Revista de Historia, N° 20, Diciembre 2019, pp. 152-179
Departamento de Historia, Facultad de Humanidades,
Universidad Nacional del Comahue.
ISSN-e 2591-3190
http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/historia/index

Bajo los ecos del Tucumanazo: el movimiento estudiantil tucumano en

los albores del siglo XXI

Under the echoes of the Tucumanazo: The Tucuman student

movement at the dawn of the 21 st century

Rubén Isidoro Kotler *

rubenko742000@yahoo.com.ar

 

 

Resumen

Los años 60/70 fueron un parteaguas en la militancia estudiantil tucumana. Si bien estaban en la memoria de aquellos militantes la lucha por implantar la Reforma en la provincia y los años de la confrontación de Laica versus Libre, la resistencia del estudiantado a la dictadura impuesta el 28 de junio de 1966 por parte de Juan Carlos Onganía, marcó no sólo a la generación que la vivió, sino que sus ecos llegaron a los primeros años del siglo XXI. No fue sólo una juventud “la del Tucumanazo” sino que fueron al menos cuatro generaciones las que estuvieron o están atravesadas por aquellas luchas: la que vivió las luchas estudiantiles contra los avasallamientos del onganiato a la autonomía universitaria; la generación de la transición que se dio a la necesidad de recuperar los espacios de representación anulados por el último golpe cívico militar; el estudiantado en los años 90 que resistió los embates de las políticas neoliberales, con especial atención a la imposición de la Ley de Educación Superior; y, finalmente los jóvenes de comienzos del siglo XXI que recibieron la herencia de las generaciones que le precedieron, herencia que resignificaron y actualizaron con nuevas demandas.

Abordaré en este artículo una travesía por la historia del movimiento estudiantil tucumano desde la defensa del comedor universitario, centrándome en las luchas de los 60/70, mencionando los 80 y 90 como transicionales, hasta las manifestaciones estudiantiles del 2013 como segundo período de análisis y enfoque. Cambios, persistencias y resignificaciones en la asignación de sentidos, configuran un movimiento estudiantil que reúne sus particularidades dentro de un contexto nacional de ataque permanente a la Universidad pública argentina. Las construcciones identitarias de jóvenes estudiantes que reconstruyen su experiencia individual en espacios de participación colectiva y que se referencian tanto en el presente como hacia el pasado que los interpela. Cada generación de estudiantes es hija de su tiempo al mismo tiempo que heredera de las luchas que le precedieron, con sus particularidades y con sus estrategias de acción y sus demandas, las cuales a veces coinciden y otras veces se diferencian. Buscaré por lo tanto esos puntos de encuentro y de quiebre dentro de la historia del movimiento estudiantil tucumano en un camino abierto por los militantes de los Tucumanazos y cerrado por los Hijxs del Tucumanazo.

Palabras claves: Tucumanazo, Comedor estudiantil, identidad, movimiento estudiantil, resistencia

Abstract

The 60/70 were a watershed in the student movement in Tucumán. Although the struggle to implement the Reformation in the province and the years of the confrontation of Laica versus Libre were in the memory of those militants, the resistance of the student body to the dictatorship imposed on June 28, 1966 by Juan Carlos Onganía, It marked not only the generation that lived it, but its echoes reached the early years of the XXI century. It was not only a youth “that of the Tucumanazo” but it was at least four generations that were or are going through those struggles: The one that experienced the student struggles against the onslaught of the onganate to university autonomy; the generation of the transition that was given to the need to recover the spaces of representation annulled by the last military civic coup; the student body in the 90s that resisted the onslaught of neoliberal policies, with special attention to the imposition of the Higher Education Law; and finally the young people from the beginning of the XXI century who received the inheritance of the generations that preceded it, an inheritance that they redefined and updated with new demands.

I will address in this article a journey through the history of the Tucuman student movement since the defense of the university canteen focusing on the struggles of the 60/70, mentioning the 80s and 90s as transitional to the 2013 student demonstrations as the second period of analysis and focus. Changes, persistence and resignification in the assignment of meanings, form a student movement that brings together its particularities within a national context of permanent attack on the Argentine public University. The identity constructions of young students that reconstruct their individual experience in spaces of collective participation and that are referenced both in the present and towards the past that challenges them. Each generation of students is the daughter of their time while inheriting the struggles that preceded them, with their particularities and with their action strategies and demands, which sometimes coincide and sometimes differ. I will therefore look for those meeting and breaking points within the history of the Tucuman student movement on a path opened by the Tucumanazos militants and closed by the HIJXS del Tucumanazo.

Keywords: Tucumanazo, Student dining room, identity, student movement, resistance

Fecha de recepción: 29 de septiembre de 2019
Fecha de aceptación: 9 de diciembre de 2019

Bajo los ecos del Tucumanazo: el movimiento estudiantil tucumano en

los albores del siglo XXI

1. Introducción

Existen diversos modos de transitar la universidad por parte de jóvenes que han terminado sus estudios medios y se incorporan a la vida universitaria. Los contextos en los que los jóvenes ingresan y transitan la universidad son variados y dependen tanto del momento histórico, de la experiencia personal como de la carrera elegida, la facultad donde cursan sus estudios, entre otros. La vida universitaria de los tiempos actuales varía, y mucho, a la vida universitaria de los 70 o la de los 80, por una cantidad de motivos que no voy a desarrollar pero que conviene tener en cuenta brevemente: las diferencias del contexto político, las concepciones de la vida universitaria que se han visto modificadas, las necesidades de un estudiantado atravesado por las lógicas de las nuevas tecnologías, entre otras cuestiones. Asimismo, la experiencia individual y colectiva remarca diferencias y similitudes entre tiempos presentes y épocas pasadas. En líneas generales podemos decir que los jóvenes que mayoritariamente se incorporan a la vida universitaria pertenecen a las clases medias y han podido finalizar sus estudios secundarios con relativo éxito.

Desde el plano de la militancia, algunos estudiantes se incorporan al movimiento estudiantil una vez que ingresan al sistema universitario, otros militan en partidos desde la edad escolar secundaria y otros pasan por los claustros dedicándose casi exclusivamente al estudio y poco más. Cada experiencia es única e irrepetible y cada generación estudiantil no escapa a dicha lógica. La constitución identitaria de los estudiantes universitarios se vuelve compleja de analizar toda vez que no existe una misma matriz que pueda servir de explicación a la totalidad de estudiantes que pasan por los claustros o de las distintas generaciones que habitaron el espacio universitario. Para el caso que me ocupa - y preocupa - analizaré este pasaje por la vida universitaria de jóvenes que han resuelto su tránsito universitario desde algún tipo de militancia y las múltiples formas por medio de las cuales se constituye una identificación del "ser estudiante universitario" que necesariamente es pasajera, mediada por las experiencias en el ámbito de estudio. Me centraré para ello en el movimiento estudiantil tucumano que, bajo los ecos del Tucumanazo, se involucró en las distintas luchas en torno a la defensa de la Universidad según cada momento histórico, enfocándome sobre todo en dos períodos particulares: los 60/70 y los albores del siglo XXI, mencionando brevemente las principales luchas de los 80 y 90 como transición entre uno y otro período.

Las fuentes documentales para la elaboración de este trabajo se corresponden con documentos oficiales y documentos elaborados por actores participantes, artículos periodísticos y testimonios orales (alguno de los cuales fueron realizados por mí y otros consultados de otras investigaciones), testimonios que dan sustento a las motivaciones subjetivas de quienes participaron tanto en los años 70 como en los primeros años del presente siglo. Asimismo, cabe mencionar que el movimiento estudiantil tucumano en los primeros años del 2000 ha hecho de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones una herramienta comunicativa de producción de contenidos, fuentes también consultadas para este trabajo.

