ARTÍCULO

Variación lingüística: el abordaje teórico-metodológico de la Escuela Lingüística de Columbia frente al de la Sociolingüística laboviana

Linguistic variation: the theoretical-methodological approach of the Columbia Linguistic School versus Labov´s Sociolinguistics

 

Lucía Zanfardini
lzanfardini@unrn.edu.ar
CIEDIS – Universidad Nacional de Río Negro; CONICET. Argentina

Recibido: 26|07|18
Aceptado: 26|09|18

 


Resumen
En este artículo pretendemos realizar un aporte a la comprensión de la variación lingüística como fenómeno de la lengua a partir de la recupera­ción de la confrontación y los puntos de contacto que, a partir de finales de los `70 y mediados de los `80, establecieron los lingüistas de la Escuela de Columbia en torno al problema de la variación frente a la visión Sociolingüística laboviana. A partir de una revisión bibliográfica, analizamos las similitudes y las diferencias entre ambos enfoques desde tres aspectos: a) la definición de la variación y los planos lingüísticos de análisis para su aplicación; b) el abordaje metodológico que propician (procedimiento de análisis, tipo de datos, etc.) y c) la teoría lingüística desde la que se parte. Respecto del primer punto, concluimos que la diferencia en cuanto a la forma de definir qué es la variación implicó una línea divisoria entre ambos enfoques. En segundo lugar, estas consideraciones implicaron, necesaria­mente formas distintas de abordaje metodológico para el análisis de la variación y posturas diferentes respecto de los objetivos que se le asignan al análisis. En tercer lugar, cuando indagamos acerca de qué teoría lingüís­tica funciona como encuadre para cada enfoque identificamos que la res­puesta reside en las concepciones diferentes que tienen ambas perspectivas en torno a los postulados lingüísticos del formalismo.

Palabras clave: Variación lingüística; Escuela Lingüística de Columbia; Sociolingüística; Significado.

Abstract
In this article we intend to make a contribution to the understanding of linguistic variation as a phenomenon of the language from the recovery of confrontation and contact points that, from the late 70's and mid-80's, established the linguists of the Columbia School on the problem of variation versus Labov´s sociolinguistic vision. Based on a literature review, we analyze the similarities and differences between the two approaches from three aspects: a) the definition of the variation and the linguistic planes of analysis for its application; b) the methodological approach that they favor (analysis procedure, kind of data, etc.) and c) the linguistic theory from which they are based. We conclude that, with respect to the first point, we identified that the difference in the way of defining what variation is, implied a dividing line between both approaches. Secondly, these considerations necessarily implied different ways of methodological approach for the analysis of variation and different positions regarding the objectives that are assigned to the analysis. Third, when we inquire about which linguistic theory functions as a framework for each approach, we identify that the answer lies in the different conceptions that both perspectives have about the linguistic postulates of formalism.

Key words: Linguistic Variation; Columbia School Linguistics; Sociolinguistics; Meaning.


 

PRESENTACIÓN

Este artículo se enmarca en las reflexiones teórico-metodológicas realizadas en nuestras tesis de posgrado (maestría y doctorado) y constituyen el resultado de las operaciones de a) selección del marco teórico considerado más adecuado para abordar el problema de investigación que nos ocupa ―la variación morfosintáctica en la autorreferencia en el marco del discurso político latinoamericano―; y b) revisión del estado del arte sobre el estudio de la variación lingüística (Zanfardini 2017, 2018). En esta oportunidad, pretendemos recuperar el abordaje teórico-metodológico de la Escuela Lingüística de Columbia frente al de la Sociolingüística laboviana en torno a la variación lingüística. Señalaremos las discrepancias y los puntos de contacto que, a partir de finales de los `70 y mediados de los `80, establecieron los lingüistas de la Escuela Lingüística de Columbia (en adelante, ELC) en torno al problema de la variación frente a la visión Sociolingüística laboviana del mismo.

Hemos analizado el contraste a partir de una serie de puntos de contacto y de divergencia que podrían reunirse en tres grandes aspectos: a) la definición de la variación que postulan y los planos lingüísticos de análisis para su aplicación; b) el abordaje metodológico que propician para estudiar la variación (procedimiento de análisis, tipo de datos, etc.) y c) la teoría lingüística desde la que se parte. Las páginas que siguen intentan especificar esas coincidencias y divergencias en el orden planteado.

