores” 
hacían uso en sus clases de “la lectura y comentario de 
cuentos tendenciosos”
. Estas citas pertenecen a un “fo-
lleto” de 1977, que en sus aproximadamente 100 pági-
nas, entre otras cuestiones, aborda específicamente la 
problemática de la literatura infantil en los niveles pre-
escolar y primario. 
Lleva el significativo título de “Sub-
versión en el ámbito educativo (Conozcamos a nuestro 
enemigo)” y en la Resolución 538/77 que lo introduce 
-firmada por Juan José Catalán, a cargo del Ministerio 
de Cultura y Educación- señala la responsabilidad de 
las autoridades de cada institución educativa en su di-
fusión entre todo el personal docente y administrativo.

Se trata de un documento muy preciso para enten-

der a qué consideraban peligroso quienes armaron 
todo un sistema de censura y prohibición. Hay una 
clara advertencia frente a lo que en muchos decretos 
y resoluciones se denomina como editoriales marxis-
tas
, y para que los educadores puedan identificarlas 
se dice que los libros que ellas editan comunican “un 
tipo de mensaje que parta del niño y que le permita 
autoeducarse sobre la base de la libertad y la alter-
nativa”  
o que acompañan “al niño en su lucha por 
penetrar en el mundo de las cosas y de los adultos, 
que los ayuden a no tener miedo a la libertad, que los 
ayuden a querer, a pelear, a afirmar su ser”. 
El con-
tenido de estas citas nos excusa de todo comentario.

Proyectos editoriales

Cuando hablamos de “proyectos editoriales”, nos 

referimos sobre todo al Centro Editor de América La-
tina (CEAL) porque esa es la dimensión que asume su 
propuesta, que excede largamente la idea de una em-
presa editorial. Recordemos que el CEAL extendió su 

Malas palabras

A. GARCíA MontERo

Más preguntas para más

Estos libros interpelan a los lectores actuales: ¿cuáles son las búsquedas estéticas de sus autores?, 

¿qué vínculos se establecen con la literatura y las prácticas sociales y culturales en que se produjeron y 
circularon?, ¿cuáles vínculos con la producción actual?, ¿qué personajes niños proponen?, ¿cuáles adul-
tos?, ¿en qué sociedades se mueven y cuáles proponen?, ¿qué se censuraba en ellos?, ¿qué prácticas 
pedagógicas se pensaron y se piensan en torno a ellos?... Estas y numerosas preguntas surgidas de la 
lectura de estos textos son las que nos proponemos abordar con lectores variados, algunos -quizás- lec-
tores/niños de estas obras en el momento en que fueron producidos y editados. 

Así, a lo largo de los diversos talleres, fuimos recogiendo preguntas como estas: ¿Qué se pensaba que 

podía llegar a pasar si no se prohibían? ¿Qué poder tienen los libros para que lleguen a ser prohibidos? 
¿Qué es lo peligroso de estos libros?

¿Qué importancia tiene los libros para formar pensamientos? ¿Era necesario llegar a tomar esas 

medidas?

¿Qué tipo de literatura era impuesta?
¿Se sabe la cantidad aproximada de editoriales restringidas en esa época? ¿Cuál es el porcentaje de 

producción editorial que fue prohibida? 

¿Qué libros que desaparecieron no pudieron ser reeditados? ¿Por qué estando en democracia estos 

libros hoy en día no son tan populares? ¿Existe la posibilidad de reeditar algunos libros? ¿Existen diferen-
cias grandes sobre la publicación original y la adaptada posteriormente?

¿Por qué la sexualidad estaba censurada?
¿Por qué se prohibieron? ¿Por qué los quemaron? ¿La censura fue seleccionada o indiscriscriminada? 

¿Con qué argumentos pueden justificar la prohibición de libros que aborden leyendas?

¿Cómo seleccionaban los libros que prohibían?; ¿Quiénes participaban? ¿Cómo hacían para selec-

cionar cada libro y catalogarlo como prohibido? 

¿Por qué en las contratapas de algunos libros aparecen los precios?
¿La religión interfería en la prohibición?
¿Por qué el uso de los colores blanco, rojo y azul en El pueblo que no quiere ser gris?
En la actualidad: ¿Hay libros censurados? ¿Retirados? ¿Creen que no estamos muy lejos de lo ocurri-

do en la dictadura? ¿Volverá este tipo de censura?