2. El movimiento estudiantil durante los Tucumanazos

La década de 1966 a 1976 marca el auge y apogeo de las luchas de los sectores populares en toda la República Argentina. El golpe militar que depuso al gobierno constitucional de Arturo Illia e impuso como presidente de facto a Juan Carlos Onganía el 28 de Junio de 1966 acentuó de manera drástica las contradicciones de clase en todo el país. La dictadura buscó implementar un programa económico ultraliberal afectando en Tucumán, sobre todo a los trabajadores del azúcar (principal industria de la provincia) y a un sector importante de la clase media (en especial a los estudiantes universitarios) a partir de algunas medidas en contra de la autonomía universitaria. La provincia de Tucumán fue una de las más afectadas dentro del conjunto del país por las medidas dictatoriales implementadas por el onganiato. El cierre de 11 fábricas azucareras tras su intervención en 1966, la intromisión en la Universidad Nacional de Tucumán junto a otro paquete de medidas consideradas neoliberales, golpearon duramente en la estructura social, económica, política y cultural de la provincia, convirtiéndose en una de las de mayor número de movilizaciones y alzamientos como respuesta de resistencia a las mencionadas políticas. Junto a los trabajadores, que defendían el no cierre de las fábricas azucareras, los estudiantes se movilizaron en tres momentos claves que determinaron los levantamientos populares: un primer momento paralelo al ya reconocido Cordobazo, fue un primer Tucumanazo en mayo de 1969 1 , a los ciclos de protesta re-abiertos en noviembre de 1970, hasta el llamado Quintazo de 1972. Durante este período confluyeron en la lucha de calles sectores obreros y estudiantiles, tanto en el espacio urbano como en el ámbito rural, sobre todo en regiones donde los ingenios cerrados provocaron una importante desestructuración social.

2.1. 1969, un primer ensayo

Con motivo de la muerte de dos estudiantes, uno en la provincia de Corrientes, primero, Juan José Cabral, asesinado el 15 de mayo, y, otro en la ciudad de Rosario, después, Adolfo Bello, asesinado por las fuerzas de la represión el 17, tras diferentes manifestaciones, los estudiantes de Tucumán adherían al reclamo en solidaridad por estos asesinatos. 2 Además, los estudiantes tucumanos sumaban su propia agenda de reivindicaciones locales, centradas a priori, en la cuestión del sostenimiento del Comedor Universitario. Carlos “el Chino” Moya, de la corriente trotskista el Partido Socialista de los Trabajadores, recuerda:

El caso del año ’69 cumplimos un rol muy, muy importante, que generaba el pequeño núcleo que estaba (...) porque somos prácticamente la única corriente que si no recuerdo mal, saca un volante tras la muerte de..., no sé si muere Cabral no me acuerdo, igual saltó después una serie de acontecimientos golpeando simultáneamente con Córdoba y Rosario en el año 1969. Sacamos un volante anti dictadura de Onganía, convocamos a levantar las clases, y empiezan a haber ya las primeras luchas con la montada, la policía, algunas mínimas barricadas ya en el año ’69. 3

Por su parte, Carlos Zamorano, dirigente del Partido Comunista explicaba las causas locales:

También había los motivos autonómicos de Tucumán, el programa propio de los tucumanos para redimir lo que nos estaba haciendo la dictadura, hay que mencionar la ley 16.912 que nos dejaba sin representación en la universidad, la intervención de la política federal en la universidad, todas esas cosas insoportables para un sector de la masa que eran los activos, entonces en el año ‘69 se sale a la lucha. 4

Vemos en estos relatos la existencia de un vínculo entre lo que sucedía en otras provincias o ciudades del país con las afectaciones del gobierno dictatorial en la provincia de Tucumán. Las protestas callejeras, por parte de los estudiantes, irán en aumento promediando el mes de mayo de 1969, incluso en los días previos al 29, fecha en que se produjeron los enfrentamientos más violentos en la ciudad Córdoba que pasarían a la historia como El Cordobazo. El 28 de mayo el Estado Nacional sancionaba una ley por medio de la cual entraban en vigencia los Consejos de Guerra Especiales. En Tucumán los estudiantes habían ocupado 30 manzanas, lo que determinaba el carácter de las manifestaciones en el momento más álgido de la lucha. Junto al incremento de la violencia en otras zonas del país, como en la ciudad de Córdoba, también en Tucumán la protesta social iba en aumento. A la protesta rural de los trabajadores de los ingenios que habían sido cerrados, los estudiantes replicaban con la toma de la ciudad con barricadas y, por primera vez desde instaurada la dictadura de Onganía, no sólo resistían los embates de la misma en la propia Universidad, sino que comenzaban a tomar la iniciativa y ganaban el espacio público.

El Comedor universitario fue uno de los ejes centrales del reclamo estudiantil aunque, en definitiva, se impugnaba la intervención en su totalidad y a la dictadura como modelo opresor. José “el Macho” Luna, ex dirigente estudiantil de esos años recuerda cómo se dio la organización de la lucha y la conformación de los lazos de solidaridad que allí se iban entretejiendo:

José Luna: Cuando ingreso en la Universidad, en 1969 y en el ingreso al comedor es que comienzo a interesarme y ver lo que era la vida en la Universidad, a descubrir los temas que se discutían, a leer muchísimo, cada cosa que decían, a enterarme…

Pregunta: ¿Estaban politizados los estudiantes en aquel momento?

José Luna: Yo creo que había un nivel primario obviamente, que ya cada universidad tenía sus corrientes estudiantiles y habían tenido luchas anteriores, yo creo que en cada facultad había tendencias y grupos y que cada quien desarrollaba su punto de vista, pero en el caso de Ciencias Económicas había como discusiones entre algunos grupos revolucionarios.

(…)

Pregunta: ¿Ahí no había todavía discusión política en el comedor?

Respuesta: Ahí íbamos solamente a comer y el Comedor estaba dirigido por una comisión nombrada por el Rector que en ese momento era el Rector Paz, más conocido como el “Incapaz”, aunque en realidad era muy incapaz, era una persona que prácticamente no resolvía nada, un tipo, el Rector, resabio de la oligarquía de Tucumán (...) entonces esa comisión del Rector comía adentro del Comedor, comían platos especiales, mientras nosotros comíamos en el Comedor, hacíamos la cola, comíamos la comida común, y nosotros los veíamos cómo los atendían de manera especial, un jujeño era el presidente de esa comisión…

Pregunta: En algún momento se politiza el comedor, ¿Cuándo sentís que se da esa politización?

Respuesta: El problema se da que esa misma comisión o por unos artículos de prensa, empieza a decir lo de siempre, “no hay presupuesto para educación, el Comedor corre peligro de posibilidades de cierre”, empieza a escasear la comida, empiezan a dar menos calidad de comida, empiezan a dar mala calidad de comida.

Pregunta: Todo esto promediando el 69…

Respuesta: Claro, todo esto previo al Cordobazo. Entonces nosotros, yo no sabía qué hacer, yo lo conocía al “otro” que se sentaba a comer conmigo ese día o al otro día, no nos conocíamos, porque el Comedor no estaba organizado por agrupaciones políticas sino por centros regionales, al Comedor lo manejaban básicamente el Centro Santiagueño, el Centro Salteño y el Centro Jujeño, que eran los centros regionales grandes, y en menor incidencia estaban los catamarqueños, los riojanos y los tucumanos eran la minoría, nosotros, los del interior, teníamos un peso “muy chico”, casi nada, entonces yo, nuevo, tampoco tenía experiencia de cosas, pero cuando empiezan a decir estas cosas, no se nos ocurre otra cosa que empezar a hacer pasar papelitos a mano: “Tenemos que hacer algo por el Comedor”, “nos están dando mala comida”, entonces hacíamos papelitos pequeños a manos e íbamos un ratito antes y los dejábamos en cada sitio para que los vean cuando vayan a comer. Después encontré que otro compañero, un riojano, le pareció bien, también, y después un santiagueño que decía “está bien que se preocupen” y así. Entonces fuimos armando un pequeño núcleo por ese problema y dentro de esa realidad hasta que llegó un momento en que decían que lo iban a cerrar al Comedor o que lo iban a privatizar, lo de siempre (…) Cuando vemos que eso se venía sacamos un papel que decía “queremos una asamblea” y ahí se suman todos los centros regionales: “Sí, sí, estamos de acuerdo con la asamblea, estamos de acuerdo con la asamblea”. El único Comedor que tenía entonces la Universidad (en 1969) era el de la calle Muñecas con 500 compañeros. Entonces se hace la asamblea en el primer semestre del año 1969, obviamente que los Centros Regionales para esta primera asamblea, se mueven con todo su potencial, porque ellos nucleaban a estas cuatro provincias que te digo, y la presencia en la asamblea fue masiva, estábamos los 500 comensales ahí porque iban a cerrar el comedor. Y era “muy” importante el tema de la comida para todos. Entonces entramos a la asamblea y a ésta la presidía la comisión del Rector. El primer punto era que “nosotros no tenemos por qué tener una comisión del Rector, que la comisión del Rector tiene que renunciar y que la asamblea iba a elegir una comisión nuestra, elegida por los estudiantes, por los comensales”. ¡El resultado fue 500 a cero! (...) Ahí surge la idea que teníamos que elegir una comisión y que tenía que ser lo más democrática posible, entonces pusimos los nombres en una pizarra y cada comensal tenía que pasar y marcar cinco nombres y un sector me propone a mí. Yo no tenía ninguna oportunidad de salir ya que los tucumanos éramos una minoría absoluta pero los santiagueños me ofrecen el lugar de su Centro, porque la idea era que saliera un representante de cada Centro Regional y es así como yo saco 485 votos, el más votado de todos, también salió Lucio Yazle, salió Marcos Zeitune y Gerardo Arias que fue la primera Comisión del Comedor que sale y comienza a luchar para que no cierren el comedor. Y ahí comenzamos con los típicos volantes, las marchas por el centro, la búsqueda de la solidaridad con los compañeros, tenemos reuniones muy profundas con los trabajadores no docentes (de la Universidad), la FATUN 5 (...) Nuestra primera alianza con el movimiento obrero aquí en la capital fue con los No Docentes, eso nos sirve para que le planteemos al resto de los estudiantes que era necesaria la alianza obrero estudiantil y se forma una coordinadora obrero estudiantil aprobada por todos y esa coordinadora ya si tiene relación con otros sectores. 6

