ARTÍCULO

Un espécimen peronista. Pruebas de identidad y modos prácticos de ser en el primer peronismo

A peronist specimen. Proofs of identity and practical ways of being peronist during its first decade

 

Mariana Garzón Rogé
mariana.garzon.roge@gmail.com

Instituto Ravignani – UBA; CONICET. Argentina

Recibido: 24|08|17
Aceptado: 13|11|17

 


RESUMEN

El propósito del artículo es describir aspectos de un juego en el que se fueron forjando “desde arriba” y “desde abajo” modos de ser en el peronismo, en una dinámica que puede ser rastreada históricamente. En primer lugar, son caracterizadas ciertas instancias de producción de la condición de peronista por parte de actores ordinarios competentes, a través del seguimiento de pruebas de identidad ofrecidas por ellos. En segundo lugar, son capturados ciertos escenarios en donde esas pruebas se ponían en movimiento, atendiendo a los lugares de los actores ante determinados conflictos y realidades situadas. Finalmente, se presentan algunas reflexiones sobre el problema de la identidad en la experiencia peronista a partir de un enfoque de historia pragmática.

Palabras clave: Peronismo: Identidad; Acción situada; Pruebas identitarias.

ABSTRACT

The aim of the article is to describe aspects of a complex game in which certain forms of “being peronist” were forged “from above” and “from below”, in a dynamic that can be pursued historically. First, the article characterizes instances of production of the condition of Peronist of ordinary actors by following the construction of proofs of identity and discusses the significance of those situated actions in the genesis of ways of being within Peronism. Secondly, the article explores scenarios in which those identity proofs where concretely mobilized, modifying the place of the actors face to situated conflicts and local realities. Finally, some reflections about the problem of identity in Peronism from a perspective of pragmatic history are presented.

Key words: Peronism; Identity; Situated action; Proofs of identity.


 

UN ESPÉCIMEN PERONISTA. PRUEBAS DE IDENTIDAD Y MODOS PRÁCTICOS DE SER EN EL PRIMER PERONISMO

Los lectores de Mundo Peronista pintaban un “espécimen” en sus cartas. El columnista, Silogismo, lo definía de dos maneras “distintas pero parecidas”. Por un lado, estaba “el infiltrado que, sin ser peronista, oficia de funcionario peronista” y, por el otro, “el funcionario que, siendo peronista, y ocupando un lugar por decisión del Movimiento, no actúa, sin embargo, como debe actuar un verdadero peronista”. El “espécimen” se presentaba de diversos modos:

A veces es un intendente “de por allí” que, además de no hacer nada por el pueblo, se hace regalar medallas, pergaminos y banquetes. Y aprovecha para hablar de él mismo, olvidándose de mencionar para nada ni a Perón ni a Evita. O es un “juncionario” que apareció “por generación espontánea” sin ningún antecedente peronista. O para colmo, con antecedente “comunoide” o “radicheta”, del que ni se avergüenza ni reniega… O también, por ejemplo, otro intendente (también de “por allí”) que –supongamos el caso- encabeza una procesión de antorchas en homenaje a Evita, sin antorcha y con las manos en los bolsillos. Y lo que es peor: con la mirada y el alma y el pensamiento en otro lado… […]. O suele ser un “juncionario” con antecedentes peronistas que cree que con ellos se ganó la posición que ahora ocupa. Y que todos los “antecedentes” que iba acumulando tenían por objetivo llegar a aquella posición. Y entonces –una vez alcanzada- piensa que ya no tiene para qué seguir actuando como peronista. Cuando no cree, además, que ha llegado la hora de “cobrarse” en buena moneda (aun cuando más no sea de figuración y vanidad) sus anteriores “sacrificios” por el Partido1.

La caracterización tenía la suficiente plasticidad como para que cualquier peronista pudiera apelar a ella en situaciones de conflicto interno extremadamente variadas. Siempre era posible encontrarse con uno de los avatares de este vulgar “espécimen”. Siempre alguien que se decía peronista podía ser visto por otro como no siéndolo o como aprovechándose de sus “credenciales peronistas” para hacer cosas poco acordes a lo que se esperaba de un “buen peronista”. La lista de posibles acusaciones, tan abierta como aquella borgeana que llamó la atención de Michel Foucault en Las palabras y las cosas, incluía: no hacer nada por el pueblo, hacerse regalar medallas y banquetes, hablar de sí mismo y no mencionar a Perón o a Evita, no tener antecedentes peronistas, tener antecedentes radicales o comunistas sin estar arrepentido, encabezar actos sin mostrarse apasionado, encabezar actos sin convicción, sentirse demasiado cómodo en los cargos, hacer cosas sólo para ocupar cargos, sentirse con derecho a “cobrarse” (con dinero, favores o halagos) los sacrificios hechos por el peronismo. Era ciertamente difícil que un gobernador, legislador, intendente, concejal, ministro o funcionario y hasta cualquier secretario general de unidad básica no pudieran ser clasificados, desde un cierto punto de vista, en alguno de esos nichos.

Este artículo sostiene la idea de que, desde la formación en 1945 de las distintas agrupaciones que habían acompañado a Juan D. Perón en su camino a la presidencia, las prácticas de clasificación y de legitimación de la identidad peronista constituyeron una arena fundamental de la acción política en el peronismo, tanto entre peronistas como en el vínculo que estos tenían con el espectro antiperonista. De modos cada vez más enrevesados los heterogéneos peronistas habían ido buscando elaborar sus lugares en esa galaxia rara que reunía a seres ideológica, social y políticamente distintos en su adhesión al sonriente candidato de la Revolución de Junio y luego presidente de la nación. Lo que habían dejado a sus espaldas, lo que los diferenciaba de sus viejos compañeros de militancia radical o conservadora, lo que tenían en común con sus nuevos socios que eran los enemigos de antaño, las razones para estar juntos, los modos de estar juntos, los aportes en términos electorales, humanos o ideológicos que eran capaces de movilizar para la victoria del peronismo, los motivos para convencer de que hacer esto o aquello era de “buen peronista” y que, en cambio, hacer otra cosa era de “falso peronista”… En ese tejido se definía “desde abajo” y “desde arriba” quiénes eran los actores (en tanto que actores) de contextos de acción específicos que, a su vez, eran producidos en esas definiciones.

