EDITORIAL
Juntarse para sumar: Cooperativas y asociacionismo en Argentina y México
Por Graciela Mateo y Jesús Méndez-Reyes
El origen del movimiento cooperativo y del asociacionismo se vincula a la conmoción desatada en el siglo XIX por el deterioro de las condiciones de vida de las poblaciones, que eran a la vez agentes y víctimas de la Revolución Industrial. Se plantea entonces la “cuestión social” que remite a los disfuncionamientos de esa sociedad capitalista que los precursores del socialismo utópico, asociacionista y del anarquismo, hacedores a la vez del cooperativismo y mutualismo, procuraron corregir.
La sentencia con la que iniciaban hace 170 años Karl Marx y Friedrich Engels el Manifiesto Comunista ha dado un vuelco a la interpretación y preocupaciones del capitalismo de la época. Ese “fantasma que recorría Europa” fue permeando al resto de los continentes en las décadas siguientes sin mayores alcances o grandes transformaciones en la economía y el mundo laboral. Aparecen en escena protagonistas de aquello que podría denominarse “la nueva cuestión social”: la exclusión. Esta problemática vuelve visible la existencia de sectores de la población cada vez más vastos que no tienen acceso a la educación, a la salud, a la justicia, a la cultura. Según Piketty (2014) pareciera ser que el siglo XXI reproduce condiciones del siglo XIX cuando “la tasa de rendimiento del capital superó de modo constante la tasa de crecimiento de la producción y el ingreso.”
¿Qué tipo de economía estamos construyendo en América Latina? Por supuesto, hablar de otra economía implica una crítica a la actual, a la vez que compromete a sugerir propuestas desde diferentes disciplinas. Economistas, historiadores y politólogos han reprochado durante mucho tiempo los fallos del mercado y las formas empresariales tradicionales, enfatizando las virtudes de la cohesión laboral y el capital social, la identidad comunitaria y las relaciones laborales justas.Tres objetivos han guiado la elaboración del dossier:
1. Reconstruir experiencias que vinculan el desarrollo del movimiento cooperativo y del asociacionismo como formas de la llamada Economía Social de primera generación.
2. Reflexionar desde perspectivas multidisciplinares en torno a los rasgos de los sujetos sociales que integran estas sociedades; sus cambios organizacionales; los vaivenes económicos que han debido atravesar, sea por las políticas públicas de promoción de este tipo de entidades o bien por la falta de ellas.
3. Visibilizar la historia y la vigencia de formas económicas existentes y posibles que han probado ser una herramienta útil para satisfacer necesidades específicas de la comunidad en diversas esferas. Estos nuevos modos de entender la economía son mucho más que un programa para aliviar la pobreza en coyunturas de crisis, como las que volvemos a enfrentar con el renacimiento del populismo de derecha y el proteccionismo comercial a nivel mundial. La “otra economía” se orienta al reconocimiento del ser humano como centro; a la superación de las racionalidades instrumentales, supeditándolas a una racionalidad sustantiva; al desarrollo de formas de metabolismo acordes a los ciclos naturales, y a la configuración de tipos de producción, distribución y consumo basados en la solidaridad;
Los trabajos que se presentan a continuación son un esfuerzo extendido de debates previos en Santiago de Chile (2010, 2015) Viena (2012) y Valencia (2017). Ofrecemos en esta ocasión tres reflexiones/investigaciones de México y otras tres de Argentina.