El relato de José Luna remite a una experiencia individual al mismo tiempo que colectiva, en la organización del movimiento estudiantil y sentó las bases para el desafío que dicho movimiento le plantearía a la dictadura durante esos años ‘70. Aunque la dinámica de la confrontación quedó saldada con la promesa del no cierre del Comedor, la lucha se mantuvo pero con una intensidad inferior hasta el mes de noviembre de 1970, cuando nuevamente estallaría la rebelión del estudiantado en las calles tucumanas.

2.2. 1970, de la olla popular a la barricada

A pesar de haberse aplacado los ánimos en mayo de 1969, las demandas estudiantiles contra la intervención en la UNT no disminuyeron. Los rumores sobre el posible cierre del Comedor continuaron durante esos meses en boca de toda la comunidad universitaria. Los sucesos de noviembre de 1970 marcaron un nuevo punto clave en el ciclo de protestas ya mencionado. Desde comienzos de ese mismo año, la crisis, lejos de disminuir, fue en aumento, lo que demuestra que la problemática social y económica no había retrocedido. Durante los últimos días del mes de octubre y los primeros del mes de noviembre los estudiantes participaron de diferentes actos de protestas, mucho de los cuales tuvieron por espacio una de las sedes del Comedor en calle Muñecas al 200, en pleno centro de la ciudad. En esos días era frecuente la instalación de ollas populares y en más de una oportunidad la toma de la calle como modo de protesta ya habitual en la organización. Otra forma de manifestación frecuente fueron los actos relámpagos, que consistían en reuniones celebradas en diferentes puntos estratégicos de la ciudad, donde uno o dos oradores subidos a los hombros de otros compañeros pronunciaban un breve pero encendido discurso, arrojando volantes a los transeúntes y en muy poco tiempo la manifestación se disolvía, procurando desconcentrarse antes de la actuación represiva de la policía.

También los docentes habían entrado en la lógica de la protesta y las huelgas se multiplicaban. Los puntos de reclamo del movimiento estudiantil tenían que ver con un comedor bajo control y administración de los estudiantes, un mayor presupuesto para educación, el aumento de las plazas en el Comedor y su no privatización, la instalación de nuevas residencias y el apoyo a las luchas de los trabajadores no docentes vinculadas a la cuestión salarial y escalafonaria. Las consignas propiamente políticas apuntaban contra la dictadura militar, la unidad obrero–estudiantil, la libertad de los presos políticos y la vigencia de las libertades públicas. Sobre las causas que motivaron la salida de los estudiantes a la calle en aquel noviembre de 1970, Carlos Moya recuerda:

“Esta lucha que se inicia por la apertura del comedor, decuplica la cantidad, después de un triunfo se va a 3500 plazas, de 300 a 3500, tuvieron que concesionar cuatro grandes restaurantes para abastecer esta nueva población del comedor y después construyeron un comedor en la Quinta Agronómica, había un quonset en el centro, cerca de la universidad central. Digamos lo que parecía un imposible se logra, pero no solamente eso, se conmueve prácticamente toda la población, cae un gobernador, que es el gobernador Imabud y se acelera la caída de Levingston. 7

Por su parte Carlos Zamorano, sostiene que:

(...) en ese Tucumanazo tiene la particularidad de que participó una enorme masa, hay quienes calculan en 15.000 militantes en la calle peleando, porque el movimiento estudiantil universitario estaba en alza, el movimiento secundario había mejorado notoriamente, los sectores de la clase obrera porque incluso organizar a la gente de FOTIA, de varios ingenios participaban... 8

El martes 10 de noviembre una asamblea estudiantil decidió almorzar en la calle con ollas populares frente a las instalaciones del Comedor Universitario. Durante todo el día se sucedieron los cruces verbales entre los dirigentes estudiantiles y la policía que pedía el desalojo de la vía pública. Al mismo tiempo comenzaron a levantarse las primeras barricadas y, por consiguiente, los primeros duelos entre las fuerzas populares y las fuerzas del régimen. El conflicto se fue expandiendo por todo el centro de la ciudad, llegando incluso hasta la Casa de Gobierno, donde también se produjeron algunos enfrentamientos. Los choques entre una y otra fuerza fueron en aumento y la violencia del primer día se repitió el miércoles 11, paralizándose la actividad comercial, y deteniendo la policía a algunos dirigentes estudiantiles. 33 Los estudiantes lograron durante esas dos primeras jornadas ocupar y controlar prácticamente 90 manzanas de la ciudad y la represión se tuvo que manifestar de manera mucho más virulenta para quebrantar a las fuerzas del estudiantado. Un dato no menor, y que conviene destacar aquí, es que el encargado del operativo represivo en Tucumán durante los sucesos de noviembre fue el entonces Coronel Jorge Rafael Videla, quien integró la Junta Militar que encabezó el golpe de Estado del 24 marzo de 1976, que derrocó a Isabel Martínez de Perón, y se constituyó en presidente de facto.

El periodista Marcos Taire, referente del Frente Anti-imperialista por el Socialismo (FAS) sostiene que estas luchas fueron apoyadas por los vecinos de la ciudad al manifestar:

“Yo recuerdo, en una esquina ahí cercana al centro, que se empezó a armar una barricada y de golpe empezó a confluir la gente de las inmediaciones trayendo cosas para que se enriqueciera la barricada, es decir, gomas viejas para prender fuego, maderas, etc. Y después, no me acuerdo si en el segundo o tercer día, pero ya hacía un par de días que se estaba peleando contra las fuerzas de la represión, la participación popular en la zona de Plazoleta Dorrego, San Cayetano 9 , fue enorme, enorme realmente. Y bueno, en cada uno de los lugares en donde se podían armar estas barricadas, el pueblo expresaba adhesión, apoyo a la lucha estudiantil, sin ninguna duda.” 10

Si bien en las primeras horas de la protesta el foco estuvo centrado en el conflicto estudiantil y la protesta llevada a cabo frente al comedor estudiantil, el movimiento obrero habría de plegarse durante el correr de las horas. Que los estudiantes comenzaran estas jornadas de lucha no quiere decir que el movimiento obrero no se plegara y participara activamente en los sucesos de la capital tucumana. Este segundo Tucumanazo, que cargó con las fuerzas del orden a nivel provincial, repercutió en el ámbito nacional, ya que la policía local no bastó para contener las manifestaciones, por lo que tuvo que intervenir el ejército tal como lo he mencionado. En cuanto a los representantes del régimen a nivel local y en el corto plazo, fue reemplazado el jefe de la Policía, el Rector de la Universidad y, en diciembre de 1970, fue también reemplazado el propio gobernador interventor Carlos Imbaud, designando el entonces presidente de facto, Levingston, a Oscar Sarrulle como el sucesor en el ejecutivo provincial. Por otra parte, implicó una serie de conquistas como ser la ampliación en las plazas del Comedor y la instalación, por parte de la UNT, de dos sedes nuevas para albergar una mayor cantidad de comensales. Asimismo, consiguió frenar la implementación de una nueva ley universitaria que propulsaba, entre otras cuestiones, los exámenes de ingreso o que obligaba al estudiantado al uso de la corbata.