Los actores elaboraban trabajosa y permanentemente su “peronicidad”, su condición de peronistas, y no lo hacían de cualquier modo. Lo hacían a la medida de una “peronicidad” que requería ser interpretable, comprensible, inteligible para otros actores dedicados ellos también a producir de manera exitosa su condición de peronistas, así como a impugnarla, criticarla y modificarla en los demás2. Vista de este modo, algo como la identidad peronista fue resultado de una producción incesante e intersubjetiva que puede ser rastreada y descrita históricamente en sus usos3.

Este artículo se propone describir aspectos de ese juego en el que se fueron forjando modos de ser en el peronismo “desde arriba” y “desde abajo”4. En primer lugar, se avanzará en la caracterización acerca de cómo se producían pruebas de “peronicidad” y sobre el significado de esos ejercicios situados en la generación de los modos de ser en el peronismo. En segundo lugar, se explorarán escenarios en donde esas pruebas eran movilizadas, modificando los lugares de los actores ante determinados conflictos y realidades. A modo de cierre, se propondrán algunas reflexiones sobre el problema de la identidad en el peronismo que emergen al describir, a partir de una inspiración praxeológica, los comportamientos de actores competentes como acciones situadas de pleno sentido.

SER PERONISTA Y PODER PROBARLO

La columna de Mundo Peronista no se proponía avivar una tormenta de cruces internos en la cual el peronismo ya tenía una historia tramada desde sus años iniciales y de la cual todos los peronistas tenían conciencia práctica5. La intención del texto parece haber sido más bien la de aplacar esos conflictos, indicando a sus lectores qué es lo que un “buen peronista” debería hacer en caso de tropezar “con cualquiera de esos ejemplares”, buscando encauzar así enojos de toda índole, validando broncas, al mismo tiempo que dando supuestas instrucciones sobre el modo de dirimirlas. Ante un “espécimen”, decía la columna, era de “buen peronista” dirigirse a la autoridad partidaria y, para que la gestión de la denuncia fuera atendida en toda su importancia, era importante ofrecer pruebas6.

Para “plantear el caso”, documéntese siempre todo lo que pueda… Aunque no haya por qué dudar de su palabra, convencerá mucho más. Si no le llevan el apunte (lo que es bastante, bastante improbable…), diríjase a la autoridad de más arriba. Y a la de más arriba. ¡Y a la de más arriba todavía! Pero no se salga nunca de esos carriles que la organización y la disciplina señalan. Ni proteste en cualquier parte, ni lo divulgue por allí. Aunque tenga razón y se sienta indignado. No sea de los que “alimentan a las fieras”… No quiera hacer como los radicales, que “resuelven” sus rencillas a sillazos. Así habrá cumplido como buen peronista. Y las cosas se arreglarán. Esté seguro de que se arreglarán7.

Para poder ofrecer pruebas, los peronistas debían construir secuencias de eventos, dichos, datos, filiaciones y fechas como eslabones de una cadena capaz de revelar una condición negativa (de no-peronista, de falso-peronista, de mal-peronista) de las aptitudes para ser peronistas de aquellos a quienes las pruebas aludían. Por ejemplo, al confeccionar las listas de candidatos que en las elecciones de 1946 llevarían a Perón a la presidencia fue importante la construcción de legitimidades relativas a la fecha en la que se había hecho la apuesta pública por defender al gobierno militar. No era lo mismo haberse hecho peronista en febrero de 1945 cuando Perón era una figura pública de dudoso futuro -dada tardanza del gobierno militar en declarar la guerra al Eje y la creciente presión empresarial por su política obrerista- que haberse hecho peronista luego de las jornadas de octubre de ese mismo año en las que ya se había convertido en el jefe de una masa movilizada espontáneamente para cubrir Buenos Aires y exigir su liberación. Esa lucha se había intensificado aún más luego de la victoria electoral, a la hora del reparto de los cargos (Macor y Tcach 2003; Melón Pirro y Quiroga 2006; Aelo 2010; Macor y Tcach 2013). No importa tanto, a los fines de este artículo, una eventual verdad o mentira de esas reivindicaciones que los actores realizaban, sino el hecho de que creaban esas zonas políticas significativas, y no otras, a la hora de disputar distintas situaciones locales.

Dar cuenta de la condición de peronista no sólo era reivindicado “desde abajo” como herramienta de disputa de posiciones al interior del peronismo sino también una llave ritual solicitada “desde arriba” en diferentes situaciones. Un caso específico de elaboración de esa “peronicidad” nos permitirá seguir concretamente modos públicos en los que era forjada creativamente la identificación con el peronismo en la acción de los actores.

El periodista santafesino Tomás Furno había sido recibido en Buenos Aires en alguna ocasión por el ministro Raúl Mendé, en calidad de corresponsal del diario La Capital. Había aprovechado la oportunidad para solicitarle al funcionario que interviniera ante el ministerio de educación para que su hija, Nelly Martha Furno, maestra normal, consiguiera un trabajo en uno de los establecimientos educativos de su provincia. Luego, había insistido a través de cartas dedicadas a elogiar diversos aspectos del Segundo Plan Quinquenal, a encargar material de lectura y difusión para distribuir en la provincia litoraleña y, con frecuencia, a elogiar la actividad del ministro de Asuntos Técnicos. En noviembre de 1952 consiguió que le respondieran que su pedido personal sería considerado. Para ello, debía remitir a la secretearía privada

antecedentes suyos y de su hija, sobre afiliación peronista (lugar, fecha y número) y documentos probatorios de las condiciones de identificación con la labor de Gobierno que cumple el Excmo. Señor Presidente de la Nación, así como certificados de las autoridades partidarias de esa localidad, en los que conste “antigüedad” de su peronismo, a fin de poder iniciar las gestiones relacionadas con su solicitud8.

