ARTÍCULO
La inmigración histórica en Argentina. Los que vinieron y se quedaron. El caso de Villa Elisa, Entre Ríos, Argentina
Historical Immigration in Argentina. Those who came and stayed. The case of Villa Elisa, Entre Ríos, Argentina
Graciela Mateo
gmateo@unq.edu.ar
CEAR - Universidad Nacional de Quilmes. Argentina
Recibido: 01|03|17
Aceptado: 01|08|17
RESUMEN
Los motivos históricos a partir de los cuales un Estado se convierte en una sociedad multiétnica son variados. En Argentina, la presencia inmigratoria es determinante en la conformación de las colonias agrícolas y por ende en el desarrollo económico del país, constituyendo parte esencial de la mano de obra utilizada en las actividades rurales. La provincia de Entre Ríos es pionera junto con Santa Fe en materia de colonización agrícola, ya que allí un grupo de valesanos y saboyanos funda la Colonia San José. En 1890 un desprendimiento de esos colonos a los que se suma un grupo de piamonteses se establecen en Villa Elisa, en las cercanías del puerto de Colón. El presente artículo reconoce dos objetivos: 1) estudiar las prácticas empleadas por las tres colectividades para conservar sus identidades, a la vez que se insertan exitosamente en el nuevo medio. 2) Analizar las estrategias que descendientes de aquellos primeros colonos diseñan para recrear los vínculos con las comunidades de origen y que encuentran en la celebración del centenario de la ciudad una buena oportunidad para consolidarse.
Palabras clave: Migraciones; Colonias agrícolas; Saboyanos; Suizos; Piamonteses.
ABSTRACT
There are a lot of motives that turn a country into a multiethnic society. In Argentina, immigration presence is crucial in shaping the agricultural colonies and therefore plays an important part in the economic development of the country, especially as the labor force used in rural activities. Entre Ríos is a pioneer along with Santa Fe in matters of agricultural colonization, since there a group of Valesanos and Saboyanos found Colonia San José. In 1890 some of these settlers plus a group of Piedmontese organize the Villa Elisa colony. This article recognizes two objectives: 1) study the practices of the three communities to preserve their identities, while successfully incorporating themselves into the new medium. 2) Analyze the strategies that descendants of those early settlers design to recreate the links with their communities of origin, activities which find in the celebration of the centennial of the city, an opportunity to consolidate those links.
Key words: Migrations; Agrarian colonies; Savoyards; Swiss; Piedmontese.
INTRODUCCIÓN
Las ciencias sociales atraviesan una etapa de cambios en la que se prioriza la subjetividad del actor, revelando aquello que François Dosse llama una humanización de las ciencias humanas, enfrentadas a la evidencia de que la cultura no es homogénea y que la gente vive en diferentes códigos culturales. Nunca como ahora se ha pensado tanto en la comprensión intercultural, al tiempo que se habla de la cooperación a escala global. Uno de los dilemas de esta globalización es, precisamente, comprobar que la gente debe compartir un mundo atravesado por profundas diferencias. Hay quienes conciben que esta heterogeneidad se debe a que el pensamiento pos moderno critica profundamente las tendencias universalistas del paradigma de la modernidad: contra las explicaciones abstractas se restaura la primacía del contexto, de lo práctico y de lo concreto, postulando que lo marginal, lo local y lo sensorial pueden luchar contra los centros del poder, las metrópolis y la tiranía de la teoría.
La sociedad de los flujos y de la información decodificada por Manuel Castells se compensa con las formas de habitar y de sentir el espacio propio y de expresar las diversas afinidades, recuperando la distancia geográfica que la propia velocidad de la comunicación tiende a suprimir.
La geografía adscribe a una nueva concepción del territorio -socialmente construido- y se ocupa -a través del enfoque dialéctico entre sistemas de objetos y sistemas de acciones propuesto por Milton Santos- de las formas de ocupación y de apropiación territorial, de las dinámicas y de los órdenes locales aún en un contexto de globalización.
Por otra parte, la verdad del objetivismo (absoluto, universal, ahistórico) ha dejado de ser un principio monopólico en las nómades ciencias sociales para competir con la verdad de casos producidos en contextos locales, condicionados por intereses también locales y coloreados por la percepción local. Se recupera entonces un género histórico tradicional, valorizado por una historiografía más interesada en la comprensión que en la explicación1 (Terradas i Saborit 2005: 182-84). Se trata de una historia local, que convierte a personas singulares, comunidades y pueblos en actores históricos. Durante años este tipo de historias estuvo en manos de entusiastas diletantes o amateurs más que en la agenda de la historiografía hegemónica o renovadora, y ésa es una de las razones por la cual se continúa, en ocasiones, asociando la historia local con las pretensiones parroquiales, anecdóticas y de aniversario de sus impulsores. Pero la bautizada nueva historia local no está necesariamente circunscripta a una localidad o pueblo, sino que está escrita por estudiosos que tienen en cuenta la historia general, que están preocupados por problemas teóricos, que utilizan metodologías interdisciplinarias2 y que buscan un ámbito concreto o local para comprender o profundizar cuestiones más generales. Es desde esta perspectiva que se aborda el estudio de Villa Elisa, una colonia agrícola entrerriana fundada en 1890. Dos objetivos guían el análisis: por un lado, las prácticas empleadas por las tres colectividades de inmigrantes europeos asentadas en la colonia para conservar sus identidades, a la vez que se insertan exitosamente en el nuevo medio. Por otro, se presta particular atención a las estrategias que descendientes de aquellos primeros colonos diseñan para recrear los vínculos con las comunidades de origen y que encuentran en la celebración del centenario de la ciudad una buena oportunidad para consolidarse.