2.3. 1972, la toma de la Quinta

Si bien el período que va desde el segundo Tucumanazo al llamado Quintazo estuvo enmarcado por acontecimientos políticos y sociales de trascendencia, como ser la asunción presidencial de Lanusse, en reemplazo del general (R) Levingston, el llamado segundo Cordobazo, y otros sucesos de similar trascendencia, considero necesario destacar que la conflictividad en el marco de la provincia de Tucumán no disminuyó y durante este período también se registraron enfrentamientos entre las fuerzas populares y las fuerzas del régimen. Se llamó el Quintazo a los hechos ocurridos en torno al predio universitario de la Quinta Agronómica ubicado en Avenida Roca al 1800, en la periferia de la ciudad capital durante el mes de junio de 1972. 11

Carlos Zamorano recuerda:

(...) en junio de ese año ’72, había un grave problema, creo recordar, con el comedor universitario, pero en el sentido de las luchas por las plazas del comedor universitario, y tuvo epicentro en una quinta que era la facultad de Agronomía y zootecnia, supongo, que en el año 1950 ya Perón tuvo la gran idea de que ciertas facultades tenían que estar lejos de los centros urbanos, porque eran factor real o potencial de perturbación entonces fue a parar en la periferia de la ciudad, en los suburbios de la ciudad, y estaba la Quinta Agronómica que fue el epicentro de grandes luchas con el infortunio de que ahí fue asesinado de un disparo de granada de gases lacrimógenos el estudiante Víctor Villalba. 12

Nuevamente el reclamo de los estudiantes había ganado la calle y otra vez el recuerdo de los sucesos de noviembre de 1970 se volvía presente. Durante el Quintazo el movimiento estudiantil tucumano estuvo mucho más maduro en sus reivindicaciones y mucho más preparado, con las consignas claras y con las estrategias y acciones más aceitadas. Entre el 21 y el 27 de junio de 1972, volvían a enfrentarse con violencia las fuerzas populares y la policía. Esta vez el enfrentamiento tuvo un saldo trágico para la provincia con la muerte, el día 24 de junio, de Víctor Villalba, un estudiante de 20 años, de la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnologías, oriundo de la provincia de Salta.

El estrecho vínculo entre la clase obrera y los estudiantes también se puso de manifiesto durante los sucesos del Quintazo. Marcos Taire recuerda una asamblea realizada en aquel entonces en la sede de la FOTIA 13 , convocada por la CGT, para repudiar la represión y la muerte del estudiante salteño:

“Se hizo en el Salón de Actos de la FOTIA; ellos no calcularon que nosotros estábamos muy vinculados con el movimiento estudiantil y cuando empezó el plenario como a las 10 u 11 de la noche, llegó una enorme caravana de dirigentes y militantes estudiantiles que se apostaron como barra alrededor del lugar donde se estaba haciendo el plenario, entonces cuando nosotros propusimos, yo lo hice personalmente, que se hiciera un paro activo en repudio al crimen de Villalba y a la represión indiscriminada que se estaba desatando contra el pueblo tucumano, al ver que había dos o tres gremios que apoyaban, que estaba esa barra que cantaba a favor de la realización del paro no le quedó otra cosa que aceptarlo y se hizo.” 14

Sobre los enfrentamientos producidos, la crónica del diario Clarín del día 24 junio destacaba que “los estallidos mantuvieron en tensión casi todo el día a la población de la capital. El Tucumanazo de 1970 volvió a aflorar en el recuerdo de los tucumanos.” 15 El matutino porteño recordaba lo acontecido dos años antes y destacaba el “aflorar del recuerdo”, a lo que habría que haber agregado entonces el aflorar del conflicto y la manifestación de una crisis abierta mucho antes de ese período. Asimismo, volvemos a la idea de la experiencia en la construcción de una conciencia en el movimiento estudiantil que se gestó, sin lugar a dudas, en las jornadas de mayo del 69 y noviembre del 70. Si bien el Quintazo volvió a poner sobre el tapete el conflicto estudiantil, no es menos cierto que la problemática obrera seguía siendo también un eje importante para la movilización. Las causas que habían originado las movilizaciones eran las mismas que habían desatado los episodios del segundo Tucumanazo dos años antes. También los episodios de junio de 1972 cargaron contra las autoridades locales del régimen. El 27 de junio las autoridades universitarias presentaron su renuncia. La cantidad de 700 detenidos según informaba el diario Clarín es el reflejo de la profunda conflictividad de esos días.

3. 1976, la clausura del comedor y la persecución al movimiento estudiantil

Cuando los dictadores asaltaron por última vez el poder en Argentina, el 24 de marzo de 1976, tras el interregno democrático inaugurado en 1973 con el retorno de Perón, el genocidio en Argentina ya estaba en marcha y en Tucumán se sentía con especial furia a partir de la implementación del denominado Operativo Independencia ejecutado, desde febrero de 1975, a la sazón del Poder Ejecutivo a cargo de la presidente constitucional Isabel Martínez de Perón. Sin embargo, el último golpe militar, continuidad del que le precedió en 1966, vino a sellar todo intento de rebelión obrera o estudiantil no sólo con la represión a estos dos sectores principalmente, sino con la ejecución de políticas que claramente terminaban de cerrar el círculo abierto una década atrás. En las Universidades públicas, intervenidas nuevamente por el poder dictatorial, se llevó a cabo un mecanismo de prohibiciones, intervenciones y persecuciones, que tuvo entre sus blancos, al mismo estudiantado que había resistido, durante la década anterior, los avasallamientos a la autonomía universitaria. Este nuevo período implicó al mismo tiempo el último asalto militar a las instituciones del Estado como así también la profundización de la represión contra todo opositor al régimen inaugurado diez años antes. En referencia a las luchas por el comedor podemos destacar dos hechos que implicaron, en esos años, la derrota del movimiento estudiantil de la generación de los Tucumanazos. Por un lado, el cierre definitivo de algunos canales de expresión y en concreto, para el caso que nos ocupa, el cierre de los Comedores Universitarios, clausura que se dio por una resolución emanada de la intervención militar en la propia Universidad; por otro lado, la persecución, secuestro y posterior desaparición de estudiantes universitarios, muchos de los cuales tuvieron activa participación en el movimiento y, más específicamente, en el ámbito del Comedor implicó a decenas de militantes, como fue el caso Juan Carreras, perteneciente a la carrera de Bioquímica.

El 2 de abril de 1976, se suspendía “el funcionamiento del comedor universitario dependiente del Servicio de Residencias y Comedores”. La resolución del cierre del Comedor expresaba, entre otras razones para su clausura que el comedor universitario había constituido desde su creación un “organismo conflictivo y deficitario”. En este punto podríamos suponer que la razón central de su cierre tenía que ver con cuestiones de índole netamente presupuestarias. Sin embargo, en otro de sus considerandos explicaba la resolución:

... que la gran afluencia indiscriminada no sólo de estudiantes, sino también de elementos extraños al comedor universitario, desvirtuaron por completo los objetivos para los cuales fue creado, encareciendo enormemente el costo de los servicios; Que asimismo, llegó a convertirse en centro de reuniones de todo tipo, donde los temas netamente estudiantiles estaban ausentes en la mayor parte de los casos; Que las reuniones de carácter político y de tipo partidista fueron deteriorando la imagen de la Universidad y creando focos de agitación, llegándose a extremos de provocar la destrucción de elementos que los usuarios tenían el deber de conservar; Que el desorden imperante también se reflejaba en la propia administración, reduciéndole las posibilidades de control y facilitando el mal manejo del organismo, lo que se traducía en pérdidas millonarias en perjuicio del Estado; Que tal desorden no se circunscribía al ámbito del comedor solamente sino que alcanzaba a otras dependencias universitarias, con la comisión de verdaderos actos de vandalismo, provocando la destrucción de muebles, útiles, etc., de laboratorios y cátedras, hechos que son del dominio público y que daba cuenta la crónica diaria. 16

Queda claro que para los dictadores interventores el motivo central de la clausura no tenía que ver solamente con una cuestión económica, sino y, sobre todo, con las actividades políticas que se desarrollaban allí.