DEFINICIÓN Y TIPOS DE VARIACIÓN

Puede decirse que el principal dilema en torno a la variación ha sido justamente qué tipo de definición del concepto “variación lingüística” o “variable lingüística” se expuso y qué planos lingüísticos de aplicación fueron pasibles de ser analizados en base a la concepción del fenómeno que se consideró desde cada perspectiva.

Hasta la aparición de la Sociolingüística en los años `60, todas las unidades del análisis —fonemas, morfemas, sintagmas, oraciones— se habían interpretado cualitativamente como invariantes primero y luego se reconoció que existía variación pero que ésta era libre e inmotivada. Sin embargo, la Sociolingüística variacionista (Labov 1966) la definió como una unidad estructural que es:

- variante: dado que se realiza de diferente manera en diferentes contextos estilísticos, sociolectales o, incluso, idiolectales,
- continua: en el sentido de que ciertas variantes adquieren con frecuencia una significación social a partir de su mayor o menor proximidad con la variante estándar;
- de naturaleza cuantitativa: dado que este significado social no viene determinado simplemente por la presencia o ausencia de sus variantes, sino la mayoría de las veces por la frecuencia relativa de las mismas.

En esencia, Labov (1972) consideraba que “la variación social y estilística presupone la opción de decir «lo mismo» de modos diferentes; es decir, las variantes son idénticas en cuanto a referencia o valor de verdad, pero se oponen en cuanto a su significación social o estilística” (271).

De acuerdo con esta definición se considera, para poner un ejemplo, que en el español la sibilante [s], la aspiración [h] y la elisión [Ø] son variantes de la variable /-s/ en posición implosiva. Es decir que se trata de tres realizaciones cuya elección da cuenta de una motivación social y/o estilística pero que el valor de verdad que las vincula es el mismo, es decir, las tres dan cuenta del valor /-s/. Esta definición es reafirmada en la década de los 80 por autores como Cedergren (1983): “el concepto de variable lingüística da cuenta de un conjunto de equivalencia de realizaciones o expresiones patentes de un mismo elemento o principio subyacente” (150). La misma definición, con algunas salvedades respecto del nivel lingüístico de aplicación ―esto es, si funciona únicamente para el nivel fonológico o si es extensible al resto de los niveles de la lengua― continúa siendo recuperada en manuales sociolingüísticos y estudios del campo hasta la actualidad (Silva Corvalán 1989, 1996, 2001; Blas Arroyo 2004).

Por contrapartida, en el marco de los estudios impulsados por la ELC, el concepto de “decir lo mismo de maneras diferentes” ha sido reemplazado por la noción de “equivalencia referencial” que supone que el hecho de decir que dos o más formas lingüísticas se encuentran en variación implica que un evento puede representarse lingüísticamente desde diferentes perspectivas y que dos o más términos son referencialmente equivalentes. El concepto de variación para esta perspectiva presupone la equivalencia comunicativa de diferentes unidades lingüísticas y una distribución parcial o totalmente superpuesta (Martínez 1999:89).

Así, la variación lingüística sucede cuando un hablante puede alternar diferentes formas lingüísticas distintas con el fin de crear un mensaje equivalente. Según esta perspectiva, la variación cubre los distintos niveles del lenguaje: el fonológico, el morfológico, el sintáctico y el léxico (Martínez y Speranza 2009: 179) y es definida de la misma forma en todos los planos lingüísticos.