ENTRE RÍOS, UN CENTRO DE COLONIZACIÓN EXITOSO
A mediados del siglo XIX, la cuestión inmigratoria integra el proyecto de construcción de la Nación Argentina. Inspiradoras del texto de la Constitución Nacional de 1853, las Bases de Alberdi enfatizan el rol de la inmigración como medio de progreso y de cultura. Por su parte, la Ley 817 de Inmigración y Colonización promulgada en 1876 se propone ordenar un conjunto de iniciativas nacionales, provinciales y privadas. Impulsa un salto cuali-cuantitativo en los flujos migratorios que confiere un estímulo preferencial para los agricultores de Europa del Norte, como forma de contrapesar la corriente dominada por Italia y España, de donde proceden la mayor cantidad de los inmigrantes que entran a la Argentina (Bjerg 2009).
Para sorpresa de propios y extraños por la rapidez y magnitud del proceso, Argentina pasa de ser un importador de cereales y harina a constituirse en uno de los mayores exportadores mundiales de esos productos en algo menos de tres décadas. Esa evolución tiene un motor principal en la formación de colonias agrícolas, esencialmente con inmigrantes. Con bastante retraso respecto de la experiencia análoga del sur de Brasil, y luego de un largo impasse entre los primeros y frustrados proyectos encarados al respecto treinta años antes, hacia mediados de la década de 1850 se arraigan los primeros emprendimientos que lograrían permanecer.3 Las colonias se organizan en cantidad creciente, cubren vastas áreas antes dedicadas a la ganadería extensiva o arrebatadas a pueblos originarios, mediante un consistente y continuo avance sobre las fronteras. Por largas décadas las palabras “agricultor” y “colono” son prácticamente sinónimos en el mundo rural (Djenderedjian 2008).
En los inicios de la década de 1850, la promoción de la colonización proviene de los Estados provinciales. Atraer inmigrantes a las tareas agrícolas es una empresa que comienza de la mano de Justo José de Urquiza, quien el 1/9/1853 realiza un primer ensayo de colonización, fundando la Colonia Agrícola Militar de Las Conchas (luego Villa Urquiza), en las proximidades del río Paraná, con un grupo de vascos españoles. En 1856 apoya con la garantía del gobierno, los planes del empresario Aaron Castellanos que crea en la provincia de Santa Fe la Colonia Esperanza, con familias francesas y alemanas. En ese año se conforma en territorio bonaerense la colonia de Baradero, cuyos habitantes provienen de Suiza y la Colonia Agrícola Militar dirigida por el coronel Silvio Olivieri en Bahía Blanca (Bosch 2000:443). Se trata de proyectos que hacen expresa referencia a las ventajas de orden político, estratégico y militar que ofrece la colonización, tanto para el resguardo de los puntos fronterizos como para el aumento poblacional, clave en la visión de los caudillos de la época como base a largo plazo para el mantenimiento de ejércitos respetables.
Urquiza también explota los campos de su propiedad. El 2/7/1857 inicia en San José, departamento de Colón, un ensayo de colonización sobre la base de su peculio y con el asesoramiento y dirección de Alejo Peyret (Bosch 1977; Blázquez 2008, 2010). Comisiona a Tomás Carlos Sourigues (Mateo 2013: 189-203) para que ubique en sus campos, el sitio apropiado para instalar la colonia. Orgulloso de colaborar con el “engrandecimiento de Entre Ríos y más aún que V. E. ocupe sus conocimientos”, encuentra que el punto de la Calera del rincón Espiro resulta
como puerto, como terreno capaz y como el lugar que menos perjuicio traerá para sus haciendas. […] Pienso situar la colonia en este punto, […] tendrá todas las ventajas que se puedan desear: a sus pies el caudaloso río Uruguay, distante una legua de Paysandú y 6 del Uruguay, dos centros de población donde podrán los colonos expender sus productos. Terrenos fértiles, aguadas, montes, pajonales… (AGN, Correspondencia de Urquiza, legajo 70)
La organización de la colonia revela las ideas sociales de su primer administrador, Alexis Peyret, un republicano, quien al igual que otros expulsados por la restauración del II Imperio francés, representa la llamada inmigración de elite4.
El primitivo conjunto de inmigrantes que origina la colonia proviene en su mayoría de Suiza, país en esencia montañoso, con una población de 3.000.000 de habitantes aproximadamente para mediados del siglo XIX, con una densidad demográfica elevada. Predomina en él la propiedad comunal sobre la que se hace una explotación colectiva, de ahí entonces que el deseo de la propiedad privada de la tierra se haya erigido como otro incentivo que guía los pasos de aquellos inmigrantes. El cantón de Valais es el que mayor número de personas aporta para la formación de la colonia. Prevalece en él la población de origen francés y alemán y de ambos orígenes llegan a la colonia, razón por la que en los documentos se mencionan a “suizos franceses” y “suizos alemanes”. No sólo valesanos llegan a San José, sino también del cantón de Verna y de la provincia italiana de Saboya (Libro de Oro 1957:18)
De acuerdo con los registros, los jefes de familia que arriban en julio de 1857 son 104, de los cuales 93 son suizos, 16 saboyanos y 2 alemanes. El núcleo primitivo, fundador de San José incluye a 530 personas, conservándose el listado con el nombre del jefe de familia, sus integrantes y edad de cada uno (Vernaz y Conte Grand 2004: 29-35). El crecimiento demográfico generado por aquellos pioneros, de familias numerosas y el continuo ingreso de nuevos inmigrantes, evidencian la necesidad de ampliar sus límites. En 1861, Urquiza le encarga a Tomás Sourigues el trazado de la ciudad portuaria de Colón, destinada a ser cabecera del Departamento homónimo.