¿Por qué un futuro docente tiene que conocer estos libros?

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funcionamiento por casi 30 años, y siempre lo hizo 
como una forma de resistencia, que se inició frente a 
la dictadura de onganía (su fundación data de 1966) 
y llegó hasta el menemismo. Considerar el posicio-
namiento, el modo de funcionamiento, las decisiones 
y los riesgos asumidos por este proyecto dirigido por 
Boris Spivacow es ineludible a la hora de reflexionar 
acerca de las razones de que se lo haya elegido como 
principal destinatario de procesos de censura durante 
la época analizada. Recordemos, igualmente, que ya 
en marzo de 1971 dos bombas destruyeron impor-
tante cantidad de material en uno de sus depósitos. 
y que en septiembre de ese mismo año, otra bomba 
provocó un incendio y daños cuantiosos a la editorial.

Seguramente los ataques están ligados también 

a las provocadoras políticas de distribución nacio-
nal del CEAL: libros y fascículos a bajo costo (cada 
ejemplar debía valer “menos que un kilo de pan”) y 
en redes que priorizaban la venta en kioscos. Es de-
cir, al alcance -y a la mano de- ese nuevo público 
que se estaba formando, en que CEAL buscaba in-
cluir sectores tanto universitarios como trabajadores.

Pero aquí solo nos referiremos a una parte del 

trabajo del Centro. En lo específico de la literatura 
infantil, fue responsable de emblemáticas coleccio-
nes como los Cuentos de Polidoro o los Cuentos del 
Chiribitil
. Estas colecciones nos hablan hoy de la vi-
talidad del campo que se estaba construyendo en los 
sesenta, y que concebía la producción literaria para 
la infancia sorteando los tabúes y restricciones que 

la constreñían en décadas pasadas. La propuesta de 
ambas colecciones contradice y desafía los cánones 
instalados incluso desde la propia institución escolar 
El panorama era -como en otros campos de la cultu-
ra- propicio para la experimentación y la ruptura, pero 
también habilitante para la superación de las des-
igualdades, y los niños como lectores son pensados 
-en lo que hoy llamaríamos “en clave de derechos”- 
como curiosos, irreverentes, inquietos, pensantes. 

Cuentos de Polidoro fue una colección dirigida 

por Beatriz Ferro que comenzó a circular a partir de 
1967. Conformada por 80 títulos (que fueron objeto 
de reedición y compilación por el propio CEAL a lo 
largo de su existencia), fue la colección que inauguró 
la venta semanal en kioscos. no sólo por eso significó 
una verdadera revolución en la producción literaria in-
fantil: también por las historias que recuperaban esos 
libros y con qué imágenes se las ilustraban. Puso la 
“gran literatura” al alcance de los chicos: desde las 
versiones -muy libres- de fábulas como La cigarra y 
la hormiga
 (a la que le dan un giro muy propio del 
contexto al valorizar el lugar de la cigarra desde la 
necesidad social de la música), hasta la renarración 
del Quijote (del que se resignifican episodios en los 
que “Don Quijote había sabido luchar para defen-
der hermosas ideas, aun haciendo muchos y grandes 
disparates
”). Esto acompañado por el sello en el di-
seño de oscar Díaz que convocó a artistas plásticos 
como Ayax Barnes, oscar Grillo, napoleón, Ruth 
Varsavsky, Amalia Cernadas, Chacha (Sara Conti) o 

Imagen: Gentileza de la autora

En 2015, en la Biblioteca Popular Carilafquen el taller comenzó a circular por fuera de las instituciones 
educativas.

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Malas palabras

A. GARCíA MontERo

Gioia Fiorentino para la realización de las imágenes. 