Furno contestó la solicitud trayendo a colación la conversación en la que había surgido el pedido de trabajo para su hija: “La última vez que estuve con usted […] recuerdo que me aconsejó que empleara a mis dos hijas […]. No olvido que según usted era un mal hábito de los argentinos sobrellevar el padre solo toda la carga de la familia”. Le señalaba al ministro, además, que el Dr. Tomás Vottero “que actúa muy cerca de usted puede informar de mi adhesión desde un principio a la política del Excmo. Señor Presidente de la República”. Luego de destacar con destreza que se había considerado prácticamente invitado de manera personal para solicitar un cargo para su hija (polifonía que pretendía negar lo que hubiera de atrevido en el pedido, reforzando una cercanía con el interlocutor) y de subrayar su proximidad con hombres cercanos al ministro que podían atestiguar sus “credenciales”, el periodista producía un relato sobre sus “antecedentes peronistas”. Nadie formalmente le había solicitado semejante relato. El armado de esa hoja fue visiblemente cuidado y su análisis permite describir operaciones prácticas meditadas e intencionales de su autor. Podemos capturar algunos de los elementos que el corresponsal de La Capital consideraba imprescindible modular, justificar y rellenar para ser visto de manera convincente como un peronista de la primera hora y no como un oportunista que sólo buscaba un trabajo para su hija (como un “espécimen”).

El autor del relato no mencionaba ningún evento anterior a 1943, momento en el que la revolución lo había “tomado” con un empleo en la Administración General de Impuestos Internos. “Estando prohibida la injerencia en política de los empleados públicos me limité a concurrir a reuniones de la Junta Renovadora en el domicilio del Dr. Armando Antille”. Había tenido una participación, sí, que podía ser pensada como poco entusiasta, sí, pero en un lugar aceptable, acudiendo a las reuniones de grupos filo-peronistas. Esa modesta participación había estado motivada, no por su falta de apoyo a la revolución sino, por su condición de “empleado público” que no le permitía participar en política.

Luego, señalaba Furno, “en plena época revolucionaria” se lo había ascendido a jefe de la seccional. Presentada de ese modo la designación pretendía ser una prueba de la aceptación oficial que su trabajo había suscitado durante el período 1943-946 (si “en plena época revolucionaria” se lo había ascendido a jefe de seccional parecía ser un argumento que implicaba adhesión al gobierno militar entonces vigente). Comentaba luego que había tenido a su cargo conferencias relativas a la difusión del Plan Quinquenal hasta que lo trasladaron a Paraná. La vida en esa ciudad “no le convenía” y no tuvo éxito en las gestiones para volver a Santa Fe porque, aclaraba, “sus ex jefes de Impuestos Internos habían pasado a ser empleados de la Dirección General Impositiva”. Así que solicitó su retiro de la función pública después de 27 años de servicio. Nada sabemos sobre esta historia y su abandono del empleo público, aunque el relato expone bien cuáles eran los puntos delicados de justificar. Furno señalaba que había sido él mismo quien había solicitado su retiro (y no había sido despedido) y los motivos por los cuales había intentado (por conveniencia personal y no por problemas en el nuevo puesto) y no había conseguido volver a Santa Fe (no por carecer de simpatías con sus ex jefes, si no por que aquellos ya no estaban en la misma dependencia). Todos esos momentos, que podríamos pensar como bloques argumentativos, revelan una cantidad importante de operaciones prácticas situadas que Tomás Furno realizaba para dar cuenta de su “peronicidad” con el objetivo de no dejar ninguna duda sobre sus “antecedentes” de “buen peronista”9.

El abandono del cargo público cumplía una función específica en el relato de Furno al permitirle justificar su potencialmente vista como tardía afiliación al peronismo en 1947: “Muy pocos días después [de su retiro de la función pública] y ya libre de ataduras de la función pública me inscribí en el Comité Peronista de la calle San Martín entre Moreno y Corrientes bajo el N° 575 que mantengo hasta la fecha”. Como corresponsal del diario La Capital en la ciudad de Santa Fe, desde 1947 estuvo “al servicio de todas las reparticiones nacionales y provinciales […] siendo para mí un honor afirmar que cuento con el aprecio y la buena voluntad de muchos jefes de las mismas que me distinguen con la primicia de sus informaciones y resoluciones. La Universidad Nacional del Litoral por no citar otras”. En cuanto a su hija, Nelly Martha Furno, estaba inscripta en el Partido Peronista Femenino bajo el N° 2930 desde, aclaraba, un mes después de haber cumplido 18 años en mayo de 1951.

El secretario de Mendé respondió la correspondencia solicitando los certificados que respaldaran la información de afiliación, el carnet. Un mes más tarde, Furno envió esos documentos atribuyendo la demora en hacerlo a las Unidades Básicas y solicitando el secretario que tomara nota de que su hija había sido “inscripta inmediatamente de cumplir sus 18 años”. Ese refuerzo de una información ya mencionada anteriormente constituye una justificación ante una eventual impugnación por la temporalidad de la afiliación de la candidata a ocupar el cargo de maestra. Se trataba de una nueva operación práctica realizada por el periodista. Furno decía aprovechar la oportunidad del envío para pedir “material de propaganda del Segundo Plan Quinquenal” y subrayaba su interés por conocer el último discurso del Dr. Mendé. Las manifestaciones de adhesión como esta última eran no sólo modos de la deferencia en el peronismo sino también modos de descomprimir la actitud demandante de la correspondencia, actitud que podía poner en cuestión las razones del vínculo espontáneo y desinteresado que el periodista pretendía cultivar. Hasta donde puede seguirse esa correspondencia, en marzo de 1955, la hija de Tomás Furno no había sido todavía designada para el cargo de maestra normal. Las cartas de felicitación, agradecimiento, deseos de pronta recuperación, deseos de recibir material peronista para la difusión de la obra de gobierno y de los discursos de Mendé, continuaron enviándose y elaborando una “peronicidad” para esa familia10.

Sería un error leer en la descripción realizada de la performance de Tomás Furno una mirada típica del individualismo metodológico que concibe a actores maximalistas capaces de medir cada uno de sus gestos en función de alcanzar objetivos propuestos de antemano. El interés de esa descripción reside en detectar gramáticas públicas acerca de lo que era ser un “buen peronista” y describir cómo operaban creativamente los actores en ellas a la vez que las producían. Los actores las usaban, no sólo en función de una gramática “realista” en vistas a conseguir alguna cosa, sino como modos de ser en el peronismo y de comportarse aceptablemente en su seno11.

Es probable que las pruebas de “peronicidad” solicitadas “desde arriba” no pretendieran medir si una persona, un aspirante a un cargo por ejemplo, era auténtica e indudablemente peronista desde la primera hora. Es posible que se haya tratado más bien de una prueba que evaluaba si esa persona sabía legítimamente “parecer peronista” en el momento de la producción de su “peronicidad”: si conocía los códigos, los lenguajes, los temas que podía evocar y los momentos para hacerlo, los baches de información que era mejor rellenar, las aclaraciones que hacía falta hacer, en definitiva, si era capaz de decir lo que un peronista se suponía que debía decir. ¿Qué era, después de todo, ser peronista si no ser reconocido por otros como tal?