El planteo en torno de la civilización elaborado por la elite intelectual entrerriana y los sectores dirigentes aparece como una instancia de transformación real del orden social, ya que el desierto entrerriano se encuentra poblado por una sociedad de tipo pastoril, que se hace necesario transformar en otra de carácter agrícola. A partir de 1870 el Estado provincial promueve una serie de medidas tendientes al desarrollo económico, en especial atendiendo a la evolución de la estructura agraria, a mantener un cierto control sobre los procesos socioeconómicos y a regular racionalmente sus recursos.
Desde 1875, los gobiernos provinciales encaran un sistema de colonización ejidal como proyecto de desarrollo agrícola y la creación de dispositivos jurídicos estatales que asegurasen el régimen institucional. La expansión de la estructura agraria provincial tiene como ejes prioritarios la división de la tierra, el poblamiento y la ocupación agrícola a través de la colonización (Rodríguez-Flores 2006:154).
Para fines del siglo XIX Entre Ríos cuenta con 163 colonias, distribuidas en distintas regiones, constituidas por familias de diversas nacionalidades. El éxito de este proceso se debe a una positiva acción de los sucesivos gobiernos provinciales, a la menor cotización de las tierras entrerrianas respecto de los valores de las de Santa Fe y Córdoba y tal como expresa un vecino de Villa Elisa, “a la oportunidad, que […] ofrecía nuestra provincia a sus pobladores de ser dueños de la tierra que cultivaban” (Guiffrey 2005: 14).
VILLA ELISA, NÚCLEO DE LA NUEVA ETAPA DE COLONIZACIÓN REGIONAL
A más de treinta años de la fundación de la Colonia San José, comienza aquello que los entrerrianos denominan la segunda gesta colonizadora de explosivo desarrollo, y que tiene como hito histórico la fundación el 17/4/1890 de un nuevo pueblo: Villa Elisa, rodeado de una extensa y pujante colonia, ubicada en el Distrito 3º del Departamento de Colón. El nombre es elegido por su fundador, Héctor de Elía en honor de su esposa, Elisa Dickson. Este empresario y colonizador5 decide fundar la colonia en 1888, al advertir que la “desierta cuchilla”, “por su posición equidistante de las colonias vecinas […], está llamada a ser el centro y eje de todas estas colonias y un pueblo de gran importancia comercial en el Departamento” (de Elía 1900: 117). Los terrenos que adquiere entre 1888/89 a diferentes propietarios, alcanzan una superficie de 7436 has, distribuidas de la siguiente forma: 5859 has divididas en chacras, y dos Potreros, uno en la costa de Gualeguaychú (291 has) y otro en la costa del Perucho Verne (1285 has); 450 has son vendidas a Francisco Quesada; 400 has constituyen el establecimiento “El Porvenir”6 y 100 has destinadas a la planta urbana que conserva para sí de Elía, quien describe su método para la venta de las concesiones:
Fui el primero, que valiéndome del Bco. Hipotecario Nacional, introdujo en la república el sistema, con que ha visto los Estados Unidos fraccionarse y poblarse sus grandes zonas. Santa Fe, ha colonizado en esa forma y surgi[endo] la idea, en la Provincia de Buenos Aires que dió la Ley de 1887 sobre centros agrícolas, la que establece de manera clara, que los que deseen formar centros agrícolas puedan hipotecar los terrenos (de Elía 1900: 80).
El fundador explica que los terrenos de la colonia, habían sido hipotecados a favor de tres Bancos: Hipotecario Nacional, Entre Ríos y Nacional. Con el dinero de estos préstamos Héctor de Elía impulsa, como en el pasado lo hiciera Urquiza, las colonias y provee de ayuda económica a sus pobladores. El compromiso del fundador con los colonos es importante, ya que requiere que la colonia progrese para salvar las hipotecas y obtener beneficios. No debe olvidarse que de Elía, Urquiza y Aaron Castellanos son el “prototipo del hombre emprendedor, homo economicus, de grandes ideales ligados a la tierra, a su transformación y a su progreso” (Schobinger 1957: 39).
de Elía se reconoce como un colonizador-habilitador, alguien que además de fraccionar y vender la tierra, auxilia a los colonos con créditos, elementos de trabajo, materiales de construcción, anticipándoles semillas, facilitándoles segadoras y trilladoras, y “todo lo que necesita el agricultor, desde la manutención y el vestido hasta el hilo para coser las bolsas en que guardan los cereales”. Por ello aclara que quienes colonizan de esta forma, tienen que “disponer de fuertes capitales que suelen ser escasos cuando se suceden los años malos por plagas de langosta o negligencia de los mismos colonos” (de Elía 1900: 112). Éstos adquieren lotes de 25 a 50 has, pagaderos en plazos de hasta cinco años a un valor promedio de $1200 las 100 has.
El plano original, realizado por el agrimensor Juan Leo, incluye 198 chacras de 25 has, más 68 lotes irregulares de distinta superficie de terrenos sobrantes (910 has). Si bien muchos terrenos son vendidos al contado, para cada operación a plazos se firma un boleto de compra venta, cuyo artículo 2º establece que si es uno de los 50 primeros colonos que anticipen el pago de la tierra, se le dará un lote de 1000 m2 en la Villa “Elisa”, contrayendo la obligación de edificar en él una casita antes de los dos años.