Cuentos del Chiribitil fue una colección que se lan-

zó en 1976 y llegó a tener 50 títulos que alcanzaron 
los 50 mil ejemplares de distribución semanal. Fue re-
lanzada en varias oportunidades, con diferentes nu-
meraciones y agrupamientos. Se publicaron autores 
noveles en ejemplares que daban lugar a un lenguaje 
propio y a la búsqueda estética. Según testimonia el 
propio Boris Spivacow, la colección fue prohibida a 
partir de que en Mendoza, el tercer Cuerpo del Ejérci-
to consideró el cuento Los zapatos voladores como un 
llamado a la subversión. En él, la gente de un pueblo 
se organiza para comprarle zapatos a un cartero em-
pleado municipal al que no le alcanzaba el sueldo.

otro caso emblemático de censura fue el iniciado 

a partir de la causa “Centro Editor de América Lati-
na s/Presunta Infracción a la Ley 20840
”, iniciada en 
el Juzgado Federal n° 1 de La Plata en diciembre de 
1978 y que desembocó en la quema de más de un 
millón de libros del Centro en un basural de Saran-
dí en 1980. En ese incendio se consumió la edición 
casi completa de la Nueva Enciclopedia del Mundo 
Joven
, con fecha de aparición a partir de 1973. Se-
gún el informe de inteligencia que forma parte de esa 
causa, esta colección (pensada para niños y jóvenes 
entre 11 y 17 años) “propicia la difusión de ideolo-
gías, doctrinas o sistemas políticos, económico socia-
les tendientes a derogar los principios sustentados por 
nuestra Constitución Nacional. (…) Las publicaciones 
[de la enciclopedia] además del específico de cada 

tema, aluden y agregan también ciertos elementos y 
argumentos de ideología marxista-leninista y/o afines
”. 

no se trata, sin embargo, de la única editorial 

que sufrió censura. En un largo listado denominado 
Editoriales, publicaciones y autores analizados por la 
SIDE y encuadrados dentro de los decretos 1774/73, 
modificatorio 1477/75, y decreto-ley 20216/73

se identifican 130 editoriales “argentinas marxis-
tas y/o con más de 50% de obras marxistas
”. Entre 
ellas varias con publicaciones destinadas a la in-
fancia: De la Flor, El Ateneo, Granica y La Pléyade 
(responsable de la magnífica y hoy prácticamente 
inhallable  Enciclopedia Educativa Infantil, con textos 
de Hebe Clementi e ilustraciones de Áyax Barnes). 

Los argumentos se reiteran de un decreto a otro, 

basta -entonces- como ejemplo el decreto 3155/77, 
que con firma de Videla y Harguindeguy señala la pro-
hibición de Un elefante ocupa mucho espacio de Elsa 
Isabel Bornemann, y El nacimiento, los niños y el amor 
de Agnés Rosenstiehl, ambos editados por Ediciones Li-
brerías Fausto. Si bien el segundo es un libro informati-
vo, el decreto dice que “se trata de cuentos destinados 
al público infantil, con una finalidad de adoctrinamiento 
que resulta preparatoria a la tarea de captación ideo-
lógica del accionar subversivo”. 
Luego de numerosos 
párrafos que enuncian argumentos como los que ya 
venimos comentando, se prohíbe la distribución, venta 
y circulación (y también secuestro de ejemplares) de 
ambos libros en todo el país y la clausura de la editorial. 

Ediciones de la Flor, creada en 1967, tenía ya entre 

Imagen: Gentileza de la autora

  El taller en el Laboratorio Ecotono de la Universidad Nacional deo Comahue, involucró a las estudiantes del 

IFDC en su rol de co-coordinadoras.

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sus autores al prohibido Enrique Medina (y pronto su-
maría a Griselda Gambaro), y había sufrido censura 
en 1972 durante el gobierno de Lanusse, cuando el 
decreto 269/77, firmado por Videla y Harguindeguy 
prohíbe la circulación de Cinco dedos, del Colectivo 
Libros para niños de Berlín, que formaba parte de la 
colección El libro en flor. En este libro, una mano roja 
vence a una verde, por lo que fue claramente interpre-
tado como “finalidad de adoctrinamiento que resulta 
preparatoria a la tarea de captación ideológica propia 
del accionar subversivo”. 
una apelación interpuesta 
por Daniel Divinsky (editor y abogado), tuvo como re-
sultado 127 días de arresto para él y su mujer, Kuki Mi-
ller. Amalia Hannois (directora de la mencionada co-
lección infantil) no fue detenida por encontrarse en ese 
momento fuera del país. La presión internacional de 
asociaciones de editores y de algún funcionario fran-
cés fue determinante para lograr la libertad del matri-
monio, que inmediatamente liberado debió exiliarse.