ESTAS SON MIS PRUEBAS, SI NO FUNCIONAN TENGO OTRAS…

El texto sobre el “espécimen” publicado en Mundo Peronista ponía en palabras otro asunto, también parte del acervo de conocimientos prácticos de los peronistas. Era posible que, incluso teniendo pruebas de que alguien fuera un “espécimen”, la autoridad partidaria “no llevara el apunte” a quienes lo denunciaran. Llegado este caso y, de modo solo aparentemente curioso, para “no salirse de los carriles de la organización y la disciplina”, el texto recomendaba saltar instancias organizativas y dirigirse a una autoridad superior e incluso a otra aún más arriba, si resultaba necesario. Los anillos organizativos del peronismo no eran infranqueables, sino que parecían ser de una naturaleza porosa en permanente refiguración gracias a la actividad de sus miembros12.

Si las pruebas no resultaban probatorias para unos, podían resultarlo para otros. Los unos, por ejemplo, podían estar involucrados en el mismo conflicto en el cual se pretendía intervenir con la acusación o simplemente considerar que las pruebas eran insuficientes, inaceptables, inválidas, sesgadas, interesadas. Al tener virtualmente múltiples interlocutores y producir escenas de conflicto de manera plural, los actores podían reordenar la secuencia probatoria de manera distinta con el objetivo de hacerla convincente ante distintas autoridades peronistas. Así la organización adoptaba, al ritmo de la acción de los peronistas, el orden elástico que con el tiempo el peronismo llegó a tener y de ese modo era forjado el abanico de modos aceptados de transitar por zonas francas en las que la autoridad peronista se mostraba neutra frente a los movimientos que se producían en su interior.

Detengámonos en un caso que tuvo lugar en 1950 en el municipio mendocino de Guaymallén para captar cómo las pruebas de identidad peronista eran desplegadas en la acción de los actores y fueron una instancia de fundamental importancia en la producción de la política peronista. Las competencias de los actores pasan así a un primer plano en el análisis, ya no para oponer resistencia a los avances de un peronismo abstracto o para reforzar su hegemonía envolvente, sino para convertirse en la cocina de lo que el peronismo fue concretamente para ellos13. Veamos.

El peronismo mendocino estuvo atravesado por luchas internas desde sus orígenes14. Uno de los grupos que participaban de esas luchas, originalmente compuesto por radicales que en 1945 habían manifestado públicamente su apoyo a la Revolución de Junio y formado a fines de ese año la Unión Cívica Radical Junta Renovadora, había predominado en la confección de las listas electorales y a la hora de distribuir los cargos de gobierno en el distrito en 1946. Otros grupos, que genéricamente podríamos llamar “laboristas” (aunque eran diversos), desde entonces manifestaron su descontento de diversos modos. La principal acusación de estos era que aquellos eran radicales, incluso masones, dedicados a “radicalizar la revolución”. En 1948, varios grupos laboristas consiguieron nuclearse tras un funcionario nacional, el delegado regional del trabajo, e impulsar a un candidato a gobernador alternativo que finalmente fue aceptado por el Consejo Superior Peronista y ganó los comicios. El núcleo renovador nunca disolvió su impulso por conducir el peronismo mendocino y continuó, metamorfoseándose, disputando en las luchas internas ese liderazgo. “Muy poco pueden preocuparnos nuestros adversarios, casi diría que no tenemos nosotros en el orden local”, decía el nuevo gobernador de Mendoza poco tiempo después de asumir, “los que nos dan un poco de trabajo son posiblemente nuestros amigos15.

Algunos exponentes reconocidos de la facción desplazada permanecían en cargos municipales. En Guaymallén, uno de los distritos más importantes de la provincia, gobernaba un intendente peronista que, a los ojos de otros peronistas, podía ser caracterizado como uno de aquellos “especímenes” que la revista Mundo Peronista satirizaba tres años más tarde16. Jaime Obredor, dirigente local que si no podía ser acusado de “inflitrado” en el peronismo local porque había sido uno de los primeros adherentes al peronismo en la provincia, podía ser visto como un peronista que no actuaba de acuerdo a “lo que se esperaba de un verdadero peronista” de parte de sus adversarios17. Actuaban en su contra en el Concejo Deliberante Municipal de Guaymallén hombres vinculados a los gremios obreros y otros dirigentes que habían tenido cierto protagonismo local en los inicios de la facciosa vida partidaria del peronismo. Ellos habían intentado iniciarle juicio político al intendente Obredor, acusándolo de irregularidades relativas al uso de los automotores del municipio y gastos comunales, sin conseguir el mínimo de votos para poder darle curso a esa iniciativa. El intendente se había defendido en aquella oportunidad cuestionando, por su parte él también, la condición de peronistas de sus detractores, advirtiendo que “el sector peronista debía estar alerta ante el hecho producido pues se trataba de infiltración comunista y acusó en tal sentido a un miembro de la mayoría [peronista] del consejo”. El juicio político al intendente no prosperó gracias a los votos de los concejales radicales que lo beneficiaron18.

Después de ese intento, se desató un conflicto entre el intendente y los trabajadores del municipio, quienes consiguieron que una huelga iniciada por ellos fuera declarada legal por el Ministerio de Trabajo19. A pesar de ese reconocimiento oficial, Obredor no accedió a pagar los días perdidos a los trabajadores y tomó represalias contra varios de los involucrados, decían los gremialistas, “traicionando los más elementales principios del peronismo” ya que había dejado cesantes a 17 afiliados del sindicato, entre los que se encontraban el presidente, secretarios y delegados de su comisión directiva20. Los trabajadores declararon la huelga nuevamente, esta vez por tiempo indefinido. Condenaban al intendente por las medidas tomadas y apelaban directamente al gobernador, a quien consideraban ajeno al conflicto, teniendo incluso “que soportar el lastre que significa una administración municipal como la de Guaymallén, resto de un gobierno que hizo todo lo posible por acallar la voz de los gremios mendocinos21. Produciendo un discurso público en el que existían dos tipos de peronistas, aquellos como el intendente de Guaymallén que pretendían “acallar la voz de los gremios” y aquellos que, como el gobernador, “tenían que cargar con el lastre” de los primeros, los trabajadores emplazaban el conflicto en el plano de la “peronicidad” de sus participantes.