Por el artículo 5º, el vendedor se reserva el derecho de la venta de las cosechas, si establece un depósito en la Villa “Elisa” y en caso contrario a tomar una parte de la cosecha para cubrir el importe de la deuda contraída por el comprador. El artículo 6º señala que el boleto sólo es transferible con el consentimiento expreso de de Elía. En el artículo 7º se fija que el nuevo comprador debe sujetarse en un todo a las condiciones establecidas en el boleto y se obliga a labrar por lo menos, la mitad de la tierra comprada, todos los años hasta la escrituración, a no establecer negocio y a no vender los útiles de labranza ni los animales. Por el artículo 8º, si el comprador deja de labrar la tierra durante 15 días seguidos, sin que hubiere justa causa, el contrato queda rescindido y el comprador obligado al desalojo (Facsímil del Boleto de Compra-Venta de las concesiones de Villa Elisa, El Porvenir).
Del análisis del contrato se desprende una desigualdad entre las partes, ya que no da lugar a negociación. Las condiciones de venta son estrictas, consecuencia quizás del método utilizado por este colonizador habilitador. Muchas colonias se fundan y no llegan a progresar, otras desaparecen, ya que sus fundadores se interesan sólo por el negocio inmobiliario. Otras veces los inmigrantes compran tierras y a su arribo se encuentran con montes impenetrables o tierras poco fértiles (Roude y Orcellet 2005: 70/71).
PIAMONTESES, SABOYANOS Y VALESANOS: SU INTEGRACIÓN EN LAS NUEVAS TIERRAS
A fines de la década de 1870, el éxito de las primeras colonias agrícolas, hace que Argentina comience a exportar trigo. Ello sumado a la competencia iniciada por los países productores de cereales en gran escala (Rusia, Rumania, Estados Unidos y Canadá) recrudece las dificultades de los países de Europa central, y se transforma en una razón más para emigrar. La Argentina se convierte entonces en uno de los destinos preferidos de los inmigrantes, que llegan a Villa Elisa, al amparo de la mencionada ley de Inmigración y Colonización. Héctor de Elía se queja en una de sus cartas: “Quien sepa lo que es colonizar […] se dará cuenta de la labor inmensa que he tenido, pues traje a ésta más de 332 familias de inmigrantes, que vinieron al país estafando al gobierno con los pasajes subsidiados, porque la mayor parte no eran agricultores” (de Elía 1900: 40/41).
No obstante, en otras oportunidades, los estafados resultan ser los inmigrantes, quienes se encuentran con una realidad, que no siempre coincide con las promesas escritas en la documentación. La competencia a la que se entregan las agencias de emigración conduce, en ocasiones, a diversos abusos. Además de contingentes traídos especialmente, hay una emigración espontánea, que obedece a varias causas: falta de trabajo, en especial entre los habitantes de la montaña; guerras que afectan la tranquilidad de los hogares; la expresa prohibición del gobierno suizo de que sus ciudadanos fueran mercenarios y por ende la imposibilidad de que puedan ganarse la vida como soldados; luchas religiosas entre católicos y protestantes; ambiciones políticas y rivalidades partidarias; fenómenos naturales (inundaciones, aludes, desmoronamientos); familias numerosas; entusiasmo por la posibilidad de encontrar un futuro más promisorio.
De acuerdo con la Gaceta de Valais, el gobierno de este cantón se queja en 1876 de esos “emigrantes ricos” para quienes “la emigración no es una escapatoria necesaria, sino un medio de aumentar su bienestar”, y quienes cada año llevan a América “no sólo instrumentos de trabajo sino también un capital de dinero de unos centenares de miles de francos”. Esta última cifra es exagerada y el “emigrante rico”, raro, ya que si bien el Valais está en plena construcción, la mejora de las condiciones de vida continua lenta. De todas formas, no parte quien sólo lo desea, ya que no se emigra sin los fondos mínimos necesarios para la instalación, sin reservas suficientes para hacer frente a las dificultades de los primeros tiempos y, sobre todo, sin la fortaleza para sobreponerse a los obstáculos. “Los que partieron desprovistos regresaron pronto, a veces en el estado más deplorable, o murieron de miseria. Los más pobres y los más débiles vieron las puertas de la emigración cerradas para ellos” (Carron y Carron 2009: 37/38).
Para el caso de Villa Elisa conviene tener presente también la llamada colonización interna o secundaria, en la que la experiencia adquirida por los inmigrantes de las colonias madres favorece la creación de nuevos núcleos. Ello no excluye el flujo de ultramar, que en el período 1880-1914 toma una intensidad creciente. Resulta interesante la aparición de los argentinos, aunque claro está, que la mayoría de ellos son hijos de colonos extranjeros (Schobinger 1957:174). Un gran número de los primeros pobladores de Villa Elisa provienen de la Colonia San José. Son descendientes directos de la primera oleada inmigratoria, que buscan independizarse y formar su propia familia o continuar su crecimiento. Otro grupo ha llegado al país en los años de la segunda gesta colonizadora, la mayoría de manera individual. En una de las anotaciones sueltas que Héctor de Elía escribe -en tercera persona- en uno de los libros de su biblioteca, puede leerse: “En 1890 el señor de Elía introdujo por los puertos de Colón y Uruguay, 367 familias de inmigrantes”, aunque no menciona si lo hizo de modo individual o como parte de un contingente.
Hay que advertir también que la emigración representa cada vez menos una aventura hacia lo desconocido signada por miedos y azares. Muchos han tenido éxito, algunos han hecho fortuna y es seguro que muchos de los que aún no se decidieron a embarcar, han leído una carta7 de un pariente o de un amigo que pondera las ventajas encontradas en la nueva patria.