Sobre la segunda cuestión, el sistema represivo imperante implicó la persecución política de la comunidad universitaria a partir de un “servicio de vigilancia” que comenzó a operar en áreas del Rectorado desde febrero de 1976, es decir, un mes antes del golpe militar. Dicho sistema de vigilancia y persecución fue parte del mecanismo represivo de la dictadura en pos de perseguir, secuestrar y hacer desaparecer a todo aquel opositor al régimen dentro de la propia Universidad. En el caso de algunos docentes y trabajadores administrativos, la respuesta represiva implicó desde cesantías hasta la misma desaparición forzada del personal universitario. Un caso emblemático dentro del movimiento estudiantil, resultó ser la desaparición de estudiantes miembros del Cuerpo de Delegados 17 de la facultad de Bioquímica, Química y Farmacia. Los estudiantes de distintos años de la mencionada Facultad fueron secuestrados y desaparecidos, entre los que se encontraba Juan Carreras 18 , retenido por una patota el 16 de septiembre de 1976 mientras rendía un examen final. Juan, oriundo de la localidad catamarqueña de Belén y uno de los encargados de las becas del comedor, fue detenido desde dentro de una de las sedes de la Facultad. Así como en este caso y otros similares la dictadura buscó no solamente terminar “físicamente” con aquellos sectores opositores o progresivos de la sociedad dentro de la universidad, sino el disciplinamiento interior a todos los estamentos universitarios. Años más tarde, más precisamente en 2016, los restos óseos de Juan y como los de otros miembros del cuerpo de delegados mencionados, fueron identificados entre las víctimas arrojadas al Pozo de Vargas, un pozo de aguas ubicado en una finca en la periferia de la ciudad que sirvió como fosa común en la que los dictadores pretendieron ocultar los cuerpos de los desaparecidos. Estudiantes de todas las carreras universitarias fueron en esos años perseguidos, secuestrados, desaparecidos y torturados en los campos de detención y exterminio de Tucumán. Claramente la lucha estudiantil que había ganado las calles durante los Tucumanazos debía ser aplastada para disciplinar a los “jóvenes” e impedir que levantaran nuevamente sus reivindicaciones.

4. Los 80: la recuperación de los espacios de representación

Los años 80 en la posdictadura encontró al movimiento estudiantil en un período de recuperación de los espacios democráticos dentro de las facultades. Si bien la institucionalización implicó a todas las agrupaciones, fueron las organizaciones vinculadas a la izquierda las que tuvieron mayor presencia en las calles, acompañando al movimiento de derechos humanos y al movimiento obrero en diversas manifestaciones. Los cánticos en las protestas estudiantiles se referenciaban en la generación de estudiantes setentistas y así como en Córdoba o en otras regiones del país se entonaba aquello de ser de la “gloriosa juventud del Cordobazo”, la versión local se miraba en el espejo de los Tucumanazos: “Somos de la gloriosa juventud argentina, la de los tucumanazos, la que peleó en Malvinas”. Al recuerdo fresco de las barricadas erigidas en el centro de la ciudad se sumaba la identificación con los jóvenes conscriptos enviados a las Islas Malvinas en 1982 como parte de una construcción identitaria que los jóvenes en general, pero los estudiantes universitarios en particular, habían construido en todo el país.

Según afirma Fernando Valdez, aún en los últimos meses de la dictadura “las agrupaciones estudiantiles unifican su lucha en contra del modelo de universidad impuesto por la dictadura y arremetían contra las políticas limitacionistas del cupo, del arancel y contra la ley 22.207, instrumento legal para la continuidad de algunos docentes, en perjuicio de los muchos que no se podían presentar a los "concursos públicos" por las prohibiciones que la misma ley establecía o bien porque no estaban en el país. Así se llega por medio de una Comisión Interfacultades, creada al sólo fin y hasta tanto se normalizara la FUT (Federación Universitaria de Tucumán), a organizar un plan de lucha contra la política del examen de ingreso, el cupo y los aranceles. Ese plan de lucha suponía un fuerte activismo en las facultades y culmina el 19 de Marzo de 1983 con una masiva movilización al Rectorado, la primera después del golpe militar, donde se le entrega un petitorio al interventor (Raúl) Landa y éste pronuncia sus ridículas palabras, en el uso particular del idioma que hacía, respecto a la Reforma Universitaria diciendo que la misma estaba "periclitada y patética". 19

Las elecciones de los representantes a los centros estudiantiles marcaron el pulso del movimiento que ocupó a la totalidad de las agrupaciones de derecha, de centro y de izquierda durante los primeros años de la transición a la democracia. Valdez sintetiza las características del movimiento estudiantil en la post dictadura, distinguiéndolo del movimiento setentista, al expresar que

“la nueva configuración del movimiento estudiantil muestra una diferencia importante con los de los años 60 y 70, la toma de conciencia de la necesidad de la unidad (...) para luchar por la recuperación del estado de derecho y para emprender la tarea por venir en la defensa y consolidación de la democracia. Las violaciones a los derechos humanos llevadas a cabo con la implementación del terrorismo de estado, significaba un enorme desafío para los estudiantes y sus organizaciones, en el sentido de planteárselo como una bandera de lucha, de trabajar por la búsqueda de Verdad y Justicia.” 20

5. Los 90 y la lucha contra la Ley de Educación Superior

Llegados a los primeros años de la década del ‘90, una nueva reconfiguración del movimiento estudiantil volvió a marcar el devenir de luchas que esta vez estuvieron centradas en la resistencia a la Ley de Educación Superior. Entre marzo y julio de 1995, el movimiento estudiantil tucumano, como el del resto del país, se volcó masivamente a las calles para rechazar la aprobación de la Ley N° 24.521. Según Gustavo Cortés Navarro, esta movilización “fue la más importante de la década de los noventa realizada en Tucumán, no sólo porque abrió el debate por el sistema educativo universitario sino también fue una crítica al modelo político neoliberal encarnado por el presidente Carlos Menem tanto en esta provincia como en Argentina.” 21

Explica Cortés Navarro que “la Ley de Educación Superior asignó a las provincias la responsabilidad del normal funcionamiento de las escuelas terciarias y al gobierno nacional “la de velar por la calidad de la oferta educativa en las universidades”. 22 Según Susana Belmartino, la Ley de Educación posibilitó al gobierno desarrollar, por un lado, un sistema de evaluación institucional como la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) − un organismo de control sobre las universidades, que emite puntajes de calidad a las carreras de grado y de posgrado −. Por el otro, permitirse cuestionar la gratuidad de la enseñanza superior y buscar que las universidades se autofinancien económicamente por medio del arancelamiento.” 23 Cortés Navarro agrega que “en 1995, con la historia y la memoria como sostén teórico-práctico, ellos fueron (el movimiento estudiantil) los que representaban a generaciones de tucumanos que lucharon y dieron su vida por un modelo de país equitativo y con posibilidades para todos.” 24

En esos años y sobre todo en los primeros meses de 1995, año de aprobación de la LES, las movilizaciones fueron una constante en el movimiento estudiantil como así también las estrategias de las tomas de edificios universitarios, ensayando novedosas modalidades de protesta. Entre los cánticos que recuerdan los militantes estudiantiles de los ’90 resonaba el que rezaba: ¡Me parece, me parece, que la resistencia crece! Sin referencias a los años 60 y 70, sin embargo, algo del espíritu de rebeldía contra la imposición de una nueva ley que atacaba a la educación pública, llegaba como ecos de luchas pasadas. Las asambleas eran multitudinarias y convocaban a cientos de alumnos, como las recordadas en la Facultad de Filosofía y Letras. El recuerdo de un exdirigente estudiantil, Diego Toscano, rememoraba la masividad y la politización del estudiantado:

“... eran tremendas (...) eran muy tensas, muy combativas, y siempre había una tensión entre los sectores más combativos con los conciliadores... se discutía el papel que jugaba el Decanato, que era muy complejo porque a Bonano 25 lo invitaban o participaba en las asambleas (...) el movimiento estudiantil y el movimiento docente coincidían en muchas cosas, había talleres, reuniones con docentes”. 26

Si bien la LES sería sancionada, la movilización estudiantil de esos meses de 1995, el debate político en torno a la Universidad pública y la participación incluso de docentes y no docentes en las discusiones hizo que el estudiantado ganara las calles en más de una oportunidad como es el caso del día en que se trató en el congreso la sanción. Justamente el 7 de junio, el día en que la Cámara de Diputados aprobaba la ley, se realizaban marchas en todo el país, también en Tucumán, donde una importante manifestación ocupaba las calles céntricas. Walter Soria, exdirigente estudiantil recordaba sus implicancias:

“Fue la más multitudinaria. Yo no recuerdo, pero había diez mil personas en la Plaza Independencia. Era impresionante, hasta tal punto que Filosofía y Letras estaba diluida. En una marcha tan inmensa, con su componente social, porque había universitarios, estudiantes secundarios, porque había gente (común), docentes. Era multitudinaria esta marcha”. 27

El movimiento estudiantil que ponía sus esperanzas, en vano, en el rechazo en la Cámara de Senadores, fue derrotado y esa es la sensación que recorrió a sus principales exponentes, como lo asegura el propio Walter Soria: “El día que aprueban la Ley, el movimiento estudiantil no estaba preparado para un plan alternativo de lucha. Ahí se rompe la lucha, se quiebra”. 28

Los 90 sin embargo no terminaron en 1995 con la sanción de la Ley de Educación Superior, fueron años en los que el movimiento estudiantil tucumano siguió diciendo presente con luchas permanentes en contra del recorte presupuestario y en contra de la implementación de la ley. Un recuerdo que ha quedado en la memoria de esos años es la toma del rectorado, por espacio de un mes, entre abril y mayo de 1998, a instancias de los estudiantes de la Facultad de Medicina a quienes se les impuso entonces un cupo de ingreso. Sin embargo, los primeros años del 2000 verán a un movimiento estudiantil más retraído con altibajos, con años de lucha, tal como puede verse en 2003 y 2005, pero sin la misma intensidad de las épocas mencionadas.