En este sentido, respecto de la discordancia en la concepción de la variación, en el artículo “Shifting variation”, Érica García expresó que gracias al enfoque laboviano se ha desarraigado de la teoría lingüística el concepto de variación libre y se demostró que la variación —fonológica— constituye una parte integral de la estructura del habla (1985:199). Sin embargo, García sugiere que Labov no logró resolver la diferencia existente entre la variación fonológica —arbitraria— y la variación morfosintáctica de naturaleza no arbitraria, tal como lo han advertido también otros autores (Lavandera 1978; García 1985; Cheshire l987; Hudson 1980) y como puede inferirse del mismo Labov (1978). Según García, una respuesta válida al problema de la variación de elementos significativos ―en especial, de la variación morfosintáctica― la constituye la propuesta de que la motivación de las diferentes frecuencias de uso de las formas debe buscarse en la mayor compatibilidad comunicativa entre las unidades gramaticales en cuestión ―los significados que se ponen en juego― y el contexto léxico o sintáctico en el que ocurren ―el aporte constante e invariante que, desde esos significados, le hace la forma al mensaje―: “What is thus systematically and significantly left out in variationist studies is the communicative value of the forms in question, THE DIFFERENCE IT MAKES TO WHAT ONE SAYS WHETHER ONE CHOOSES ONE FORM OR ANOTHER” (García 1985: 220).

En este sentido, una de las diferencias fundamentales que plantea este enfoque respecto del laboviano es el hecho de que debe partirse de la postulación del significado básico de las formas para comprender el hecho lingüístico de variación observado y para poder elaborar las hipótesis, a partir de allí, en torno a qué contextos favorecerán qué formas.

Para ejemplificar, veamos los siguientes ejemplos extraídos de Zanfardini (2017) que corresponden, ambos, a fragmentos de la entrevista que le realizó Nicolás Sánchez O´Donovan al presidente boliviano Evo Morales para el canal RT en octubre de 2014:

(1) “yo (1s) digo que el pueblo es mi familia” (Evo Morales, 2014-ENT-RT)
(2) “ojalá nunca más haya un niño como el Evo (3s) de aquellos tiempos” (Evo Morales, 2014-ENT-RT)

Puede observarse que, en ambas emisiones, el referente de las formas destacadas es el mismo —el presidente Evo Morales. Podemos decir que en estos ejemplos la 1s (“yo”) y la 3s (“el Evo”) son referencialmente equivalentes. Se trata de dos personas gramaticales distintas —la 1s que indica “haga foco en el que habla” y la 3s que indica “haga foco en otro”— y ambas aluden a dos versiones diferentes del mismo referente, es decir, constituyen dos variantes de una misma variable (Martínez 2000:50). Dichas variantes no son seleccionadas por el hablante de manera azarosa, por lo tanto, no son variantes libres y tampoco constituyen “diferentes formas de decir la misma cosa”. Por el contrario, las formas de autorreferencia 1s y 3s alternan porque dan cuenta de diferentes versiones, representaciones, conceptualizaciones del mismo referente (Zanfardini 2017).

ABORDAJE METODOLÓGICO

La Sociolingüística variacionista, como sabemos, es una disciplina dentro de los Estudios del Lenguaje que explicita una metodología específica propia a la que se hace referencia, generalmente como los “estudios cuantitativos del habla”. Desde este enfoque, se persigue el objetivo de estudiar la lengua en su contexto social y se procura fundamentalmente explicar la variabilidad lingüística, su interrelación con factores sociales y el papel que esta variabilidad desempeña en los procesos de cambio lingüístico. El objeto de estudio es el “habla viva” en su contexto social real, en contraposición a la lengua altamente idealizada y aislada de todo contexto extralingüístico que constituye el objeto de estudio de la lingüística estructuralista (Silva Corvalán 1989:16).

Sintetizando, los pasos a seguir en un estudio de tipo sociolingüístico, son: a) la observación de la comunidad y la elaboración de hipótesis de trabajo; b) la selección de los informantes; c) la recolección de los datos (mediante las técnicas de grabación o entrevistas); d) el análisis de los datos (identificación de la variable, identificación de los contextos, codificación, cuantificación y aplicación de procedimientos estadísticos) y e) la interpretación de los resultados. Cabe destacar que se trata fundamentalmente de estudios inter-hablantes pues se persigue el objetivo de describir la distribución de la variable dependiente correlacionada con variables independientes de tipo social y estilística en una comunidad lingüística en particular. Además, se estudia fundamentalmente la lengua oral y, en lo posible, espontánea por resultar el tipo de producción considerada más genuina para el análisis.

Para que sea objeto de atención por parte de la Sociolingüística variacionista, las variables deben reunir algunas propiedades mínimas, que Labov (1976: 53) resumió de la manera que sigue:

- que las unidades lingüísticas investigadas sean frecuentes en el habla de la comunidad (1);
- que formen parte de la estructura gramatical de la lengua, y
- que la distribución del fenómeno en cuestión se halle estratificada social o estilísticamente.