Mapa Nº 1: De dónde vinieron
Fuente: elaboración propia
Los párrafos que siguen son una prueba evidente del reconocimiento de ese bienestar:
Yo puedo decirles […] que en América hay siempre mucho para vivir bien[…] Tenemos muchos terrenos […] y un gran número de animales[…] Los trabajos en América no son sacrificados, como allá[…]En cuanto a la fertilidad del país sembramos de todo, las papas dos cosechas al año y las pequeñas legumbres[…] todo el año hay cosecha, no hay nieve para dificultar todo[…] Yo les puedo decir que no lamento de estar en América (Carta de Mauricio Fellay a su cuñada, en Roude y Orcellet 2005: 34/35).
Cuando se analizan los apellidos y el lugar de procedencia de los primeros en llegar a Villa Elisa debe tenerse en cuenta la influencia de la colonia San José, como núcleo madre de la colonización del Departamento Colón. El atractivo de un lugar poblado por “paisanos” hace que se mantenga la inmigración proveniente de la región alpina correspondiente a Valais (Suiza), Piamonte (Italia) y Saboya (Francia). También se asientan vascos y bearneses, oriundos de la región del Bearn de los Pirineos franceses. Las características de estos territorios, de donde parten esos primeros colonos, son similares: montañas con nieve en sus picos, laderas abruptas, valles pequeños con poca tierra fértil, roca abundante y bosques de pinos. La gente vive de las artesanías y de los oficios: relojeros, carpinteros, sastres. En pequeñísimas porciones se cultiva trigo, cebada, vid. Algunos tienen que llevar la tierra en canastos desde el valle hasta sus viviendas, ubicadas en las pendientes de los montes, para fertilizar el espacio de los cultivos. La vida de estos montañeses es dura por las condiciones climáticas, la naturaleza de los suelos y la economía escasa, casi miserable que deben enfrentar a mediados del siglo XIX (Vernaz y Conte Grand 2004: 15/16). Se comprenden entonces las impresiones de Juan Bautista Blatter, inmigrante valesano quien en 1857 escribe: “Aquí estamos en un hermoso país; el clima es mucho más sano que en Valais. […] Yo no me arrepiento ni un día de haber partido; al contrario […] Las gentes del país son afables y buenas, tanto en sus casas o cabañas de gauchos […]” (Citado en Vernaz y Conte Grand 2004: 47).
De acuerdo con el lugar de procedencia es posible determinar el área donde se asientan piamonteses, saboyanos y valesanos. La misma abarca desde el río Uruguay por el este, hasta las colonias San Miguel y Santa Rosa, limitando con las colonias judías y la zona de Villaguay por el oeste, y desde la zona del Palmar y Arroyo Barú por el norte hasta Caseros y la zona de Concepción del Uruguay por el sur.
Mapa Nº 2: A dónde llegaron
Fuente: Guiffrey, C. Villa Elisa. Segunda gesta colonizadora regional, 1880-1940, p. 19.
En 1894, Héctor de Elía le ordena al administrador de su estancia la realización de un censo que arroja los siguientes resultados:
Cuadro Nº 1: Área Rural: 868 habitantes
Cuadro Nº 2: Área Urbana: 325 habitantes
Fuente: Archivo y Museo Regional de Villa Elisa “El Porvenir”, Libro copiador de cartas, año 1894.
En la colonia agrícola y en la planta urbana el grupo mayoritario es ya de argentinos, prueba de la ya mencionada colonización interna. Siguen después italianos, oriundos del Piamonte, región que hasta 1860 forma una unidad territorial con Saboya y Cerdeña. Los primeros piamonteses llegados a Entre Ríos son reclutados en 1859 por el padre Lorenzo Cot7. Un inspector que visita San José en 1872 caracteriza a los piamonteses como “incansables en el trabajo: son de buenos hábitos y de una sobriedad reconocida […] trabajan para ganar dinero y ensanchar su propiedad territorial. Combinando esta virtud con una economía arreglada, casi siempre consiguen su objetivo” (Informe del Inspector Wilcken citado en Vernaz y Conte Grand 2004: 41). En tercer y cuarto lugar figuran franceses y suizos, de modo respectivo, es decir saboyanos y valesanos. Estos últimos son en su mayoría agricultores, aunque también emigran zapateros, carreteros, albañiles, tejedores, sombrereros, que poseen los ahorros necesarios. Son raros los casos de profesionales que se expatrían, satisfechos con la situación de su país o poco seguros de encontrar un empleo conveniente en Argentina. No obstante, ciertas regiones europeas ven partir graduados que buscan fortuna en América. El Correo de Valais del 6/5/1899 señala que
ningún porvenir espera a esos desclasados en un país donde los empleos públicos están reservados para los nativos. En Buenos Aires, Rosario, Paraná, hemos encontrado licenciados en letras y otras gentes instruidas cumpliendo en los hoteles y restaurantes las muy honorables funciones de lavadores de vajilla; en Paraná, un abogado vendía quesitos con una cesta. (Citado en Carron y Carron 2009: 38).