6. 2013, la última rebelión de lxs Hijxs del Tucumanazo

En el marco de una actividad oficial en el Rectorado de la UNT, el 29 de agosto de 2013, el entonces Rector Juan Alberto Cerisola declaraba: "esta es la Universidad, no los que toman Facultades, no los que ahora vienen en la marcha hacia aquí, la universidad son los estudiantes estudiando, los profesores dando clases, los investigadores investigando...". La alusión del Rector tenía que ver con una nueva protesta que ponía en pie nuevamente a un sector de los estudiantes tucumanos y los convocaba a marchar al rectorado en simultáneo con la actividad oficial en el mismo edificio. Dos días antes, es decir el 27 de agosto, los estudiantes de las Facultades de Filosofía y Letras habían decidido la toma del predio universitario Julio Prebisch, luego de conocer la noticia de la violación a una estudiante en las inmediaciones del Parque 9 de Julio, en cuyo espacio se alojan distintas facultades. La toma se extendió a otros predios universitarios como la Facultad de Artes, la Facultad de Educación Física y la Facultad de Ciencias Naturales y duró dos meses. 29 Ya en los primeros años del nuevo milenio los estudiantes habían concretado otras manifestaciones como las tomas de facultades en 2003 y 2005, muy presentes en amplios sectores del movimiento estudiantil, sin embargo, la originalidad de esta última protesta es que sumó a las históricas demandas del estudiantado, nuevos reclamos en torno al rechazo a todo tipo de violencia de género. En su declaración inicial los estudiantes movilizados de la Facultad de Filosofía y Letras afirmaban:

“Nos, la Asamblea General de Filosofía y Letras, declaramos: En virtud de los acontecimientos de violencia de género sufridos por dos compañeras de esta casa de estudios, que son de público conocimiento, las/os estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, organizadas/os en asambleas por carreras y una de carácter general, decidimos ante la total inoperancia e inacción de las autoridades -tanto de la Facultad, de la Universidad Nacional de Tucumán y del Estado provincial- tomar la Facultad.” 30

Hasta aquí la única mención del movimiento era la urgencia de tratar y poner en agenda la cuestión de la violencia de género sin mención alguna a viejas demandas. Muy pronto los estudiantes ampliaron sus exigencias y al pedido de la sanción de una ley de emergencia en materia de violencia de género se sumó el reclamo por el boleto estudiantil y la reapertura del comedor, cerrado, como vimos, al inicio de la última dictadura cívico militar.

De todo el proceso de tomas y movilizaciones de esos dos meses conviene tener en cuenta algunas precisiones. En primer lugar, los movilizados no fueron las agrupaciones con representación en los órganos de gobierno universitarios, sea en los Centros o en los Consejos; en segundo lugar, acompañando en general a las agrupaciones de izquierda, las que principalmente promueven este tipo de acciones, se encontraba un núcleo importante de estudiantes no agrupados que hicieron su experiencia militante en el marco de la toma, los autodenominados “independientes”. Por lo tanto, a diferencia de otros momentos históricos, el sector del estudiantado movilizado en el comienzo del presente milenio no fue aquel nucleado en organizaciones tradicionales o ancladas en los espacios de representación. Quizás este último aspecto marque diferencias con las etapas históricas precedentes del movimiento estudiantil tucumano. En los 70 fueron sobre todo estudiantes provenientes de otras provincias o del interior tucumano los que conducían las movilizaciones, quienes hacían uso de los comedores y cuyo cierre implicaba la posibilidad de tener que abandonar los estudios; en los 80 y 90 tuvieron un rol protagónico en las movilizaciones por la recuperación de los espacios institucionales y por la lucha contra la LES, los centros estudiantiles y las agrupaciones con representatividad pues el ataque a la Universidad Pública implicaba la movilización de recursos y un serio riesgo a la autonomía universitaria. En cambio, quienes se movilizaron durante las tomas de 2013 fueron principalmente estudiantes que incluso no se sentían identificados con las organizaciones estudiantiles en los espacios tradicionales de representación. Conviene aclarar aquí que en estos primeros años del siglo XXI, una novedad se vislumbra respecto a lustros pasados y es que los representantes estudiantiles en los Centros y muchas veces en las conducciones de los Consejos Directivos, son agrupaciones emparentadas con las autoridades universitarias, no promueven acciones contestatarias o incorporan en su plan de acción luchas frontales y sólo se reducen a la gestión y/o administración de las cuestiones meramente facultativas. Sin embargo, la novedad de la última rebelión estudiantil tucumana fue la referenciación de los manifestantes en la generación de los Tucumanazos. Ni siquiera hubo una mirada retrospectiva al pasado más inmediato de lucha, como el movimiento de los 90 contra la LES. Las referencias y miradas a los 60/70 pronto ganaron la pulseada y como voces del pasado, los ecos del Tucumanazo llegaron a los movilizados.

7. ¡Qué cagazo, caminan por las calles, los hijos del Tucumanazo!

Entre otras acciones y estrategias de la lucha durante el 2013, se sumaron a las tomas edilicias, distintas manifestaciones públicas centradas en dos ejes principales: los aspectos comunicacionales que supusieron la movilización de recursos para generar una cantidad de dispositivos de difusión como blogs 31 , el uso de las redes sociales 32 , la realización de videos testimoniales, entre otros, producto de las posibilidades que le brindaban las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Estas producciones tuvieron a los estudiantes de la carrera de Ciencias de la Comunicación como activos en el rol de producción de contenidos. Al mismo tiempo las manifestaciones callejeras fueron otra de las tácticas usadas. Uno de los cánticos escuchados en la movilización por un nuevo aniversario de la Noche de los Lápices, el 16 de septiembre, sostenía: “¡Qué cagazo, qué cagazo, caminan por las calles, los hijos del Tucumanazo, qué cagazo!”. Claramente se fue configurando en los manifestantes una identidad que se miraba al espejo y se referenciaba en la generación setentista y que, si bien no implicaba la réplica de las estrategias de lucha, generaba un sentido de pertenencia a la universidad en tanto estudiantes comprometidos con su tiempo en reclamos de viejas y nuevas demandas.

Otra novedad de la protesta de 2013, y que entronca entonces con las luchas del movimiento estudiantil setentista, fue la exigencia de reapertura del Comedor universitario. Los estudiantes que tenían las instalaciones de la Facultad de Filosofía y Letras tomadas decidieron abrir un comedor propio, en un espacio denominado “aula bar”, sitio donde años antes había funcionado un bar concesionado y cerrado por cuestiones judiciales. El bar en cuestión había sido durante los años 90 un espacio de confluencia de estudiantes, docentes y no docentes y su cierre había implicado la pérdida de un lugar de encuentro más que emblemático. Claro que ese bar no había funcionado como un verdadero comedor universitario y lo que los manifestantes reclamaban ahora era justamente la apertura de uno como el que había funcionado hasta 1976. Pronto comenzaron los estudiantes a organizar el espacio para la elaboración de la comida y bautizaron al lugar como “Comedor Estudiantil Autogestionado 27 de Agosto, Hijxs del Tucumanazo”. El nombre asignado conectaba pasado y presente y resultaba parte de los ecos de un Tucumanazo que llegaba al S XXI como eje en la identidad constituida por el estudiantado en lucha. El 27 de agosto había sido la fecha de la toma y la herencia de los Tucumanazos quedaba asignada a la filiación de esta nueva generación identificada con la lucha por el comedor en los años 70.