Por su parte, la metodología propuesta por la ELC (García 1985, 1995, 1998; Diver 1995, Mauder 2000, Martínez 2009, Martínez y Speranza 2009) promueve un abordaje mixto: la inmersión cualitativa y el análisis cuantitativo. En cuanto al análisis cualitativo, dado que esta disciplina tiene como fin el estudio de la variación de las formas en contexto; se parte de la postulación del significado básico de las formas y se busca establecer una relación entre este significado y el mensaje que se infiere del contexto en el que las formas aparecen. Luego, en el análisis cualitativo, se procede realizando una indagación ocurrencia por ocurrencia con el fin de identificar cómo ocurre la constante contribución de los significados, es decir, de las hipótesis en consideración a partir de la inmersión cualitativa. En palabras de Martínez: “el objetivo es determinar si puede reconocerse una conexión entre el significado básico y el mensaje que se infiere del contexto” (2009: 270). Se formulan parámetros lingüísticos y extralingüísticos de orden pragmático y discursivo para explicar la selección. Estos parámetros identificados en el análisis cualitativo son luego puestos a prueba cuantitativamente. El análisis cuantitativo es fundamental para medir la frecuencia relativa de uso de las formas en los distintos contextos y así encontrar relaciones entre el significado de las mismas y otros rasgos que presenta el texto. La presentación de los datos se realiza en tablas de doble entrada en las que se correlacionan la variable dependiente. En la evaluación y validación de los datos, los resultados se ponen a prueba mediante una serie de métodos estadísticos como, por ejemplo, el cálculo del odds ratio o la prueba de significación estadística chi square, que permiten identificar si los resultados alcanzados son significativos. Así como indicábamos en el caso de la Sociolingüística variacionista que la misma admitía estudios fundamentalmente de orden inter-hablante, la metodología propuesta desde esta perspectiva admite y propicia estudios tanto intra como inter-hablante. Asimismo, no solo recurre a corpus oral, sino que también existen estudios de variación que observan el fenómeno en corpus escrito.

Esta diferencia epistemológica respecto del abordaje metodológico de la variación, es apuntada con claridad en García (1985) quien reclamó a los sociolingüistas el hecho de que no hayan intentado desarrollar las categorías analíticas que, aportando una visión original del lenguaje, hubieran hecho posible integrar juicios cualitativos en la estructura lingüística con datos cuantitativos en el uso del lenguaje (García 1985: 218). García discute el hecho de que los estudios variacionistas hayan intentado describir más que explicar la motivación los datos de frecuencia observados y esto se debe, según plantea, a que la significancia lingüística de la variación ha desempeñado un papel secundario en este tipo de estudios. Al respecto, podrían recuperarse reflexiones como las de Sankoff y Thibault (1981) que han reparado en esta dificultad metodológica: “as we proceed from phonology to morphology to syntax, and semantics it becomes more and more difficult to work out the common underlying grammatical basis for variants” (207). Asimismo, García discute también con el tipo de cuantificación que se realiza: lo que se cuenta en el análisis cuantitativo. La autora critica al enfoque laboviano planteando que, dado que el costado “lingüístico” de la variable

is so ill-defined, the metric relied is relative frequency (per line, number of words, etc. […]) rather than the customary percentage of one variant over the total number of instances of the variable. In short, a further shift from linguistic variables to variables, tout court. And indeed, the linguistic value of the forms in question is of little interest or importance (García, 1985: 215).