De acuerdo con el Censo Nacional de 1895, la población del país se duplica con respecto al de 1869. El de 1914, revela una nueva duplicación. En la distribución de la población se advierte que la inmigración sigue el mismo esquema radial de los ferrocarriles y la riqueza: se estructura en círculos concéntricos a partir de Buenos Aires y de la pampa gringa. La región metropolitana y la pampeana concentran el 59% de la población en 1869 y el 67% en 1895. En el caso de la provincia de Entre Ríos pasó de tener 134.271 habitantes en momentos de realizarse el Primer Censo Nacional a contabilizar 292.019 en el Segundo. Los dos relevamientos censales muestran un claro predominio de la población rural, pero la diferencia entre urbana y rural se acentúa en 1895, producto del proceso de colonización agraria. Mientras los pobladores urbanos registran un aumento de 45.858 habitantes, los asentados en el campo aumentaron 111.899. Esta diferencia se observa también en el Departamento de Colón que pasa de tener 4046 a 10.800 pobladores rurales, mientras que la población urbana pasa de 702 a 3.026. Colón es ampliamente superada por Paraná y Villaguay, cuyas colonias recibieron aporte inmigratorio de rusos alemanes y de belgas, respectivamente (Segundo Censo de la República Argentina 1895:187-188-202).
Desde el punto de vista económico, este período de crecimiento y generación de riquezas, se ve favorecido por la utilización de trilladoras a vapor y diversas herramientas que agilizan las tareas rurales. Concluye en estos años la era del campesino labrieg” que con arados a mancera, pico, pala, azada, son protagonistas del milagro agrícola argentino. En esta nueva etapa, como en la precedente, son los gringos con su capacidad de trabajo y su adaptabilidad a nuevos escenarios y nuevas tecnologías, los que multiplican las colonias y hacen de la Argentina el granero del mundo.
En noviembre de 1894, el administrador de “El Porvenir” escribe sobre la producción agrícola de la colonia Villa Elisa:
Ha comenzado la faena de la ciega o corte de trigo[…] trabajan en esta 300 máquinas segadoras, […] cuéntase con 6 máquinas trilladoras, 4 de las cuales pertenecen al señor Héctor de Elía[…] Los colonos apúranse a emparbar para trillar lo más rápido posible. […] Siéntese la escasez de personal para los trabajos de cosecha en que en éste tiempo son bien remunerados los peones y jornaleros[…] (Estancia “El Porvenir, Libro Copiador de Cartas, año 1900, Nº VII, 345).
Los hombres que habitan la zona de la colonia tienen un denominador común: su afición al trabajo, aunque cada grupo mantiene sus costumbres de origen: a suizos y franceses, ubicados preferentemente en el cuadrante nordeste, es difícil que se los encuentre en alegre camaradería, en cambio los piamonteses, instalados en especial hacia el noroeste, son bulliciosos, amantes del juego de bochas, los bailes y el bel canto. Los hijos de los primeros colonos se confunden con los criollos y adoptan costumbres típicas argentinas: participan de carreras de parejeros, concurren a las populares canchas de taba, bailes, partidas de truco y fiestas del pueblo. Dejan el dialecto de sus padres, incorporan el refranero tradicional y visten a la usanza criolla. Por espacio de una década, los bailes organizados por las colectividades extranjeras, constituyen los eventos más convocantes del pueblo y de sus colonias tributarias. El clima festivo del baile se valora tanto como ocasión de esparcimiento, como de exhibición de los vínculos que mantienen reunidos a los habitantes del lugar.
Se celebran efemérides extranjeras como la del 20/9 por la unificación italiana y la del 1º/8, en la que los valesanos, conmemoran la fiesta nacional suiza. También se festejan la fecha patria de los franceses (14/7, por la célebre toma de la Bastilla) y la de los vecinos uruguayos (18/7, día de la Constitución).
De a poco desaparecen estos festejos y disminuyen los contactos entre los inmigrantes, sus descendientes y los familiares europeos. Los lazos familiares que son sanguíneos pero no afectivos se pierden y ese pasado de inmigrante queda en el olvido. En Europa se ignora el lugar de asentamiento y la suerte de aquellos emigrantes de la segunda mitad del siglo XIX. La genérica designación de “América” con que los europeos llaman el destino de sus emigrados es tan vaga como en Villa Elisa alguna noticia sobre Valais, Alta Saboya o el Piamonte.
MEMORIA E IDENTIDAD. EL CENTENARIO DE LA CIUDAD
En general se admite que memoria e identidad están indisolublemente ligadas. La memoria es un elemento esencial de la identidad individual o colectiva y su búsqueda parecería ser una de las actividades fundamentales de los individuos y de las sociedades de hoy (Le Goff 1988: 174). La recuperación de la memoria de los sujetos permite la comprensión de la historia de un todo, así “el repertorio de memorias de un único individuo es expresión de su acervo de experiencias y revelador de la vida social en determinado tiempo, en un lugar dado. Todos los hombres llevan consigo las particularidades de su grupo en la misma medida que cada grupo lleva la marca de sus hombres” (Carvalho do Nascimento 2004: 44).
Resultan interesantes las vinculaciones que diversos discursos establecen entre pasado, presente y futuro, y entre memoria, historia y olvido. Desde la antropología se señala la importancia de la memoria en la conformación de cualquier identidad (Pollack 1992). Por lo general, las distintas colectividades constituyen sus identidades por medio de la selección de una porción del pasado que les permite vincularse con una tradición y configurar proyectos nuevos. El centenario de la ciudad de Villa Elisa constituye un buen ejemplo de esta línea de reflexión. Veamos por qué. En agosto de 1970, el párroco de Villa Elisa, Juan Esteban Rougier, descendiente de colonos piamonteses, viaja por razones de estudio a Europa y comienza la etapa del reencuentro entre las familias europeas y argentinas de aquellos inmigrantes que forman la colonia. Según sus palabras “el restablecimiento de los vínculos de la patria de nuestros abuelos no respondió a ningún plan. La realidad fue imponiéndose mejor que todos los planes y alcanzando objetivos que hubieran desbordado todos los proyectos” (El Entre Ríos de Colón, Nº especial, año 2000).