La larga lista de afectados por la censura: 
títulos y autores

Pero estos textos oficiales no sólo llegaban, en 

ciertos casos, a los editores o escritores. también 
eran publicados por la prensa. Diarios como La 
Prensa o La nación registran breves artículos en sus 
páginas interiores dando cuenta de estas resolucio-
nes. Así, el efecto se multiplica: muchos de los lec-
tores de esta nota dispondrán de relatos más o me-
nos cercanos, propios o de familiares y amigos que 

se desprendieron de libros muy queridos, escon-
diéndolos, destruyéndolos, o bien que los ocultaron 
bajo cubiertas falsas o arrancándoles tapas y lomos

Dentro del circuito escolar, además de las “pur-

gas” a que fueron sometidas las bibliotecas esco-
lares, los procesos de censura siguieron varios ca-
minos. Por un lado, están las recomendaciones 
señaladas en el documento Subversión en el ámbito 
educativo que ya consideramos. Por otro, los con-
troles a los que se sometían a los libros de texto. 

Además de Aire Libre (libro de lectura para segun-

do grado de María Elena Walsh, seguramente afec-
tado por la prohibición general sobre la obra, sobre 
todo musical, de su autora), recibieron “recomenda-
ciones” u observaciones Dulce de Leche Un libro jun-
tos
 (libro para cuarto grado escrito por Beatriz Ferro e 
ilustrado por Clara urquijo), a pesar de estar edita-
dos por la prestigiosa y reconocida editorial Estrada.

Mónica Klibanski cuenta que Beatriz Ferro guar-

dó fotocopias de 

su libro

 con las anotaciones ma-

nuscritas hechas por los censores. En ellas se puede 
observar las indicaciones para suprimir o modificar 
palabras como compinche,  colonia  o  Latinoamérica, 
o títulos como El pueblo quiere saber de qué se trata.

El libro de lectura para cuarto grado Dulce de leche, 

de Beatriz tornadú y Carlos Joaquín Durán fue reeditado 
en 1978 con notables diferencias en relación a la edi-
ción de 1974: en la segunda edición la familia nóma-
de a través de cuya historia se denunciaban el trabajo 
precario y el analfabetismo de los hijos se transforma en 

Imagen: Gentileza de la autora

En el SCUM y en el día de la Memoria, la posibilidad de acercarse a los libros prohibidos convocó a cerca de 90 
participantes de todas las edades.

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una familia unida” que trabaja “cosechando la patria”.

Hay, además, libros que parecen simbolizar una 

época. Dos que de muchas maneras representan las 
búsquedas de los años setenta son de la misma pa-
reja autoral: Ayax Barnes y Beatriz Doumerc, autores 
de texto e ilustración de La línea El pueblo que no 
quería ser gris
, ambos editados en 1975, el primero 
por Granica y el segundo por la emblemática edito-
rial Rompan Filas. un mismo documento (la resolu-
ción nº 437/76 del día 6/10/76, según el decreto 
del Poder Ejecutivo nº1888/76) prohibió la circula-
ción del libro de Doumerc y Barnes, al mismo tiempo 
que la de La ultrabomba, este último de los italianos 
Mario Lodi e Ivo Sedazzari. A más de 40 años de su 
publicación, La línea es todo un exponente de lo que 
hoy llamamos libro álbum, que combina la sencillez 
conceptual de los dibujos de Barnes con un texto en 
que Doumerc convoca a la construcción de “una pa-
tria grande como un sol… donde quepa el hombre 
nuevo”. 
Las figuras de Patrón Palanca y El Rey del Pue-
blo de La ultrabomba aparecen unidas en propósitos 
y destino, no muy feliz para ninguno, gracias a la re-
acción de los respectivos pueblos que se les oponen.