TEORÍA LINGÜÍSTICA DESDE LA QUE SE PARTE

El tercer aspecto en el que puntualizaremos el contraste entre ambos enfoques se ubica en el tipo de teoría lingüística que opera como marco de referencia para cada uno de los enfoques variacionistas que analizamos. La Sociolingüística laboviana toma como objeto de estudio al habla (parole) pero reconoce la existencia de una estructura gramatical subyacente en la lengua (langue) con sus normas y reglas específicas. Si retomamos las propiedades mínimas que, según Labov (1976), tiene que acreditar una variable para merecer un análisis sociolingüístico (cf. supra p. 4), identificaremos que, en la segunda propiedad, se hace referencia a la existencia de una “estructura gramatical” de la lengua. Respecto de esta afirmación de Labov, Blas Arroyo aclara que:

El hecho de que se hable de «estructura gramatical» [en Labov 1976] se explica a la luz del modelo generativista en el que Labov trabaja. Como es sabido, para Chomsky (1965) y sus seguidores, los niveles fónico y semántico, tradicionalmente independientes en la investigación lingüística, son dos componentes más de la gramática de una lengua, que interpretan los datos procedentes de la sintaxis. Por ello, un rasgo fónico también forma parte integral de la estructura gramatical de una lengua (Blas Arroyo, 2004: 38).

Esto puede explicar la consideración de que, en la práctica sociolingüística, la variable fonológica se considera habitualmente como el segmento fonológico subyacente, mientras que las realizaciones de superficie —esto es, sus variantes— constituyen el conjunto de equivalencias al que nos referíamos anteriormente. En el mismo sentido, el objetivo que asumió la Sociolingüística variacionista fue el de incorporar a la estructura gramatical descrita por los generativistas, la concepción de que existe en el sistema una variabilidad inherente, pasible de ser generalizada mediante reglas: las reglas variables. Al respecto, Silva Corvalán explica:

La sociolingüística ha mostrado que es posible incorporar la descripción de fenómenos variables como parte de la descripción de una lengua que se concibe como un sistema cuya heterogeneidad no es arbitraria ni errática, sino sometida a reglas o condicionamientos sistemáticos. De acuerdo con este marco teórico, el modelo descriptivo incluye por lo menos dos tipos de hechos de lengua: categóricos y variables. Los fenómenos variables corresponden a hechos lingüísticos que las escuelas formalistas representan por medio de reglas opcionales e incluso a veces como erróneamente categóricas. Las reglas opcionales tratan de capturar fenómenos de variación libre, concepto que en sociolingüística se sustituye por variación condicionada […]. Frente a las reglas opcionales o categóricas de la gramática estructuralista, la sociolingüística desarrolló la regla variable (Silva Corvalán, 2001: 87).

De esta manera, la Sociolingüística variacionista logró liberarse de una premisa que había dominado los estudios lingüísticos desde su nacimiento: que el objeto de estudio de la lingüística es el sistema gramatical homogéneo e invariante (como dijimos, la langue para Saussure). Por contrapartida, el uso de ese sistema (habla/parole/actuación) había quedado fuera del alcance de la investigación lingüística. En este sentido, podría plantearse que la Sociolingüística asumió que había que atender al “uso” del sistema y a su variabilidad inherente pero no terminó de discutir la existencia de ese “sistema de reglas” en sí mismo.

El hecho de que la Sociolingüística variacionista haya recurrido a la noción de regla variable, fue criticado, nuevamente por García, quien sostuvo que el hecho de considerar que el lenguaje sea un sistema gobernado por reglas constituye una debilidad del enfoque variacionista y esto se debe a que

sociolinguists´ having adopted the formalism of generative rules as a purely descriptive device, without seriously considering its theoretical implications […]. For instance, the crucial question raised by Kiparsky (1971) concerning what is learnt, has never received a satisfactory answer, nor has it ever become really clear in variationist studies what knowledge or whose knowledge is being formalized. Specifically, does the order of langue reside in the individual (=competence), or in the community (=social stratification)?” (1985: 218)

Asimismo, la autora sostiene que la visión de que el lenguaje es un comportamiento gobernado por reglas le reserva al lingüista únicamente la tarea de descubrir y describir las regularidades ocultas que “gobiernan” el caos y la aleatoriedad aparentes.

La perspectiva sociolingüística laboviana se opone a las posiciones teóricas que mantienen que el objeto de estudio de la lingüística es la lengua aislada de su contexto social ―el generativismo, por ejemplo―, pero, sin embargo, no es totalmente incompatible con aquellas en cuanto a que, a través del estudio del habla, el sociolingüista considera que puede descubrir, describir y hacer predicciones sobre el sistema lingüístico que subyace al habla.