A su regreso tiene ubicados los apellidos piamonteses y valesanos. Estos últimos, con el auxilio de Alexandre y Christophe Carron, quienes después de una investigación realizada en Suiza y en América, publican en francés Nos Cousins d´Amérique. Ellos abren los caminos del reencuentro. Sin embargo, al Padre Rougier le resta ubicar a los ancestros saboyanos, a quienes logrará descubrir en un segundo viaje en 1986, de la mano del presbítero Georges Baud, autor de libros sobre emigración. Rougier recorre los pueblos de la Alta Saboya, insiste en convocar a parientes de familias emigradas para viajar a Villa Elisa y celebrar allí su centenario.
Los festejos se desarrollan desde el 3 hasta el 11/11/1990 y arriban 420 europeos, provenientes de Saboya, Piamonte y Valais. El programa de agasajos incluye actos, homenajes y conferencias: recepción de las delegaciones extranjeras, que hacen una representación del desembarco de sus antepasados en el Puerto de Colón. Desde allí se dirigen a San José, donde también son homenajeados, para llegar luego a Villa Elisa, donde los espera una multitud expectante. Como parte de los festejos se inaugura el Monumento y Plazoleta de los Inmigrantes, en la que se planta un arce traído de los Alpes. Por supuesto no falta la celebración de una misa, que dada la cantidad de asistentes, se realiza en el Gimnasio Municipal, donde los visitantes europeos depositan objetos traídos desde su país, y que hoy constituyen parte del acervo del Museo El Porvenir. Por último, y rememorando costumbres europeas y criollas, se realiza el desfile de colectividades, guardia de honor, carruajes, maquinarias antiguas, automóviles de colección, tropas gauchescas y de instituciones. Entre ellas, la Asociación Valais Argentina y el Centro Valesano de Colón, constituidas entre 1987 y 1990, que obtienen subsidios del Gobierno Cantonal y Federal de Suiza. En el marco de esta celebración se inserta la inauguración oficial del Centro Saboya-Argentina, cuyos antecedentes se ubican en 1987, cuando un grupo comienza sus estudios de francés ante la perspectiva de recibir a sus primos europeos. Como consecuencia de los contactos establecidos por Rougier y Baud, los saboyanos forman la Asociación Saboya Argentina en Francia. Su misión es recuperar los lazos y permitir a los primos argentinos redescubrir la tierra de sus ancestros. Brindar apoyo económico-cultural para el funcionamiento de los Centros en los que se puede aprender la lengua e interiorizarse de la cultura saboyana. En 1998, integrantes de la Asociación Saboya Argentina de Francia deciden construir una sede propia del Centro. La institución tiene una comisión directiva, en la que algunos de sus miembros son descendientes directos de los inmigrantes saboyanos. Desde 2003 se desarrolla una fructífera Cooperación Internacional con la Región de Alta Saboya, generándose proyectos, en el marco del Programa de Desarrollo Local que sostiene el municipio (Entrevista a Ruben Fellay, 30/10/2012).
ALGUNAS REFLEXIONES FINALES
Para abordar la problemática de la inmigración histórica en la Argentina, hay que referirse a las motivaciones de raigambre interna, vinculadas con el principio alberdiano de gobernar es poblar, que se cristaliza en la ley de Inmigración y colonización de 1876. Debe sumarse el proyecto de la generación del ´80 que exige una fuerza de trabajo capaz de concretar el modelo agroexportador que sindica a la Argentina como granero del mundo.
El paisaje del país -urbano y rural- se transforma con los arribos ultramarinos. La provincia de Entre Ríos constituye un excelente ejemplo, en el que el espacio resulta una construcción social de la que participan criollos y extranjeros. Los suizos y franceses se establecen en San José (1857) y desde allí se expanden hacia Villa Elisa y otras colonias vecinas; los rusos y alemanes en la zona del Paraná (1878); los belgas en Villaguay (1892); los judíos en el centro y este de la provincia (1892) y los italianos del Piamonte, se distribuyen en varias regiones como la propia Villa Elisa. Una nueva fisonomía cultural es posible por obra de estos inmigrantes, cuya sociabilidad se afinca en valores y creencias importadas a una América, poco sensible y distante frente a los criollos que hasta allí se habían enseñoreado del lugar. Costumbres y tradiciones europeas se hibridan con las realidades locales, penetran su espacio y generan una cultura “argentina” (Hourcade 2006: 185).
La bibliografía y las fuentes consultadas, en especial la correspondencia y algunos informes, muestran la rápida asimilación de los tres principales grupos que se asientan en Villa Elisa. No cabe duda, que más allá de sus diferentes idiomas y costumbres, los instrumentos de los que se vale el Estado argentino, sea nacional o provincial, para convertirlos en ciudadanos resultan eficientes. La influencia de la escuela y en ella el poder de la lengua son elementos de integración decisivos para los hijos de estos inmigrantes. Sin embargo, la celebración de un acontecimiento trascendente para la historia de una ciudad, como es el centenario de su fundación, oportunidad en la que los descendientes de los que vinieron se encuentran con sus parientes, primos europeos, permite redescubrir, aquellas identidades que al parecer siguen latentes.
El mnemotropismo de muchas sociedades modernas se origina en “la crisis de las certezas presentes”, el desdibujamiento de grandes paradigmas de referencia y la dilución de las identidades. La exploración en la memoria es considerada entonces como una respuesta a esos padecimientos e inseguridades, que permitiría “apoyar en un pasado reconocible un devenir incierto” (Lapierre, 1989: 6). Dicho de otra forma: en un clima de incertidumbre como el que nos acompaña, las representaciones del pasado cumplen una función esencial: contribuir a construir certezas. De ahí que las conceptualizaciones en torno a identidad, memoria y patrimonio han adquirido renovada vigencia en el vocabulario de las ciencias sociales.