Los gremios hablaban públicamente así al interior del peronismo, buscando producir posiciones e instalar dramas. El Sindicato del Personal de la Dirección Provincial de Vialidad, por ejemplo, le pedía disculpas al gobernador por declarar una huelga durante su mandato (“nos resulta doloroso tener que llegar al señor gobernador por un hecho como el que nos ocupa, ya que por identificación con el primer ciudadano de la provincia en su política gremial el intendente de Guaymallén debió meditar mucho antes de producirse o dar lugar a que esos hechos ocurrieran”) y solicitaba a intervención del municipio ya que consideraban que Obredor “o no ha sentido nunca la fuerza de esta etapa justicialista de nuestra nación o simplemente traiciona sus propios principios. O lo que es lo mismo: nunca sintió, comprendió y predicó el ideario revolucionario o en su miopía ignora el alcance de las medidas dispuestas”. La declaración sindical evocaba una frase de Perón (“el que quiere oír que oiga”…) y apuntaba que era “una ironía” que esas palabras estuvieran presentes en el despacho del intendente22.

La prensa peronista también sugería, en sus espacios más versátiles, como las columnas de comentarios políticos, leer el conflicto en términos identitarios:

- Parece que en tierras allende el Canal Zanjón, las cosas siguen revueltas.
- El Lord Mayor departamental, sintiéndose con pujos caciqueriles se empeña en remover las aguas zanjoneras para mantenerlas turbias. Ha iniciado una franca lucha contra los obreros comunales que participaron del movimiento huelguístico.
- Se dice que no se sentirá satisfecho hasta haber limpiado la comuna de los que cree sus enemigos.
- Serán sus enemigos políticos, porque habría manifestado que producirá 120 vacantes y las llenará con radicales.
- A lo mejor propondrá radicalizar el departamento. En alguna forma hay que agradecer los votos que lo salvaron del juicio político .

La interna del peronismo estaba en el centro del conflicto aunque no se formulaba en términos directos sino bajo el formato de un debate sobre lo que era el peronismo y sobre lo que era ser un “verdadero peronista”. Los “contras” (los que pertenecían a la facción contraria al gobernador) abiertamente bregaban por el fracaso de la huelga. Ante la falta de personal para realizar las tareas de riego y recolección de basura del municipio, denunciaban por ejemplo, se había visto a “legisladores provinciales que seguían en sus automóviles detrás de los camiones” conducidos por personas ajenas a la repartición23. El gobernador aludía al tema sin dar nombres durante un acto político realizado en esos días:

Hay dos clases de peronistas: los que lo sienten porque creen en el peronismo y los que especulan, calculando los beneficios que pueden obtener. Estos últimos, señaló, son peligrosos y están infiltrados en las filas del partido, por lo que es necesario luchar contra ellos, desenmascararlos o ponerlos en el lugar que les corresponde: la vereda de enfrente. Viven infiltrados aparentando ser nuestros compañeros, nuestros amigos, pero la realidad es que son nuestros peores enemigos, no nuestros adversarios, porque esta expresión es demasiado limpia y pura para aplicarla con esos verdaderos saboteadores y traidores de la justicia social que encarna y dirige el general Perón24.

Las adhesiones a la huelga obrera municipal se multiplicaron en los días siguientes. La CGT emitió un comunicado invitando a las entidades gremiales a solidarizarse con los trabajadores . Muchas declaraciones de distintos gremios comenzaron a apostarse en la prensa provincial. El Sindicato del Personal del Matadero Frigorífico Mendoza, por ejemplo, enunciaba su apoyo a la huelga recordándole al intendente que los votos no eran de él, sino de Perón.

De ninguna manera podemos suponer que el señor Obredor ignora que la principal aspiración de quienes votaron por él era y es el respeto a la clase trabajadora, el cuidado de sus intereses y el mejoramiento de la ubicación que en todos los conceptos tenía el obrero en la sociedad antes del 24 de febrero25.

Luego de todas esas manifestaciones públicas en donde lo que estaba en juego ya no era tanto la validez del reclamo obrero como la “peronicidad” del intendente Obredor, la solución del conflicto no podía ser una respuesta a la huelga sino una respuesta del peronismo ante la presencia de “falsos peronistas” en su seno. El problema público había cambiado de naturaleza por obra de la acción intersubjetiva y situada de los peronistas, aunque desde otras miradas historiográficas estos episodios puedan ser vistos como instancias de regimentación vertical.

Cuando el intendente ofreció abonar los días de huelga, entonces, la oferta no fue aceptada por los trabajadores26. Como no se había referido a los cesantes, una delegación de trescientos obreros de la comuna se movilizó directamente hasta la casa de gobierno y anunció que habían resuelto mantener la huelga “hasta que el gobierno intervenga el Departamento Ejecutivo de la Municipalidad”.

Si el juicio político a Obredor no había podido proliferar entre los concejales de la comuna algún tiempo antes y si la huelga no había podido amansar tampoco su ímpetu “contrera”, llegada de esta instancia de despliegue público del conflicto en donde su condición de peronista estaba en duda, la situación política había cambiado de significado. Los seis concejales del distrito que en otro momento habían solicitado el juicio político, ahora vieron la oportunidad de renunciar a sus bancas, otorgando al gobierno de la provincia los argumentos necesarios para efectivizar una intervención frente al diagnóstico de “estado de subversión institucional” de la comuna27.

Si las denuncias de los comportamientos “irregulares” de un intendente no habían surtido los resultados esperados por sus promotores, las pruebas podían ir a presentarse ante otros interlocutores, reformuladas. Incluso era posible que las pruebas fueran recreadas de otro modo, ajustándolas a otros factores que parecían gravitar sobre una nueva contingencia. La intervención de la comuna mendocina era una conquista de los trabajadores pero también era el resultado complejo (no transparente) de una lucha interna del peronismo local en marcha. Los actores no fueron personajes de un proceso exterior que se desplegaba al margen de su acción, ni meros testigos de un avance de las técnicas del poder peronista para imponerse, ni títeres de un destino del cual nada sabían. Lo que sucedió entre ellos, entre abril y mayo de 1950, fue resultado de una trama de acciones situadas y localizadas en donde podemos observar y describir la gran destreza de sus participantes en la configuración concreta de lo sucedido.