Sabemos que el propósito de la gramática generativa es la descripción de la competencia lingüística del hablante-oyente ideal, es decir, del conocimiento perfecto que este individuo ideal tiene de su lengua. La actuación lingüística, limitada e imperfecta según esta teoría, quedaría fuera del objeto de estudio. La Sociolingüística variacionista, en cambio, se ubica con claridad en el plano de la actuación para estudiar el hecho lingüístico en toda su dimensión social, ya que considera de vital importancia el hecho de que las lenguas se organicen primariamente para cumplir una función comunicativa y social. Al estudiar la lengua como conducta, por tanto, el sociolingüista se concentra en la variedad de formas en que se usa y la enfoca como objeto complejo en el que se enlazan tanto las reglas del sistema lingüístico como las reglas y factores sociales que interactúan en un acto de comunicación social. Esto es, no se sostiene aquí la idea de que la Sociolingüística variacionista haga una recuperación total ni, mucho menos, una reivindicación acrítica de la gramática generativa; lo que se observa en el recorrido bibliográfico realizado es que se establece un límite entre una “lingüística teórica” (la chomskiana) y una “lingüística de la lengua en uso” que se identifican como enfoques compatibles o conjugables.

Por contrapartida, la teoría de la ELC postula la necesidad de una teoría lingüística integral que sea capaz de explicar el uso lingüístico puesto que es el único dato que tenemos de que existe la lengua (Diver, 2012[1990]:65). Esta perspectiva, adscribe a una concepción socio-funcional-cognitiva de la lengua y se opone abiertamente a la gramática generativa. Se autoproclama como una teoría integral capaz de explicar tanto los comportamientos lingüísticos en apariencia regulares ―no existen “reglas” en el lenguaje para esta teoría― como los fenómenos de variación y de contacto lingüístico. La ELC considera que los datos del análisis lingüístico son estricta y únicamente los usos y comportamientos de habla, oral o escrita (Diver, 2012[1995]:487) y descarta la existencia de una gramática universal subyacente o de una estructura gramatical a priori, pues considera que se trata de una hipótesis incomprobable.

El lenguaje, para esta perspectiva, se encuentra fundamentalmente asociado a su función comunicativa y, por lo tanto, considera que su propio diseño y estructura están directamente motivados por el acto comunicativo (Diver 1975). Es por esto que los datos para el análisis lingüístico serán relevados del uso oral o escrito –el lenguaje en contexto– especialmente porque se considera que las únicas manifestaciones empíricas (físicas, por oposición a metafísicas) que tenemos de que existe el lenguaje son los sonidos de las ondas sonoras y, en el caso de la escritura, las marcas o garabatos visibles en una página. Para la ELC, no hay distinción entre datos de la competencia y datos de la actuación, dado que considera que la competencia es una hipótesis, una especulación; plantean que lo único que sabemos de la lengua es que hay ondas sonoras y marcas escritas.

Respecto de este punto, Érica García en “Lingüística cartesiana o el método del discurso” (1988) plantea que desde el momento en que la gramaticalidad de ciertas oraciones asume el carácter independiente de dato sería de esperar que constituyese un atributo obvio y reconocible de las expresiones lingüísticas. El problema, según ella, reside en que tal atributo no existe pues se sustenta en la gramática generativa como hipótesis, es decir, en la existencia aparente, pero no probada, de una gramática universal subyacente e innata. En este sentido, García sostiene que, como investigadores lingüísticos, no tenemos que recurrir a la intuición solipsista de una competencia curiosamente universal sino al consenso de distintos hablantes respecto de la normalidad de un uso comunicativo. Se parte de la premisa de que los hablantes usan bien su lengua por el sencillo motivo de que no hay otra definición de uso correcto u otro criterio para su identificación que lo que hacen los hablantes nativos –no existe para este enfoque el hablante-oyente ideal.