Podemos sumar ahora a tres autores que coinci-

den en representar un mundo complejo, de tensio-
nes y desigualdades sociales, en cuyo centro ubican 
a niños y jóvenes. Son Álvaro yunque, José Muri-
llo y el ya mencionado Enrique Medina. En sus his-
torias encontramos una idea de niño o joven lec-
tor al que no se le restringe el acceso a ninguna 
temática para resguardar una supuesta inocencia.

Los libros de Álvaro yunque (que ya durante la dic-

tadura de Edelmiro Farrell había sido encarcelado) 
sufrieron numerosas censuras: en 1978, el decreto 
1937 afectó a Niños de hoy; luego, el decreto 2607 
Nuestros muchachos y a El amor sigue siendo niño
En su boletín 135, la Superintendencia nacional de 
Educación Privada (SnEP) informaba que los libros de 
este autor no podían circular en bibliotecas escolares.

Sus cuentos muestran niños de sectores popu-

lares, que cuestionan la autoridad, la desigualdad, 
la pobreza. E incluyen epígrafes de autores tam-
bién desafiantes (oscar Wilde, Dickens, Marx, Rous-
seau, Italo Calvino, Dostoievski o María Montessori), 
que bien podrían invitar a indagar en otras lecturas.

José Murillo, autor jujeño de conocida militan-

cia comunista, fue otro de los blancos de censura. 
nacido en lo que hoy es el Ingenio Ledesma, Muri-
llo narra acerca de los problemas de su tierra y de 
su gente. Denuncia en sus libros las duras condi-
ciones de vida de los trabajadores en libros como 
Mi amigo el pespir

  o  El tigre de Santa Bárbara.

La lista no acaba aquí: sumamos los libros de Javier 

Villafañe (entre la que destacamos especialmente Don 
Juan el zorro
, suerte de novela picaresca de 1963 en 

que, recreando la figura de la tradición oral,  ponía en 
palabras la complejidad política argentina al convertir 
al zorro en candidato a presidente, para finalmente 
aconsejar al diablo una vueltita por las comisarías, 
donde podría aumentar su arsenal de tormentos), El 
principito
 de Antoine de Saint- Exupéry, Cuentos para 
chicos traviesos
 de Jacques Prévert (también editado por 
Fausto, con bellos dibujos de Elsa Henríquez) o La taci-
ta azul
 del ruso Arkadi Gaidar (que circulaba en el país 
mediante una edición de la editorial moscovita Progre-
so). En todos ellos, el cuestionamiento al autoritarismo 
y las injusticias (sean estas vividas en la familia o en la 
sociedad) o la crítica la guerra, aparecen a través de la 
reflexión, la crítica mordaz o el humor. Siempre enten-
diendo a los niños como lectores plenos, capaces de 
descubrir las claves literarias de los mundos narrados.

Formas de resistencia

Sin embargo, también hubo formas de resis-

tir. Laura Devetach dedica la primera edición en 
democracia de su libro La torre de cubos con 
una dedicatoria que dice: “A todas las maes-
tras y todos los maestros que hicieron rodar estos 
cuentos cuando no se podía, ¡muchas gracias!
”.

Justamente este libro es uno de los más citados 

y reconocidos a la hora de hablar sobre la censura. 
El libro fue, precisamente, cuestionado por su “ilimi-
tada fantasía” en la  Resolución n° 480 del Ministe-
rio de Cultura y Educación de la provincia de Santa 
Fe, publicado en su Boletín, en julio de 1979. Lue-
go, la prohibición se hizo extensiva a las provincias 
de Córdoba y Mendoza, y finalmente tuvo alcance 
nacional. treinta y ocho años más tarde, el 24 de 
marzo de 2017, el actual gobierno de Santa Fe dejó 
oficialmente sin efecto aquella primera prohibición.

Recuperar relatos para pensar infancias

Se trata de modos de pensar la infancia, de mo-

mentos históricos que habilitaron u obstaculizaron a 
niños y niñas a entrar a formar parte del tapiz cultu-
ral del que habló Graciela Montes allá por el 2006. 
Formar parte de la cultura letrada reconociéndoles el 
pleno derecho a las palabras y a lo que ellas trans-
miten y construyen constituye una parte de la ruptu-
ra generada a partir del golpe de estado de 1976.