Los fundamentos del decreto de intervención de Guaymallén retomaban tres asuntos principales: el pedido de juicio político de parte de los concejales, las demandas obreras reivindicadas durante la huelga obrera y las manifestaciones públicas de descontento por el comportamiento de Obredor. Afirmaba que

analizada la situación, debe concluirse que el intendente se ha colocado al amparo de la bandera del Excmo. señor presidente de la República sólo para llegar al poder, pero en la práctica hace caso omiso a las directivas del líder y olvida el compromiso contraído con el pueblo, que lo eligió precisamente porque prometía cumplir la doctrina y los postulados de la revolución28.

El interventor, al hacerse cargo del puesto, aseguró que “un gobierno peronista no puede desoír el clamor sindical29. Aquella reivindicación era una respuesta a aquella denuncia de los municipales realizada algunos días antes que señalaba que Obredor era “el lastre” de un gobierno que sólo había “intentado acallar la voz de los gremios”. Y un buen peronista nunca debía desoír a los sindicatos.

Las elecciones fueron pautadas para fines de mayo. Los concejales que habían impulsado el juicio político no fueron candidatos, según decía el interventor partidario Oscar Albrieu, dando un “ejemplo de desprendimiento realmente peronista30. Esa aclaración explícita de la máxima autoridad partidaria en la provincia confirma la dimensión pública que había tenido el proceso político en Guaymallén en tanto que proceso íntimamente conectado a la vida facciosa del peronismo. El conflicto no estaba anulado ni se producía entre bambalinas, pero debía ser modulado en términos aceptables, legítimos y compartidos. Debía sobre todo ser disputado en ese plano de argumentaciones válidas creadas por los mismos actores en situación, empujadas en función de asuntos que iban siendo incorporados como centrales para la definición del conflicto, ajustadas a hechos concretos que si no estaban a disposición, debían ser producidos.

Obreros municipales festejan la intervención de la comuna de Guaymallén. La Libertad, 13/04/1950.

SER O NO SER ¿ES ÉSA LA CUESTIÓN?

Una noción ampliamente legitimada de identidad en las ciencias sociales es la de la identidad como construcción. Esa perspectiva indica que la identidad no es natural, no está dada, sino que es resultado de una construcción social (Berger y Luckmann 1967). La impronta de esta noción es quizás predominante en los estudios sobre el primer peronismo. La idea de “invención” utilizada por investigaciones centrales del área (Neiburg 1998; Macor y Tcach 2003; Macor y Tcach 2013), por ejemplo, refuerza la idea de construcción como resultado de operaciones simbólicas de interpelación mayormente estatal, producidas “desde arriba” y afincadas en el tiempo a través de rituales de refuerzo (Plotkin, 1990; Plotkin, 2007; Macor 2009)31.

Al sobreponer una mirada “desde abajo” al problema de la identidad en el peronismo, el panorama se ve modificado. ¿Era peronista el periodista santafesino? ¿Lo era el intendente de la comuna mendocina o sus detractores? Si siguiéramos estas preguntas los discursos de los “nativos” podrían ser vistos como acercándose o alejándose hacia modelos de peronista. Las respuestas pluralistas a la pregunta por la identidad peronista tendrían un destino similar. Investigaciones que exploran mapas ideológicos dentro del peronismo (más frecuentes para el período post 1955 por la eclosión pública de la diversidad política interna) sostienen que hubo muchas identidades peronistas que deben ser mejor perfiladas (derechas e izquierdas en plural, políticos y sindicalistas, democráticos y carismáticos, entre otros subtipos imaginados). La pregunta que ha movilizado a este artículo desanda el camino de las clasificaciones analíticas para reflexionar sobre lo que hacen los que se dicen peronistas cuando se dicen peronistas.

Este artículo propuso abordar la identidad en el peronismo desde una perspectiva que no se interesa por fundamentos fijos o construidos de las posturas identitarias, de las ideologías en juego o de las retóricas producidas en torno a esas definiciones, así como tampoco en los efectos identificatorios derivados de las fibras culturales y sentimentales vírgenes que el peronismo tocó (la posición de Daniel James). Más allá del esencialismo y también de las versiones constructivistas de la identidad, puso el foco sobre los usos que la evocación de una “identidad peronista” implicaron en la elaboración práctica, continua, histórica y situada de modos aceptables e inaceptables de ser en el peronismo. Los motivos expresados por los peronistas en sus cursos de acción constituyeron así un centro de atención que no fue una excusa para develar causas profundas (lo que realmente creían, pensaban o sentían o lo que sus motivos en verdad encubrían), causas de las que consideramos que nada podemos en principio conocer32.

Los peronistas fueron pensados como actores competentes capaces de poner a prueba lo que era la política y los modos de comportarse en el peronismo que iban inventando. Fueron vistos, además, produciendo y modificando sus evaluaciones acerca lo que estaba sucediendo y, en ese complejo ejercicio, apelando a la identidad peronista como herramienta para realizar operaciones prácticas situadas cuyo sentido, más que estar contenido en posiciones ideológicas abstractas, era elaborado intersubjetivamente en la acción concreta. Los peronistas entonces no son vistos como adaptándose a los intentos de una interpelación estatal dedicada a imponerles una identidad, sino como operando prácticamente en situaciones específicas a través de usos de la identidad peronista que les permitía hacer diferentes cosas. La importancia nativa no solo de ser peronista, sino también de saber cómo parecerlo, es remarcable, incluso en caso de que se hubiera conseguido un cargo al que se aspiraba o se hubiera obtenido un reconocimiento público en tanto que tal. Esa importancia nativa no estaba, o no lo estaba solamente, basada en los requerimientos de la verticalidad partidaria sino que también se producía por efecto de la acción de los peronistas de múltiples jerarquías.

El texto de Mundo Peronista de 1953 no era un manual de instrucciones para inexpertos sino una manera de organizar la experiencia (Quéré 1994) en un mundo en el muchos pretendían poder intervenir. Al encabezar una procesión de antorchas en homenaje a Evita, era importante llevar antorchas, era importante sacar las manos de los bolsillos, no estaba mal concentrar la mirada y focalizar hasta el pensamiento (dar signos de emoción). Todos esos detalles hacían a un “buen peronista”. La ausencia de esos detalles, sobretodo, era pasible de ser leída por otros como pruebas de no serlo. Habituados desde los orígenes a disputarse entre ellos el “ser peronista”, los actores prestaban atención a esos detalles que les permitían, no solo parecer comunidad, si no también justificar sus sitiales, sus aspiraciones y evitar problemas futuros.