Paul Ricoeur insiste en la idea de alentar una política de la justa memoria, es decir se destaca la necesidad de balancear las reflexiones en torno a la memoria, la historia y el olvido, como expresión del desvanecimiento y la persistencia selectiva de indicios del pasado. Podría decirse que existe demasiada memoria de algunos hechos y frecuente olvido de otros (Girbal-Blacha 2003: 21). Al parecer, en la fiesta del Centenario, los elisenses han privilegiado la memoria de sus ancestros, en quienes reconocen muchos elementos de su identidad.
1. Distinción efectuada por algunos filósofos alemanes, para quienes la explicación busca causas, hechos de carácter externo, generalizables y susceptibles de criterios considerados como objetivos. La comprensión: motivos, contextos e intenciones. No hay que confundir la explicación con el objetivismo ni la comprensión con el subjetivismo. La realidad no es ni la excrecencia objetiva y externa de las personas ni la objetividad incomunicable. Es la tensión, el choque o la combinación de hechos materiales y visibles con motivos y presiones contextuales.
2. La antropología, la sociología, la psicología social y la geografía son las disciplinas más compartidas por los nuevos historiadores locales.
3. Desde la permeable frontera franco-española, parten integrantes de las elites vasco-bearnesas que en el siglo XIX se movilizan hacia América, en particular hacia la Argentina. Viajeros, naturalistas, periodistas, profesionales, hombres de negocios integran este vasto elenco de migrantes que recorre el país y se vincula con las élites locales e influyen en la configuración de la identidad étnica de sus comunidades de origen, participando en la creación de asociaciones o periódicos (Otero 2012)
4. Ante la negativa de venderle sus tierras a Urquiza, como sí lo habían hecho sus hermanos, Genaro de Elía debe huir a la República Oriental del Uruguay, donde en 1858 nace su hijo Héctor, quien realiza sus estudios en Buenos Aires. Sin haber concluido la carrera de agronomía y siendo muy joven se pone al frente de los establecimientos de campo de su padre en el departamento entrerriano de Concepción del Uruguay. Evidencia una fuerte inclinación por las actividades rurales, al efectuar reformas en la explotación ganadera, orientadas al refinamiento de la hacienda. Con trabajo metódico transforma en poco tiempo, en pobladas colonias más de 50.000 has de campo, fundando pueblos y posibilitando que el chacarero llegase a ser dueño de la tierra que trabaja (Guiffrey 2005: 47).
5. El solar, de estilo colonial, fue construido hacia 1885 y fue adquirido por de Elía a Juan Medina, antes de fundar Villa Elisa, denominándolo “El Porvenir”. Sirve de residencia para él y sus descendientes. Por Resolución Nº 55/80 del 2/9/1980, la Municipalidad de Villa Elisa lo adquiere por haber sido la residencia de su fundador y ser la edificación más antigua del lugar y uno de los pocos exponentes de casco de estancia del siglo XIX. Allí se creará un Museo Regional. Por ordenanza Municipal Nº 646/90, del 3/09/1990, se declara este predio Monumento Histórico Municipal.
6. En una época dominada por la telefonía móvil y el correo electrónico, resulta difícil comprender la importancia intelectual, social, literaria y política de la carta. Dentro de la necesidad de comunicarse con otras personas, lejanas y separadas en el espacio, la carta adquirió la más variada gama de formas literarias. En algún caso, obtiene un carácter más universal y expresa la decisión de dar a conocer el criterio del autor sobre un tema en particular. La mayoría de las cartas constituían el medio para comunicar e intercambiar noticias personales, literarias, políticas o sociales. En una época, en que no existían diarios, ni revistas y sólo llegaban las noticias por medio de los Mercurios o Gacetas, más o menos oficiales, las noticias comunicadas por los protagonistas directos, o testigos presenciales, se convertían en una fuente de conocimientos. Es necesario contrastar los datos aportados con los procedentes de otras fuentes, pero resultan muy clarificadores para comprender la actitud del personaje que expresa su criterio, las circunstancias en el desarrollo de un suceso o las causas que motivan las decisiones personales. Las cartas privadas permiten esclarecer las relaciones de amistad o antipatía entre individuos o grupos, tanto en el campo político como en el cultural (Mestre Sanchis 2000).
7. Sacerdote piamontés que llega a Paraná, capital de la Confederación Argentina, en 1857 y acepta la propuesta de Urquiza de oficiar como capellán en el Palacio San José. Desde allí desarrolla su actividad religiosa en la Colonia San José, hecho que le permite entrar en contacto con los colonos y conocer sus problemas.
REFERENCIAS
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27. Rougier, Juan Esteban. La Fiesta Saboyana, inédito. Original facilitado por el autor.
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FUENTES Y ARCHIVOS
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32. Libro de Oro. Homenaje a la fundación de la colonia San José en su centenario. 1857-1957. Villa San José: Nueva Impresora Paraná, 1957.
33. Segundo Censo de la República Argentina, Tomo II: Población. Buenos Aires: Taller tipográfico de la penitenciaría, 1898.
PUBLICACIONES PERIÓDICAS
34. El Entre Ríos de Colón, Nº especial, año 2000. Jornada de Villa Elisa.
ENTREVISTAS
Entrevista a Rougier, Juan Esteban, Colón, 4 de marzo de 2012.
Entrevista a Fellay, Ruben, Villa Elisa, 30 de octubre de 2012.