Rodrigo Domínguez, estudiante de historia, militante de la agrupación La Darío Santillán, recordaba la elección del nombre y sobre la apropiación del espacio:

“Hay una mirada de que el Tucumanazo fue impulsado por el comedor, está la idea esa, por el cierre. Yo creo que todos tenemos esa idea de... o que por ahí nuestros padres o familia contó alguna vez. El Tucumanazo, los estudiantes saliendo a la calle, de esta cuestión que también, digamos quedó muy marcada, del compromiso, de formar parte de algo más grande y de sentir que podes hacer algo, de que realmente podés, que tenés poder y no que sos un voto digamos, viste. Yo creo que eso marcó mucho o sea de alguna manera, me acuerdo que salió la consigna esa y todos nos sentimos identificados digamos, los hijos del Tucumanazo digamos, porque era papa, nos sentíamos que estábamos haciendo, como retomando esa historia, y de hecho recuerdo que hubo charlas, se hizo, se vio documentales, la idea era esta, formarse y poder discutir porque somos los hijos del Tucumanazo. Yo creo que el comedor tiene ese símbolo porque el Tucumanazo empieza con el cierre del comedor y el comedor era un símbolo también de la toma, fue como el núcleo de reunión, digamos, si no era la asamblea, era el comedor digamos, era como el espacio informal digamos, y fue quizá para mí, la mayor expresión de la participación y la democracia que había, de que se organizó ese espacio, y que no era una reunión de la agrupación, sino que era un espacio de La Toma y que se mantuvo dos meses después.” 33

Si bien Rodrigo brinda algunos datos para poder responder las preguntas arriba planteadas, marca una cuestión fundamental: la centralidad del comedor. El hecho de que se busque desentrañar los porqués del nombre inmediatamente conlleva a la comprensión de la importancia del lugar en sí y de la apropiación que los estudiantes en lucha hicieron de la historia: lo simbólico empezó entonces a estar atravesado por acciones concretas como la apropiación también de los espacios físicos de la propia facultad. El testimonio lo indica como un punto de encuentro fundamental, donde se daban debates en un marco de informalidad sin estar acaparado por alguna agrupación específica, es decir, era un espacio de sentido propio. Es así como lo expresaba otro estudiante, Alejandro:

“Yo creo que apropiarnos de ese lugar en cuanto a lo simbólico, y también en cuanto a lo físico. Me acuerdo de los murales, había un mural muy bueno que era un árbol que tenía la historia de las tomas de Tucumán, de todas las facultades, y yo creo que salió un poco de eso, de tomar la historia, la historia de la lucha tucumana y de apropiarnos de esa historia. Y bueno también de la historia del comedor, que funcionaba antes y se lo cerró en los setenta, con la dictadura. En las marchas me acuerdo que cantábamos: “que cagazo que cagazo, caminan por las calles, los hijos del Tucumanazo””. 34

Otra estudiante, Evelina, como participante no sólo del proceso, sino como miembro de la comisión de cocina, también se refería al comedor:

“Si el comedor no hubiera estado funcionando, la toma no se habría podido sostener. Hubiera sido difícil que se estén tantos días ahí, sin tener la fuente... que se pueda proveer digamos, de la comida en ese mismo lugar para todos los compañeros... Me parece que si el comedor no estaba se iba a desarticular mucho. Iban a quedar momentos en los que no haya nadie, momentos donde no haya donde reunirse, o cosas así.” 35

Como vemos el comedor, que no fue en principio el reclamo central, se tornó en un espacio primordial para el sostenimiento de la toma por tanto tiempo. Una lectura que deberíamos hacer como balance provisorio es que si en 1976 los dictadores decidieron cerrar los comedores porque eran el espacio donde los estudiantes no sólo iban a estudiar sino a hacer política, queda claro que lo que nucleaba a los comensales del nuevo espacio inaugurado y autogestionado durante las tomas del 2013 era la posibilidad de tener un sitio donde hacer política, donde reunirse, donde discutir tácticas y estrategias y desde el cual poder aglutinar las demandas nuevas y viejas.

8. Tras el 2013, un balance de época

La toma de 2013 finalizó sin muchos de los objetivos propuestos por el movimiento estudiantil en lucha. Sin embargo, quedan algunas reflexiones necesarias como un balance provisorio para seguir pensando al movimiento estudiantil tucumano en perspectiva histórica. Primero, los murales pintados en el comedor dan cuenta sobre lo que refiere Alejandro cuando habla de apropiarse del espacio físico. Murales que sintetizan la historia del movimiento estudiantil resignificado por los propios estudiantes involucrados en la lucha: en segundo lugar, los cánticos en las manifestaciones son la expresión pública de unas identidades en tránsito que implican a los movilizados; la elaboración propia de canales de comunicación y vías de expresión, que rodea a todo un aparato comunicacional gracias a las nuevas tecnologías, da sentido de pertenencia a una generación que inevitablemente mira de reojo a otra más lejana; en tercer lugar, la apropiación tanto material como simbólica de contenidos, asigna sentido de pertenencia e identificación a jóvenes que al ingresar en la Universidad buscan espacios de referencia y la encuentran gracias a la coyuntura. Por un lado, pues nos preguntamos si el reclamo de 2013 hubiera ganado al movimiento de no haber existido el abuso a estudiantes mujeres, pero, por otro lado, la necesidad de no simplemente “pasar” por la universidad pública sin la experiencia personal y colectiva. Desde aquella última movilización con tomas, el movimiento estudiantil tucumano no volvió a ponerse en pie, salvo sectores bien diferenciados que en los últimos tres años se expresaron en favor de otra demanda del movimiento de mujeres por el Aborto legal, seguro y gratuito. Pero estas últimas demandas, no específicas del movimiento estudiantil, implicaron otro tipo de expresiones dentro y fuera de las facultades, más como caja de resonancia de exigencias de fuera que de demandas propias.

No es posible hacer aquí futurología y pensar cuáles serán las nuevas explosiones de protesta estudiantil en Tucumán. Hoy la lucha por el comedor se ha diluido toda vez que tras las últimas tomas, las autoridades rectorales decidieron abrir un bar gestionado desde la propia universidad 36 , es cierto que no se trató en la legislatura local la ley de emergencia en materia de violencia de género, pero poco a poco fueron en los últimos años, las autoridades municipales y provinciales, otorgando beneficios de boleto educativo gratuito. Las nuevas demandas por venir podrán o no referenciarse en el movimiento estudiantil pasado, lo que no podemos dejar de reafirmar es que aún en momento de quietud, los estudiantes que pasan por la Universidad hacen su experiencia, militante o no, y construyen sus identidades en tránsito.

Bibliografía

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Fuentes

Entrevista a Carlos Moya. Entrevista realizada por el autor.

Entrevista a Carlos Zamorano. Entrevista realizada por el autor

Entrevista a Diego Toscano realizada por Gustavo Cortés Navarro en San Miguel de Tucumán el día 11 de Junio del 2010.

Entrevista a José el “Macho” Luna. Entrevista realizada por el autor.

Entrevista a Marcos Taire, entrevista realizada por el autor.

Diarios: La Gaceta de Tucumán, Clarín, La Nación, Revista Primera Plana.

Heluani, Diego y Kotler, Rubén, El Tucumanazo. Documental, 2007, Disponible en línea: https://www.youtube.com/watch?v=AEPm5I3O7C4

Reynoso, Ricardo, Tucumanazo, Poder popular, 2013. Disponible en línea: https://www.youtube.com/watch?v=SKj8pRU-U48

 

Notas

* Doctor por la Universidad de Salamanca (2013). Ha cursado estudios superiores en Historia en la Universidad Nacional de Tucumán (2002), y se ha especializado en «Economía y Sociedad» por el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín (2004) y en «Historia de América» por la Universidad de Salamanca, España (2008). Actualmente se desempeña como encargado del área de historia oral del Archivo Histórico de la Universidad Nacional de Tucumán y como auxiliar docente graduado en la cátedra de Teoría de la Comunicación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.

1 Primer Tucumanazo sobre el cual los investigadores no terminan de ponerse de acuerdo, pues la mayoría insiste en negar el “carácter de AZO” a los levantamientos obrero-estudiantiles de Tucumán en 1969. No me detendré en los aspectos teóricos sobre las características de un movimiento para ser calificado como “AZO” y las diferencias de estos con las puebladas. Consultar Beba Balvé y Beatriz Balvé, El ’69, Huelga política de masas, Buenos Aires, Editorial Contrapunto, 1989.