En el examen del conflicto municipal mendocino, la “peronicidad” y sus ribetes cambiaron no sólo en el tiempo y en el espacio sino también en función de roles e interlocutores que se iban transformando con el correr de los días. El juego político de la identidad no era ciego, implicaba destrezas que no cualquiera podía impostar. Las competencias de los actores parecen haber estado en muchas ocasiones al servicio de transitar por zonas francas de la autoridad peronista en las que era posible hacer política incluso afirmando que no se estaba haciendo política y en donde las reglas eran permanentemente reescritas, armadas y desarmadas en la acción.

Describir operaciones prácticas por definición situadas como las que escuetamente han sido perseguidas en este artículo quizás sea uno de los caminos posibles para desexotizar radicalmente a la identidad peronista.

Notas

1. ““Contras” que “ofician de peronistas” y peronistas que trabajan “como contras””. Mundo Peronista, 01/09/1953.

2. La incesante producción de las gramáticas en las que la acción situada tiene un sentido puesto a prueba por la crítica razonable de los actores ha sido caracterizada en el recientemente traducido libro de Cyril Lemieux (2017).

3. El estudio de las prácticas sociales en sus usos fue propuesta por Bernard Lepetit (Lepetit 1995; Garzón Rogé 2017).

4. La importancia de producir un enfoque para reflexionar sobre el problema de la identidad en el primer peronismo desde una mirada que sea, a la vez, “desde arriba” y “desde abajo” fue apuntada por Omar Acha y Nicolás Quiroga en un comentario sobre el libro El día en que se inventó el peronismo de Mariano Plotkin (Acha y Quiroga 2008).

5. La conciencia práctica, para Anthony Giddens, es la que hace a los seres humanos expertos conocedores de las reglas de producción y reproducción de encuentros sociales cotidianos. Se trata de una aptitud generalizada para responder e influir ante un espectro indeterminado de circunstancias sociales que no es necesariamente discursivo. La línea que separa a la conciencia práctica de la conciencia discursiva es fluctuante y permeable ya que cualquier procedimiento puede dejar de pasar inadvertido y ser puesto en discurso, por lo cual no debe ser confundido con lo inconsciente (Giddens 1995).

6. La noción de “pruebas” es central en las discusiones de la sociología de la acción (Barthe et al. 2013).

7. ““Contras” que “ofician de peronistas” y peronistas que trabajan “como contras””. Mundo Peronista, 01/09/1953.

8. Fondo Documental de la Secretaría Técnica de la Presidencia - Legajo 473.

9. La teoría de la argumentación en la lengua de Jean-Claude Anscombre y Oswald Ducrot fue revisada y mejorada por la teoría de los bloques semánticos impulsada por Marion Carel y Oswald Ducrot. Esta versión propone que el sentido argumentativo de la lengua es producido a cada paso en el uso, siguiendo direccionalidades que deben ser dirimidas en cada enunciación (Anscombre y Ducrot 1983; Carel y Ducrot 2005).

10. Fondo Documental de la Secretaría Técnica de la Presidencia - Legajo 473.

11. La crítica de la perspectiva pragmatista a la mirada maximalista del individualismo metodológico ha sido claramente formulada en el libro de reciente publicación en castellano de Cyril Lemieux (Lemieux 2017).

12. Nicolás Quiroga ha llamado la atención sobre la potencialidad descriptiva de ciertos marcos teóricos atentos a la porosidad y a la pluralidad de las instancias de organización para avanzar en el estudio del funcionamiento del Partido Peronista en sus primeros años. Los esquemas clásicos de la politología que encuentran en los procesos organizativos observados eslabones hacia la reducción a la verticalidad y a la construcción monolítica del poder político no son discutidos en nombre de una mayor democracia partidaria (2012; 2014).

13. Desde una perspectiva pragmático-pragmatista de la acción las competencias de los actores son puestas en un primer plano. Una significativa introducción de esa propuesta teórico-epistemológica en el ámbito de la sociología argentina ha sido publicada recientemente (Nardacchione y Tovillas 2017).

14. El caso de Mendoza (Garzón Rogé 2014) no es excepcional, como lo verifica una extensa bibliografía dedicada al estudio del peronismo en el interior argentino (entre otros, Macor y Tcach2003; Bona y Vilaboa 2007; Aelo 2010; Macor y Tcach, 2013).

15. Extracto de un discurso del gobernador de Mendoza, Blas Brisoli, citado en el diario La Libertad, 21/04/1950.

16. Guaymallén era visto como un reducto del grupo adverso al gobernador Blas Brisoli. Allí gravitaba el presidente de la Cámara de Diputados de Mendoza, Carlos Márquez, peronista de la primera hora y uno de los mentores de la disidencia partidaria.

17. La adhesión de Obredor a la causa de la Revolución de Junio puede verse en el diario Los Andes, 01/05/1945. La cita es del artículo ya citado ““Contras” que “ofician de peronistas” y peronistas que trabajan “como contras””. Mundo Peronista, 01/09/1953.

18. “El juicio político al intendente no se hará en Guaymallén”, Los Andes, 19/03/1950.

19. En otro lugar y en el marco del proceso de normalización de la CGT mendocina, hemos explorado este conflicto gremial en detalle (Garzón Rogé, 2016).

20. Circular del Sindicato de Empleados y Obreros de la Comuna de Guaymallén, publicada en “Los obreros cesantes apelan a la solidaridad de los gremios”, diario La Libertad, 01/04/1950.

21. Circular del Sindicato de Empleados y Obreros de la Comuna de Guaymallén, publicada en “Los obreros cesantes apelan a la solidaridad de los gremios”, diario La Libertad, 01/04/1950.

22. Nota del Sindicato del Personal de la Dirección Provincial de Vialidad publicada en “Nota enviada al gobernador Brisoli”, La Libertad, 01/04/1950.

23. “Mirador político”, La Libertad, 01/05/1950

24. “Comunicado del comité de huelga” publicado en el diario La Libertad el 08/04/1950.