Seguramente no tiene mucho sentido generar hipó-

tesis acerca de lo que habría pasado si estos modos 
de trasmisión de un capital simbólico no se hubieran 
interrumpido. Pero sí necesitamos seguir preguntán-
donos acerca de la vigencia de estos modos de es-
cribir para la infancia. Preguntarnos, por ejemplo, 
por qué buena parte de estos libros no han sido re-
editados, aun habiendo transcurridos tantos años de 
democracia. De allí que se tornen todavía más va-
liosas iniciativas tales como las de EuDEBA, con la 

Malas palabras

A. GARCíA MontERo

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DESDE LA PATAGONIA DIFUNDIENDO SABERES - VOL. 14 - Nº 24 - 2017

ISSN 1668-8848

Lecturas sugeridas

Cirianni, G. (2015). Edición homenaje a los cuentos de 

Polidoro. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Plan na-
cional de Lectura.

Gociol, J. (2007). Más libros para más: colecciones del 

Centro Editor de América Latina. Buenos Aires: Biblio-
teca nacional.

Invernizzi, H. y Gociol, J. (2015). Un golpe a los libros. 

Represión a la cultura durante la última dictadura mili-
tar. 
Buenos Aires: Eudeba.

Machado, A.M y Montes, G (2003). Literatura infantil: 

creación, censura y resistencia. Buenos Aires: Editorial 
Sudamericana.

Pesclevi, G. (2014). Libros que muerden: Literatura infan-

til y juvenil censurada durante la última dictadura cívico 
militar 1976-1983. 
CABA: Biblioteca nacional.

Imagen: Gentileza de la autora

Construir memoria también implica que esos libros encuentren lectores.

reedición de números títulos de aquellos Chiribitiles
o la publicación en 2015 por parte del Ministerio 
de Educación de los cinco tomos de la Edición Ho-
menaje de los Cuentos de Polidoro
 (para ser distri-
buidos en las bibliotecas escolares de todo el país).

El taller “de los libros prohibidos” (como lo deno-

minan muchos maestros y estudiantes al hablar de él) 
es nuestro modo de aportar en la reconstrucción de lo 
que en la introducción del libro de Pesclevi se deno-
mina “memoria lectora del país”. Que los libros que 
aquí nos ocupan no estén disponibles para el disfrute 
estético de quienes hoy transitan sus infancias es tal 
vez uno de los modos -muy invisibilizados- en que la 
experiencia de una generación no ha podido articu-
larse con la de las siguientes. Que nuestra memoria 
-y la de las nuevas generaciones- no quede conge-
lada en un par de títulos censurados y destinados a 
la efeméride escolar, quizás demande de nosotros, 
lectores adultos, buenas dosis de ilimitada fantasía.

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INSTRUCCIONES PARA LOS AUTORES

Desde la Patagonia, difundiendo saberes abarca diferentes temáticas de las ciencias humanas, sociales, na-
turales y exactas, así como de las tecnologías. Se dirige al público en general y en particular, a estudiantes y 
docentes de los niveles secundario, terciario y universitario. Las contribuciones deben ser artículos originales 
de divulgación sobre temas de especialidad de los autores, que presenten los resultados de proyectos de 
investigación o extensión que se desarrollen en universidades nacionales e institutos de investigación de la 
Patagonia, o trabajos sobre la Patagonia realizados en otras zonas del país. Estudios de interés general que 
trascienden problemáticas regionales también son bienvenidos. 
Los autores enviarán por correo electrónico a desdelapatagoniads@gmail.com en archivos separados el 
texto principal del artículo, datos filiatorios de los autores y un resumen de no más de 200 palabras. Asi-
mismo deberán incluirse imágenes que acompañen e ilustren el trabajo, que serán enviadas por separado 
en formato .png o .jpeg de alta calidad, acompañadas de un archivo con leyendas descriptivas. En el caso 
de fotografías, deberá indicarse el autor, de quien deberá contarse con la autorización para su publicación.
En una primera instancia, el Comité Editorial analizará si los trabajos recibidos se enmarcan en las áreas de 
interés de la revista. Aquellas contribuciones que reúnan este requisito serán enviadas para su evaluación 
por revisores externos especialistas en el tema del artículo. una vez aceptada la contribución, se realizará 
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buciones no tienen cargo para los autores 
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