2 También las manifestaciones estudiantiles de Rosario y Corrientes merecieron ser denominados AZOS. De esta manera los Tucumanazos se inscribían en un ciclo de protesta mayor a nivel nacional que involucró al Rosariazo, Correntinazo, desde ya que el Cordobazo y otras expresiones en otros puntos del país. Para el Tucumanazo en concreto ver: Rubén Kotler, “El Tucumanazo, los Tucumanazos (1969 – 1972)”, en Memoria del VII Encuentro Nacional y I Congreso Internacional de Historia Oral, 2005; Rubén Kotler, “Villa Quinteros se rebela: el Tucumanazo del 69 y la lucha contra el cierre de los ingenios”, en Revista Historia, Voces y Memoria, n°4, Programa de Historia Oral de la UBA, Bs. As., 2012; Rubén Kotler, “La alianza obrero estudiantil como respuesta a la dictadura de 1966 en la periferia argentina. El caso Tucumán”, en Revista Clio, N° 31.2, UFPE, Brasil, 2014; Véase también Silvia Nassif, Tucumanazos. Una huella de luchas populares 1969 – 1972, Edición Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, Tucumán, 2012; Emilio Crenzel, El Tucumanazo, Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán, 1997.

3 Entrevista a Carlos Moya. Entrevista realizada por el autor.

4 Entrevista a Carlos Zamorano. Entrevista realizada por el autor.

5 Federación de Trabajadores de las Universidades Nacionales.

6 Entrevista a José el “Macho” Luna. Entrevista realizada por el autor.

7 Entrevista a Carlos Moya. Entrevista realizada por el autor.

8 Entrevista a Carlos Zamorano. Entrevista realizada por el autor.

9 La zona de Plazoleta Dorrego es uno de los accesos, por el sur, a la ciudad capital. En el documental El Tucumanazo pueden verse imágenes de la represión en la zona de Plazoleta Dorrego, referenciada por Marcos Taire en su testimonio. Diego Heluani y Kotler, Rubén, El Tucumanazo. Documental, 2007, Disponible en línea: https://www.youtube.com/watch?v=AEPm5I3O7C4 Fecha de última consulta: 10 de agosto de 2019.

10 Entrevista a Marcos Taire, entrevista realizada por el autor.

11 Hay que destacar que la Avenida Roca es una de las cuatro avenidas principales que rodean al Gran San Miguel de Tucumán, por lo que se produce como una especie de desplazamiento de los enfrentamientos del centro a los alrededores, respecto de los choques producidos en noviembre de 1970.

12 Entrevista a Carlos Zamorano realizada por el autor.

13 La FOTIA es la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera, y fue, en los 70, junto al sindicato de los trabajadores de la educación, ATEP, los más combativos. Sobre la alianza obrero estudiantil puede leerse Rubén Kotler, “La alianza obrero estudiantil como respuesta a la dictadura de 1966 en la periferia argentina. El caso Tucumán”, en Revista Clio, N° 31.2, UFPE, Brasil, 2014.

14 Entrevista a Marcos Taire realizada por el autor.

15 24 de junio de 1972. Incidentes en Tucumán y en La Plata. Clarín, pp. 1/16-7.

16 Expediente n° 222-976, con resolución rectoral 55-76 con fecha del 2 de abril de 1976, firmada por el Delegado Militar Cnel. Eugenio Antonio Barroso, Rector Interventor en la Universidad Nacional de Tucumán.

17 El cuerpo de delegados era la forma que había adoptado la representación estudiantil en las universidades en los años 70. Hoy, dicha representación está dada por los centros de estudiantes, recuperados al inicio de la transición democrática en 1983. Las víctimas que fueron vistas por última vez en el campo de exterminio Arsenal M. de Azcuénaga fueron José Antonio Cano, José Antonio, delegado por 3er. Año de la Bioquímica, secuestrado el 20-02-76, tenía 23 años de edad; Humberto Reyes Morales, delegado, secuestrado el 14-04-76, fue llevado a la Escuela de Educación Física y luego fue trasladado a Arsenal Miguel de Azcuénaga; Enrique Alberto Sánchez, delegado de 3er. Año, secuestrado el 14-09-76; Julio Arnaldo Del Castillo, delegado, secuestrado el 15-04-76, fue visto en Arsenal Miguel de Azcuénaga; Ramón Oscar Bianchi, delegado de 1er. Año de la Carrera de Bioquímica, secuestrado el 15-04-76 y llevado a la Escuela de Educación Física y luego fue trasladado a Arsenal Miguel de Azcuénaga; Juan Francisco Carreras, delegado de 3er. año de la carrera de Bioquímica, secuestrado el 16-09-76 al finalizar un examen, visto en Arsenal Miguel de Azcuénaga; Nely Yolanda Borda, delegada de 5o año de Química, fue secuestrada en Belén, Catamarca el 27-01-77, fue vista en Arsenal Miguel de Azcuénaga; y por último Rodolfo Hugo Lerner (Sin datos del expediente judicial de la causa).

18 Los restos óseos de Juan Carreras como de otros estudiantes del Cuerpo de delegados fueron identificados en los últimos años en el llamado Pozo de Vargas, un pozo de agua usado por la dictadura como fosa común en la periferia de la capital tucumana.

19 Fernando Valdez, “Estudiantes y política en la UNT (1983 – 1986), la recuperación democrática” En Primer Congreso sobre la historia de la UNT, UNT, 2005.

20 Ibid

21 Gustavo Cortés Navarro, “El movimiento estudiantil contra la Ley Nacional de Educación Superior. Tucumán, 1995”, Ponencia presentada en Jornadas Interescuelas Departamentos de Historia 2010. Mimeo

22 Ibid

23 Susana Belmartino, “Crisis y reformulación de las políticas sociales” en Suriano, Juan (dir): Dictadura y democracia (1976-2001), Nueva Historia Argentina T. X, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.

24 Cortés Navarro, Ob. Cit.

25 Luis Marcos Bonano era el decano de la Facultad de Filosofía y Letras entonces.

26 Entrevista a Diego Toscano realizada por Gustavo Cortés Navarro en San Miguel de Tucumán el día 11 de Junio del 2010.

27 Entrevista a Walter Soria realizada por Gustavo Cortés Navarro. Gustavo Cortés Navarro, Ob. Cit.

28 Ibid

29 La toma que se inició el 27 de agosto de 2013 con la ocupación de la Facultad de Filosofía y Letras, sumó rápidamente la Facultad de Psicología el día 28, la de Ciencias Naturales el 12 de Septiembre y la de Artes, que había atravesado por un proceso similar en el primer semestre, el 16 de septiembre, fecha además emblemática en el movimiento estudiantil por ser el día de rememoración de La Noche de los Lápices. La Facultad de Educación Física también fue tomada en el marco de esta lucha, aunque sólo por dos días.

30Asamblea General de Filosofía y Letras (28 de agosto de 2013). Comunicado de la Asamblea General de Filosofía y Letras. Blog de La Toma UNT. Recuperado de https://latomaunt.wordpress.com/2013/08/28/comunicado-de-la-asamblea-general-de-filosofia-y-letras/ Fecha de consulta: 20 de septiembre de 2019

31Véase el diario de la toma: https://latomaunt.wordpress.com/ Fecha de última consulta: 20 de septiembre de 2019

32 https://www.facebook.com/latomaunt/ Fecha de última consulta: 19 de septiembre de 2019.

33 Entrevista a Rodrigo Domínguez, realizada por Diego Carrizo. Kotler Rubén y Carrizo Diego, “Del Tucumanazo a los Hijxs del Tucumanazo. 40 años de lucha en defensa del comedor estudiantil”, en Bonavena y Millán (edis), Los ’68 latinoamericanos. Movimientos estudiantiles, política y cultura en México, Brasil, Uruguay, Chile, Argentina y Colombia, Buenos Aires, Clacso – Gino Germani, 2018. pp. 305 – 308

34 Entrevista a Alejandro Díaz, realizada por Diego Carrizo. En Kotler y Carrizo, Ibid, pp. 305- 308.

35 Ibid

36Sigue sin ser un comedor como el que reclamaban los estudiantes, pero es un espacio que hoy existe materialmente reabierto en el año 2015. Véase https://www.lagaceta.com.ar/nota/660699/politica/reabre-comedor-unt-tras-32-anos-reclamos-estudiantiles.html