25. “Así definió el teniente coronel Brisoli a los falsos peronistas”, diario La Libertad, 02/04/1950.

26. “Comunicado de la CGT relativo al conflicto municipal en Guaymallén” reproducido en el diario La Libertad el 04/04/1950.

27. “Pedido de intervención enviado por la Unión Obrera Gastronómica al gobernador Brisoli” publicado en el diario La Libertad, 08/04/1950.La Libertad, 10/04/1950.

28. L os Andes, 14/04/1950.

29. “Fue decretada hoy la intervención a la municipalidad de Guaymallén”, diario La Libertad, 13/04/1950.

30. “Discurso de Pedro Baglini al momento de asumir el cargo de interventor en Guaymallén” transcripto en el diario La Libertad el15/04/1950.

31. Los Andes, 09/05/1950.

32. Resulta necesario precisar la noción de “identidad” en vistas a sobrepasar los problemas políticos y epistemológicos que conlleva la agenda constructivista. Martina Avanza y Gilles Laferté proponen desagregar la noción de “identidad” en sus principales usos académicos: como identificación, como imagen social y como sentido de pertenencia. Consideramos que la principal acepción que el término “identidad” ha tenido en los estudios sobre el peronismo correspondería a la noción de “identificación” que, frecuentemente, corresponde a un “proceso de atribución estatal” de la “identidad” en el que quienes se identifican sostienen una relación de exterioridad con aquello que es objeto de identificación (Avanza y Laferté 2005).

33. La ausencia de fundamentos en una perspectiva de la acción inspirada en la obra de Ludwig Wittgenstein y las críticas al mentalismo pueden leerse en un libro excelente traducido al castellano de Albert Ogien (Ogien 2008).

REFERENCIAS 

1. Acha, Omar, y Nicolás Quiroga. «La invención del peronismo y el nuevo consenso historiográfico. Conversación en torno de El día que se inventó el peronismo, de Mariano Plotkin». Boletín Bibliográfico Electrónico del Programa Buenos Aires de Historia Política, vol. 1, n.o 2, 2008, pp. 50-53.

2. Aelo, Oscar H., editor. Las configuraciones provinciales del peronismo. Actores y prácticas políticas, 1945-1955. Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, 2010.

3. Anscombre, Jean-Claude, y Oswald Ducrot. L’Argumentation dans la langue. Editions Mardaga, 1983.

4. Avanza, Martina, y Gilles Laferté. «Dépasser la “ construction des identités ” ? Identification, image sociale, appartenance». Genèses, vol. no 61, n.o 4, 2005, pp. 134-52.

5. Barthe, Yannick, et al. «Sociologie pragmatique: mode d’emploi». Politx, vol. 3, n.o 103, 2013, pp. 175-204.

6. Berger, Peter L., y Thomas Luckmann. The Social Construction of Reality: A Treatise in the Sociology of Knowledge. USA: Anchor, 1967.

7. Bona, Aixa, y Juan Vilaboa. Las formas de la política en la Patagonia: el primer peronismo en los territorios nacionales. Editorial Biblos, 2007.

8. Carel, Marion, y Oswald Ducrot. La semántica argumentativa: Una introducción a la teoría de los bloques semánticos. Ediciones Colihue, 2005.

9. Garzón Rogé, Mariana. «Aprendices en un país extranjero. Notas para una historia pragmática». Historia pragmática. Una perspectiva sobre la acción, el contexto y las fuentes, editado por Mariana Garzón Rogé, Prometeo, 2017.

10. Garzón Rogé, Mariana.El peronismo en la primera hora. Mendoza, 1943-1946. EDIUNC, 2014.

11. Garzón Rogé, Mariana.«El problema son nuestros amigos. La política situada de los trabajadores peronistas». La Confederación General del Trabajo durante el primer peronismo, Prometeo, 2016.

12. Giddens, Anthony. La constitución de la sociedad: Bases para la teoría de la estructuración. Amorrortu, 1995.

13. Lemieux, Cyril. Gramáticas de la acción social. Refundar las ciencias sociales para profundizar su dimensión crítica. Siglo Veintiuno, 2017.

14. Lepetit, Bernard. «Histoire des pratiques, pratique de l’histoire». Les formes de l’expérience: une autre histoire sociale, Albin Michel, 1995, pp. 9-22.

15. Macor, Darío. «Representaciones colectivas en los orígenes de la identidad peronista». Estudios Sociales Contemporáneos, vol. 3, 2009, pp. 84-102.

16. Macor, Darío, y César Tcach, editores. La invención del peronismo en el interior del país. UNL, 2003.

17. Macor, Darío, y César Tcach, editores. La invención del peronismo en el interior del país. Tomo II. UNL, 2013.

18. Melón Pirro, Julio César, y Nicolás Quiroga, editores. El peronismo bonaerense: partido y prácticas políticas, 1946-1955. Ediciones Suárez, 2006.

19. Nardacchione, Gabriel, y Pablo Tovillas. «Otra controvertida relación maestro-discípulo: Pierre Bourdieu y Luc Boltanski». Cuestiones de Sociología, vol. 16, 2017, http://www.cuestionessociologia.fahce.unlp.edu.ar/article/view/CSe024/8427.

20. Neiburg, Federico G. Los intelectuales y la invención del peronismo: estudios de antropología social y cultural. Alianza Editorial, 1998.

21. Ogien, Albert. Las formas sociales del pensamiento: la sociología después de Wittgenstein. Nueva Visión, 2008.

22. Plotkin, Mariano. El día que se inventó el peronismo. La construcción del 17 de octubre. Sudamericana, 2007.

23. Plotkin, Mariano. Mañana es San Perón. Propaganda, rituales políticos y educación en el régimen peronista (1946-1955). Ariel, 1993.

24. Quéré, Louis. «Sociologie et sémantique: le langage dans l’organisation social de l’experiénce». Sociétés contemporaines, n.o 18-19, 1994, pp. 17-41.

25. Quiroga, Nicolás. «De la inexistencia a la ubicuidad. El partido peronista en la historiografía académica». El hecho maldito. Conversaciones para otra historia del peronismo, Prohistoria, 2012, pp. 83-110.

26. Quiroga, Nicolás. «Una crasa mitología: carisma y “vida partidaria” en el peronismo proscripto». El peronismo y sus partidos. Tradiciones y prácticas políticas entre 1946 y 1976, Prohistoria, 2014, pp. 79-104.