Para la ELC, la lengua es dinámica y no estática; lengua, uso y estilo comunicativo es todo uno, un espíritu vivo. Por lo tanto, sostiene que, si con el análisis lingüístico se pretende dar cuenta del uso de la lengua, se sigue de ello, entonces, que el tipo de categoría analítica comúnmente aceptada –integrable en un análisis formal– nunca podrá tener éxito por ser inherentemente irreconciliable con la dinámica propia del proceso inferencial. Se necesita tomar en cuenta la lógica natural subconsciente con que los seres humanos estructuran sus percepciones. García plantea que la felicidad del uso de una forma solo puede juzgarse en relación a la intención comunicativa original y en principio esta intención no la podemos explicitar de otra manera mejor que recurriendo a la forma original (García 1988: 28). En este sentido, la autora sostiene que se vuelve necesario apelar a la idea de coherencia contextual suponiendo que, en un contexto dado, un mensaje determinado es el único posible o, por lo menos, el más probable. Sostiene que es el contexto el que probabilísticamente delimita los confines de un mensaje más o menos congruente pero no hay condicionamientos ni reglas posibles de ser formuladas al respecto.

CONSIDERACIONES FINALES

El primer punto hemos abordado, esto es, la diferencia en cuanto a la forma de definir qué es la variación, implicó una línea divisoria entre ambos enfoques. Mientras para la Sociolingüística variacionista, la variación continúa siendo concebida como diferentes formas de decir “lo mismo”, la ELC considera que son diferentes formas de decir cosas distintas sobre la misma escena. Este punto, el que sintetiza qué expresan las distintas variantes de una variable, tuvo diversas formulaciones: para Labov (1972) expresaban el “mismo valor de verdad”, para Lavandera (1984), se trata de formas que se vinculan en su “comparabilidad funcional” y Martínez y Speranza (2009) proponen identificarlas como formas que comparten una “equivalencia referencial”.

Las diversas concepciones que se han expuesto implicaron, necesariamente, formas distintas de abordaje metodológico para el análisis de la variación: uno que apuesta al análisis cuantitativo estrictamente y el otro que apela a una metodología cuali-cuantitativa. Esta diferencia también está signada por los objetivos que se le asignan a los análisis lingüísticos. Según el punto de vista sociolingüístico, el objetivo del análisis es explicitar la distribución de las variables ―especialmente las fonológicas que, alegan, son las más frecuentes― mediante factores sociales y estilísticos. No aparece un objetivo de explicación de la motivación contextual ni del aporte específico que realiza esa forma lingüística en sí al contexto ―esto se debe, como explicó Lavandera (1984), a que se centraron principalmente en un nivel de la lengua donde no se pone en juego el significado de las formas.

En cambio, los lingüistas de Columbia consideran que todo análisis debe partir de la postulación de una hipótesis en torno al significado que cada forma en variación aporta al mensaje. Esa hipótesis es la que orientará la indagación cualitativa y cuantitativa. Justamente, por tratarse de un análisis que aspira a explicar la distribución develando la motivación y no a describir solamente esa distribución ya que no distingue ni jerarquiza un tipo de variables sobre otras. Asume que las explicaciones pueden hallarse mediante la correlación tanto de factores lingüísticos como extralingüísticos, incluso de factores culturales ―como es el caso de los estudios etnopragmáticos.

Por último, hemos indagado en la pregunta acerca de qué teoría lingüística funciona como encuadre para cada enfoque. Concluimos, en esta revisión y contraste de ambas perspectivas, que la respuesta reside en qué concepción se tiene de los postulados lingüísticos formalistas. La Sociolingüística variacionista defiende el hecho de trabajar con los datos del uso, pero reconoce la existencia de una gramática subyacente. En cambio, la ELC considera que los postulados del formalismo en torno a la gramática subyacente y a la descripción de una competencia escindida de la actuación es imposible de probar.

Notas:

(1) Tal requisito explica la sobreestimación del nivel fonológico en detrimento de otras parcelas de la lengua, especialmente durante los primeros años de investigación sociolingüística.

REFERENCIAS

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26. Zanfardini, Lucía. “La variación intra-hablante primera persona singular vs. tercera persona singular como formas de autorreferencia en el discurso del presidente Evo Morales”. Tesis de Maestría. Universidad Nacional de La Plata, 2017. Memoria Académica UNLP-FaHCE. Web. 27 Feb. 2018.

27. Zanfardini, Lucía. “Variación en la autorreferencia singular en el discurso político latinoamericano: Hugo Chávez y Cristina Fernández de Kirchner”. Tesis de Doctorado. Universidad Nacional de La Plata, 2018. En prensa.